Partida Rol por web

¿Ese bosque queda mucho de aquí? -le pregunté. Si la figura de barro no está en este castillo, lo más probable es que esté en casa de esa tal bruja. Seguramente Alis robó el cuchillo, fue allí simulando perderse (sabía muy bien dónde iba) y debieron hacer la maldición, el hechizo a escondidas... Oh dios... espero que el Conde no se canse de mis tretas investigatorias...

En esos momentos, llamé a Xoaquín para que entrase. Fuera cual fuera su reacción, le necesitaba dentro. Tras señalarle el cuarto contiguo al hada (para que se metiera allí un momento), mandé entrar al soldado.

He de enseñarte algo -le dije despacio. Has obrado muy bien hasta ahora, y creo que lo seguirás haciendo. ¡Mi señora Arsale, aparece, por favor!

Cuando Xoaquín entró extrañado y vió al hada dió un respingo hacia atras que casi lo hace caerse de culo, se agarró a la puerta mientras la miraba sorprendido:

-¡Mãe de deus! Pero...pero..-dijo mirandoos intermitentemente- pero eso es...un... un hada!

No te asustes, es una bendición del cielo -le dije a Xoaquín acercándome a él. Quienquiera que esté ahí arriba quiso que resolviéramos la penuria de esta chica que aquí a punto de yacer se encuentra. Es el hada Arsale, nuestra salvadora.

Le invité a que se acercara unos pasos a ella.

Si encontramos la figura de barro que digo, ella será capaz de anular la maldición que ataca a la dama Neves. Pero... todas sus sospechas apuntan a Tareixa, la bruja que quizás conozcas de oídas, y que se ubica, al parecer, cerca de este emplazamiento. Ahora bien, escúchame, pues esta es la última cosa que te pido:

Ve a ver al Conde. A su aposento si es preciso y dile que vas de mi parte. El mensaje es que "es de vital importancia, enviar una patrulla de no menos de tres hombres a la casa de esa bruja. Dile que ahí es donde comenzó el fatídico entresijo de su esposa y que, quizá, ahí encontremos la figura de barro, si es que no se encuentra en el castillo".

Xoaquín seguía algo embobado con la visión del hada, pero sé que entendió mi mensaje. Finalmente, añadí unas palabras para que espabilara de ese letargo momentáneo.

¡Anda! ¿A qué esperas? ¡Aprisa! Yo esperaré aquí, con la esposa. En caso de encontrar la figura donde os digo... traédmela de inmediato.

El muchacho te escuchó sin quitarle los ojos de encima al hada que movía las piernecitas jugetonamente mientras os dejaba hablar. Tras un balbuceo, Xoaquín se dió media vuelta y echó a correr hacía el aposento del conde, esta vez sin replicar en absoluto.

No había pasado ni media hora cuando volvió.

-Maese Jaume, el Conde dice que hará lo que pides. Salvo por dos excepciones. El irá...y nosotros también-dijo casi sin mirarte, observando a Arsale como si se creyese que no fuera de verdad pese a tenerla delante de las narices. ebió sonarle convincente al Conde pues este tampoco había puesto mucha oposición a tus peticiones.

Mi Señora -le susurré al hada. He de marchar al lugar donde creo que se encuentra la figura de barro. Si le place, conviértase en pajarillo y acompáñenos desde las alturas. Si está alli, podrá ayudarme como dijo, y salvar a esta mujer.

Luego me dirigí a Xoaquín.

Está bien. Escoge a tres soldados para cuidar de Neves: Uno que esté aguardando en el interior y vigilando la ventana, y dos que esperen en la puerta, por fuera. Vayamos, pues, si es lo que el Conde desea.

En esos momentos me dispuse para bajar y reunirme con el Conde y la partida de soldados. Mi vida y la de la chica aún pendían de un casi imperceptible hilo del que el misterio y la duda, tiraban, respectivamente, de un extremo y otro del mismo.

Me temo no poder acompañaros-dijo el hada con voz triste-el destierro de la Reina de las Hadas no me permite ir hasta la casa de la bruja. Pero si encontrais esa estatuilla de barro haré todo lo posible por salvar a Neves de esta terrible maldición-dijo con una sonrisa.

Asi pues, te despediste de Arsale y bajaste al patio de Armas. Allí estaban el conde Antón y 5 guardias. Solo faltaba uno, que ya bajaba por las escaleras a todo correr. Xoaquín había puesto a uno de sus amigos para proteger a Neves y que nadie entrase o saliese de la habitación y otros dos guardias protegiendo la puerta. 

El conde te entregó un caballo y tuvo a bien no atarte las manos, aunque se cercioró de que estuvieras bien escoltado por sus soldados. Así, pese a las reticencias del conde a creer del todo tu palabra, emprendéis la marcha al medio día en dirección al bosque.