Partida Rol por web

Metido ya de lleno en la pelea, lo único en lo que podía pensar era en acabar cuanto antes con aquellos hombres, sin darles tiempo a entrar en berserkgang. Una vez con mis manos libres del arco, descolgué mi hacha y, después de un par de balanceos para ganar fuerza, lo descargué contra el úlfhédnar que tenía más cerca.

Parecía que los dos hermanos se habían puesto de acuerdo en atacar a Hálfan lo que permitía que, tanto Oddi como yo, tuviéramos la oportunidad de acabar con sus vidas mientras estuvieran centrados en nuestro amigo.

El Mordsson de la espada para el ataque de Oddi con su escudo, pero nada puede hacer para parar los ataques de Ulf y Hálfan. Malherido como está, todavía piensa en seguir combatiendo y hacer todo el daño posible o irse a la tumba. Su hermano al lado tampoco muestra síntomas de pánico y quiere venganza por su hermano muerto. Hálfan aguanta el dolor de la herida como puede y se prepara para seguir dando lo mejor de sí mismo en el combate. Ulf y Oddi hacen lo propio y están dispuestos a acabar con los úlfhednar.

Grito de rabia al comprobar que el malnacido había parado mi poderoso ataque y me lanzo a una nueva acometida con brío renovado, farfullando maldiciones y blasfemias a voz en grito y a partes iguales. Lamentablemente, estoy tan iracundo que las frases que suelto, aunque mal sonantes, tienen poco sentido

- Sucios bastardos Stroðinn. ¡Con esta hacha se unira la boca del gusano mentiroso con la cabeza de los cerdos! ¡Niña nacida de una  cerda muerta!¡Soy un hombre y tú eres menos que un montón de mierda!*

El Mordsson de la espada pierde pie cuando intenta parar el hachazo de Oddi y se lo comió entero quedando muerto al instante. Quedaba el último de los ulfhednar que atacaba a diestro y siniestro presa de una rabia sin igual impactando a Oddi y haciendole un tajo que tardará en olvidar. No parece que vaya a rendirse por haber perdido a sus hermanos, morirá en combate u os matará, no hay lugar para la rendición.

El dolor y la rabia que siento por la herida me cierran, al fin, la boca, pero están lejos de calmarme o hacerme retroceder. Me lanzo de nuevo en una salvaje acometida contra el último de los ulfhednar con la clara intención de reunirlo con sus hermanos cuanto antes.

Ya sólo quedaba uno de ellos y, entre los tres, no nos resultaría difícil acabar con él pero, cuando vi el tajo que abría en el cuerpo de Oddi, perdí durante unos instantes la concentración, fallando estrepitosamente mi ataque. Un grito de frustración, rabia y odio brotó de mi garganta mientras balanceaba el hacha para descargar un segundo golpe contra el maldito bastardo que aún quedaba en pie, convencido que esa vez no iba a fallar.

Con solo un enemigo en pie, lo importante es no fiarse. Si fuéramos tres aldeanos indefensos, nos podría hacer trizas, pero no debería revolverse demasiado si lo hacemos bien.

El ulfhednar no deja de lanzarnos golpes, pero no puede estar en todas partes, así que intento alcanzar su espalda con mi hacha con un golpe que espero sea fatal para él.

El úlfhédnar logra parar el ataque de Úlf, pero no así el de Hálfan que le deja tocado. Oddi en su furia casi de bersekir lanza dos nuevos ataques que alcanzan de lleno al Mordsson causándole la muerte. Ya no quedan más enemigos, al menos aparentemente.

De la cabaña sale una mujer joven, casi una muchacha llena de moratones y heridas, os mira asustada. No sabe muy bien lo que ha pasado  y ha aprendido a no fiarse de desconocidos. Se la ve muy débil. Cuando reparáis en ella va hasta el fondo de la cabaña y se encoge, como intentando desaparecer y empieza a temblar

Sudoroso, cubierto de sangre y la rabia aún reflejada en la cara, dejé de balancear mi hacha al comprobar que el último de aquellso malditos yacía muerto ante nosotros. No sabía si quedaba algún otro en el interior de la casa, aunque me extrañaba que aún no hubiera aparecido al escuchar la pelea, por ese motivo cuando vi que alguien asomaba por la puerta, volví a agarrar con fuerza mi hacha dispuesto a lanzarme al ataque sin preguntar antes.

Por fortuna me di cuenta que era una mujer la que había aparecido. Me quedé parado, mirando su rostro aterrorizado y me di cuenta que, con toda seguridad, tenía que tratarse de la joven a la que habíamos ido a buscar. Por suerte aún estaba con vida.

Al ver como, temerosa, se alejaba de nosotros de nuevo hacia el interior de la cabaña, la seguí para tranquilizarla, aunque seguramente mi aspecto no era el más indicado para calmar a nadie.

—Tranquila mujer... —No estaba acostumbrado a tales menesteres y las veces que hablaba con una mujer no eran precisamente palabras de consuelo las que solía pronunciar—. Si eres Ásfrid entonces es a ti a quien venimos a buscar... Nos envía el jarl Ulfsson y su hija, la dama Frigg... Ven —Le tendí la mano mientras apartaba el hacha de su vista— te llevaremos a casa.

