La humareda y el crepitar del fuego iban decreciendo poco a poco, mientras el aroma a muerte se esparcía sobre la tierra como una serpiente sedienta de más sangre. Los sonidos de la lucha habían terminado en cuanto los soldados habían montado y abandonado el lugar. Empezaba ahora el canto entrecortado de llantos que los pocos aldeanos sobrevivientes dejaban escapar a medida que intentaban recuperar a sus seres queridos debajo de los escombros. La esperanza de hallar con vida a sus familiares y amigos desaparecía. Aquella aldea había sido reducida a ruinas.
La guerra civil que había estallado, traía consigo dolor y muerte a los inocentes que se hallaban a su paso y mellaran el orgullo de los Daimyo que se enfrentaban entre sí.
Esta no era la pelea de ninguno, sin embargo, por algún motivo habían decidido inmiscuirse en la reyerta y hacer retroceder a los agresores. Algunos de ustedes no se conocían, mientras que otros compartían una pequeña porción del pasado. Lo cierto era que ancianos, niños y algunos hombres y mujeres se acercaron y los rodearon agradecidos por aquel atípico gesto de bondad que nunca en lo que les quedaba de vida, podrían pagarles.
Gracias a ustedes, 12 almas aún vivían sobre la tierra para contar sus hazañas por siempre.
Aún tengo el brazo de uno de los soldados sujeto entre mis manos, cuando levanto la vista al campo de batalla. Mi mirada felina se fija al fin en los pequeños detalles, en el resultado de la contienda, en los hombres que huyen despavoridos, en la mirada del furibundo general que no logra retener a sus hombres, en las víctimas amontonadas. Ante mí, un último soldado sostiene una lanza entre sus manos temblorosas, haciéndome frente. Puedo ver en su mirada que conoce al que mantengo sujeto, con su brazo retorcido y una mueca de dolor. Libero la presa y le empujo lejos de mí con una sonrisa, y ambos salen corriendo en pos de sus compañeros.
Parece que hemos vencido.
Mis garras están cubiertas de sangre. La mayoría de mis víctimas han saboreado el impacto contra el suelo o el dolor de sus extremidades retorcidas y desencajadas, algunos incluso han sufrido la rotura de algunos huesos, pero unos pocos han sufrido el contacto con mis garras. En medio de la locura de la batalla no había tiempo para contemplaciones. Era matar o morir. Y morir significaba dejar que murieran otros.
No se cómo me dejé convencer. Y por una rata, nada menos. Bueno, decir simplemente rata no le hace justicia, es un Nezumi, un miembro de las Cortes de la Bestia. Aún tengo mucho que aprender sobre las Cortes, aunque creo que hoy hemos ejemplarizado la esencia misma que las impulsa. Somos diferentes, pero hoy hemos luchado juntos, unidos en una causa común. Cada cual lo ha hecho a su manera, pero hemos logrado, pese a todo, compatibilizar nuestras capacidades. La rata lo dijo. Bueno, “la rata” no, Kyuzo lo dijo. Kyuzo el hechicero, el que habla con los espíritus, el que recibió sueños proféticos acerca de nosotros y de esta aldea. No se cómo lo hizo con los demás, pero no le resultó difícil convencerme. Desconozco la mayor parte de lo referente a los espíritus, puesto que Garras-de-fuego, maldito sea, no me enseñó gran cosa sobre ellos. Pero se lo que es el campesinado, y el modo en que es pisoteado por los poderosos. Cuando me contó lo que sus sueños le advirtieron que iba a suceder, me fue imposible negarme. Ya me había enfrentado a mi propio sensei, quien fuera mi kuasha, por proteger una aldea ¿cómo podía ahora hacer algo diferente?
En estos momentos, mientras las heridas recibidas se van cerrando y el sudor va enfriándose sobre mi piel, mi respiración jadeante me trae cierta sensación de victoria. No creí que lo lograríamos, sinceramente. A pesar de la poderosa magia desplegada por el Nezumi, cuyas vasijas al ser arrojadas explotaban en fuego, hielo, oscuridad y un sinfín de efectos; a pesar de la fuerza desmedida del Same Bito, cuya inmensa mandíbula de tiburón atestigua a un guerrero colosal; a pesar de contar entre nosotros con un sabio y poderoso dragón Zong Lung. A pesar de ser yo, un Khan, heredero de un linaje de guerreros y cazadores de demonios, el más joven y menos poderoso de este variopinto grupo. No creía que lo lograríamos.
