Los dos aventureros vieron como el resto de la compañía descendía por el camino y luego, alumbrados por la antorcha de Rob, se internaron en la caverna. Seguro que aquello no les llevaría demasiado tiempo. En un tris tras estarían de vuelta.
El túnel descendió durante unos veinte metros. El olor se intensificaba con el descenso y, en determinado momento, se hizo casi insoportable. Coincidió con la apertura a una caverna de un tamaño bastante amplio en la que vieron todo tipo de pertrechos. Había una olla enorme de metal oxidado en el centro, en la que fácilmente podrían caber varias personas, sobre un montón de leña dispuesta para ser encendida. Alrededor de la misma había varios montones de paja, que sin duda hacían de camastros para los ogros. Cinco para ser exactos.
De la caverna salían dos túneles aparte del que los había traído hasta allí. Uno parecía ascender hacia el otro lado de la montaña, de forma bastante vertical, y el otro iba hacia la derecha de los aventureros, aparentemente al mismo nivel.
Garlukan y Rob miraron a su alrededor: no había ningún ogro a la vista ni un sitio donde se pudieran esconder.
Rob arrugaba la nariz según avanzaban por la caverna, mirando de reojo hacia Garlukan de vez en cuando. O más bien hacia la axila de Garlukan, hasta que se conveció de que no era la falta de higiene del bárbaro lo que olía de ese modo. Observó la cámara con la olla durante un momento, hasta que finalmente sonrió. Un lugar así seguro que escondía cosas interesantes.
- ¡Mira Garlukan! - dijo señalando el oxidado caldero. - ¡Una cuchara de ese tamaño seguro que te sirve de cachiporra! - Por algún motivo siempre había imaginado que una maza sería mejor arma para el bárbaro que ese espadón. Tal vez por esas imágenes de trogloditas que había visto un día en un libro que leía un viejo historiador de una biblioteca. Instintivamente comprobó en su zurrón si tenía alguna copia de ese ejemplar, pero luego recordó que se lo había dejado al dueño de una tienda cambiándoselo por su equipo de escalada, convencido de que al energúmeno del tendero le vendría bien aprender a leer.
En seguida el mediano empezó a moverse de aquí para allá, con pasos los pasos rápidos y eficientes de quien está acostumbrado a moverse por lugares amplios buscando cosas de interés. - ¿Te has fijado en que hay cinco camas? - preguntaba mientras iba de un lado a otro. - ¿Crees que también habrá cinco ogros como los de ahí fuera? Con un poco de suerte están de mejor humor que esos brutos.
Motivo: Discernir la realidad
Tirada: 2d6
Resultado: 10(+1)=11
¡Yuju! Tres preguntas útiles:
- ¿Qué hay aquí que sea útil o valioso para mí?
- ¿Qué debería estar buscando?
- ¿Qué hay aquí que no es lo que parece?
Garlukan desenfundó su descomunal espada a dos manos para tenerla presta para el combate en caso de hallar algún otro ogro o enemigo que pudiera hallarse dentro de la caverna.
- Jum... - dijo llevándose la mano pensativo a la barbilla. - Probable más ogros, pero poder estar ahí fuera, aquí no detectar. - expresó el bárbaro galisio. - Pero no temás, diminuto, si ogros haber yo partir por la mitad jajajajajaja. - dijo con mucha vanidad a pesar de seguir herido por el último combate, algo de lo que no se quejó ni buscó sanación. Orgullo ante todo.
