Partida Rol por web

Izzy le acarició el brazo mecánicamente, feliz. La luminosidad que se colaba entre las persianas le permitía distinguir con claridad la mancha del techo. Aquel sitio era un cuchitril, pero no le importaba. Era feliz. Mientras tuviese a Laurie consigo, no pasaría frío jamás.

-Te quiero, pequeña -suspiró mientras cerraba los ojos y se concentraba en dormir.

Laurie suspiró y se apretó contra su cuerpo una vez más. La última.

-Yo también te quiero, mi niña.

Y entonces, todo se acabó.

El sonido de los neumáticos frenando con fuerza sobre el asfalto sobresaltaron a Izzy, haciendo que le diese un vuelco el corazón. No supo por qué, pero algo le dijo que las cosas no iban bien. Laurie se incorporó a su lado y la miró en la penumbra, confusa.

Fueron dos los coches que pararon frente al edificio, y en menos de medio minuto, antes de que lograsen despertarse del todo, comenzaron los disparos. Laurie corrió hasta la ventana y se asomó con precaución, alcanzando a ver varios soldados de Militech preparándose para tomar el edificio. La cara le cambió en un solo momento, igual que si hubiese visto un fantasma del pasado.

-¡Izzy! ¡Van armados!

La miró con los ojos abiertos como platos, y volvían a estar de un color violeta intenso.

Izzy saltó hacia la ventana cubriéndose con la pared. Rebuscó en su ropa tirada en el suelo y se puso la chupa de cuero para tener rápido acceso a las armas que llevaba en ella. Le pasó su pistola a Laurie. Sabía que a ésta no le gustaría usarla, pero era muy buena tiradora.

La nómada cargó el subfusil y sacó el cañón por la ventana, disparando una ráfaga rápida que hizo que todos se parapetasen tras los coches, conteniéndolos por un momento.

Pero eso no bastaría. Tenían que salir de allí. La pregunta era, ¿cómo?

-No te preocupes, cielo -dijo por encima de los disparos-. Ya verás como no pasa nada.

Laurie cogió su pistola con cierto pavor y comprobó el cargador, quitándole el seguro después. Se parapetó tras la pared mientras Izzy abría fuego contra los de Militech. ¿Qué coño hacían allí?

Un primer piso no era un lugar muy cubierto y difícil de detectar. Enseguida la ráfaga de Izzy fue contestada con otra, y una de las balas estuvo apunto de darle. Los cristales de la ventana se rompieron. Alguno de sus familiares hizo puntería y le dio a un en la cabeza, quitándoles uno de los siete problemas que tenían encima.

-Izzy, hay que salir de aquí. El edificio tiene que tener una salida de emergencia o algo en la parte de atrás.

Le puso la mano en el hombro y tiró de la chaqueta su chaqueta para que la siguiese. Laurie se acercó al rellano y abrió la puerta, parapetándose tras la pared por si alguien les esperaba fuera. Alguien empezó a gritar en los pisos superiores.

-Déjame ir primero -dijo Izzy con gesto serio. Tomó aire y salió al pasillo descalza, con la piel erizada por el frío de la madrugada y el miedo. Levantó el subfusil dispuesta a meterle una ráfaga a cualquier mercenario que se le pusiera por delante, pero no encontró ninguno.

Se dirigió entonces hacia la parte trasera del edificio, buscando la escalera de incendios.

Un poco más arriba, en el rellano entre ambos pisos, encontró el cartel de “Salida”. Cuando la abrió una ráfaga de viento le heló la sangre, haciendo que se estremeciese. Un vistazo rápido al exterior bastó para darse cuenta de que las escaleras estaban en muy mal estado. Si lograban mantenerse pegadas a la pared con el peso de una persona sería un milagro.

-¡Izzy! –gritó su tía pisos más arriba-. ¡Subid al tejado, se puede ir al edificio de al lado!

Entonces escuchó tres disparos a su espalda. Era Laurie abatiendo a uno de los mercenarios que intentaba entrar. No falló el tiro. Ninguno de los tres. Después se agachó parapetándose contra la pared.

