Partida Rol por web

El doctor era sin duda el señor del tiempo más entretenidos de todos, era increíble la capacidad innata que poseía... en todas sus versiones, para meterse en líos y al mismo tiempo salir de ellos... que era más o menos lo que estaba pasando. 

Los espectadores linarenses jamás habían visto un espectáculo semejante en aquel tendido, lo que era en sí la faena había dado paso a un corretear incesante de giris en torno al ruedo gritando cosas en giri haciendo que el Miura fuese yendo de un sitio a otro mientras los toreros que habían sido pisoteados no sabían por donde lanzar los capotes para retomar el control... si es que se podía recuperar alguna vez, el caso es que pese a todo el público no hacía más que vitorear y aplaudir, tan encantados como divertidos.

Mientras, Peter consiguió localizar la puerta de Toriles que era por donde entraban y salían la cuadrilla, siendo por tanto la puerta de salida de aquel esperpento.

El duodécimo doctor no dudó ni un segundo en abrirla de para en par mientras gritaba a sus otros "yos" por donde debían empezar a correr

Por su lado el Miura, cuando ya estaba empezando a saborear las carnes del rizos, se quedó compuesto y sin "novia" cuando el cuarto al ver peligrar sus posaderas, ingirió el caramelo de la invisibilidad haciendo que el animal parase en seco y comenzase a buscarlo con desesperación.

Mientras el toro buscaba y requetebuscaba olisqueando la arena, dando vueltas y más vueltas, el décimo... que hasta ese momento había actuado más de observador que de otra cosa, decidió unirse a la fiesta entre varios reproches de los espectadores a los que iba molestando al bajar al ruedo, hasta que finalmente puso sus pies con playeras en al arena, en aquel mismo momento, la radio que había cogido en la TARDIS comenzó a sonar, por dos motivos... uno, al doctor se le había olvidado darle al botón del off y dos... la radio había "escuchado" la palabra Toro y bonito... dos palabras clave que tras una búsqueda exhaustiva derivó en Toro guapo. Fue entonces cuando la radio se pronunció a voz en grito con su dulce voz femenina, no por ello menos audible, algo que unido a la buena acústica de la plaza hizo que resonase en toda ella, en perfecto castellano y después doblado al inglés.

"El toro Guapo, mediados años 80. Cantante Jose Luis Cantero, más conocido como El Fary"

Para a continuación resonar con fuerza el famoso tema del Fary

El décimo ante tamaña sorpresa se quedó como petrificado por el susto que se llevaron sus dos corazones, pues al fin y al cabo aquel estruendo estaba saliendo de uno de sus bolsillos... y eso fue a ocurrir justamente cuando el toro en su barrido visual se lo quedó mirando, tanto a él como a su extraño movimiento... la cancioncilla hasta tenía ritmo y hasta le había parecido que aquel humano le estaba tirando también los tejos.

Aquella nueva distracción fue aprovechada por el tercer doctor cuyo objetivo principal, era sacar a su inmediato sucesor del objetivo del toro, por lo que como él... que era listo, se había fijado en las huellas de la arena que ocupaban los pies de Tom, por lo que supo ubicarlo a pesar de su invisibilidad y correr hacia él como un rayo, al hacerlo sus brazos se encontraron con el cuerpo invisible de Tom a quien arrastró con el como alma que lleva el diablo hacia la puerta de Toriles.

Por su lado, el undécimo doctor gracias a sus molonas gafas, encontró no sólo la puerta de salida que ya había descubierto la última encarnación, sino además dos objetos extraviados, seguramente provenientes de la TARDIS que en modo alguna debían quedarse en esa plaza ni en ese siglo, ni con los humanos... Por lo que se aprestó rápidamente a recogerlos.

Se trataba de una brújula y una caja de herramientas, mientras le dedicaba un tiempo a examinarlos vio algo más, que las gafas en sí se fijaron en la brújula para después moverse en dirección al gruñón de Peter y después se posaban en la caja para dirigirse al Dandy con chorreras, Jon... parecía ser que había encontrado aquellos objetos para dos personas en concreto... Interesante

Mientras Matt terminaba de recoger los objetos y guardarlos un sonido empezó a escucharse proveniente del exterior de la plaza, se trataba de una especie de sirenas o campanas... como los de la policía del siglo XIX, que era precisamente el siglo donde habían ido a parar... ¿significaría aquello que alguien había mandado llamar a "La Ley"?

