- Richard tiene razón -dijo la doctora haciendo una repentina y oportuna aparición -Podemos ir a California e ir infectando a los que nos encontremos de camino ¿Cómo debemos preparar la disolución, Deivid?
Deivid señaló la pantalla del ordenador que Grant había sido capaz de habilitar.
- Ese es el compuesto. Si lo despliegas verás los componentes y el proceso de elaboración completo.
Después de largas horas de palabrejas incomprensibles, procesos químicos y otras tonterías, la doctora Güeiss se presentó con una docena de inyecciones.
- Os las debéis inyectar para poder contagiar a los zombis con mayor facilidad.
La doctora fue la primera en clavarse la aguja en el brazo.
- ¡Vamos, es divertido! -les invitó ella sonriente.
Ea! Rolead como os ponéis las inyecciones :)
Ángela se acercó a la doctora y, después de mantener una pequeña charla que más bien consistió en un interrogatorio a cerca del proceso de esterilización de aquellas jeringuillas, aceptó a regañadientes inyectarse la vacuna. Al fin y al cabo, tan malo no podía ser si gracias a aquello habían vuelto a la vida consciente de ser humano.
Miró a su alrededor y no paró de buscar hasta encontrar algodón, alcohol y tiritas; casualmente, estas últimas tenían dibujitos de Bob Esponja. Cuando estuvo preparada, llamó a Deivid y se apartó del resto del grupo. No le hacía ninguna gracia que el chiquillo paseara por ahí mordiendo zombis, y por supuesto intentaría evitar que lo hiciera por todos los medios.
- Pequeño – le dijo mientras le levantaba la camiseta y le dejaba el brazo izquierdo al descubierto – a lo mejor te duele un poco, pero ez necesario.
Empapó un trozo de algodón con alcohol y se lo restregó por el brazo. El hecho de poner una vacuna no le producía ninguna molestia. Había practicado durante años con una naranja. Un brazo no podía ser muy diferente, excepto por el color. Bueno, y por el grosor de la piel, cosa de la que se dio cuenta por la cara de dolor que puso el niño cuando le pinchó con la aguja.
- Pequeño, ¿sabes ezcupir? – le dijo terminando el trabajo y colocándole una tirita de Bob Esponja – cuando salgamos ahí fuera, tendrás que enseñarme para poder atacar a esos zombis – le sonrió y le bajó la camiseta – ya estás listo.
Acto seguido, realizó la misma operación con su brazo; fue un poco más incómodo y sobre todo doloroso, pero se sintió orgullosa de su trabajo. Se puso la tirita, hizo desaparecer las jeringuillas usadas y se dirigió a sus compañeros.
- Si alguien necesita ayuda con sus chutez, no tiene más que decírmelo. Tengo tiritas de Bob Ezponja.
-Nunca me gustaron las agujas- empezó Grant al ver como se repartian inyecciones como si fueran caramelo y la cara de dolor de Deivid no le ayudo a concentrarse. No podia quedar como un cobarde, asi que se levanto la manga de su remera mostrando un brazo blanco, delgado y en el cual parecia que jamas habia pasado esfuerzo alguno-. ¡Miren! ¡Alguien me ha mordido el hombro!- curiosamente todos parecian ya saber que tenia un enorme mordisco en su brazo, en ese momento alguien se acercó a él con una jeringa-. ¿Para que es ez...?- en ese momento le inyectaron la extraña sustancia sin previo aviso (en realidad le habian avisado unas cinco veces, pero Grant olvidaba que estaba por hacer)-. ¿Por que hiciste eso?
Estaba a punto de irse de alli, pero rapidamente volvio a olvidar todo, solo se preguntaba porque le dolia el brazo, porque todos se estaban inyectando algo y porque tenia tantas ganas de tomar coca cola...
El compositor se quitó la guitarra que llevaba colgada, y se la pasó a la Jessy.
-Cuidame la guitarra, ¿quieres?
Después se arremangó la camisa, cogió la jeringa con aire fúnebre, y la clavó, inyectándose toda la dosis de golpe.
Después dejó caer la jeringa, y sus manos comenzaron a arquearse espasmódicamente, como si la disolución estuviera quemando las venas de sus manos, su visión se nubló y cayó redondo al suelo, pero de forma muy melódica. El golpe sonó como un do sostenido. Cuando se levantó, se miró las manos como si algo extraño acabase de pasar.
-Ah... pues no es para tanto... -se encogió de hombros, se bajó las mangas y recuperó la guitarra antes de que la Jessy hiciese algo horrible con ella.
Eh eh eh eh eh !! Yo no se ponerme esto...nunca he sabido donde me lo han tenido que poner, y paso de que sea en el culo. ¿Alguien me puede ayudar por favor? Puso toda la cara de inocente que pudo, lo cual con el denso maquillaje quedaba raro no, lo siguiente.
