Partida Rol por web

Tras el toque a la puerta esperas mientras piensas cómo organizar las cosas.

Realmente podrías dejar de camino a tu casa dos notas en las casas de tus aliados, pero, ¿cómo hacer esas notas?¿o cómo avisarles? cierto es que aún no estarán despiertos.

 Michelle se encamina hacia la puerta 

 Veamos quién es, seguramente sea alguno de nuestros hermanos que ha encontrado alguna pista. 

 Sigue sin importarme demasiado todo lo que está pasando, pero al menos seamos eficientes, me mata la gente torpe.

 ¿Quién anda ahí? 

La noche oscurece sus pasos mientras la luna ilumina su mirar, Lucca sonríe y alza la vista cuando escucha la voz de Michelle detrás de la puerta y vuelve sus pensamientos a la realidad.

"La Voz de tus pesares" Contesta jocoso, volviendo sobre sus pasos hasta situarse nuevamente frente a la puerta "Abrid si queréis compartir nuevas con un alma nocturna."

El modo más tradicional que se me ocurre para notificar mis deseos a mis aliados es escribir sendas notas con las consabidas instrucciones, de mi puño y letra, firmadas y selladas para que sean reconocidas por ellos. Y luego, con el pago de unas monedas enviar a un pilluelo o joven de la aldea para entregarselas. Al menos creo que era como se hacía en aquellos tiempos. Otra cosa es si tengo servidores de confianza que puedan evitarme gastar esas monedas :)

 Subo el cerrojo de la puerta, la empujo con dificultad y hago ademán de invitar a Lucca, es un poco rarito, pero hay reconocer que su cara parece esculpida y entre tanto desquiciado, sus locuras parecen de las más sensatas. 

 Es un placer compartir contigo, ¿qué nuevas son esas que te traen? ¿qué has encontrado? dice entornando sus ojos Michelle

Hace tiempo que el alma de los hombres entraña secretos que sólo sus ojos muestran. Lucca pugna por no atravesar la fugaz cortina de sombras que envuelve la dulce mirada de la bella Michelle. Cierra un instante sus ojos, tratando de organizar el caos que anida en su interior, buscando un orden ante la voragine de sospechas y calumnias que atropelladamente luchan por imponerse a la cordura. Y negando una y otra vez con la cabeza, abre de nuevo sus ojos.

"Ventrue aspira a gobernar, desde su trono de sangre, otros cinco siglos más..." Con una mueca, mezcla de hastio e impotencia, Lucca centra de nuevo sus ideas "No. No, mi dulce Michelle. La fortuna hace noches que me niega su sonrísa. No tengo nuevas acerca de la joven, que bien pudieran alegrar vuestros oídos o los míos... Cree el déspota que por una traición antaño consentida, pueden ahora, consagrarse y venerar sus actos...." Lucca se adentra en la casa de Guy sorteando sutilmente el paso de Michelle y observando la estancia con detenimiento. "Perdonad mis palabras, juegan a la vez en mi cabeza. Y es tanto lo que se apremia en ellas que a menudo confunden mis deseos." Lucca se deja caer con aplomo sobre un viejo divan que decora la sala. Hay cansancio en sus gestos, peleas en el ceño fruncido de su frente, plegarias en el tono de su voz y un sueño que nunca llega en la mirada ausente de sus ojos.

Como si todo fuera una quimera momentanea, un instante déspues Lucca sonrie y en sus ojos nace de nuevo el brillo oscuro del abismo infinito. "Y vos, ¿Habéis descifrado el enigma de una despedida sin adios?" Lucca observa de un lado a otro cada recodo de la habitación que bien pueda darle indicios de pelea, intromisión o forzada marcha del lugar. "¿No se encuentra con nosotros el padre Guy?"

 Me retracto, loco como el que más, nunca debí venir. 

 Nada de nada, parece que la chica se esfumara, aunque me parece extraño que el padre Guy no apostara ningún vigilante en su puerta ni ningún artilugio protegiéndola. Aunque para ser francos, no parece muy espabilido, no creo que haya sido él, y no se muestra muy hablador esta noche.

 Gira subre sí misma para quedarse cara a cara con Lucca, con una serie de pasos cortos se coloca en el respaldo de su silla, para momentos más tarde asomarse con gracia por la izquierda del Brujah. 

