Si ya sabía yo, que de esto no podía salir nada bueno... Yo me vuelvo a la cocina, que es lo mío... Ahí os quedáis... -Dicho esto, me doy media vuelta, para volver a mis fogones, mis lumbres, mis torillas, y mi perejil con fundamento...
Que pérdida de tiempo... Entre unos y otros... ¡No he podido cocinar nada!. Con suerte, mañana comeremos lutín. Eso sí que sería un buen escarmiento...
Karabás también escurre el bulto, a a espera de que la tormenta amaine y mañana las cosas se compliquen menos.
Madre mia, seguro que mi próxima tarea es darle de comer a la bestia del foso. Solo con suerte, con mucha suerte, no seré yo el menú.
Todo el mundo empieza a escurrir el bulto y él no piensa ser menos, faltaría más.
- ¡Maldito! - murmura al escuchar que Trolop se dirige hacia el baúl. Le apetece un sueñecito a buen recaudo como al que más, pero estar encerrado con Trolop se le presenta como un placer dudoso - Si alguien me busca... eh... NO estaré en los baños, que conste - exclama mientras sale corriendo antes de que Rudesindus vea al gato remojado.
- ¿Dónde estais malditos demonios? Busca Lucifer, busca.
Rudesindus recorría la torre en busca de los pequeños lutines que habían desbaratado sus planes de colaboración con el maestro del mal, el demonio personificado, el ser supremo de la maldad. Sólo de recordar su inagen caída por un resbalón, aquella blasfema armadura cuyas piernas pataleaban como las patas de un insecto tumbado, se le erizaba el pelo.
- ¡Me las vais a pagar!
Ya era entrada la noche, Rudesindus no recordaba cómo había conseguido calmar el genio de Vúlcimer, humillado ante la figura de un busto de yeso de voz irritante que no hacía más que glosar la suerte de había tenido en caer en manos de aquel ser oscuro. El viejo hechicero inspeccionaba habitaciones y salas con su viejo candelabro olfateador de lutines. Nada. Nada por el momento, per ya caerían ya. Ante él, el gato Lucifer se relamía los bigotes, su triunfo estaba cerca.
La vida en la torre no dormiría tranquila aquella noche ante la infatigable búsqueda de Rudesindus. Los lutines atrapados en el interior de la torre no podrían huir, pues en el exterior les esperaba la hambrienta criatura del foso y otros mil males que acabarían con sus inocentes vidas.
Mientrastanto, en lo más alto del edificio, en el palomar, dos grandes y oscuros cuervos se despiden de sus compañeras palomas. Ha sido una velada agradable: buen pienso y buena compañía. Extienden las alas y parten veloces, saludando con un guiño de ojo alguna paloma que ha quedado prendada de sus turbios encantos.
Bien, acabo la partida con una imagen parecida a la que la inicio: los cuervos sobrevolando la torre. Espero que os lo hayais pasado bien ante este continuo de desgracias :p
Pobre Rudesindus, nunca aprenderá. Debería invocar demonios más eficientes!!