Rob rebuscaba por la sala con la curiosidad típica de los de su profesión. ¿Había allí algo que no fuera lo que pareciese? No. Los ogros eran brutos y fuertes pero carecían de imaginación. Todo lo que había allí era... lo que allí había. Sin engaños. Pero claro ¿habría algo valioso o útil? El mediano empezaba a pensar que no cuando encontró un montículo en una esquina de la caverna. ¡Una mochila de aventurero raída! La abrió para ver si había algo de interés en su interior y descubrió las pertenencias de alguien que probablemente no había tenido tanta suerte como ellos. Una daga con fila de plata, un saco con 20 coronas de oro, un dado de hueso de doce caras y una nota lacrada cuyo sello permanecía intacto[1]. Contento con su descubrimiento Rob pensó si se habría pasado algo por alto. Era evidente: había cinco sitios para dormir pero ellos sólo se habían encargado de dos ogros. Quizás sería bueno saber donde estaban los otros tres antes de que los pillasen por sorpresa.
[1] Quien rompa el lacre debería leer la carta en alta y decirnos a todos lo que pone. No, yo no lo sé, a ese aventurero no lo he matado yo, debe haberse colado desde otra partida, así que el lector podrá contar la historia que mejor le parezca. Así son las cosas en Zork a veces.
Garlukan observó a la expectativa al mediano que había encontrado la raída mochila, sabía que aquella carta contenía información de interés, sin embargo él no sabía leer ni consideraba que eso fuera realmente útil.
- Diminuto, ¿que contiene esa nota? - dijo refiriéndose a Rob.
Rob recogió la mochila del aventurero y le echó un vistazo rápidamente. Con cuidado, sacó el sobre mientras observa la daga de plata. Pero mientras lo mira, Garlukan interrumpe sus pensamientos con su vozarrón.
- ¡Eh! ¡No soy diminuto! Soy un mediano. ME-DIA-NO. ¡Lo dice el propio nombre de mi raza, cabezahueca! Diminutas son las hadas del bosque o las pulgas de tu cabeza, pero no mi gente.
Negando con la cabeza con indignación, cogió la daga con cuidado y levantó el lacre de la carta sin romper el sello, aunque a simple vista parecía un sencillo escudo de armas. Hay demasiadas maldiciones y conjuros que pueden cebarse con el incauto que rompa un sello alegremente, ¡incluso dicen que el fin del mundo se desatará si se rompen los suficientes sellos! Es como si los magos y clérigos tuvieran preferencia por cosass de esas, así que consideró mejor no arriesgarse.
- A ver... ¿Seguro que quieres que lo lea en alto? ¿Y si es una invocación a un demonio come-bárbaros? - preguntó con la mejor de sus sonrisas. Pero el gesto de Garlukan le dejó muy claro que era mejor no seguir forzando, así que carraspeó antes de ponerse a leer.
- "Querida Amanda, ¡La he encontrado! ¡La daga de Thora! Con ella al fin podrás convencer a la suma sacerdotisa de que tu diosa está a favor de nuestro matrimonio. El hombre que la robó se la vendió a un tratante de armas, que estaba convencido de que era una daga mágica tocada por los dioses. En cierto modo no se equivoca, pues es una parte importante de los rituales de tu diosa, pero me costó convencerle de que es un objeto bastante inútil como arma..." ¡Claro! - exclamó Rob levantando la cabeza. - ¡A quién se le ocurre pensar que una hoja de plata puede servir para enfrentarse a algo que no sea un licántropo! Si roza una armadura se mellará o romperá sin ninguna duda. Seguro que ese tratante era un elfo.
Negando con la cabeza, continuó leyendo.
- "...pero al fin lo conseguí. Ahora al fin podremos casarnos. ¡Incluso he encontrado el regalo perfecto para nuestra boda! Te daré una pista: ¿recuerdas de ese anciano que decía que los dioses no jugaban a los dados? ¡Se equivocaba!" punto y aparte - aclaró Rob mirando a Garlukan, aunque dudaba que el bárbaro entendiese la sutileza de los signos de puntuación. - "Enviaré esta carta al templo lo antes posible. Tengo tantas ganas de verte que cogeré un atajo a través del Paso de los Ogros. Con todo mi amor", bla, bla, bla, "Maurice". ¿Maurice? ¿Quién demonios se llama Maurice? - terminó negando con la cabeza.
