Partida Rol por web

Quinto prorrumpió en carcajadas, dándose palmetazos en los muslos, balanceando la cabeza de adelante hacia atrás. Terminó atragantándose con su propia saliva. Tenía unos chorretones morados cayéndole por la barbilla, y el pecho de la túnica manchada de vino. No se sabía si se reía del estupefacto Daula, que intentaba comprender la situación, o de aquellos dos que se la tomaban tan en serio.

Desde luego, era grotesco. Sería cómico de no ser tan triste. Los dos extranjeros piden al pueblo una decisión, de guerra o paz; pero resulta que no hay enemigo. Y que lo que quieren en realidad es fundar una ciudad. ¡Una ciudad!

-Si ya vivimos en un pueblo -atinó a decir, y volvió a deshacerse en risas, llorando incluso. -Y los dos queréis lo mismo, fundar una ciudad. Queréis lo mismo. ¡¡Pues venga, fundadla!!

La última frase la acompañó de un gesto con ambos brazos en alto, como quien ahuyenta a un rebaño de cabras, a fuertes voces y con un tono y un brillo en los ojos súbitamente agresivo. Pero enseguida volvió a su tono humorístico y plácido.

-Estos dos son imbéciles -terminó por comentar a los demás paisanos, risueño, señalando con el pulgar a los extranjeros.

No había peligro patente. Había posibilidades previas.

Se apoyó en la lanza, de forma desidiosa y relajada. - Bien, pues si tienes miedo a que alguien pueda hacerse enemigo tuyo, intenta hablar con ellos, antes de que lo hagan, para ser amigo. Con esto retomó la postura, y sin despedirse, se marchó. Dejaría todos los trastos y armas. Dejaría la tensión del momento, por el susto que les habían dado, en su discursión. mientras caminaba añadió:

- Si quieres paz, prepárate para la guerra, pero haz que el enemigo vea que estás preparado, y los indecisos, habla con ellos, para que sean amigos. Ambas posturas tenían que avanzar a la vez. Una se apoyaba en la otra, y viceversa. Después de dejar todos los arreos de combate, regresaría, y ya más relajado, se sentaría en el suelo, como cuando eran niños y les daban las clases, para que sus conocimientos ... fueran inculcados en sus jóvenes mentes.

Parece que, grosso modo, el pueblo quiere que seamos los dos los que gobernemos; siempre centrándonos en tareas diferentes... no me hace gracia, porque sé lo que pasa luego: tú vas a querer enseñar a los infantes, yo voy a querer mandar un escuadrón menos, y al final acabamos discutiendo. 

El otro líder, el más guerrero, tendió su mano:

Pero es el pueblo el que debe posicionarse, y ya lo ha hecho. Si todos están de acuerdo, pasaremos a fundar la asamblea para hablar del gobierno de la Ciudad Eterna. 

 Al parecer, se iba a intentar primer la vía pacífica, lo cual me complacía. Ya habría tiempo para derramar sangre, pero si se podía evitar eso, mucho mejor.

 Miré a la mujer llamada Dyla. Sin duda era una mujer notable y digna de admiración. La encontraba, además de hermosa, fascinante y, sin duda, alguien a quien dedicaría los próximos tiempos toda mi atención.

Los dos líderes se tendieron la mano y fundaron una ciudad. ¿Y cómo la llamarían? Provisionalmente, "Ciudad Eterna", de modo que los "eternitas", vosotros, comenzaron a trabajar. Con unos dioses inspiradores para ello, construisteis una ciudad en unos pocos años. Una ciudad con los templos más grandes que se hubieran visto, murallas espléndidas y unos bloques de pisos de más de diez plantas para los pobres, entre los que no estáis. ¡Y sin dejar de lado la agricultura! Y así, la ciudad eterna quedó fundada. Pronto comenzaron a unirse pueblos de los alrededores, a cambio de puestos en política. COmo la religión era parecida, no habría problema. 

¿Y ya está? No.

CIUDAD ETERNA, 16 AUC

15 años después, los jóvenes y apuestos líderes se han convertido en apuestos hombres de mediana edad (y vosotros, dependiendo de vuestra edad, en lo que corresponda). Llevan años gobernando, y los que duermen en el mismo colchón, son de la misma opinión... casi siempre. Una noche de primavera, uno de ellos, el que sabéis que es más belicoso, apareció con vuestro otro líder en brazos. Sabéis por experiencia que la gente muere más a menudo de lo que debería por causas desconocidas, y de hecho es lo que os cuenta. 

El acontecimiento pareció afectar más bien poco a Fufio. Los años lo habían vuelto más insensible y más afín al vino, aunque menos sujeto a sus efectos más agradables. Aún así, se seguía esforzando por encontrar la paz al fodo del siguiente vaso en frenéticas fiestas de varios días. Por suerte, se encontraba en uno de los sosegados interludios entre dos de aquellas bacanales.

Apenas se encogió de hombros ante la dramática escena, como si no fuera asunto suyo. En el fondo sentía la muerte de aquel hombre, pero aquel tipo de fatalidades eran el pan nuestro de cada día. En todo caso, examinó al superviviente de arriba a abajo con disimulo, intentando calibrar sus sentimientos y vigilando cada una de sus palabras.

-Son cosas que pasan -se limitó a decir, sonriendo. -¿Cómo ha sido? Y tú, ¿estás bien?
 

Daula había quedado apartado de los foros como voz y voto. Tal vez como observador y consejero. Se le había encargado la milicia, la formación de la protección que realizaba tanto las patrullas defensivas, como la propia policía interna. La seguridad era su función y aquello, sin tener los conocimientos suficientes, era algo que alteraba la paz de la Ciudad Eterna y sus habitantes. De todas maneras, eran mayores ambos, y la edad no perdona.

Se acercó a ver el cuerpo muy por encima. Incluso a tomarlo, ya que quién lo portaba ya tenía sus años y la edad castigaba más a los músculos que al ánimo.

- Ya miraré luego, cuando lo posemos, si tiene heridas o algo.

Tiró para la casa del cesado, y con la intención de posarlo sobre su cama, para nada más llevar, "echarle un ojo".

 Mientras los demás hablaban, yo observé con atención tanto al cuerpo del difunto como al sospechoso que lo trajo, buscando algo que indicase si uno estaba relacionado con el destino del otro...