Le pasó la guitarra al loco vestido de traje con pajarita. ¿De donde había sacado la guitarra?
Tu no, gracias Dijo casi de golpe a Richard, solo faltaba que se la metiera en un ojo.
La cara de miedo de Fernanda lo decía todo. El gesto de dolor de Deivid, el mosqueo de Grant y los espasmos producidos al compositor no eran muy tranquilizantes. Aún así, la circense se acercó a pasos cortos y dudosos hasta la doctora para recoger su jeringa con la cura.
Posó su trasero en el suelo y cruzó las piernas como si fuera un indio. Descubrió un trozo de carne libre para pincharse en su pierna y preparó la aguja. Con ella apuntando a su pierna, comenzó a balancearse lentamente de delante hacia atrás, yendo cada vez más rápido y acercándose más con la aguja a cada balanceo. En uno de esos movimientos la aguja se pinchó en su pierna y un grito salió de su boca.
- ¡Mamaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! - seguidamente, se inyectó la cura.
Cuando hubo terminado, sacó la aguja de su pierna y la lanzó unos cuantos metros lejos de ella. Sus labios curvos y la mirada fija en la jeringuilla mostraban una completa resignación y rencor ante el asunto. Tras un minuto sin decir nada, dejó de sentir dolor en la pierna y se levantó como si tal cosa.
- Que fuerte, en el circo pensaron que nunca llegaría a ser nadie, y mirarme ahora, soy médico especialista en la cura del virus zombie. - sonrió abiertamente - Tendré que dibujarme un diploma para mi despacho... - dijo murmullando e integrándose en el resto del grupo.
Ángela se dio por aludida cuando La Jessy pidió ayuda con la inyección. Dudaba mucho de la higiene de la chica y tenía que reconocer que le daba cierta aprensión acercarse a ella, pero se autoconvenció a sí misma de estar lo suficientemente protegida con los guantes y la mascarilla.
- Ven aquí Jezzy - le dijo haciéndole un gesto con la mano. Cogió otra jeringuilla y un gran trozo de algodón empapado en alcohol. Muy empapado en alcohol. Le ordenó que se remangara y dejara el brazo al descubierto. Se entretuvo un buen rato aplicando el algodón por la piel; de hecho, aprovechó y le limpió medio brazo. Pinchó en la blanda carne y sonrió ligeramente, susurrando divertida - duele, ¿verdad?
Cuando hubo terminado, se dirigió con presteza hacia la jeringuilla que Fernanda había lanzado y la recogió con delicadeza para deshacerse de ella de forma segura, refunfuñando en voz alta
- ¿Acazo no sabéis que esto pincha? No podéis ir dejándolo por ahí tirado, hay niños en la zala!
- ¡Un momento! -exclamó la doctora extrañada señalando la pantalla del ordenador -¿Qué es esto, Deivid? Este componente no forma parte del compuesto.
La doctora miró inquisitivamente al niño, que se agarró las manos tras la espalda y bajó la mirada azorado con ojitos de perrito abandonado.
- Bueno... fue idea de mi padre... él decía que los zombis son torpes y estúpidos. Son lentos y débiles ¿por qué entonces matan a la gente? ¡Por que son más agresivos! Si unos persiguen y otros escapan, el que escapa siempre sale perdiendo. Por eso ideó una fórmula para inhibir el miedo y potenciar la agresividad. Digamos que durante las próximas diez horas... seremos diez veces más agresivos con los zombis que ellos.
El muchacho sonrió. Y cuando lo hizo, no sabían si fruto del propio compuesto que se acababan de inyectar o por el engaño que el muchacho había perpetrado, sintieron unas ganas terribles de acabar con él.
Bueno, chicos, cerraré esta escena. Podéis poner un último post comentando vuestras reacciones a las palabras del chaval. Luego abriré la última escena de la partida en la que espero que os esmeréis... digo... desmadréis :D
La Jessy aun se frotaba donde Angela le había puesto la inyección. Esa maldita loca le había quitado el moreno a base de frotar, !que no era sucio, que era moreno del oscuro!
No, doler no, ha escozio de lo lindo Le contestó ya de cierto mal humor.
Cuando el niño confesó lo que había hecho entrecerró los ojos y a punto estuvo de quitarse los tacones para darle con ellos en el culo. Pero niño, nos has convertido en agresivos psicopetos de esos!! Mira que como mate a alguien por tu culpa de descuello el pezcuezo eh! Más que hablar le había ladrado.
Le pareció escuchar por el otro lado al padre zombie a lo lejos, girando la cabeza hacía el
Así los educáis, pa´ke hagan estas cosas, la culpa de todo esto la tiene el juego de cientifico der Alcampo pa niños pequeños! Que ciencia ni que leches!!