Rob levantó la cabeza y miró a Garlukan mientras guardaba la carta, olvidado ya su enfado por el tono despectivo del bárbaro al hablar con él.
- Vaya, Garlukan. Así que hemos encontrado una daga de plata que usan en rituales de la diosa Thora, un dado de hueso que no tenemos ni idea de para qué sirve y una bolsa con... - contó rápidamente - dieciséis monedas de oro. ¡Además de un sobre con un sello de lacre! - Volvió a meter casi todo en la mochila y se la echó al hombro. - Entonces, ¿qué quieres hacer? Seguramente haya tres ogros por aquí cerca, pero están esos dos pasadizos de los que aún no sabemos nada... - señaló con una sonrisa, mirando al suelo a ver si encontraba algo más.
Buuu! Venga, Chemo, mira que te estiras poco. No me has contestado qué debería estar buscando (por ejemplo, las huellas de los ogros que señalen una dirección) ni qué hay que no sea lo que parece, porque me dices precisamente lo que ya es evidente y he optado por ignorar de momento.
Pongo en cursiva la lectura literal del texto. Si no te convence así, cámbialo a tu gusto.
Cuando Rob dejó de leer ambos escucharon un silbido procedente del túnel de la derecha. Era un silbido molesto, desafinado, que recitaba una melodía mecánica y fea. Pero quien silbase (probablemente alguien grande, gordo, albino y feo) parecía especialmente encantado con esa tonalidad.
Entonces se un otra voz gutural que interrumpió al silbido:
- Calla tu aire por boca. ¿Escuchas voces?
Oh, oh... parecía que se avecinaban problemas. De dos en dos...
Mi fama de 'director rata' es merecida ¿o qué te creías? :D De todos modos lo que te digo es lo que hay. Las preguntas me obligan a ser sincero pero no a darte una información adicional que no considere disponible. No hay nada que no sea lo que parece y lo que deberías estar buscando es, efectivamente, los tres ogros desaparecidos. Pero nada hay en mi cláusula como director que me obligue a darte un rastro claro de búsqueda.
¿Cambiar el texto? ¡Ni una coma! Ahí sí que mi contrato exige que una vez os doy opción de tocar la historia yo debo amoldarme a ella. Y me gusta lo que he leído. Hay cosas cociéndose ya en la trastienda.
Ahora viene una decisión que dejo en vuestras manos mis queridos aventureros... Es evidente que por el túnel de la derecha vienen dos ogros. La decisión es: ¿cuanto riesgo queréis a cambio de las recompensas?
Podemos optar por:
Antes de que la codicia os nuble la visión os pongo las condiciones del trato:
Oh, dioses, me encanta este juego.
Garlukan escuchó con atención el relato del mediano en aquella carta del desafortunado aventurero que debió acabar en manos de aquella pandilla de ogros.
- ¿Una daga dices? - preguntó sorprendido, como si esperará algo más interesante. - Poco útil- se limitó a contestar el corpulento guerrero galisio quien pronto advirtió la presencia de más de aquellos poderosos habitantes que habían dado nombre a aquel paso.
- Será mejor salida ya. - añadió desenvainando su gran espada a dos manos que hacía casi cinco veces el tamaño del mediano. - no puedo asegurar que tu, insignificante, no servir de comida a ogros. - dijo refiriéndose a Rob.
Mil perdones por el retraso, ya puedo postear con normalidad.
Por cierto me ha gustado mucho la carta... muy imaginativa.
Opto por salir y no arriesgarnos, más que nada porque estoy herido y no sabemos cual es la situación de los otros dos. Pero si te animas nos quedamos Rob XD
Al escuchar que Garlukan consideraba la daga poco útil, Rob se encogió de hombros y la sacó de la mochila para colocarla en su propio cinto. Aún no había decidido qué hacer con ella, pero si alguna vez se acercaba por un templo de Thora igual les hacía el favor de devolvérsela. Si se acordaba de que la llevaba encima y no la había cambiado por el camino, claro.