Pero lo hemos logrado.
Kyuzo… –Le digo al Nezumi, que se encuentra a varias decenas de pasos de mi posición, mientras mi vista felina sigue observando a los soldados que se repliegan hacia las colinas. Una sonrisa cansada reposa sobre mi rostro- Todo ha sucedido tal como predijiste. No ha sido sencillo, mas aquí estamos. Nunca te lo pregunté, pues no albergaba esperanzas más allá de esta batalla, pero dime: ¿Has visto algo más, a partir de aquí? ¿Te hablaron tus sueños de lo que sucedería a continuación?
Había estado de paso visitando la tumba de mi difunto esposo, ignorando la recelosa mirada de quien hubiera sido mi madre política, un pariente Hakken. Después de presentar mis respetos, me dispuse a leer algunas páginas de una copia de los escritos Kojiki. No podía haber evitado querer hacer lo que Izanagi, hizo por Izanami-no-mikoto a pesar de haber leído la historia innumerables veces. A pesar de saber cuáles serían las funestas consecuencias, a pesar de saber que me estaba prohibido, me animé a adentrarme en el reino Yomi con la esperanza de volver a verlo.
Era algo de lo que nunca hablaría, mis ojos se habían horrorizado al verlo, no logré soportado y me marché. No sin antes recibir las consecuencias.
Mientras recordaba, blandí mi espada asestando con fuerza cada golpe, no necesité mucho esfuerzo para hacer retroceder a los agresores. Inmersa en la temporal oscuridad de la noche que pronto sería diezmada por los primeros rayos de sol que Amaterasu desplegaba en cada amanecer. Y con los cuales sería revelada mi transgresión.
Era como había dicho Kyuzo, lo había recibido en casa de mi pariente, andando en el jardín. Me había prometido encontrar paz para mi alma si lo acompañaba a socorrer a extraños, campesinos de otros Daimyo. Menesteres que no eran de mi competencia, ni de mi casa.
Políticas que un hombre como él, no conseguía entender. Me había negado tres veces ya, finalmente al ver volar una mariposa en la oscuridad, accedí. Posiblemente “él” hubiera querido que vaya.
Permanecí en mi figura humana, defendiendo mi espacio y a quien estaba detrás de mí, un pequeño niño abrazando el cuerpo de su ya fallecida madre, mutilada cruelmente por el hombre al que estaba a punto de enviar a la tierra de los muertos.
Extendí el filo de mi arma y sesgué su carne con una suavidad de otro mundo. Como si sólo una caricia le hubiera arrebatado el aliento. Permanecí de pie, junto al resto de extraños, mientras mi larga melena azabache, empezaba a perder color a medida que los primeros rayos de Amaterasu finalmente encerraban a Susanoo y a su oscuridad. El vestigio de mi visita a la tierra de los muertos.
- Kyuzo - llamé su atención con cortesía, pero no me incliné ante él- tal como acordamos, esta noche he preservado, junto a ustedes, estas vidas y no caminarán la senda hacia Yomi. - mi cabello ya había perdido color con las primeras horas del día y una ligera tristeza me había envuelto- ¿Hay algo más por concluir o puedo ya marcharme?- envainé mi arma y aguardé su respuesta.
UUAAAA!!!!
UUUUUUAAA!!!!
Gritaba con cada ataque que desarmaba a los oponentes, en su rostro aparecían muecas extrañas como si tuviera la facilidad de transformarse en otra persona en cada momento, su postura de combate era tambaleante cual ebrio pero sin dudarlo era una técnica que le había servido hasta el momento pues estaba con vida. Sus ojos recorrían el terreno mientras los que aun quedaban con vida comenzaban la retirada las voces y preguntas comenzaban a sonar en el lugar a las cuales tenía una respuesta a medias. Los primeros rayos del sol se levantaban tras las montañas las cuales habían sido hogar por un par de años cuando realizo aquella peregrinación en busca de las respuestas que atormentaban su mente, hijo del pecado pero así también un miembro importante de las cortes y emisario de los espíritus que susurraban eventos futuros en sus oídos y dejaban ver las imágenes en sus retinas.
