Cuando terminan de despedirse, le entrega una tarjeta de contacto.
—Me temo que no podrá asistir a visitarla justamente en el colegio, sólo los raritos pueden —se refiere a la prohibición de no-mutantes—, pego sí podrá quedar con ella en la ciudad. Y estagá acompañada hasta que cumpla la mayoría junto al curso básico.
Ahora, al ver que Sofía no tenía ninguna pertenencia custodiada por la comisaría, se da cuenta de que viajará con las manos vacías. Aunque Charles tenga preparado un armario lleno de prendas a su gusto y un mini-cheque para sus gastos privados, lo más seguro es que ella tenga cosas que quiera llevarse.
—Ah, Sofía, ¿maletas? Si quieres ir a tu casa te acompañamos, estagás protegida. En otro caso, ¿Derek lo trae al hotel?
Sea como fuese, prepararían los billetes para salir esa misma noche, así que daría tiempo para un descanso.
Ante la mención de las maletas Derek asiente. -Puedo volver a la residencia Barret y prepararte el equipaje. Tardaría un poco, pero cuando esté todo listo, os avisaré-ofrece el asistente. Estaba claro que no quería que Sofia estuviese cerca de su padre.
-De acuerdo, muchas gracias Derek-le dice Sofia agradecida. Derek se despide de vosotros y se marcha.
-Hola Sofia, yo soy Bobby. Me alegro de que decidas unirte a nuestra escuela. Derek nos comentó antes que hoy es tu cumpleaños, ¿que te parece si mientras esperamos a que tu equipaje esté listo lo celebramos un poco?-sugiere el joven mutante. -Sería algo sencillo, pero así se te quita el mal sabor de boca de la cárcel-
Sofia se lo piensa unos segundos y finalmente asiente. -Si no os supone mucha molestia, estaría muy agradecida-responde con una alegre sonrisa.
—¡Felicidades! —El dato le pilló por sorpresa, pero más sorprendida se quedó ella cuando seguidamente le entregó cuatro besos franceses, dos en cada mejilla alternadamente, típicos de la zona norte.
A continuación fueron a celebrar su día de cumpleaños. Al principio no sabían exactamente cómo podían agradecerle el día: estaban familiarizados con costumbres latinas o del sur, ¿pero tan al sur? Ahora que lo piensa, no recuerda haber tenido ningún compañero hispano en el que fijarse para imaginarse lo que le gustaría celebrar a Sofía, e igualmente si tuviese una referencia seguro que no encajaría con ella. Sabe lo típico, que en México y en Texas se lleva una piñata, pero no sabe si los demás países... ¿querrá ella? Piensa en España, algo más cercano a Francia, y quizás en Venezuela se haya heredado costumbres parecidas en torno a los cumpleaños. No sabe.
Mientras caminan y piensan en lo que pueden hacer, encuentran un restaurante cuyo aroma es más hipnotizante que el nombre de marca. "Pizza burrito" se llama, seguramente una abominación americana, pero el nombre está en español, quizás lo más cercano a su país. Entran y les atiende un chico bastante joven, menor de edad, diría que sin edad para trabajar, con un inglés bueno, notándose que estudió en América. El establecimiento está vacío y algo desastroso, se ve que no tienen muchos clientes. La carta está en español y Sofía nota como los padres del chico, en la cocina, no hablan inglés, por eso lo tienen para recibir a los comensales. De alguna u otra manera este lugar le recuerda a Venezuela y como muestra de simpatía, decide pedir la comanda en español, asegurándose de que el grupo sepa lo que va a comer y de ser lo más simpática posible con el chico. Gambito intenta seguir el hilo de la conversación, pues reconoce algunas palabras y estructuras gramaticales.
—Espego que no sea de verdad pizza de burro.
Un plato de lo más casero y humilde, nada que ver con las cadenas alimenticias. Terminan de comer y Sofía les indica la costumbre de dejar un donativo al camarero, a lo cuál acceden. El niño alegrado corre donde sus padres.
—¡Papá, mamá! ¡Miren, me dieron dinero! La chica que me habló en español.
—¿De veras, hijo? ¡Qué bueno! Tu primera propina, estoy muy orgulloso por ti.
La familia se despide del grupo sonriendo, el niño agita fuertemente la mano. Ese momento ha sido muy especial para él, difícilmente olvidará la cara de Sofía, su heroína.
Termináis de comer en el restaurante y tras pagar y dejar la propina os dirigís al hotel. Sofia parece bastante más contenta en comparación a cuando la conocisteis en prisión. Empieza a hacer varias preguntas sobre como es la escuela y cuales son vuestros poderes.
Pícara se ríe un poco con el entusiasmo y la curiosidad de la joven. -Bueno cielo, puedo asegurarte que la escuela es un sitio en el que estarás segura y a salvo, además estoy segura de que harás muchos amigos allí-le responde la sureña con sinceridad.
-Seguro que es así-dice la chica con optimismo.