Al escuchar las voces de los ogros, Rob cogió su arco y se colocó detrás del enorme caldero. Para su sorpresa, en vez de cargar contra el túnel, el bárbaro desenvainó la espada y sugirió alejarse. - ¿Yo? - preguntó frunciendo el ceño. - Conmigo a penas tendrían para un aperitivo. ¡Seguro que lo que te da miedo es que te coman a ti! Mira ese caldero, es para alguien de tu tamaño...
Algo alicaído por la falta de espíritu aventurero de su nuevo compañero, dejó caer los brazos a los lados del cuerpo y le siguió hasta la salida, mirando de vez en cuando hacia atrás, casi esperando que apareciesen los ogros para hacer su vida un poco más divertida. Entrar y salir de una cueva habiendo cogido sólo una mochila carecía de emoción para el joven Rob, que se había pasado toda su vida haciendo eso mismo tanto en la aldea como en la cuidad.
¡Pero la opción era riesgo bajo o alto! ¡No largarnos directamente! Recompensa normal y esas cosas... Si se tuerce todo, podemos escapar como sugería Chemo (ha prometido que no sería difícil). En tu caso, podrías hacer un repliegue táctico enanil, Rob se puede permitir correr como un conejillo asustado, que no tiene tanto ego.
Rob salió de detrás de la olla para dirigirse al túnel por el que retrocedía el bárbaro. Y fue justo a tiempo porque en ese momento dos ogros se asomaron por el túnel de la derecha.
- ¡INTRUSOS!- gritó uno de los brutos recalcando lo evidente - ¡MATAR! ¡MATAR!
Las enormes mazas con pinchos ya estaban desenfundadas. El ogro gritón dio un par de zancadas para estrellar la suya en el lugar donde unos momentos antes estaba la sombra de Rob.
- ¡CHUPACAAABRAAAAS! ¡BAAAAAJA! - gritó el otro ogro hacia el túnel del fondo mientras volteaba la maza sobre su cabeza - ¡COMIDA EN CASA!
¡Que jaleo! Aquellos grandullones se habían tomado bastante mal la intromisión de los aventureros en su hogar. ¿Qué modales eran aquellos para tratar a unos invitados?
@Rob: como sugería Chemo (ha prometido que no sería difícil)
Eh, eh... cuidado con la interpretación de mis palabras que te puede costar la vida:
@Chemo: El riesgo bajo es bajo. Tampoco os mentiré. Huir es bastante sencillo y podréis salir indemnes si decidís hacerlo.
El riesgo es bajo porque podéis huir. Si os enfrentáis a los ogros es mayor porque os pueden coser a porrazos (y hacen mucho daño). Cuando os dí la opción de riesgo alto fue porque os cortaría la retirada, apareciendo otro ogro por detrás de Garukan, con lo que tendríais que batiros contra tres ogros sin remedio.
Rob está alcanzando el umbral del túnel por donde vinisteis y Garlukan ya está en él. Podéis salir corriendo con poca dignidad pero manteniendo ventaja sobre vuestros hambrientos anfitriones.
El bárbaro ya había cruzado el umbral de aquella apestosa cueva de ogros cuando se dio cuenta que el mediano se había rezagado. Sin estar convencido sobre las intenciones de huir de Rob, Garlukan maldijo en nombre de todos los dioses conocidos y por conocer y se retrasó hasta esperar al mediano.
Una vez a su altura lo cogió con sus fuertes manos del torso y se lo echó al hombro como si de una muñeca de trapo se tratara y arrancó a correr para huir de la cueva. Sabía que si algo le pasaba a aquella endeble y pequeña criatura, la paladin jamás se lo perdonaría.
Una pregunta.... la idea sería ver si al salir de la cueva hay algún elemento natural que pueda utilizar para ralentizar el avance de los ogros. Por ejemplo, algúna roca inestable en la nieve de la zona superior que con un poco de fuerza pueda hacer caer sobre la entrada.
