Miró a la muchacha. El sempiterno gesto de asco que solía tener hacia la gente había desaparecido de su cara.
Atusó de nuevo el traje, componiéndose. Él era Garfiel Huddle ahora, pero habia sido Hammer y Dupont. ¿Cuántas más personas había sido antes de dejar de ser?
Talbot, Daniel... ellos también habían sido. Y Keith... algo no encajaba. ¿En qué se unían nuestras vidas?
No era importante o quizás si. Sólo tenía que conseguir esa muñeca. Debía ser mía.
- No se preocupe, señorita Davies - le dice a Robinette, ni siquiera sabía el nombre actual, pero estaba claro que seguía siendo igual de bella que antes - Ha sido real, para todos los que estabamos. Real dos veces - musita para sí, recordando París.
Se acercó de forma protectora. No le había pasado nunca con nadie. Él era él y el mundo podía tumbarse a sus pies, pero esa mujer valiente, de otra época, había demostrado algo más en aquella vida.
- ¿Qué sucedió Talbot? - volvió a usar el nombre actual de Tammer y aún así seguía existiendo esa rencilla de macho entre ellos, a pesar de haber pasado muchas vidas entre ellos y muchos más años.
- ¿Vidas pasadas? ¿De qué están hablando
caballeros? – inquirió Tom entre atónito y confuso, sin poder salir de su
estupor del surrealismo de la situación.