Seguían debatiendo qué hacer a continuación. Al vanara le daba bastante igual, pero no quería perder el tiempo en cubierta. Para alejarse de la conversación trepó por el mástil del barco, esperando encontrar arriba el silencio que le permitiese meditar. Había muchas cosas que poner en orden, su pasado, su presente... su futuro.
Al llegar arriba sintió el viento moviendo suavemente el pelo de su cuerpo. Echó un último vistazo al horizonte antes de cerrar los ojos y llevar a su espíritu a un viaje de paz que hacía tiempo no había emprendido.
Keiko vio con dolor como su hermano abandonaba la estancia, claramente molesto con ella. Había estado segura que Seijuro entendía el honor y el Bushido de la misma manera que ella, pero no era así.
Eso la hizo dudar por un segundo. El honor y el valor de su hermano estaba más allá de toda duda, ¿quizá se estaba equivocando ella?
Pero luego recordó las siete virtudes del Bushido.
Gi, la rectitud. Elegir siempre el camino correcto, por encima de todo.
Yu, el coraje. Ser siempre fiel a los principios personales sin ocultarse y sin arredrarse.
Jin, la compasión. Usar tu fuerza por el bien del mundo.
Rei, el respeto. Ser siempre cortés con los demás.
Chugi, la lealtad. Ser siempre fiel a quienes dedicas tu espada
Makoto, la honestidad. Ser siempre fiel a la palabra dada, palabra y acción son una sola cosa.
Meiyo, el honor. El honor que nace del propio corazón, al que mantenerse fiel diga lo que diga el resto del mundo.
No eran un simple código. No eran un listado de mandamientos. Era una forma de vida, y tan arraigada en ella como respirar.
Clavó la mirada nuevamente en Klavdra. Ella era la responsable de ponerles en esa situación, de abrir esa grieta entre ella y su hermano.
-Tienes razón -dijo con voz suave pero firme-. No te creo.
Cruzó los brazos sobre el pecho.
-He enfundado mi espada y eso significa que no voy a luchar contigo. Lo sabes perfectamente, y por eso ahora intentas ponerme contra las cuerdas con ese ultimátum, porque sabes que no corres ningún riesgo al hacerlo.
Pasó su mirada a cada uno de sus compañeros, los que seguían allí.
-He dicho que no voy a vender mi espada a la drow para ejecutar a sus enemigos a cambio del pergamino, y no lo haré.
Pero hago mías las palabras de Alandrel. Eso es algo que puedo hacer. Cuando la Búsqueda de los Pergaminos concluya, si es necesario luchar contra la casa dirigente de los elfos oscuros para cortar su mal de raíz, lo haré.
Su mirada de acero volvió a clavarse en la elfa oscura, dejando claro que aquella era su última palabra al respecto.
Parecía que se llegaba a algún tipo de acuerdo con la drow y, al menos por ahora, podrían recibir el pergamino. El semiogro observó cómo los ánimos se calmaban ligeramente y las tensiones parecían disminuir. Era un pequeño paso, pero significativo en su complicada travesía.
Arashi se dirigió a la drow con una voz firme pero no amenazante, sus palabras buscaban sellar el entendimiento que habían alcanzado.
- Klavdra, la samurái Keiko ha dado su palabra, y entre nosotros, su palabra es tan firme como una montaña. El pacto está hecho.
Su tono era grave y seguro, reflejando la seriedad con la que abordaba la situación. Sabía que en este mundo de traiciones y dobleces, la palabra de un samurái significaba mucho.
El largo debate parecía llegar a su fin.
Del mismo modo que Alandrel, Keiko no aceptó directamente el pacto que proponía Klavdra.
Pero sí dejó entrever que, de un modo u otro, colaboraría para quitar del poder a la Casa Yaervar, siendo consciente que eso sólo sería posible con un baño de sangre.
Klavdra asintió en silencio, seria, una imagen algo extraña en su personalidad burlona y desafiante.
Luego miró brevemente a Arashi, cuando éste le dedicó aquellas palabras.
Lo sé.
Sus ojos hablan por ella. le contestó al Semiogro.
Acto seguido lanzó el pergamino al vuelo para que Keiko lo cogiera.
Sé que no habrá sido fácil para ti, pero a veces hay que elegir pensando más allá de los principios y del ahora.
¿O acaso crees que disfruto viajando en estas maderas flotantes donde el sol llega a todos lados, rodeada de gente que me odia? preguntó en un tono jocoso.
Avisadme cuando lleguemos al nuevo destino.
Ya que somos… aliados… seré más útil ayudando en la búsqueda que quedándome encerrada en el camarote.
Si no os da miedo que os acompañe… se encogió de hombros y se marchó al interior del barco.
En principio, queda terminado el Capítulo, pero podéis seguir posteando si hay algún tema pendiente. Saludos!
Alandrel suspiró aliviado cuando Keiko aceptó su propuesta. Dejó entonces que los ánimos se calmaran y que la elfa oscura entregara el pergamino, aunque cuando volvió a hablar no pudo hacer otra cosa que dejar las cosas claras antes de que se marchara. El honor se lo exigía.
—No te confundas ni te lleves a engaño, Klavdra, no vamos a ir más allá de nuestros principios. No eres nuestra aliada: hemos prometido acabar con la amenaza que supone la casa Yaervar en Dordazh, y lo haremos, pero también erradicar el peligro que supone esa ciudad. Te lo he dicho, nosotros no ayudaremos para coronarte después a ti, sino que acabaremos con vuestra presencia ahí. No sustituiremos un mal por otro, a la espera de que en unos años vuelva a suponer la misma amenaza que ahora. Mi intención es hablar con los dirigentes de Taldor y Kyonin para que nos apoyen en nuestra empresa, y luego se hagan cargo de ese sitio para limpiarlo de su corrupción y que sirva de defensa contra futuras incursiones de los tuyos.