El mediano había visto aparecer a los ogros y miraba aún dubitativo el pasillo que había detrás de ellos cuando de repente se vió alzado por los aires. Se volvió dispuesto a disparar con su arco a un tercer ogro que le había pillado desprevenido cuando vio que era Garlukan quien le sujetaba.
- ¡Eh! ¿Qué haces, bruto? ¡Bájame! - Revolviéndose ágilmente, se soltó de la presa del bárbaro. - Si querías escapar corriendo como una niña sólo tenías que decírmelo... - le espetó con acritud. ¡Qué se había creído! Cogerle como si fuera un muñeco. Afortunadamente para él, todo pasó demasiado rápido como para que tuviera tiempo para meter la mano en su jubón. Si no se iba a enterar el grandullón de a quién puede coger en volandas.
- ¡De la que os habéis librado! - le dijo a los dos ogros mientras salía de la cueva. - Me llevo a Garlukan el Mataogros para que os deje en paz. ¡Dadme las gracias, porque su ira es temible! - Corrió junto al bárbaro y sonrió. - ¡No te preocupes! Te guardaré el secreto y yo me encargo de proteger tu reputación... - Después de todo, parecía que era algo que a los humanos les importaba bastante, aunque luego les diera por salir corriendo y dejar pasar tesoros y aventuras. Rob creía que nunca iba a llegar a entender del todo a esta gente alta.
Garlukan y Rob alcanzaron la entrada dejando las bravatas del mediano resonando por el túnel. Al llegar a la entrada el bárbaro examinó rápidamente el área en busca de algo que les permitiera bloquear, aunque fuera temporalmente, a sus perseguidores. ¡Y lo encontró! Vio unas raíces que sostenían precariamente unas rocas, así que dejando en el suelo un momento su compañero se colgó de ellas con todo su peso.
Aquello fue pan comido. Entre la fuerza bruta del bárbaro y su propio peso la raíz se quebró tirando con ella una pequeña avalancha de rocas que tapó la entrada. ¡Habían encerrado a los ogros! Claro que era posible que tuvieran otro sitio por donde salir de la cueva, así que lo mejor no sería desde luego quedarse a celebrarlo.
Motivo: Tirar de las raíces
Tirada: 2d6
Dificultad: 7+
Resultado: 9(+2)=11 (Exito)
Hago yo la tirada por agilizar, espero que no os importe.
¿Doy por hecho que bajáis a junto vuestras compañeras o...?
- ¡Qué desperdicio! - exclamó Rob pensando en todos los tesoros que podría haber encontrado en esa cueva. - Pero si tú puedes derrumbar esas rocas, no creo que ellos tarden mucho en despejar la salida. Lo siento grandullón, pero ellos son aún más altos y fuertes que tú - le dijo a Garlukan. - Y más o menos igual de tontos - añadió mientras se escabullía hacia abajo dando saltitos, lejos del alcance del bárbaro.
- ¡Venga! ¿No querrás quedarte en esta montaña hasta que venga el quinto ogro? Seguro que Valeria y Nora nos están echando de menos. Por cierto, ¿quieres un bocadillo? - preguntó buscando algo en su mochila mientras descendía la montaña silbando. Tenía ganas de ver a Luna para comprobar que estaba bien y subirse en su espalda. Después de todo, había desafiado a uno de esos ogros para ayudarla.
Si, vamos bajando, a ver si el grandullón se cura un poco, que si no me va a dejar sin diversión. ;P
Los dos aventureros descendieron por el camino. Tras una hora de bajada llegaron al valle y siguieron la pista del carro entre el barro. No fue demasiado complicado encontrar el campamento donde Hernan parecía estar a punto de servir la comida, un guiso que olía estupendamente. De entre la maleza llegaba en ese momento también Nora, que al parecer se había adentrado por el bosque durante un rato.
Pasamos a la escena 'Descenso al valle'