 De todas formas, no comparto el interés por esa chiquilla, que la busquen los demás si quieren, intentaré atraparla si me cruzo con ella, pero preferiría pasar la noche con una copa de vitae en la mano y escuchando como se torcieron los caminos para que te encuentres aquí, con nosotros, como ejemplo de tu clan. 

 Todo esto lo dice mientras camina alrededor para finalmente dejarse posar, que no apoyar en un tosco banco alto de madera.

"...Y tentarán la carne muerta con pasiones olvidadas. Obnubilados serán los sentidos con placeres ocultos..." Lucca observa en silencio a Michelle, la noche tiñe de melancolía la tez de su piel. En silencio contempla, la cadencia de sus movimientos, el dibujo de una sonrísa en sus labios. Con deleite escucha, la acompasada sinfonía de su voz, el ritmo de sus gestos. Agradecido a los cielos, asiste a tan bello juego de seducción.

Y cuando la joven toreador se oculta a la vista para reaparecer junto a él, cuando sus rostros se rozan con el aire en una caricia silenciosa, cuando sus labios besan el aire al hablar, susurrandole mimos anhelantes. Entonces Lucca le vuelve sus ojos para perderse en la inmensidad sin fondo de su alma al descubierto.

Su mano diestra tienta a la vida y la muerte, quisiera alcanzar su mejilla en un gesto de callado deseo y su voz, por vez primera, nace y muere con el silencio. "Dudo que exista placer mayor en este mundo al de su compañía, mi bella dama. Desearía confesaros cada misterio que guía mis pasos. Con gusto agotaría las noches embriagado al néctar que ofrecéis." Lucca observa a la joven sentada frente a él. "Tentado estoy de seguir su consejo, hermosa Michelle, y abandonarme a asuntos de mayor relevancia. Pues tal como decís no tiene importancia alguna para nosotros una joven desconocida. Pero temo que por ella peligren nuestros acuerdos, nuestro silencio y nuestras noches."

 O quizá no esté tan mal, seguro que el paso de los años ha sido duro para él, pero parece noble, agradable, y me gusta la forma en la que me mira, ve mi belleza, pero además sabe apreciarla, se deleita con mis rasgos, pero también ve algo más. 

 Sonríe plácida. 

 Está bien, te propongo un trato entonces, no podemos hacer más que lanzarnos a la noche en su busca, intentar toparnos con algo o alguien que nos ayude a encontrar su paradero. ¿Qué opina vuestra merced de salir a pasear juntos y compartir algunas de nuestras vivencias mientras buscamos a esa terrible niña? Dejemos que la frugal charla descanse nuestra cabeza, quizá de esa manera se nos ocurra algún sitio nuevo donde mirar, alguna idea que poner en práctica. 

 Se pone en pie, se atusa sus ropas y da un paso hacia la puerta. 

 ¿Y bien? Aceptará la invitación de esta dama.

 Dice Michelle tendiendo su delicada mano hacía Lucca. 

Lucca sonríe, y no llevan sus labios el sello acostumbrado de la ironía, ni anida en su rostro la mueca burlona propia de una sátira.  Muy al contrario su risa aunque velada parece antigua, venida aquí desde el recuerdo y la dicha. Nada dice mientras escucha las palabras de la joven toreador y observa en silencio cada uno de sus movimientos al levantarse. Sólo cuando la dama le tiende su mano, Lucca la toma entre las suyas. Su tacto es fino como la seda de oriente, frío como la caricia del rocío en la mañana, y al acercarla a sus labios, siente que la suave arena del mar se funde escapando de entre sus dedos.

"Nada me complacería más, señora mía." Lucca se levanta a la par que cede su brazo a la bella Michelle. Sus ojos buscan mas allá de los cristales de la sala, buscando la luna entre las estrellas. "Concedamósle tiempo a nuestro descanso, dejemos que los temores se alejen de nos con la pimera rafaga de viento. Tiempo habrá para hallar soluciones pues ya la luna tiene cercano su ocaso."

Lucca abre la puerta y al salir encamina sus pasos hacía la taberna del pueblo. "¿A dónde iriais si vos tuvierais miedo de mi?"

Ambos salís de la casa del monje, dejando al susodicho dentro y caminais despacio, agarrados del brazo en dirección al centro de la Aldea.

Al final tus invitados se marchan y te dejan solo.

Una nueva noche comienza contigo pensando en dónde se habrá metido la pobre muchacha que recogiste la noche pasada...