Partida Rol por web

La cabalgata no había sido demasiado larga. El bosque se veía desde el castillo y el camino era tranquilo y apacible.sonido del los cascos de los caballos y el metal de los armados soldados os acompañaban en vuestro camino. El bosque, pese a la falta de hojas en los arboles parecía bastante acojedor, casi parecía dificil que una bruja viviera en aquel lugar tan tranquilo.

El conde se puso a tu lado y mirando hacia el camino se limitó a preguntarte directamente.

-Bien médico. Parece que sabes lo que te traes entre manos. O al menos asi lo creen mis guardias-dijo refiriendose a Xoaquín- No se como esa pequeña...mpf, no se como consiguió hechizar a Neves pero espero que logres evitarlo. Dime Jaume, ¿que estamos buscando aqui exactamente?-te preguntó tratando de saber que era lo que se te pasaba por la cabeza.

Mi señor -respondí-, lo que estamos buscando, como le dije en vuestro castillo, es uno de los componentes con que su esposa Neves ha sido maldecida: la figura de barro. Hemos de encontrarla. Una vez en nuestro poder, la llevaremos a la habitación de ella y allí podré realizar la práctiac mag... médica, mi señor.

Parecía que cuanto menos de magia se hablase, más receptivo estaría el Conde.

Lo que haga usted con la bruja que ha ejecutado tal acto, o incluso la pequeña Alis, queda de su cuenta. Mi prioridad es su mujer.

Mentira. Mi prioridad era mi propia vida... Intenté otear los alrededores, no fuéramos a caer en emboscada.

-Muy bien-dijo el conde agradecido- no se como a podido ocurrir esto. Mi Neves, mi hermosa y dulce Neves... Si es verdad lo que dices Jaume, esa bruja nos dará esa estatuilla, lo juro por mi vida-dijo alzando la cabeza orgulloso.

El camino por el bosque continuó sosegado durante un buen tramo. El lugar era bastante hermoso y pese a ser una zona mas cercana a Castilla se podía notar un frescor marítimo en el aire.

Uno de los guardias hizo un gesto con la mano. Mas adelante había una pequeña casita de madera y el techo de paja. Fuera, en un taburete había una anciana de pelo negro y rizado sentada. Al veros la mujer dio un grito y empezó a correr camino abajo.

Mi señor Conde -grité mientras señalaba con el dedo extendido- ¡Hela ahí!

La mujer corría, sin duda debía ser aquella tipeja con aires de bruja. No sabía dónde podría estar la figurilla de barro (probablemente en el interior de la choza), y podría llevarla consigo aquella mientras corría camino abajo.

¡Xoaquín! -dije girándome- ¡ve tras ella con los hombres!

Sin duda yo no era un tipo muy atlético, y aquellos soldados parecían serlo. Más bien, quizá, sería que prefería rastrear palmo a palmo aquella casa.

Casi no te hacia falta dar esa orden, pues al verla correr los guardias salieron tras ella. No tardó mas que un minuto en acabar la carrera pues la anciana dio con sus huesos en el suelo cuando la sobrepasaron los soldados. Uno de ellos bajó de su caballo y la agarró de la muñeca obligándola a levantarse. El otro se acecó y cogió el caballo de este y vino tras ellos.

Cuando la empujaron a vuestros pies la mujer no paraba de llorar y en verdad daba lástima pues solo parecía una anciana vieja y sola mas que una terrible bruja.

-Hablad, Bruja. ¿Donde está la estatuilla?-bramó el conde enfurecido-decidmelo o juro por Dios que te hare sufrir un infierno

-No lo se de que me hablais-gimió la anciana llorosa- no se que quereis.

Pero aquello era suficiente para el enfurecido Conde, que dio una orden a los guardias que rapidamente agarraron a la mujer y la pusieron de rodillas.

-Habla, bruja, o te cortaré en pedazos esa carne impía que cubre tus huesos hasta que me lo digas-la amenazo blandiendo su espada.

Intenté percibir en el ambiente si algún tipo de magia había sido lanzada. Que mis sentidos hubieran percibido, no. Luego hablé:

Habla ya, -grité- dinos donde está si es que mientes. Sin embargo, mi elocuencia para con ella no era muy práctica.

Luego me quedé mirando la conversación del conde con la misma. Intentaba percibir si mentía. ¿Acaso mentía? Estaba algo alterado. Me iba la vida en ello, nunca mejor dicho, el encontrar aquella figura. Necesitaba arrancarle una afirmación sobre su pertenencia, al menos eso, de momento.

N-no...no lo se, de verdad. ¡Lo juro!-dijo llorando la vieja mujer. Pero sabías que mentía. Todo apuntaba a que ella tenía la estatuilla. Arsale lo sabía y Alis había confesado. Tras esa mascara de lagrimas sabías que estaba mintiendo.

Se que miente, Conde -dije con una voz inquisitorial dándole una gravedad voluntaria en el tono y yendo nervioso de un lado para otro. Una vez más mi ojo clínico y mi visión personal coinciden favorablemente. ¡Lo sé!

Me acerqué a ella mientras la retenían. Veía como forcejeaba con los guardias. Acto seguido, saqué el estilete y lo sopesé en mi mano, actuando como para que viera la gravedad de la situación. No sabía si la intimidaba, pero había que intentarlo.