David consiguió llegar al ruedo al mismo tiempo que las puertas se abrían. Como un guiri recién llegado al aeropuerto de Villar del Río (si, evidentemente, no hay ninguno), se posó sobre la arena que cubría el suelo, esperando ser recibido con vítores de salvador, salvador, para encontrarse con aquella criatura grande, negra y con cuernos... y completamente solo, aunque él no se percatara de ello en un primer momento.

Malditos doctores del pasado y del futuro, pensó, al ver que no había nadie. No sabía que él mismo fuese tan gilipollas. Bueno, sí lo sabía, pero lo ocultaba divinamente.

-¡Eeeeh, ni un doctor atrás!

Al verse en aquella situación de abandono, elevó la voz entre los aplausos de la gente, pero rápidamente pasó a levantar los brazos y girar sobre sí mismo. Estaba claro que lo adoraban, y siempre había tiempo para dejarse querer...

...hasta que se dio cuenta de que aquello no era exactamente cierto.

Lo que adoraban era la situación en la cual se encontraba. Delante de él, a escasos metros, estaba el toro, cuyos ojos no le quitaban la vista de encima, y emitía mugidos que no hacían presagiar nada bueno.

Y entonces sonó esa música extravagante y motivadora.

-Pero qué... ¡joder! Sooooo toro, tranquiiiiiilo, toro.

Y así, mientras sonaba la música, el cuerpo de David comenzó a moverse sin darse cuenta, sus piernas a deslizarse por la arena, mientras los ojos del toro no dejaban de seguirle, hasta que finalmente, con un bramido, el animal se abalanzó contra él. Cuando se giró para huir, el dispositivo volvió a cambiar la música y al ritmo de un nuevo sonido echó a correr, deseando que aquel animal ansiara más la libertad que la diana que parecía tenía en su trasero.

Lo bueno que había si le pillaba era que nadie tendría que volver a aguantar al doce nunca más, porque se desvanecería con la misma rapidez que él. Si hubiese dispuesto de más tiempo, se habría dado pellizcos para ver si también los sentía. 

Y así, corriendo y dándose pequeños pellizcos en un brazo, el décimo inició la escapada de la plaza, perdiendo una de las playeras por el camino.

-¡AYUDADME O YA PODÉIS PREPARAROS PARA DESINTEGRAROS, REENCARNACIONES MALDITAS!

Lo malo de aquellas gominolas era que no sabía en absoluto que demonios hacían exactamente, cuanto duraban sus efectos o si tenían muchas calorías. De modo que no sabía muy bien cuánto iba a durar la invisibilidad. La pregunta se resolvió enseguida: El doctor comenzó a aparecer y desaparecer en brazos de su veterano amigo, como en aquella escena tan famosa de la película el guardaespaldas. Pero con la voz del Fary de fondo en lugar de Withney Houston. Y había otro pequeño problema, en el que ninguno de los dos actores había caído. La primera gominola... El efecto del pegamento no había desaparecido y, aunque los doctores aún no lo habían descubierto, estaban completamente pegados.

–¡A BABOR!¡A BABOR!– gritaba enloquecido señalando la puerta.

El más chulo de sus futuras reencarnaciones comenzó a amenazar al carapala y al viejo gruñón, pidiendo ayuda. El Cuarto se movió para ver mejor la situación y, si era posible ayudarlos. Fue entonces cuando descubrió que estaba pegado.

Ups...

En ese momento, su mirada volvió a cruzarse con la del toro. Afortunadamente, en ese momento estaba invisible, solo faltaría que...

¡Upsss!

Efectivamente el efecto de la primera gominola hizo efecto entre el tercer y cuarto doctor, sólo que Jon lo comprobaría después, de momento el Dandy se afanaba en correr portando en brazos al cuarto que no hacía más aparecer y desaparecer con los ojos abiertos como platos y sus rizos al viento... 