Kyuzo apoyo todo su peso sobre el Bo que antes había sido un tridente para manejar el heno, de su obi destapo y destapo una botellita de la cual bebió un suculento trago de sake, un muy merecido regalo luego de estar allí con vida *suspiro* mientras caminaba acercándose al Khan quien fue el primero en realizar una pregunta pero por cordialidad la primera en obtener respuesta fue la Mujer Hakken – Nadie te obliga a que sigas el camino, mas te hice una promesa y sé que ya comienza a surgir el efecto deseado – Sonrió mientras ofrecía bebida a los presentes – Eres una mujer fuerte, pero tu alma tiembla por la incertidumbre - *suspiro *
Ahora si miro al Khan con la botella en la mano y se la extendió por si quería – si he visto algo? Si si, demasiadas cosas que carecen de sentido, pero aun así la niebla pronto se disipara para obtener el verdadero mensaje – el lánguido Nezumi coloco Bo en sus hombro como su fuera un espantapájaros e hizo unas dos sentadillas mientras el aire de batalla desaparecía lentamente y los sobrevivientes comenzaban acercarse miro al grupo y sonrió en amplitud – Y pensar que hace un año – refiriéndose al Same bito, el Zun long y el Khan – Éramos unos ilustres desconocidos y mírennos ahora, nuestros nombres serán labrados en piedra! – Su vista pronto cambio al igual que la expresión en su rostro, el lugar estaba desecho y los hogares destruidos. Los susurros vinieron a su mente mas era una leve mentira la cual se volvió palabras – Debemos quedarnos eso me dicen, debemos ayudar a reconstruir el lugar y luego viajar al sur, allí sellaremos un pacto –
Dicho esto camino entre los cuerpos – Ito-san ayuda a Ieyasu-Sempai con aquellos que aun siguen en pie, Kippei-kun revisa los alrededores – Asintió con gesto humilde ante sus iguales, luego miro al Same bito – (nombre)-san, ayúdame con los cuerpos -
Lentamente el aire llena mis pulmones, llevándoles la vida y los aromas del lugar. El fuego quemaba la hierba y el aroma a cenizas engullia poco a poco a los demás… Se hacía difícil de soportar. Unos ojos me miran con furia apenas contenida. Sus manos ya manchadas con la sangre de un pequeño niño sostienen con fuerza una lanza que por la dirección en que apunta espera clavarla en mi pecho.
No es necesario leer la mente de las personas y menos la de esta imitación de guerrero. Por algún motivo que solo la Apsa sabrá quieren matar a los humanos de esta aldea y justo tras de mí se encuentra una mujer inconsciente. Por la proximidad del cadáver del niño podría adivinar que es su madre. Ahora bien… ¿Por qué quiere matarla?
AAAAAAAAA.
El soldado se lanza a atacarme con la lanza en ristre, giro mi cuerpo 90 grado mientras sujeto con mi palma derecha la mano delantera con que sostiene la lanza. Usando el giro de mi cuerpo y al tiempo del agarre llevo mi mano izquierda y la paso sobre el hombro izquierdo del hombre apoyándola bajo su oreja derecha. Ayudado por el impulso de ese hombre y sumando un mínimo de fuerza extiendo mis brazos en sentidos contrarios. CRACK. Escucho como se quiebra su cuello cual rama se tratase momento en el cual suelto al cadáver y su lanza. Miro a la mujer que sigue inconsciente y reviso donde hay más de estos sujetos.
Un pinchazo en el estómago me recuerda lo mucho que Mitsume se opuso a esta incursión. No es nuestro deber, decía. No tenemos tiempo de salvar a los monos. Nuestra tarea es otra. Repetía una y otra vez. La verdad no le faltaba razón. Los Nagah no estamos para ir a salvar a nadie, nuestra misión es mucho más importante, salvamos a los hijos de la madre esmeralda de ellos mismos. Pero ese Kyuso… Desde el primer día que lo vi insistía en ver un futuro del que yo era parte. Por más que me pareciese un hombre curioso el hecho de saber que era un Nezumi vidente me hizo recapacitar.