Úlf atiende a la chica intentando tranquilizarla, cosa que puede ser más complicada de lo que parece, no nos conoce de su aldea, lo que normalmente significaría que nos la quedaríamos con esclava, pero espero que crea a mi compañero.

-Descansemos esta noche aquí-digo sin agobiar a la muchacha acercándome también. Oddi, miremos qué hay para comer, mañana podemos volver tranquilamente con los caballos

Echo un vistazo a la cabaña. Sin duda alguna tendrán algunas cosas de valor escondidas, y tenemos tiempo para remover las cosas.

Me fijo en cuantos habitantes parece que tiene la cabaña, pues no sería bueno que tuviéramos visitas inesperadas y comienzo a preparar (si no lo está ya)la hoguera para calentarnos y cocinar.

-Pondremos patas arriba este lugar y cargaremos todo lo que tengan de algún valor.-Digo a mis compañeros-no creo que la dama Frigg vaya a ser muy generosa con nosotros. Mejor buscarnos un pago adicional fuera de la aldea.

En cuanto el fuego está preparado, me dejo caer junto a él resoplando, pues me estoy enfriando y la herida me duele una barbaridad.

-Ese cabrón casi me mata-digo a mis amigos riendo -como si no tuvieramos otra cosa que hacer que morirnos ¿verdad Oddi?-digo sabiendo que él también ha recibido lo suyo.

Miro el techo oscuro de paja y las chispas que se elevan hacia la salida superior apagándose en el aire.
-Joder, si está siendo hasta entretenido haber quedado varados en casa jajajaja

Me duele una barbaridad la herida, pero estoy contento, hemos acabado con esos tres malnacidos y ahora podemos disfrutar de nuestra victoria, pequeña, pero victoria. No cantarán canciones sobre nuestra hazaña probablemente, pero tampoco se olvidará lo que hemos hecho, aunque aún tenemos que regresar...

El malnacido cae ante mi hacha, pero aún así, sigo golpeándole con el arma frenéticamente mientras una nueva retahíla de insultos fluye de mis labios, gritándolos a los cuatro vientos. Sólo cuando empiezo a notar el cansancio en mis músculo y dejar de reconocer rasgos propios de un ser humano en el cadáver, dejo de golpear, respirando entrecortadamente, exhasuto. Escupo sobre el amasijo de carne y huesos antes de darme la vuelta y entrar en la casa, junto a mis compañeros.

Veo a la mujer y no puedo evitar sentir lástima por ella. Soy consciente, quizá más que Hálfan y Úlf, de que ha debido pasar un infierno durante estos días. Dejo hacer a mi hermano de leche mientras recupero el aliento. Él siempre ha tenido más tacto que yo.

La mujer se cubre la cabeza cuando Úlf le tiende la mano intentando protegerse de un golpe imaginario. Al no llegar este se queda mirandoos al principio con miedo y después con respeto. Entónces se echa a llorar de forma desconsolada. Ha sido la peor experiencia de su vida y solo los Dioses saben si tendrá fuerza para superarlo.

Cuando llega la noche se acurruca en un lado de la cabaña intentando pasar desapercibida. Después se echa a dormir y por primera vez en mucho tiempo logra dormir plácidamente.

Rebuscáis por la cabaña pero no hay nada de valor, salvo las armas y la carne. PArece que se estában preparando para un viaje.

Os sentáis alrrededor de la chimenea y coméis un poco de carne fresca que tenían guardada los úlfhednar. Es una velada tranquila y al rato os vence el sueño. No ocurre nada extraño durante la noche, los Dioses velan vuestro sueño.

A la mañana siguiente cargáis todo lo que podéis de carne y volvéis rumbo a la aldea. Nada más salir de la cabaña Ásfrid da un pequeño rodeo esquivando a los Mordsson, están muertos, el último lo destrozó Oddi, pero aún así un escalofrio recorre el cuerpo de la mujer.

A medida que váis entrando en la aldea os empieza a salir gente que os sigue y os vitorea como a héroes. Abrazan a Ásfrid a la que daban por muerta y os ofrecen bebida y viandas. Por fín llegáis hasta donde se encuentra la dama Frigg con su padre al lado que os dan la bienvenida con una sonrisa.

Mi pueblo está en deuda con vos. Nos habéis salvado de una rata y habéis rescatado a una de nuestras mujeres. Aceptad esto como pago. Da a Hálfan una bolsa con monedas. ¡Ahora celebremos vuestra victoria!

Va al interior del langhús y ordena a los criados y esclavos que preparen un gran banquete. Durante la comida no os falta bebida ni oidos atentos que escuchen vuestra historia. Os parece ver a un niño que se ha colado entre la multitud y os mira embelesado, lo reconocéis como el cabecilla de los niños de que os atacaron. Tampoco faltan mujeres, apareciendo la muchacha que le prometió su cuerpo a Hálfan si tenía éxito en cazar a los lobos. También están sus amigas y esta noche dormís acompañados.

A la mañana siguiente, resacosos pero contentos por la misión cumplida embarcáis y volvéis a vuestro pueblo donde os espera Áslaug y vuestra gente. Ansioso por conocer la historia de los lobos.

FIN