Izzy se sobresaltó al sentir los disparos tan cerca de ella. ¿Laurie los había matado? Sí, con excelente puntería. Dios, pobre Laurie. No quería ni imaginarse cómo debía sentirse.

-No importa -le dijo, como si ella se hubiese quejado-. Has hecho lo que tenías que hacer. Pero por aquí no podemos. Vamos por las escaleras interiores.

Izzy corrió por el pasillo hacia las escaleras y subió por ellas cubriendo a Laurie en todo momento.

Laurie la miró fijamente, igual de asustada que un cervatillo en medio de una carretera. Sencillamente asintió y comenzó a subir sin pararse demasiado a pensar lo que estaba pasando. Si lo hubiera hecho no sabía cómo habría reaccionado. Nunca antes había matado, no que ella supiese. La chica que ella conocía, al menos, no.

Segundos después de que empezasen a subir, los de Militech aparecieron al pie de la escalera abriendo fuego indiscriminadamente contra ellas. Izzy les contestó llevándose a un por delante. A otro estuvo segura de haberle dado, pero no pareció afectarle por el chaleco antibalas. Detrás de sí volvieron a sonar disparos y otro más cayó por las escaleras con un grito ahogado, entorpeciéndoles el paso a los otros.

-Vamos, vamos.

Apresuró Laurie. Ahora parecía enfada más que asustada, y agarraba con demasiada fuerza la pistola, como si quisiese partirla por la mitad con los dedos.

Arriba su tía las estaba esperando con el arma cargada y cara de ir a degollar al primero que se atreviese a cruzar el último tramo de escalera. Lanzó una ráfaga por el hueco de la escalera, frenándoles el paso a los que iban detrás de Izzy. En el último rellano, del techo, bajaba una escalera plegable de metal que conectaba con el exterior. El aire era frío y apenas se veía nada.

-¡Subid! –ordenó la mujer, y Laurie obedeció sin pensárselo dos veces.

Izzy gruñó entre dientes al pisar los peldaños congelados, pero siguió a Laurie sin perder un instante. Ver a su tía le supuso una gran alegría. Se aseguró de que ella también subiese y, una vez lo hizo, cerró la puerta que daba al interior.

-¿Por dónde bajamos, tía? -preguntó temblando.

En el tejado estaban los demás. Alguien trataba de ahogar el llanto, y todos parecían hacerse la misma pregunta que Izzy, temblando por el frío de la noche. Su tía subió la escalera y disparó contra esta cuando escuchó movimiento debajo. En ese momento Laurie la cogió del brazo y enterró la cabeza en su cuello, murmurando algo para sí, lo que parecía una plegaria.

-Los otros edificios - dijo Tony, que llevaba colgado del cuello a su hijo mientras con la otra mano sujetaba el arma.

Un muro de apenas un metro de alto separaba un edificio de otro, así que no sería muy difícil sortearlo. La otra opción eran las escaleras de emergencia, pero ya todos parecían haberse percatado del penoso estado en el que estaban. Su tía asintió y señaló al fondo.

-Izzy, quédate conmigo a cubrirlos.

Izzy trató de confortar a Laurie lo mejor que pudo, pero no había tiempo. Asintió. No deseaba quedarse allí ni sacrificarse, no mientras Laurie estaba allí, sola. Pero había dejado más que patente que no necesitaba ayuda para cuidarse.

Le dio un beso tan fuerte que le magulló los labios y la despidió con un gesto de la cabeza.

-Te veo luego.

Cogió el subfusil con las dos manos y se preparó para lo que viniera, temblando.

Laurie le susurró un breve te quiero y echó a correr hacia el otro lado, junto a los demás. Vio su silueta desvanecerse en la oscuridad hasta que apenas pudo distinguirla en la distancia.

Su tía le dio las gracias y le apretó con la mano el brazo antes de arrearle una patada a la compuerta, haciendo que las escalerillas bajasen de nuevo hacia, permitiendo una línea de fuego clara contra los soldados. Automáticamente abrieron fuego contra los de abajo, pero no había nadie aparte de un cuerpo desangrándose.

-¿Qué...?

Y entonces los disparos empezaron a escucharse por el otro lado, junto a los gritos.