En esas, la radio del décimo volvió a sonar con otra nueva canción como si de un homenaje para el tercer y cuarto doctor se tratase.

Cuando parecía que todo iba a salir "bien", y eso sería siendo exageradamente positivos, la situación empezó a transformarse en algo "pegajosamente incómodo"

- Aaaah amigo mío, si sigues parpadeando así se van a creer que estás intentando dejar un mensaje en el código terrícola llamado morse - dije mientras contemplaba que en el fondo había tenido suerte de dar con él a tiempo.

Una parte de mi sabía que debía relajarme en el momento que el toro no fuese una amenaza, y más sabiendo que uno de nuestros predecesores todavía estaba en apuros, pero cuando Tom quiso darme instrucciones haciendo que estuviese más nervioso, intenté hacerle callar.

El gesto fue en vano, ya que encontré que no podía estirar el brazo más allá de donde estaba pegada mi piel con su ropa. Intenté zarandearle para que se bajase pero no tuve éxito.

- ¡Pero bájate! - grité frunciendo el ceño, pensando que era él quien se aferraba a mi y no aquella super efectiva masa adhesiva.

- No, no... dime que no está pasando... - suspiré mientras contemplaba como el toro había hecho contacto visual con el doctor justo en el instante que la invisibilidad se disipaba.

Fue entonces cuando me di cuenta que teníamos un problema: tenía a un Doctor pegado a mi, un doctor que era como un imán para esa bestia parda. Así que tan solo quedaba una cosa por hacer: torear.

Y entonces encontré la salida de ese ruedo infernal. Corrí hacia ella para abrirla, aunque algunos hombres me gritaban, no era capaz de entender que decían y me centré en abrir. Esperaba que 11 quien andaba cerca mío me ayudase con aquello. Pero al final no necesité ayuda. Entonces me giré a gritar a mis previas reencarnaciones que viniesen, cuando lo ví...

Cuatro parpadeaba apareciendo y desapareciendo como si de una mala interferencia se tratase, mientras que el tercer doctor lo traía cargado en sus brazos. ¿Qué me había perdido? En ese momento,los recuerdos se agolparon de golpe en mi cabeza, viéndome en el lugar de Cuatro, minutos antes... con aquel mal aprendido idioma tauril y el toro dispuesto a regalarme amor sin compromiso ni contemplaciones. Recordé las gominolas y la invisibilidad, junto con la adhesividad que alcanzó mi cuerpo. Lo malo era que todo aquello aún se estaba asentando y no era capaz de recordar nada más, ni cuando el tercer doctor me cogió en brazos ni buscando en mi mente, recuerdo alguno de ser el Dandy cogiendo a Gominola-Man y corriendo con él por aquel ruedo.

- ¡Vamos! ¡Vamos! ¡Doctores! - Les animé alzando mis brazos mientras gritaba, tratando de llamar así su atención. - ¡Por aquí, vayan saliendo! - Y miré al décimo doctor, que había entrado y se había enterado tarde de aquella fiesta tan especial, siendo la nueva atracción el miura. Una parte de mí se sonrió al verle en aquella postura. - ¿¡No eras don perfecto?! ¡Demuéstralo! - Le grité sabiendo lo creído y egocéntrico que era. Bueno, todos los éramos, pero él más que ninguno. - A ver si erez capaz de salir sin ayuda alguna. - Le reté desde la puerta de salida de aquel circo romano moderno.

David corría con una sola zapatilla, el brazo izquierdo lleno de pellizcos y un toro enfurecido detrás. La maldita música parecía estar de acuerdo con todo lo que hacía, porque en cuanto sintió la arena entre sus dedos, en lugar de la suela, volvió a cambiar de música.

¡Maldita sea!, pensó David, estirando la pata para lanzar la otra chancla donde fuese y correr un poco más rápido. Con ello, consiguió pasar como una exhalación y adelantar... a qué era eso, ¿cuatro y tres, tres y cuatro... siete? 

Aquel estúpido pensamiento volvió a provocarle la risa floja sin que pudiera hacer nada para evitarlo, y así, mientras reía y corría, vio en la puerta al chulo del doce.