Fernanda seguía en su mundo, intentando calmar el escozor de la inyección. No es que le hubiera dolido mucho el mismo pinchazo, pero podía sentir como el líquido se repartía poco a poco pro su cuerpo, algo así como un quemazón cosquilleante.
Se puso en pie y se acercó hasta donde el grupo se reunía frente a Deivid. Desde el principio, Fernanda había visto en Deivid alguien con el que jugar y con el que divertirse. Veía al chico como un igual a ella, pues en el circo siempre estaba rodeada de los niños y niñas que acudían a ver el espectáculo. Tenían las mismas inquietudes que tenía ella. Muchos padres pensaban que era una fachada para atraer la atención de los niños, pero nada más lejos de la realidad, Fernanda se comportaba tal y como era en la vida real.
La pregunta de la doctora y la respuesta de Deivid hicieron que la circense torciera la cabeza y abriera mucho los ojos.
-Me cachis en la barbie y el ken - dijo acercándose al niño - Jopetas es que eso no se hace - apuntó al niño con su dedo índice, aquel que no conseguía mantener recto y que se movía como si de goma se tratara - ¡No me vuelvas a hacer eso niño, que te arranco la piel de los dedos y te retuerzo los pezones hasta separarlos de tu cuerpo!.
Los ojos de la circense parecían centellear de ira. Las manos de Fernanda subieron rápidamente hasta su boca para taparla, el gesto de su cara era de un claro asombro.
Grant estaba mirando el techo con suma atencion, pues increiblemente una araña grande como un puño parecia mirarle desde las alturas. ¿Acaso nadie limpiaba en ese lugar? ¿Y por qué le dolia el brazo? ¿Por qué sentia esas ganas locas de romper cosas? ¿Por qué sentia que podia partir una cabeza con solo sus pequeños y casi sin nudillos puños?
-Deberiamos conseguir un bate y meternos en una cristaleria- dijo con su rostro mas perverso... lo cual no daba mucho miedo, pero en Grant era un gran cambio-. O podriamos ir a un bar y armar una pelea, partir sillas en las cabezas y usar las botellas de cerveza como en las peliculas- siempre quiso hacer eso (¿Quien no?)-. Pero antes... buscaré a mi suegra y la mataré...- empezó a caminar, hacia un lugar que definitivamente no era la salida, pero eso no detendria al siempre perdido asiatico, menos ahora que estaba drogado y euforico.
El famoso compositor, Richard María von Souflé, sintió un ávido rencor recorriéndole las venas con un ritmo enloquecedor, empujados por el redoble de una batería de black methal. En un gesto desafiante, desafiante, incluso atávico, Richard María se desabrochó el botón de la chaqueta del esmoquin. Posiblemente el gesto más transgresor que había realizado en su vida.
-Vayamos a darles una lección. O como decíamos en el Conservatorio: se ha acabado el tiempo de las corcheas. Ahora es el momento de las semicorcheas. ¿Hacia donde queda California?
Cuándo Ángela escuchó la voz de la Doctora indicando algo sobre un componente extraño, se dirigió hacia ella tensando todo su cuerpo. Miró a Deivid interrogativa, mientras los poros de su piel comenzaban a sudar. El hecho de que algo "extraño" se hubiera introducido en su sangre no ayudaba en nada a mantener su equilibrio mental. Cuando el chico terminó su explicación, Ángela ya estaba en plena crisis de pánico. Se acercó a él, temblorosa y sudorosa, y de forma abrupta le sacudió por los hombros:
- ¿Pero tú sabes lo que has hecho, Deivid? ¿estás loco?
Clavó su mirada en el pequeño y de pronto se dio cuenta de que estaba agarrándole con más fuerza de lo habitual. Le soltó rápidamente, mirándose las manos, sintiendo los latidos de su corazón cada vez con mayor fuerza, el sudor corriendo por su frente y el temblor de cada centímetro de su cuerpo. Todo indicaba que estaba sufriendo un ataque de ansiedad, excepto por el sentimiento de odio infinito que comenzaba a albergar dentro de sí.
- Joder! - exclamó con miedo, acercándose hacia una de las paredes de la sala - como si no fuera suficiente saber que en algún momento he sido un zombi, ahora encima voy a tener que comérmelos! Esto tiene que zer una puta broma...- miró muy seria a Deivid - jovencito, tú y yo tendremos una pequeña charla cuando todo esto acabe y no tenga ganas de arrancarte la cabeza.
Pero, en cierto modo, tenía una morbosa curiosidad por descubrir si realmente el efecto de la droga era tan fuerte como para inhibir su trastorno. Después de todo, quizá aquello podía significar la cura de todos sus males.