Hace más de un año que decidí aceptar la visión que tiene Kyuso-san y esta nos ha traído a defender a unos aldeanos. Por supuesto que no he dejado al descubierto mi verdadera naturaleza ni la de mis hermanas. Hace tiempo un hijo de Wani me enseño un Don para simular ser uno de nuestros primos los grandes y sabios Zun long. Así que me hago pasar por uno y hasta ahora ha funcionado bien. Mitsume ha acepado a regañadientes mis acciones pero el estar en medio de una pelea que no nos pertenece la tiene realmente cabreada. Afortunadamente los rugidos del Khan Kippei-san y la precisión de la mujer han hecho huir a los demás. Eso debería tranquilizar a Mitsume.
Kyuso-san comienza a hablar y ahora informa que debemos re-construir un pueblo. Ya en el pasado vi la verdad en sus palabras con la ayuda de la Madre Apsa. Pero la verdad sigo sin entender la razón para necesitar de nosotros.
-Con gusto Kyuso-san- Contesto al pedido que me hace. Camino hacia la mujer sin ninguna expresión en mi rostro, tal como me siento. Aun en combate las emociones no son algo que me afecten en gran medida. Se puede decir que me aburro con facilidad. Llego hasta Ieyasu y miro a los sobrevivientes. ¿Qué se supone que debemos hacer?
-Buscaré sobrevivientes del lado sur- Le decía mirándola a los ojos y esperando que ella revisara los del otro lado. –Esa casa parece en buen estado, quizás podamos atender a los más heridos allí.- Dije de nuevo y esperando si mi propuesta era bien recibida.
Habla con misterios, ocultando verdades o demostrando ser desconocedor de las mismas. Sus palabras despiertan en mi la curiosidad del felino, una parte intrínseca de mi naturaleza primaria, herencia del linaje sagrado que corre por mis venas. Para eso fuimos creados los grandes gatos, los tigres, los Khan. Luchar contra el Enemigo solo fue un añadido, una consecuencia de nuestro poder y nuestra destreza, de algunas de las facultades que no he heredado de mis ancestros. Nuestra concepción misma sigue como objetivo perseguir misterios, destapar secretos, arrojar luz a las sombras.
Aunque lo que haya en esas sombras solo lo veamos nosotros.
Viajar al sur, sellar un pacto. Esas palabras se repiten en mi mente. Incluso cuando comienzan a repartirse tareas, incluso cuando comienzo a calcular la ruta que puedo seguir para asegurar que esas tropas se han retirado realmente, y no se están reagrupando para regresar al combate, aún pienso en ellas.
Ascenderé por esa colina, siguiendo la espesura. Desde lo más alto deberá verse la ruta de retirada de lo que ha quedado de las tropas. Tanto si se retiran como si no, lo veré. -Digo con decisión- Sin embargo, Kyuzo Habla-espíritus, antes de marchar y cumplir con las instrucciones que has impartido, respóndeme a una pregunta: ¿Qué clase de pacto debemos sellar? ¿Con quién? -Tengo una idea muy aproximada de lo que esta rata está tramando, pero quiero asegurarme. No me gusta que juegue conmigo a los acertijos, un juego que los tigres hemos dominado desde que el mundo es mundo.
Encontraba extraña pero eficaz la técnica de pelea de Kyuzo. Ahora con el sol arriba mi cabello había perdido totalmente el color, acostumbrada a tener que cargar con el recuerdo de mi impetuosidad, ignoré el asunto.
Retrocedí levemente ante el aroma a alcohol, ya era conocedora de las terribles consecuencias que causaba en mí, tomar más de la cuenta. Y era un gusto que prefería mantener en privado, en donde ningún ojo curioso podría juzgarme. Recordé amargamente, como este vergonzante hecho solía agradarle a mi difunto compañero.
No conocía mucho sobre el resto de personas con las que me había topado y unido fuerzas para defender la aldea, pero de lo que si estaba enterada, era que había sido también el nezumi quien los había convocado probablemente con la misma promesa de cumplir con un destino.