- ¡Vamos! ¡Vamos! ¡Doctores! ¿¡No eras don perfecto?! ¡Demuéstralo! A ver si eres capaz de salir sin ayuda alguna.

-Soy tan perfecto que aquí te traigo un regalo -le dijo David, mostrándole al animal que llevaba detrás. 

Joder, si verdad voy a evolucionar a eso creo que prefiero aguantar todos los episodios de la Casa de la Pradera, pensó, sin detenerse y siguiendo cualquier camino.

Con su psicodélica bufanda moviéndose al viento, el no menos psicodélico doctor, se meneaba de un lado para otro, como si de una vulgar muletilla se tratase. Eso sí, tenía que reconocer que había perdido tono muscular, porque los brazacos que tenía su anterior generación para moverlo así...

–Pasa que los caramelos guisterianos  son deliciosos, pero muy pegajosos ¡Ay que viene!¡AHHH!  Son algo así como los toffes. Solo que sin tener un ¡¡CUIDADO!! sabor asqueroso.¡¡Pero corre, que se me va a enredar la bufanda en sus cuernos!

Con mucho, muchísimo esfuerzo, consiguió librar un brazo para recogerla y evitar así ser estrangulado. A cámara lenta, el toro sacó la lengua y le pegó un lametazo en la mano. El cuarto doctor vio entonces algo maravilloso. EN lugar de quedarse pegado al animal, los restos de pegamento de su mano se diluyeron.

–¡Amigo mío, tenemos que dejar que el toro nos lama para despegarnos!– El tono de voz del Cuarto doctor era de puro entusiasmo. Acababa de descubrir algo magnífico. Claro, que podía ser un poco complicado que solo se quedase en unos lametones, pero había que intentarlo.

–MUUU MUMUMUMU MUUUUU– dijo intentando explicar al toro que lo liberarían si paraba y les lamía con calma, prometiéndole llevarle a donde quisiera– MUMUMUUUUUUUUUUUUUUU

Por suerte o por desgracia, lo que quería decir esos mugidos era "Me gusta que me laman". Se aproximaba a lo que necesitaban, pero... claro. El toro estaba ya muy a lo suyo

Aunque lo cierto es que no le ayudaron en nada a encontrar la salida a de aquella plaza, las gafas que el undécimo se puso sí que le mostraron algo, en concreto dos objetos que sin dudan no pertenecían ni a aquel lugar ni a aquel tiempo… seguramente, caídos de la TARDIS junto con todos los doctores. Además, dichos objetos parecían estar… destinados a dos de sus regeneraciones previas, claro que por otra parte, tampoco es que aquel fuese el momento para preocuparse por eso, y menos con el despropósito que sus regeneraciones, tanto las previas como la futura, estaban organizando en aquel lugar.

Por suerte, el doceavo Doctor sí que había encontrado la salida de la plaza… ahora quedaba lo más difícil: convencer al toro de que saliese y se olvidase de sus intenciones amorosas para con los Doctores. Y al escuchar lo que el cuarto le dijo a este cuando empezó a lamerlos, no pudo sino confirmar sus peores temores. Estaba claro que los idiomas no habían sido lo suyo de joven.

Siempre arreglando los entuertos de los demás… casi es refrescante arreglar por una vez los míos- se dijo mientras se arreglaba la pajarita y se colocaba bien el fez.

¡Oye, deja de lamerme!- le gritó el undécimo al toro -MUUUU MUUUUUUU, MUU MU…. ¿MUUUUUUUU MUUMU MUMUU?- le dijo, señalando la salida. Menos mal que, a diferencia del cuarto, el undécimo lo hablaba TODO... y lo hablaba bien.

XDDDDDDDDD La verdad es que cada vez me sorprendéis más, está siendo todo un despropósito, cosa que me encanta XDDDDDDD, pero... Puedes aprovechar lo de los lametones a medida que os vayáis despegando para hacer tu faena sin necesidad de usar dados, o ya como veas, si prefieres que actualice yo, lo hago pero lo mismo te puede quedar bien ;)

El doctor era conocido en todo el universo por aparecer cuando era necesario... pero también por un sobrenombre que... viendo lo que estaba ocurriendo en la plaza tenía todo su sentido, pues no era otro que "El loco de la caja azul" y por supuesto los hechos que acaecieron en esa "pedazo" de plaza de toros de Linares, no podían haberse desarrollado de otra manera en especial no con uno, sino con cinco doctores en el mismo plano dimensional...