¡Habla, perra! -grité mientras la fina hoja recorría su cuello. ¡¡El Conde puede que sea justo y te perdone la vida si logramos salvar a su buena esposa, pero date por muerta si en mis manos caes, bruja, a no ser que hables!!

Mis labios se apretaron, mis dientes rechinaron, mi cabeza negó delante de sus ojos. La imagen de mi mujer y mi hijo venían a mi mente como resplandores intermitentes. En realidad eran retazos de ellos, pues hacía tiempo que no los veía y ese era el mayor peligro, el no volver a verlos y por ende disolver sus siluetas en el recuerdo: eso me preocupaba mucho más que cualquier muerte dolorosa. Esa mujer sin duda podría refrescar mis pensamientos, volver a hacerlos nítidos si "cantaba".

¡La figura! ¡¡HABLA!! -la punta abandonó el cuello y casi rozaba ahora sus párpados.

¡Esta bien! Lo confieso!-Dijo la mujer presa del llanto mientras uno de los guardias la retorcía el brazo con fuerza- yo ayude a Alis, pero nunca me dijo que fuera vuestra esposa la que iba a ser maldita. ¡Piedad! Mi señor, os lo suplico. ¡Piedad!

La mujer se debatía entre los dos guardias con las pocas fuerzas que le quedaban pero el conde insistió acerca de la estatuilla. 

-Os la daré, os daré la estatuilla pero no me mateis.

-Maldita! Bruja! Dadme la estatuilla en seguida o te cortaré las orejas-gritó moviendo su espada apuntando al rostro de la anciana-Vosotros-dijo a los guardias- Soltadla. Pero te lo advierto bruja, si intentas engañarme te prenderé como se prende al rastrojo.

El conde había bajado de su caballo y estaba al lado de la bruja, a la que no quitaba los ojos de encima igual que sus guardias. Todos parecían temerosos de que la bruja los encantase o los convirtiese en sapos pero el acero podía mas que su temor y la vieja en verdad no inspiraba miedo alguno si no pena.

La mujer dio unos pasos hacia el umbral de la puerta de la cabaña. Alli se arrodillo y empezó a cavar la tierra con sus viejas manos. Los guardias y el conde la observaban mientras cavaba. No tardo mucho en sacar, con las manos cubiertas de tierra y arañazos una pequeña estatuilla de dos palmos de altura y que pesaba poco mas de 2 libras. La figura representaba una figura humanoide de barro poco detallada. Uno de los guardias se la quitó de la mano y te la acercó.

-¿Es eso lo que buscamos?- te preguntó el conde sin dejar de apuntar a la bruja con su acero.

En teoría, si, señor Conde -miré la estatuilla. Sin embargo, dudé.

Espere... ¡Escucha pérfida apóstata! -le dije mirándola desde alto, mientras seguía de rodillas. ¿quién nos dice que esta figurilla es justo la del hechizo que la pobre mujer sufriendo está? ¡Nadie puede asegurarlo como cierto! Mmmm...

Me llevé las manos al mentón, frotándolo. Sabía que se necesitaba una figura, pero no si esa era. Lo más probable es que si, pero... ¿quién sabe?

Mi señor, he aquí parte de mis sabias palabras: le dije lo de la autoría de Alís, y fue cierto. Le pedí que creyera en la existencia de una figura, y cierto es tal y como lo ve. Ahora, sigamos un procedimiento. Escuche: nos llevaremos la figura y la mujer. En la habitación de Neves manipularé la figura e intentaré deshacer el hechi... el "entuerto" y volver a lo que es vida a su esposa. ¡Si no lo logro torturaremos a quien practica maldad en la sombra, oséase, esta mujer, hasta sacarle la verdad para hacer el bien y no  la malicia!

Luego volví a dudar.

Pero antes de marchar creo conveniente hacer un registro interno, aunque sea superficial.

Sin que ni la más remota sospecha del conde tuviera de mis actos, comencé a "acolchar mi caída" en caso de no poder salvar a la esposa Neves.

La tortura, acto impío y lento, da a uno tiempo de escape...

La cabaña es pequeña y agobiante. Tiene un fuerte olor agrio y está abarrotada de cacharros, hierbas y demás. Del techo cuelga una ristra de ajos, unos cuantos ramilletes de lavanda, hay muchas ollas tiradas en un rincón, cerca de un circulo de piedras que usa para hacer una pequeña lumbre. Hay un par de cuchillos tirados cerca de la lumbre y un palo largo, que seguramente usaría para atizar las ascuas. También hay varios saquitos en el lado opuesto, que contienen varios tipos de plantas que se pueden encontrar en el bosque aunque en uno de esos sacos hay un cráneo de lo que seguramente fuera un perro o algún animal parecido. Pese a todo no parece haber nada de importancia en el interior.

Cuando vuelves a salir ves que la bruja está atada con las manos al caballo del conde, que te mira y te insta a montar para ir al castillo.

Hay dentro encontraremos ratas a lo sumo, señor, y muchas hierbas y plantas, propias de actos heréticos, sin duda. Abrid bien los ojos de nuevo, Conde, ¿pues qué argucias estará tejiendo en la mente esta vieja?

Me subí a la montura y comencé a trotar.