La libertad con la que se dirigía el Nezumi hacia mi me tomó por sorpresa, no estaba acostumbrada a cortar con formalismos, ni de que se dirijan a mí con tanta irrespetuosidad. No obstante, traté de atesorar su honestidad.
– Te tomas demasiadas atribuciones Nezumi - respondí de manera seca mientras oía la respuesta que le daba al Khan. Parecían conocerse ya por un tiempo que se resumía en un año. Para mi, sin embargo eran perfectos extraños. La idea de permanecer por más tiempo y ayudar a una aldea que pertenecía a otro Daimyo me pareció una transgresión. Pero rápidamente mi mente se agitó al ver a los niños y ancianos desemparados, con la explosión de la guerra civil nadie les prestaría atención y ante su humana fragilidad pronto morirían de alguna enfermedad pulmonar si no era de inanición. ¿Qué es salvar una vida en un genocidio si luego los abandono a su suerte Si me hubiera sentido un poco más cómodo hubiera suspirado, tenía cierta responsabilidad por las vidas que había salvado. Las siguientes palabras del Nezumi volvieron a sorprenderme, mientras que primero se dirigía a mi con demasiada confianza luego se corregía dándome la deferencia que merecía.
Observé al tal Ito, me miraba a los ojos y se dirigía hacia mí con la misma falta de tacto que el Nezumi. Mantuve mi mirada ante él, como quien ve a una mosca zumbar molestamente, pero de la cual se necesita para mantener el balance de las cosas.
- Ve a buscar a todos los sobrevivientes de la aldea - indiqué con sobriedad al hombre que respondía la nombre de Ito- Usaremos la casa para revisar la condición física de los aldeanos - llamé a uno de los aldeanos con un ademán del brazo, cuando se acercó me dirigí a él- Fíjate si encuentras a un doctor o alguien que sepa algo de medicina y traelo a la cabaña - busqué con la mirada a mi criado, pero no lo encontré, vi a mi caballo a lo lejos relinchando y acercándose hacia donde me encontraba.
- Vidente Kyuzo - volví a dirigirme a la rata- Responde a las preguntas del hombre -exhorté en referencia a las preguntas del Khan- puesto que las mismas dudas me asolan. -me quede mirándolo expectante, antes de levantar el cuerpo de un pequeño niño del suelo y alzarlo en brazos.
El pueblo quedaba en ruinas. Acto común en las épocas que estábamos viviendo. Los habitantes no tenían la culpa de la guerra que se estaba desatando en todo el Japon. Con el Nodachi llenao de sangre y un cuerpo decapitado en el suelo debido a mis actos depredadores, el miedo inundo a los soldados que me rodeaban. Corriendo despavoridos, los gritos y llantos llenaban el lugar.
Mis compañeros no se quedaban atrás, unos más sutiles que otros pero de algo estábamos seguros. Mis combates eran mas brutales y letales que los suyos, quizas mucha Rabia corria en mis venas al contener mi fuerza. Mi manera de pelear contrastaba con los entrenados Shen que me acompañaban. Proyecciones, tomas y patadas eran artes que yo no había podido entrenar. La vida y mis instintos habían sido mis mentores, por eso mi salvajismo.
Una vez todos mis adversarios huyeron despavoridos, los cuerpos de los caidos yacian en el suelo inundandolo con sus fluidos que de a poco iban siendo absorbidos por el mismo. Me acerque al Nezumi y al Khan que se encontraban conversando juntos. Limpie el Nodachi con las ropas de los muertos y lo guarde en su saia. Tuve que sortear varios cadáveres y gente quejándose, adolorida. No me importaron demasiado, por lo que los ignore.Junto a ellos tambien había una mujer desconocida, no tenia idea de quien seria.
- Cobardes… - Extendi mi mano a Kyuzo. – Yo te acompaño. – Tenia un sabor y un efecto que me agradaba esta bebida. Varios barcos que asaltaba en mis viajes llevaban consigo gran cantidad de este brebaje en sus bodegas. Era algo a lo que estaba acostumbrandome.
