Una amplia sonrisa se dibujó en mi rostro cuando vi a la bella Harpálice abrir la puerta como un gran toro, sintiéndome orgullosa de ella por lo que acababa de hacer. Acababa de abrir la puerta que nos daría una escapatoria para salir de aquel lugar y aunque no tuviéramos hogar ni destino, cualquier sitio sería mejor que allí donde querían nuestra cabeza. Aún a mi pesar acepté la ayuda de mi compañera, la cual se prestó sin demora a aliviar el pesar de mis pasos. Rodee su cuerpo con mi brazo, agarrándola con fuerza y nos dispusimos a salir de allí. Entonces, el mago comenzó entonces a hablar, perdiendo el valioso tiempo que poseíamos con teorías que era mejor no tratar en un momento como éste.
- No es el momento de decidir que haremos, es el momento de largarnos de aquí – le dije con cierto enfado con mis palabras, pues las heridas se hacían dolorosas y la sangre perdida sería difícil de recuperar - ¿Crees que un atajo de guardias lograrán ver un rastro en la hierba alumbrados por la luz de la luna o el fuego de unas antorchas? Vayamos al bosque, es el lugar más sensato en el que ocultarnos y no se encuentra lejos – tras decir eso miré al enano, manteniéndome fija en él antes de pronunciar palabra – El ladronzuelo es tu amigo, es tu decisión, quedarte aquí y arriesgarte a que los guardias te pillen o dejar que sea él quien nos encuentre. Decídete rápido.
Tras ello miré a la mujer que me soportaba, pues en verdad era la única que tenía un valor sentimental para mí, el resto seguía siendo un puñado de desconocidos. Mas viendo la actitud callejera de su compañero, ninguna idea buena me pasaba por la mente acerca de su pasado juntos. Con un breve gesto de mi rostro le indiqué que ya estaba lista para marcharme de allí, sabiendo o sin saber la contestación del enano.
No es por meterte presión, pero necesitaría que le dieses un poco de chicha a tu parte, ya que si no se van a desfasar un montón la de tu PJ y la del resto.
Estabas en un callejón y habías dado esquinazo a los guardias. Te toca decidir qué haces a continuación ;)
Meca, yo estaba esperando que "pasase" algo más. Por mi parte le doy caña ya. :)
El visirtaní se relajó un poco contra el muro. No demasiado, lo suficiente para coger aliento y dar tiempo al resto de sus compañeros a ingeniárselas para salir. Contó hasta cien una vez y luego otra. Si alguien se hubiese encontrado con él en ese momento, además de darse un susto de muerte, pensaría que era un hombre feliz que hubiese hallado una cueva llena de oro. Y es que Cassim estaba satisfecho porque su treta le demostraba lo mucho que sabía y... ¡un momento! ¡El ladrón tenía el mapa de un fabuloso tesoro que incluía una espada vorpalina en su bolsillo! ¡Sólo para él!
Cassim sacó el trozo que llevaba bajo el turbante y lo sopesó en la mano, como si fuese una moneda de un país extranjero, inseguro de su valor. Algún mal pensamiento pasó fugaz por su mente, pero el hecho es que decidió volver a guardar la parte del pergamino en su sitio y se agachó de nuevo para asomarse por un lado del callejón, como un gato, a cuatro patas.
¿Dónde estaban aquellos guardias? No iban a seguir corriendo eternamente y pronto volverían a su puesto. Debía aprovechar la oportunidad, así que empuñando con firmeza el arma, miró a un lado y a otro para salir corriendo en dirección al muro que bordeaba la ciudad de Castamir. Recordaba haber visto un lugar para trepar por él sin demasiada dificultad un par de noches atrás, mientras llevaba a Gortnus a cuesta después de una noche de borrachera. El enano no lo sabía, pero Cassim nunca bebía. Cambiaba las jarras de su amigo por las suyas vacías, y así había sido desde que se habían conocido.