 El tercer doctor mientras cargaba al cuarto se dio cuenta de algo espantoso... que una de las dichosas gominolas que tanto le gustaban los habían unido mediante un extraño pegamento y no sólo eso, sino que al parecer aquellas golosinas tenían su caducidad... en especial las más útiles como la de invisibilidad, no así las "pegamentiles" pues aquello no cedía ni con lima. Consternado observó como la cosa se iba complicando al ir el cuarto apareciendo y desapareciendo entre sus fornidos brazos.

- ¡Pero bájate! - grité frunciendo el ceño, pensando que era él quien se aferraba a mi y no aquella super efectiva masa adhesiva.

- No, no... dime que no está pasando... - suspiré mientras contemplaba como el toro había hecho contacto visual con el doctor justo en el instante que la invisibilidad se disipaba.

Pues... sí... para desgracia del Dandy, el Miura visualizó a su adorado hombre de rizos rebeldes pegadito al hombre de cabellos plateados... ¡Aquello era un dos por uno! Entonces al cuarto doctor se le volvió a iluminar la bombilla para mayor desasosiego del tercero, que pese a no conocer a su encarnación, se conocía lo suficiente a sí mismo para saber que se le había pasado algo por la cabeza y que lo iba a llevar a cabo sí o sí...

–MUUU MUMUMUMU MUUUUU– dijo intentando explicar al toro que lo liberarían si paraba y les lamía con calma, prometiéndole llevarle a donde quisiera– MUMUMUUUUUUUUUUUUUUU

Por suerte o por desgracia, lo que quería decir esos mugidos era "Me gusta que me laman". Se aproximaba a lo que necesitaban, pero... claro. El toro estaba ya muy a lo suyo

Jon, escuchó con pavor como Tom le soltaba al toro que le gustaba que le lamieran... ¿pero como era posible que de una encarnación a otra se empeorara tanto el conocimiento de los idiomas que había ido aprendiendo a lo largo de sus viajes? ¿CÓMO? El tercer doctor miró a uno y otro... el otro era el toro... temiéndose lo peor, porque entre unas cosas y otras ya tenían encima al animal, que al escuchar nuevamente su idioma se frenó para ladear la cabeza, entre complacido y sorprendido por semejante propuesta.

Sin pensarlo, el Miura se puso a dar lametazos a su preciado trofeo rizado, al tiempo que el de la cabeza blanca también recibía los beneficios de su varonil lengua. Lo bueno de aquella embarazosa situación fue que entre lametón y lametón el pegamento fue desapareciendo liberando a los dos doctores, que ya podían ponerse a correr libremente.

Pero la cosa no quedó ahí, puesto que la radio que portaba el décimo entre sonido y sonido distinguió muchos "Mus"... y claro el doctor sabía hablar toruno, pero ella no... así que rebuscando entre su extensa base de datos localizó lo más parecido a la petición que estaba recibiendo.

"Boney M, canción Ma Baker, pieza recopilada de Sopot Festival de 1979, también disponible en video HD" y sin más preámbulos la famosa canción setentera comenzó a sonar en pleno coso decimonónico.

Mientras, la última encarnación del doctor, mucho más responsable y gruñona que el resto... estaba más que desesperado por salir con viento fresco de aquella plaza, por ese motivo se puso a bracear para indicar la salida antes de que la policía llegara, cosa que según sus cálculos no tardaría mucho en hacer.

- ¡Vamos! ¡Vamos! ¡Doctores! - Les animé alzando mis brazos mientras gritaba, tratando de llamar así su atención. - ¡Por aquí, vayan saliendo! - Y miré al décimo doctor, que había entrado y se había enterado tarde de aquella fiesta tan especial, siendo la nueva atracción el miura. Una parte de mí se sonrió al verle en aquella postura. - ¿¡No eras don perfecto?! ¡Demuéstralo! - Le grité sabiendo lo creído y egocéntrico que era. Bueno, todos los éramos, pero él más que ninguno. - A ver si erez capaz de salir sin ayuda alguna. - Le reté desde la puerta de salida de aquel circo romano moderno.