Bebi con gusto y asentí a la tarea que se me había asignado. Me di media vuelta y me diirigi a la mujer. – Y tu quien eres? - Como siempre, yo era un ser de pocas palabras. En el mar, los sonidos escacean y un buen cazador nunca delata su posicion.
Pregustas por aquí…
Preguntas por allá….
Las palabras de ambos cambiantes siempre querían llegar al mismo punto olvidándose del resto de personas que habían perdido sus familiares y pertenencias, negó con la cabeza en silencio mientras levanto la mirada hacia el Khan no sin antes pasar por la Hakken .
– Ito-kun , Tokugawa-Sempai pronto les diré lo que vi, lo prometo – Agrego nuevamente – pero es tiempo de dejar de pensar en nuestros intereses y ayudar, tendrás tus respuestas joven guerrero pero no en este momento – tras estas palabras el Nezumi comenzó a murmurar unas palabras en un lenguaje extraño en una especie de chillidos y balbuceos hasta que la pregunta del Samebito rompio la concentracion – Tranquilo, Kaito-san…- Dijo ante la prepotencia de sus palabras.
No me gusta la respuesta del Nezumi, algo que se evidencia cuando por puro instinto surge de mis labios torcidos un ronroneo similar a un gruñido. Sin embargo, no deseo discutir. Estoy rodeado de gente que me es extraña, y acabamos de combatir hasta el límite de nuestras fuerzas. Este pueblo sigue necesitando de nosotros, y mis ansias de conocimiento pueden esperar.
No lo harán eternamente, sin embargo.
Además, hay otras cosas que despiertan mi curiosidad. He visto a los soldados retirarse, pero deseo ver el estado de la tropa enemiga una vez se reagrupe. Alguien tiene que comprobar que realmente se alejen definitivamente de esta gente o si, por el contrario, su necedad les llevará a regresar una vez más. Se que puedo descubrir eso y mucho más desde la espesura del frondoso bosque y desde las alturas de las colinas, a través de mis ojos felinos.
Sin mediar palabra, me giro y comienzo a caminar en dirección a las colinas. Cuando me haya alejado lo suficiente del poblado, prescindiré de mis ropas y será el tigre quien siga el camino no trazado del espía.
La mujer me devuelve una mirada extraña mirada, ¿desidia quizás? Esas cosas no son relevantes. Puede mirar a quien quiera como mejor le parezca, son sus palabras las que me dejan intrigado. ¿Qué recoja a los heridos? Al parecer la señorita de porcelana no puede auxiliar a los heridos. Esta mas acostumbrada a ordenar eso se nota en su voz. Tal como los señores a los que servía antes de conocer la verdad. No pronuncie ninguna palabra más, tenía una tarea que me había encomendado kyuzo y pensaba realizarla.
Me di media vuelta y me fui caminando, ingrese en algunas viviendas reducidas a cenizas. Algo que aprendí en mis épocas de infiltración era que si bien el fuego es letal y consume todo. No es muy perfeccionista. Siempre deja cosas atrás y justo en este momento busco algo que es posible no haya caído a manos de las llamas.
Luego de recorrer unas cuatro viviendas la encuentro. Los humanos por algún motivo desprecian el contacto de la tierra y la hierba, por ello crean mucha clase de objetos para separarse de la misma. Desde suelos de madera, pasando por bosques de ladrillos. Hasta la más humilde pero igual efectiva estera. Una suerte de alfombra que en este momento me viene muy bien. En especial un larga como esta.
Me voy caminando identificando a los heridos. Extiendo la estera y los voy acomodando sobra ella. Luego tomo el otro extremo y comienzo a tirar de ella. De esta manera logro mover cuatro heridos por viaje en lugar de cargar en brazos a uno solo.
Los heridos se apilaban en la casa donde serían tratados o eso creía. Eran demasiados pero no podían quedarse en el campo. Así que pese a todo los traje hasta el lugar que designaron. Mientras Lo hacía escuche la voz de Kyuzo. La verdad saber la motivación para esta reunión era importante, en especial para calmar los ánimos de Mitzume.
