Partida Rol por web

Los tres múrlocs avanzaron escalera arriba, con la esperanza de encontrar a sus compañeros. Conforme subían llegaron a encontrar otros compañeros muertos, y dos de ellos solo gravemente heridos.

-Necesitan ayuda... ¡necesitan ayuda!-se limitó a decir uno de los soldados heridos.

Ante aquellas palabras, Ergll se ofreció a protegerlo y ayudarle e "invitó amablemente" (empujó) a Morg y Wagl a que continuaran subiendo a ayudar a sus compañeros. Cuando llegaron al último piso, cuyo suelo y paredes eran similares a los de los dos anteriores, las puerta encontraron una sala también redonda. Había al fondo una chimenea encendida, una mesa tirada contra la pared y una estantería de libros tirada en el suelo.

A la izquierda de la sala se encontraba el jefe Murggle, con una de sus manos sujetaba a un compañero herido y con la otra su espada, en la que se apoyaba. Presentaba heridas en su cuerpo, algunas de mordidas y otras de algo desconocido...

En el centro de la sala, para sorpresa de los protagonistas, había un enorme oso pardo. Enseñaba los dientes rabioso, y en su boca podía verse que tenía cogido por el cuello a otro de los soldados múrloc. No lo había matado, pero claramente solo le hacía falta cerrar la boca para terminar de arrancarle la cabeza… pero el animal se encontraba quieto. Miraba fijamente a Murggle, sin hacer nada aun, esperando…

Detrás del enorme oso, apareció un enano, portando una gran armadura y una extraña arma en sus manos, la cual no habíais visto jamás. Estaba abriéndola y colocando una especie de cartuchos rojos dentro de ella, cuando giró la mirada hacia la puerta al darse cuenta de que Morg y Wagl habían entrado. Suspiró cansado.

-¿Más?-dijo en idioma común, el cual apenas entendían los múrlocs. En ese momento el jefe Murggle se dio cuenta también de la presencia de los dos jóvenes, a los que miró con furia por haberle desobedecido.

Terminó de montar el arma y apuntó con ella a Murggle.

-Lo diré por última vez, y va por todos… marchaos y dejadnos en paz, o me veré obligado a ordenarle a mi osa que acabe con vuestro amigo… y luego iréis los demás.

Los múrlocs apenas entendían lo que decía el enano, pero estaba claro que no estaba nada contento de haber tenido visita inesperada.

El pequeño múrloc entró en shock al ver la situación, no parecía nada ventajosa en absoluto. Wagl observaba la escena atónito Esa cosa que tiene como "arma"... ¿será lo que expulsa ese polvo negro? De todos modos si esa arma no es mortal el oso... un momento...  dos compañeros de tribu en peligro de muerte, uno en los brazos de Murggle y otro, aún vivo, en las fauces de ese oso...¡vivo todavía!

-Morg- Procuró decir Wagl tranquilo y sin alzar demasiado la voz -No sé si coincides conmigo pero parece que este encuentro será...una muerte se...se....segura. Ha barrido a los me..mejores guerreros de la tribu y tiene a Murggle contra la pa...pared.- Hizo una breve pausa y señaló con la cabeza al oso. -Además, no olvidemos a ese o...o...oso. No...sé qué ha dicho ese enano pero... diría que no tiene tanta intención de matarnos, mira al guerrero entre las fauces del oso... podría morir en un segundo y sigue vivo.- Entonces señaló al enano -Y mira esa arma... parece un arma a d..d...distancia, podría haber rematado a Murggle ya y no-no lo ha hecho.

El pequeño múrloc respiró hondo y observaba la habitación a ver si encontraba lo que sería un atisbo de una posible ventaja en ese encuentro, pero todo apuntaba a que estaban todos contra las cuerdas y sin Ergll aún más. Después de analizar la escena volvió a hablar con Morg.