Algo también muy del doctor era su enorme capacidad de autocrítica, en especial cuando se encontraba a sí mismo donde normalmente la última encarnación solía mofarse o ridiculizar a sus anteriores "yos", como si por ser el más mayor fuera el más listo y más perfecto y eso fue exactamente lo que hizo Peter... sólo que el problema es que fue a hacerlo con David... que era junto a Tom uno de los doctores más... "especiales" de todos, puesto que ambos solían caracterizarse por superarse a sí mismos en cuanto a dejar bien alto aquello de ser "El loco de la caja azul"

Con lo que ni corto ni perezoso David, que al saltarle la canción de Ma Baker y ponerse en el campo de visión del toro, consiguió atraer la atención del Miura, que tras probar a lametones al cuarto y tercer doctor, se dio cuenta de que su sabor no le resultaba del todo agradable... como un regusto a menta y regaliz que no terminaba de convencerle y decidió buscar otro objeto de pasión... el décimo en este caso

 -Soy tan perfecto que aquí te traigo un regalo -le dijo David, mostrándole al animal que llevaba detrás. 

Fueron las exactas palabras que le dijo David a Peter mientras corría con el Miura detrás justo en dirección a Peter, que vio como la mole negra a tenor de la expresión de sus ojos y su lengua, que la exhibía con todo descaro... seguía con todas sus muestras de pasión puestas tanto en el décimo como en él... ante tal espectáculo sólo restaba hacer una cosa que el señor del tiempo sabía hacer perfectamente... CORRER

Mientras, Matt, que era quien parecía ser el más sensato en todo aquel entuerto decidió tratar de ayudar en vista de lo que estaba ocurriendo.

Siempre arreglando los entuertos de los demás… casi es refrescante arreglar por una vez los míos- se dijo mientras se arreglaba la pajarita y se colocaba bien el fez.

¡Oye, deja de lamerme!- le gritó el undécimo al toro -MUUUU MUUUUUUU, MUU MU…. ¿MUUUUUUUU MUUMU MUMUU?- le dijo, señalando la salida. Menos mal que, a diferencia del cuarto, el undécimo lo hablaba TODO... y lo hablaba bien.

Efectivamente el undécimo doctor sí que recordaba correctamente como se hablaba el toruno y a pleno pulmón consiguió comunicarse con el toro que al parecer estaba de acuerdo en que las vacas eran mejor que los humanos, de manera que asintiendo el Miura corrió también hacia él.

De esa manera todos los doctores terminaron por salir corriendo con el Miura siguiéndoles los pasos, en aquella ocasión dispuesto a volver con el verdadero amor de sus amores, su vaca Paca... como debidamente comunicó a los doctores.

Una vez fuera de la plaza y bajo la enorme ovación que les dedicó el respetable, los cinco doctores y el toro, ya más calmado y muy feliz con sus nuevos amigos humanos, se encontraron en los jardines de Santa Margarita, que daba nombre al coso y se encontraba justo a sus pies, por inercia el singular grupo corrió hacia abajo hasta situarse entre dos posibles caminos.

Uno de ellos, el que tenían a la izquierda de los jardines, se encontraba el llamado Paseo de Linarejos, que por aquel entonces recibía otro nombre, se trataba de una explanada diseñada para el disfrute de los linarenses que correspondía con unos de los planes de ensanche de la ciudad, dicha Avenida estaba rodeada de palmeras y asientos decorados con azulejos, se extendía como un antiguo circo romano en forma de espiga, hacia el Santuario de la Virgen de Linarejos, conduciendo hacia los limítrofes y con ello el campo y las huertas y pastos que había alrededor de Linares.

A la derecha lo que se extendía era la Corredera de San Marcos que conducía al mismo centro de la Urbe, una urbe llena de vida, tiendas, y edificios entre los que resultaría fácil poder escabullirse.