Gambito le cuenta no cuáles son sus poderes, sino lo que hace. Un día, el profesor Xavier intentó explicarle cómo funcionaba su poder (que, hasta donde en ese momento sabía, se trataba de manipular la energía con estilo), pero fracasó en intentar educarle en una materia escolar que no controlaba. Algo de energía potencial, decía. Con el tiempo, poco a poco, aprende con la práctica de qué se trata exactamente y es cuando mejora sus habilidades. Se le ha visto hacer maniobras extraordinarias, características de otra rama de poderes, que ha sido incapaz de repetir; prefiere, sin embargo, perfeccionar su técnica de combate ayudándose de su personalidad y pasatiempos favoritos, marcando su propio estilo. Maniobrar con su propio estilo es lo que más le gusta. Hasta ahora, no comprende con exactitud el origen, la fórmula, ni el alcance de sus poderes mutantes, además de que su poder se apoya en objetos materiales. Es por eso que prefiere decir directamente qué hace y no el cómo.
—¿Ves? No te pienses que solo puedo dejarlas ahí clavadas, si yo quiego traspaso la pared. Y si se acercan demasié les doy con el bastón. —Se levanta a recoger las cartas que dejó clavadas en la pared, mientras continúa— Sí, puedes usar objetos, en la batalla todo se vale. Lo importante es que sepas usarlos, o puedas, o te complemente... No me imagino a mi chérie usando bastón cuando tiene dos puños de acego. ¡Lo rompería!
Después de tanto tiempo desde que salieron de la cárcel, Derek ya estaría al caer. Recibirían la maleta y podrían dar media vuelta hacia la mansión. Si todo sale bien, en Denver ya no hay nada más que hacer. Misión concluida.
Sofia os escucha con mucho interés mientras explicáis y le hacéis pequeñas demostraciones los que podéis. -Y no sólo aprendemos a usarlos para combatir o defendernos. También te enseñaremos a usarlos para que te puedan ayudar en el día al día un poquito. Tal que así-explica Bobby mientras usa sus poderes para crear unos pequeños cubos de hielo y ponerlos en un vaso.
-Anda que como te pavoneas, cielo-le dice Pícara con un suspiro.
-¿Que? ¿Has visto cuanto clavan por el hielo hoy en día? Si podemos encontrar formas de ahorrar algo de dinero mejor-responde Bobby, fingiendo haberse ofendido con las palabras de Pícara, poniéndose bastante dramático.
El móvil de Sofia vibra y la chica lo examina. -Es Derek, ya nos está esperando abajo-
Después del toque, recogen los informes y pequeñas cosas que hayan podido dejar, mientras Bobby llama al taxi y juntos bajan a la planta baja del hotel. Ahí les espera Derek junto a las maletas de la chica. Los dos vuelven a despedirse, un poco más cómodos que como lo hicieron en la policía. No parece que haya tenido problemas para recolectar sus pertenencias, a pesar de estar jugándose su puesto de trabajo, incluso su pellejo. Gambito saca otra tarjeta de contacto, pero no la de contacto con el instituto, sino una personal.
—Si tiene problemas con ese caga de perro, llámeme. Prometo que no saldrá con la suya. Au revoir monsieur.
El taxi llega y todos se despiden. Antes de que Sofía se suba, se la nota algo dubitativa, dudando todavía si subirse al taxi y cambiar su destino, o quedarse con Derek los últimos días antes de que su verdadero padre la deporte de regreso a Venezuela con su tío, a quien también tiene muchas ganas de ver. Pero, ¿qué haría con sus poderes si no sabe controlarlos? Si ya en los estados unidos es una amenaza, ¿qué sucedería en el otro país? No duda más y sube a bordo del coche. Duele, pero no hay otra alternativa. Eso sí, nada más llegar al instituto escribirá a Derek y a su tío informándoles de su estado. El taxi arranca.
—¡Auuuuuuuuu! —Aúlla enérgico. Pasa sus brazos por los hombros de las dos chicas en la parte trasera del coche. Pícara retira su brazo, ocultando su temor en forma de rabia. Él está acostumbrado a que haga eso. Sofía sin embargo no tiene el mismo temor— No espegaba cumplir la misión en un mismo día. ¡Vamos a ser los primeros!
—No es un concurso.
—¡Auuuuuuuuuuuuuuu! —Aúlla de nuevo desafiándola—. Ahoga me lo imagino, jajaja. Pobre gatito, segugo tiene problemas con el chico. Y el gafotas tiene a su esposa; si no lo encuentran por lo menos se divierten a solas.
No tardan mucho en llegar al aeropuerto. Denver, si bien no es una ciudad pequeña, sí es cuadriculada, lo que hace más sencillo manejarse en coche al no tener que dar tantos giros. En coche estamos a salvo de los vientos ocasionales, pero también ayudan a que el coche se mueva con más velocidad. Una vez en el aeropuerto, tan solo deben esperar un par de horas para coger el siguiente vuelo a su hogar. ¡Por fin! Mientras tanto, Gambito saca una baraja de cartas y ofrece jugar al resto, como alternativa al aburrimiento.