Miró al cielo, observando la oscura luna que le iluminaba. Murmuró algo, tal vez una plegaria... o una maldición. Visirtan ha venerado, durante siglos, a una diosa distante y desleal, una diosa de brillo verde y oscuras intenciones. Se dice de Ishtar que vigila y protege. La realidad es otra, porque encubre y esclaviza, pero parecía que en estos momentos sonreía al afortunado ladronzuelo... aunque la suerte puede cambiar de un momento a otro.
Mientras nuestros amigos escapaban por la puerta principal (con una proeza notable, dicho sea de paso), el visirtaní se dirigió de vuelta a la muralla. Sí, esa muralla de cuatro metros, que distaba mucho de ser la orgullosa fortificación que rodeaba ciudades como Marvalar, u Osman. Mejor para él, desde luego: eso facilitaba las cosas.
No se lo pensó dos veces antes de arrojarse contra el muro, aferrarse a sus agarraderas, y subir a toda prisa por el mismo. En menos que cantaba un gallo, estaba en lo alto nuestro amigo. ¡Ah, sí, había sido fácil! Tanto que casi no logra reprimir un grito de júbilo, el muy gañán... pero esta vez se controló, y ninguno de los guardias llegó a verle. Tan fácilmente como había subido, se descolgó por el otro lado, y así salió Cassim de la aldea de Castamir...
Ya sólo le quedaba correr hacia la puerta, donde, si sus amigos habían sido lo bastante hábiles, le estarían esperando (o no).
Motivo: Escalar
Tirada: 1d20
Dificultad: 10+
Resultado: 12(+6)=18 (Exito)
Como iba diciendo, mientras el visirtaní escapaba por la muralla, el resto de nuestros amigos discutían (casi a voz en grito) junto a la puerta que acababan de derribar. Ya se disponían algunos de ellos a largarse de allí, dejando tirado al pobre ladrón que tanto había hecho por ayudarles a salir, cuando este apareció de entre las sombras, provocando algún que otro susto, y más de una expresión de júbilo.
Y esa es la historia de cómo nuestros amigos escaparon de Castamir, la villa en la que se convirtieron en prófugos por sus actos, y a la que retornarían... pero bueno, ya estoy hablando más de la cuenta otra vez.
Esa es otra historia, que contaremos en otro momento.
Desde luego, al ladrón no le había parecido difícil. Tampoco entendía porqué aquellas cosas no las podían hacer el enano o el hechicero si para él eran cosa natural. Quizá era porque ellos no habían pasado años esquivando a un hermano mayor que les pegaba o no tenían la suerte de ser unos "Elegidos".
Desde el otro lado, Cassim sintió la brisa de los páramos. Estaba fuera, así que los guardias no tenían potestad para hacerle nada, más que imprecarle, lanzarle flechas o impedirle entrar. Bueno, ninguna de las tres cosas eran demasiado malas. Con remango, se colocó el turbante de nuevo al estilo clásico, mientras avanzaba junto a la pared hacia la puerta principal. Cambió el cuchillo por la cimitarra, la cuál ensució deliberadamente con la tierra y su propia saliva, para evitar los reflejos que pudiesen delatarle... y desapareció en las sombras de nuevo.
¡Por Alá! ¡Qué rápido eres! :D Bueno, lo dejo escrito en privado.
El visirtaní apareció entre las sombras de la muralla, con la cara y la cimitarra manchadas de barro y suciedad, los pantalones otrora blancos - es decir, hace un par de años - más sucios de lo habitual por las rodillas, pero con una sonrisa de oreja a oreja al ver a sus "compañeros" al otro lado de la puerta.
— ¿Pensar ir sin mi? — dijo, simulando cara de tristeza, mirando al enano - ¡Bah! ¡Mejor! ¡Yo no recordar lo feo qué eras, ieniano! ¡Ahora tiener que aguantiarte más tiempo! - añadió entre risas, similares a los gañidos de una hiena.