Observé a quien respondía a nombre de Ito, caminar y deambular a hacer lo que habíamos acordado. Las palabras del Nezumi no me satisfacen pero tampoco me incitan a insistir. Empiezo a dedicarme a mis tareas cuando un aldeano con el rostro agachado, viene con un viejo tuerto que carga un paño mojado en las manos. Seguramente sería el hombre que se encargaría de verificar el estado de salud de los heridos, espero y veo la inclinación en el suelo y acepto la deferencia.
- Encárgate de los heridos y serás bien recompensado- ordeno mientras de manera inusual, entrego unas monedas al sujeto. Presto atención a otro de los hombres que había peleado con nosotros durante la noche. Su voz, su actitud y su modo de andar eran hoscos y faltos de tacto.
Cerré mis párpados, y extendí la mano hacia mi caballo que empezó a andar tras de mi. Le di la espalda a ambos. -"Tokugawa-Sama"-le indiqué haciendo hincapié en el sufijo con el cual debería reconocerme, aunque no se estilaba que hiciera semejante cosa. Hubiera bastado con ignorarlo por completo, más algo me obligó a extender mi paciencia, posiblemente la llamada del Nezumi- Cuida tus modales al dirigirte a mi- respondí con parsimonia, aún manteniendo al pequeño niño en mis brazos, lo deposité en el suelo del lugar en donde se estaba tratando a los heridos y le limpié el rostro con un paño húmedo.
Mi vasallo apareció liderando a algunos aldeanos en traer agua de un pozo cercano. Y se quedo mirando absorto la escena, pensando que quizás debería haber aparecido antes. Inclinó la cabeza y empezó a ayudar.
Tras los arreglos durante los dos días que permanecieron allí el Nezumi se mantuvo en un voto de silencio pese a las preguntas de todos y las sospechas del Khan, la Hakken era demasiado reservada en aquel honor de los Samurai que corría por sus venas, los mandatos de un Daimyo eran una palabra dura como la piedra y debían ser realizados con premura y dignidad. Pero también estaban los errantes que vagaban por el mundo buscando respuestas para todo, las imágenes aun resurgían como sombras en la mente del Nezumi una y otra vez hasta que hablo rompiendo su tratado – Hoy partiremos – fue lo único que dijo al dejar atrás la aldea, el camino se sumergió en las dudas y los gestos de sus manos denotaban que trataba de hilar ciertas imágenes.
Se detuvo en un lugar cercano a un campo de sakuras, habían llegado allí siguiéndole y este guiado por algún espíritu que quería ayudar – Esto no es coincidencia – dijo en palabras escuetas – hemos trabajado juntos, hemos logrado salvar esa aldea, hemos sido guiados todos por un poderosos espíritu que se alojo en nuestros cuerpos dándonos la posibilidad de reunirnos aquí – se rasco la barbilla mientras les miraba con una sonrisa – Agradezco todo de ustedes, hoy seremos uno solo –
Aquellas palabras golpearon el pecho de más de uno sacando dudas y creando otras en su lugar, el ondear de la brisa dejo que las sakuras dejasen caer sus pétalos mientras los mismos bailaban en torno a los presentes sentenciando aquella unión a la espera de las palabras de un tótem.
El Nezumi busco en sus pertenencias un cueco chico del tamaño de un puño en el cual vertió parte del contenido de la botella que llevaba atada al obi, tomo del aire algunos pétalos con una velocidad sorprendente machacándolos y depositándolos en el interior del cuenco. La mano del Nezumi agito el contenido un poco para luego verter en él un polvo de raíz seca.
-Beban, únanse en cuerpo y espíritu y observen lo que he visto con mis propios ojos –
Tras beberlo el efecto sedante pronto se esparciría por el cuerpo llevándoles a los brazos de Morfeo – Se que estas aquí y tu serás nuestro guía, ayúdame y revélate en nuestras mentes – Dicho esto el espejo se sento cerrando los ojos.
-.-.-
Mentes
Las imágenes de su mente como hilos de plata fueron encadenándose con los demás mostrándole lo que su mente había visto, uniéndoles lentamente…
Podían ver como una pequeña rata dejaba el nido sumergiéndose en el reino de los humanos escondido buscando las respuesta sy encontrando en su camino ciertos animales que representaban a cada uno de los presentes, pero esto no estaba solo había algo mas allá de todo la mujer de la máscara escondida entre las sombras y aquel sujeto difícil de encontrar; el sonido del fuego y los gritos podían encontrarse con cada paso que el grupo daba junto.