Así pues, los doctores debían decidir hacia donde dirigirse y que hacer con el toro, puesto que tampoco era producente que los siguiera a todos lados y ellos debían encontrar la TARDIS continuar con los que habían ido a hacer allí... y decidir rápido antes de que "La Ley" los interceptase.

Sin dejar de reírse ni de correr, David se comportaba como si hubiese caído en un termitero y tuviese a toda la colonia de bichos en sus pantalones, dando pequeños saltos e intercalándolos de otros más grandes, y no sabía si era por el adoquinado o por que se acaba de dar cuenta de que los calzoncillos que se había puesto le venían demasiado estrechos y no sabía cómo ensancharlos.

Fuera como fuese, corrió junto a los demás hasta llegar a aquel curioso lugar, abriéndose ante él, y los demás, dos caminos a elegir.

Obviamente, David se detuvo en seco, pero al girar la cabeza y ver que el toro les pisaba los talones...

-Uuuuuuoooooh

No había tiempo que perder, así que decidió... perderse entre el gentío que parecía haber en aquella calle llena de tiendas, y se lanzó por ellas.

Más gente, más objetivos, toro más entretenido, pensó, mientras sonreía al ver al doceavo doctor huyendo como todos los demás. 

-¡¡Eh, Peter!! Dale un beso de mi parte, ¿quieres? -le gritó, mientras continuaba huyendo volviendo a lamentar la ropa que había escogido, y pensaba que además aquel movimiento le sonaba de haberlo visto en alguna parte, solo que no caía.

Quizás los demás lo estuvieran pasando igual que él, y eso le hizo imaginarse la escena vista desde fuera, aunque lo importante era que dentro del ridículo, el miura no estaba detrás de él hahahahahahahaha

–¿Podemos quedarnos con el?– Tom acarició el mentón del toro. Ahora que no tenía los ojos llenos de lujuria, parecía incluso más adorable.– En la TARDIS hay sitio de sobra y no podemos dejarle en este país de bárbaros. Creo que sería más feliz en algún otro planeta.  Además, creo que da estilo.

Tom se subió encima del toro y puso una pose gallarda. Cualquiera que les viese pensaría que simplemente era algún numerito circense o algún nuevo estilo de la cabra y los gitanos. Solo que con un toro y una panda de pirados. Pero lo más escabroso del asunto. Lo más frustrante. Lo más delirante llegó cuando Tom, con toda la tranquilidad del mundo y en un perfecto toruno, soltó un pequeño discurso al toro.

*Mmuumumu muuuuuuuuuuuu muahhh mumu muuuumumum muuuum muuu muuu mumumumu fbbbb fbbb muuuuMmuumumu muuuuuuuuuuuu muahhh mumu muuuumumum muuuum muuu muuu mumumumu maaaaaaa

Aquel discurso no solo había sido perfectamente pronunciado, sino que encima, había empleado parabras complejas y frases que iban mas allá de "mi mamá me mima". Una mirada a sus compañeros le hizo ver que aquello no les estaba sentando muy bien. Si sabía hablar toruno con esa fluidez ¿Por qué tanto desastre?

–Ah si...perdonad lo de antes. El estrés siempre hace que me líe con los idiomas. ¿Nos lo podemos quedar? Y por cierto, ¿dónde creéis que es mejor que vayamos?

El tercer doctor se echó una mano a la cabeza cuando se dio cuenta de la situación. Ahora parecía que aquel toro bravo iba a terminar convirtiéndose en la mascota de la familia.

- Vamos a centrarnos - carraspeó.

- Es cierto que hemos salvado a nuestro amigo de algo mucho peor, pero si nos lo quedamos lo único que vamos a lograr es ponernos en problemas y complicar la misión la cual... - carraspea de nuevo.

- Se está retrasando - miró fijamente al resto en modo "madre".

- Propongo una cosa, si el mapa que tenemos en los archivos no miente, deberíamos de dirigirnos hacia la izquierda, hacia los pastos. Ahí dejaríamos en libertad a nuestro amigo y podríamos seguir investigando - lentamente se acercó al toro, después de que lo hayan lamido parecía que se había forjado hasta un vínculo.

- ¿Qué tal lo veis? -