Luego, con una preocupación sincera, se acercó a las dos mujeres y al mago, poniéndole una mano sucia por encima a éste, que parecía bastante embelesado con las féminas:
— ¿Qué tal herida? Viento del páramo sientar bien, seguro. Cassim ya tiene nariz casi curada... ¿podéis aguantar noche al raso? ¿Qué hacemos ahora?
Gortnus había reaccionado como nunca antes al detener el arco que describía su hacha para no partir a la mitad a la impulsiva guerrera. Estaba a punto de soltar una replica cuando enmudeció al instante al ser testigo de como Harpalice destrozaba aquella puerta de una embestida. Aquello ya era la gota que colmó el vaso... Primero el mago pretende ser más valiente que él, después el ladrón impide que el enano de tienda suelta a su ingenio y ahora una mujer malherida se le adelanta para convertir en astillas una puerta... ¿Qué iba a ser lo siguiente? ¡¿Qué a la paladín le creciese una barba más larga y frondosa que la de Gortnus mientras era estafado por un mercachifle cualquiera?! Alguna fuerza divina debió intervenir para que la cabeza del enano no explotase ahí mismo de rabia.
Pero todo esto ocurría en la mente de Gortnus. Todavía no existen más que conjeturas e hipótesis, pero algunos eruditos en la materia constatan que la parte del cerebro que regula el famoso orgullo de los enanos de Moru es independiente de la que se encarga del sentido común. Así que, como se puede comprobar, la lógica ganó la batalla al tener prioridad el tema de salir cuanto antes de esta ciudad. Y justo en ese momento apareció de la nada su amigo Cassim con un aspecto desastroso. Entonces la batalla se recrudeció en el interior de Gortnus. "Vale, pero sólo un momento." Concedió el sentido común. -¡Tienes suerte de que tengamos prisa por largarnos de aquí! ¡Si no iba a patear tu culo huesudo hasta devolverte al agujero de donde saliste!- Estalló en gritos el enano. El pobre visirtaní fue víctima de toda la frustración que tenía acumulada el enano. ¿No os pasa a veces que tan sólo necesitáis el más mínimo detonante para desatar toda el enfado contenido? Pues entonces no juzguéis al pobre Gortnus. Tras una noche así cualquiera acabaría desquiciado... Pero volviendo al tema, y con el comerciante visiblemente más calmado, volvemos a la cuestión de que harían nuestros aventureros tras su apresurada huida. -Como bien sugiere el ladronzuelo este, deberíamos encontrar un sitio al raso y descansar. Sobre todo vosotras dos con esas heridas.- Señala de nuevo a Cassim. -Y tú, que sepas que me debes una cerveza. Y quizás te invite yo a otra si me cuentas como demonios burlaste a esos guardias.- Le dice con el tono con el que suena la disculpa de un enano. Esta vez era la parte lógica la que hablaba. Si, amigos. El orgullo es un arma de doble filo. Pero eso es algo que ya tendréis más oportunidades de comprobar.
Harpálice se encontraba de buen humor a pesar de las heridas. Habían conseguido salir de la corrupta ciudad y se encontraron más pronto de lo esperado con el ladronzuelo. Cuando éste se preocupó por su estado, Harpálice sonrió ampliamente.