Pero que que llamo poderosamente la atención fue aquella serpiente de ocho cabezas que les miraba fijo….
-.-.-
Han sido días largos y cansados. Acostumbrado como empezaba a estar a disfrutar de mi libre albedrío, las ataduras que suponen mis nuevas obligaciones empiezan a pesarme. Durante estos dos días me he levantado temprano, instantes antes del amanecer, para recorrer velozmente campos y colinas, bosques y llanuras, y comprobar la situación del ejército en retirada. En efecto, siguen desplazándose lejos de nosotros, en retirada, lentamente. Cuando regreso a la aldea, aún hay mucho trabajo por hacer. No soy curandero, pero puedo trabajar, y eso es lo que necesita esta gente. Hay que conseguir leña para calentarles con fuego, y traer agua desde la orilla hasta las chozas. Solo con esas dos tareas, más alguna cacería ocasional para introducir algo de carne en su maltrecha dieta, se pasa el día casi al completo. Y aún me fuerzo a hacer otra excursión para comprobar que las tropas no han cambiado de idea durante el día, y que siguen alejándose.
Y así ha sido mi dura rutina… hasta hoy.
Habla-espíritus suelta una frase lapidaria. Hoy partiremos. No puedo sino mirar alrededor, pensando en si estos aldeanos se las apañarán sin nosotros. Reconozco que les he cogido cariño, después de todo. Pero sí, la aldea está lo bastante recompuesta como para permitirles volar solos. Tienen un largo trabajo por delante, pero podrán hacerlo.
Pero sus siguientes palabras me desconciertan. Habla de un espíritu que está en nosotros, y de ser todos uno. ¿Es eso lo que yo creo? El otro día se negó a explicar sus palabras, aquello de forjar un pacto. Recuerdo alguna de las lecciones de mi infame sensei Garras-de-fuego.
Sentai
El Nezumi crea un brebaje y nos lo ofrece, prometiendo respuestas. La curiosidad hace que me adelante y me sitúe frente a él, de rodillas, agradeciendo la bebida. Bebo, y el sabor es amargo y desagradable, aunque deja un regusto apetitoso en el paladar. Mis ojos se nublan y unas palabras de oración se distorsionan en mis oídos y mi mente somnolienta.
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Abro los ojos pesadamente. Recuerdos difuminados se agolpan en mi mente, que está embotada como en la mañana después de haber bebido demasiado sake. Imágenes inconexas se supone que debieran mostrar verdades ocultas, pero yo no he visto más que eso, imágenes sin sentido. He visto animales que puedo situar. Un tigre, una rata, un lobo, un tiburón… un dragón observándonos. Nosotros, claro. Pero había también una extraña y enigmática mujer enmascarada, y un hombre de aspecto peligroso que ocultaba su rostro. Y serpientes atacando a una mujer. Y fuego, y gritos.
Pero se me prometieron respuestas, no preguntas…
¿Qué hemos visto, Kyuzo-san? –Digo mientras revuelvo mi pelo y me sacudo la cara con las manos para despejarme- No he entendido nada de nada.
Los días pasaban y la reconstrucción del pueblo con ellos. Helios y Selene intercambiaban posiciones mientras nosotros tratábamos de ayudar a estos humanos de la mejor manera que podíamos. O eso pensaba.
Era la última noche, partirían al amanecer. Aunque no sabían bien cual sería el nuevo camino. La extraña vision compartida por el nezumi solo logró levantar nuevas preguntas.
Pareciera como si la verdad, solo pudiera ser percibida por los capaces ojos de Kyuzo. Aunque este admitiera no entenderlo, seguro era alguna clase de acertijo.
Se prepararon para un largo viaje, reunieron comida y se abrigaron entre sus ropas. Una anciana les proporcionó un solo cuarto para que pudieran reposar.
Y tras ello, cada quien se recostó para descansar para aquella venidera larga travesía.