-¡NOOOOO! -Izzy se apartó de la compuerta y corrió hacia el otro lado, saltando el muro-. ¡LAURIEEEE!

Izzy corrió todo lo que puedo, saltando por encima del muro como si las distancias no existiesen. Sus amigos y familiares corrían por el tejado tratando de ponerse a cubierto mientras Tony y dos disparaban a sangre fría contra los soldados que habían salido de la puerta, lanzando gritos de guerra similares a los de las películas. Pero, por más que miraba, Izzy no lograba dar con la cabellera negra de Laurie.

-¡Hijos de puta! –bramó Tony, lanzando el subfusil cuando se le acabaron las balas antela impotencia. No quedaban más en pie.

Entonces la vio, no muy lejos de su tío. Estaba tendida en el suelo, cerca de uno de los cadáveres de Militech, y había un charco formándose a su alrededor de… ¿sangre? ¿Era sangre? No… Laurie no podía sangrar. A Laurie no la podían herir porque era la criatura más hermosa e inocente del mundo. Sólo se había defendido, para que no la matasen, para no dejarla sola. Joder, estaba pálida y fría como el hielo.

Izzy dejó caer el arma porque se le resbaló de entre los dedos. Corrió hacia Laurie y vio lo que habían hecho con ella. Tenía el abdomen destrozado por un disparo de escopeta muy cercano. No pudo mirar la herida. Sintió que se le congelaban las tripas.

-No, no, no, no... -La tomó entre sus brazos y sostuvo su rostro cerca del suyo. No se atrevía a tomarle el pulso por miedo a no encontrárselo-. Esto no tenía que pasar... Laurie... -Miró a su alrededor-. ¡Que alguien llame a una ambulancia, por Dios! -Tocó su cuello y se percató de que no tenía pulso, pero eso... eso aún podían arreglarlo. El Trauma podía-. Laurie, cariño, aguanta... ¡LLAMAD AL TRAUMA, JODER!

Su rostro esta lívido, con una mueca de dolor impresa en él. Tenía los ojos abiertos y los labios manchados de su propia sangre, derramándose por su barbilla en un filo hilo. Izzy vio como el color violeta de su iris fue apagándose poco a poco, volviéndose de un gris translúcido, como humo perdiéndose en la nada. Era como verla marchar lentamente, sabiendo que estaba haciendo todos sus esfuerzos por quedarse allí con ella, porque Laurie no se rendiría hasta el final. Se lo había dicho, que jamás la dejaría, que siempre estarían juntas y que la buscaría hasta el final del mundo.

Pero esta vez no podía, el color se difuminaba cada vez hasta que Izzy dejó de verlo y fue consciente de que ya no estaba.

Se habían llevado a Laurie. No sabía quién ni por qué, pero Laurie ya no estaba y no volvería jamás.

Era una razón tan buena como cualquier otra para apretar el gatillo. Lo era. Deseaba marcharse y, en el mejor de los casos, volver a encontrarse con ella. En el peor, sencillamente olvidarse del dolor que era sentirse incompleta, añorar a todas horas a la mujer que se había ido.

Pero no lo hizo. Dejó caer el brazo de nuevo y sintió que las lágrimas le corrían por las mejillas. Aún no podía marcharse. Tenía que saber la verdad, toda la verdad. Aún estaba a tiempo de hacer una buena acción. Hubo un tiempo en que fue genuinamente buena, quizás no la mejor, pero sí con buenos sentimientos. Un tiempo en el que el resto del mundo le importaba algo y aún no se habia vuelto como Mal, el pescado congelado.

Iba a encontrar a Paul y a pedirle que le contase aquella historia.

Abrió los ojos y quitó el cargador a la pistola. Limpió el cuchillo en la ropa de Quinn y se lo guardó en la bota. Tapó el cuerpo con su nueva chaqueta y volvió a la moto. Antes de entrar a la ciudad iba a tener que cambiarse de look otra vez. Esperaba que le vendiesen algo de tecnopelo barato. Seguramente su cara habría quedado inmortalizada en las cámaras del hotel y era mejor no arriesgarse.