- Me encuentro mejor gracias a Nehira.- Cassim no podía decir lo mismo. La salvaje mujer recolocó el cuerpo de su compañera, que pesaba como una losa, bajo ella y la miró jocosa.- No debiste haberle golpeado la nariz. La tenía perfecta, larga y recta. Ahora parece más un pimiento, de los rojos. Jijiji. Acabaremos mirándole y teniendo ganas de asarla al fuego.- Estaba segura que tardarían en comer algo caliente y tener la nariz hinchada del ladrón delante les iba a hacer sonar las tripas. ¿A quién no le gustaban los pimientos asados al fuego? Además, si Nehira se proponía cortarle un par de dedos por su hurto, ya podrían aprovechar para hacer un buen puchero. Acabó con las bromas para ponerse algo más seria.- Sí, nos vendría bien descansar un poco. No os preocupéis por dormir al raso, estaréis seguros a nuestro lado.- Soltó a compañera para plantar un cálido beso en la frente de aquellos hombrecillos. El ladrón era un saco de huesos y el mago, tan educado, que le despertaban su instinto maternal más profundo. Sólo el enano le parecía lo suficientemente resistente. Su deber era amparar bajo su cobijo a los hombres. Sabía que en otras sociedades no era así, pero no podía evitarlo, pues es lo que había mamado desde chica.
¡Girl power!
Nota explicativa:
Los Lykanthropoi, la comunidad de pastores de lobos de la que procede Harpálice, son una sociedad matriarcal que veneran a una Diosa Madre en sus tres facetas (doncella, madre, vieja). En ella son los hombres los que se dedican a la agricultura mientras que las mujeres cazan, dirigen y realizan los rituales de fertilidad necesarios para que germine la semilla (esos ya los describiré en otra ocasión :P). Vamos que las mujeres son prácticamente como "tíos". Sexualmente activas. Aunque tengan pareja tienen varios amantes, que por supuesto eligen ellas, y que mantienen a pesar de que puedan tener una pareja más estable. Por lo tanto Harpálice siente inclinación por defender a los hombres a los cuales considera el "sexo débil".
Auuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu
Cuando escuché unos débiles pasos a nuestras espaldas se despertó mi alerta, aunque no pude hacer ni un solo movimiento antes de que esa rata escurridiza que acababa de aparecer se acercase a nosotros. Sin duda era sigiloso, más que el resto del grupo, pero eso no le salvaría de perder varios dedos de la mano con la que robaba. Le miré de arriba a abajo un instante viendo la suciedad de sus prendas y me limité a quedar callada, escuchando como hablaba con el resto de los acompañantes. Debían haberse vuelto locos, sin duda, ya habría momentos para hablar una vez abandonásemos aquel lugar.
- No perdamos más tiempo, marchémonos antes de que algún guardia pase por aquí – dije con voz seria, como siempre preocupándome más por lo que pudiera pasarnos que en celebraciones y tonterías – Habrá tiempo de sobra para hablar una vez nos encontremos a salvo – tras ello miré a mi compañera y retiré mi brazo de su hombro, fijándome en sus ojos un segundo antes de volver a abrir la boca – Puedo yo sola, Harpálice. No necesitaré de tu ayuda para salir de aquí – sentencié dándome la vuelta y encarando la puerta que nos brindaba nuestra libertad. Había pasado por situaciones peores estando yo sola, no necesitaba la ayuda de nadie.
Comencé entonces a caminar con paso lento, apretando mis dientes con fuerza cada vez que el peso de mi cuerpo recaía sobre la pierna derecha. Si el resto querían quedarse contándose sus batallitas que lo hicieran, pero yo no tenía ningún motivo por el que aguardar a que los guardias nos encontrasen. Ya bastante había tentado a Dios con mis comportamientos esa noche, ahora solo deseaba lamer mis heridas y dormir unas horas antes de que el sol volviera a mostrarse.
Oh Cassim que alegría ya estamos todos bien bien entonces al bosque, cuando escuché a Harpálice bromear de la nariz del ladrón, oh que mujer más carismática, luego nos dio un beso a todos gracias señorita la vida de un Mago es muy solitaria y se agradece las muestra de afecto de una señorita como vos, bajé otra vez mi gorro haciendo una reverencia, mientras que su compañera por su actitud y expresión parecía una paladina que una guerrera si así era podía haber más de un problema. Sí yo voy con usted señorita le dije a la paladina poniéndome a su altura pero en dirección al bosque.