- No he entendido lo que ha dicho pero si no están todos ellos muertos ya... no creo que tenga mucha intención de matarnos o bien porque... es misericordioso... o porque está en las últimas y no se ve capaz de aguantar nuestro ataque...- Wagl, con el corazón en un puño miró entonces a su compañero -Qué crees que deberíamos hacer. ¿Atacar o negociar? Recuerda que la vida de nuestro gran jefe depende de lo que hagamos-

Morg ascendió las escaleras y al enfrentar la terrible escena final, sentía como las opciones se iban acabando conforme pasaban los instantes. Si el destino final estaba frente a ellos debían actuar rápido y ver como sacar la mejor situación. Morg le echó un vistazo rápido a la habitación y corrió lo más rápido posible hacia el jefe Murggle, para ver sus heridas y ayudarle. Si a su alrededor se encontraba cualquier cosa que pudiera ayudarles a escapar o a enfrentar el problema frente a ellos, de momento no podía encontrarla. Pero sus ojos se movían freneticos a través de la habitación en busca de lo que sea que pudiese ayudar.

Morg oteaba la habitación sin éxito. Parecía ser que la única salida era la misma puerta por la que habían entrado... si optaban por saltar por alguna ventana, la caída desde un tercer piso no parecía ser graciosa.

La saliva de la osa corría por el cuello del guerrero múrloc que tenía sujeto, el cual seguía de rodillas sin pretender luchar contra el animal, no fuera a ser que le terminara decapitando. El enano miró a Wagl y luego de nuevo a Murggle y a Morg.

-¿Y bien?-decía, sin bajar el arma, esperando a ver que decidían sus intrusos.

Morg, arrepentido por su decisión, ayudó al jefe Murggle y al otro murloc a incorporarse, guiándoles a todos hacia la salida. Llamó a Wagl con un movimiento de cabeza para que ayudase al murloc atrapado por la gran bestia peluda y con un semblante derrotado se giró y se movió a la puerta para escapar del sitio como pudiesen.

—¡Hay que salir de aquí! ¡Morg no será comida para osos esta vez! ¡El jefe Murggle está herido, y debemos llevarle de vuelta al poblado!

Wagl asintió ante las palabras de Morg, el pequeño múrloc veía la escena con pena y temor. Entonces empezó a sacar su daga despacio para luego dejarla en el suelo, en la entrada de la sala. Entonces comenzó a acercarse lentamente hacia la imponente osa y el pequeño múrloc hizo un gesto con la cabeza señalando al múrloc entre las fauces de aquella bestia para que el enano se percatase de lo que pretendía el pequeño múrloc. No obstante el múrloc no satisfecho con la comunicación no verbal trató de hablar.

- L...li...¿liberar?- Dijo Wagl impotente, sin poder hacer más que suplicar por la vida del guerrero con la mirada mientras se seguía acercando lentamente hacia la osa. 

No obstante Wagl no terminaba de confiar en la misericordia de aquel enano y seguía oteando la habitación en busca de algo que les pudiera dar ventaja en una posible batalla.

El cazador miró con satisfacción como Wagl se deshacía de su arma. Como veía que se acercaba a su osa Kamai, le hizo un gesto con la mano para que soltara al soldado múrloc. La osa lo escupió como si fuera un chicle y comenzó a andar desconfiada hacia su amo, sin apartar la mirada de los múrlocs. Wagl ayudó a levantarse al soldado, el cual estaba bastante bien a pesar de las marcas sangrantes de su cuello, mientras que Morg, junto con un agotado Murggle, cogían como podían al otro soldado múrloc, bastante más malherido que el que soltó la osa, y comenzaron a andar torpemente hacia la puerta de la habitación para volver a su hogar.

-Eh.

Oyeron a su espalda. Cuando se giraron, el cazador enano sostenía en su mano izquierda su arma de fuego, mientras que con la derecha cogía del suelo la daga de Wagl. Avanzó hacia el grupo y se la ofreció, para que la cogiera. Wagl la aceptó algo confuso y la guardó en su cinto. Mientras bajaban las escaleras, oyeron las palabras del enano.

-Ojalá nos hubieramos conocido en otra situación, pero no admito instrusos en mi hogar-explicaba-. Marchad en paz, y no volváis. Pffff... ahora nos va a tocar recogerlo todo Kamai...

Esas últimas palabras las oyeron ya algo más bajo, ya que se dirigían a su osa, la cual al parecer respondió con un cariñoso gruñido. Recogiendo Ergll por el camino al compañero caído, los murlocs continuaron andando, hasta que salieron del edificio, y se sumergieron en el mar, camino a casa...