En una zona fronteriza dominada por las luchas continuas, un antiguo mal contenido durante 800 años está a punto de desatarse. Misterio, terror y oscuridad se mezclan en una aventura de fantasía medieval.
Dabacht es un reino fronterizo donde la vida es tan dura como sus pocos habitantes. Tras incontable años de continuas guerras, Delhter Brelan El Conquistador, consiguió unificar las tierras salvajes desde el Valle Nevado hasta el Lago Dorado, desde los bosques de Nirven hasta la Costa de los Acantilados y las Montañas de Asfir. Fue una época de prosperidad y desarrollo nunca antes conocida... y nunca después repetida. A su muerte, sus cuatro descendientes se enfrentaron como perros salvajes por su legado y dividieron el reino. Mharas, el más joven de ellos murió asesinado, mientras que sus otros tres hermanos se repartieron la carnaza. La nobleza y la burguesía de la capital apoyaban a Sean, el hijo mayor y, según se cuenta, el de carácter más calmo y reflexivo. Sus otros dos hermanos Banes y Tresalis, apoyados por los duques y terratenientes más ambiciosos y déspotas marcharon, uno hacia el noreste, a la zona del Lago Dorado, y el otro hacia el noroeste, a la gran llanura, y establecieron allí sus respectivos reinos. Durante los años siguientes la situación fue difícil, aunque no se llegó a enfrentamientos de importancia. Poco a poco, los nobles se fueron haciendo cada vez más poderosos, recibiendo tierras y vasallos a cambio del apoyo de su milicia a uno u otro rey. A la muerte de Sean, Nordien, su hijo, mantuvo el reino de Brelan unido y en paz, pero no ocurrió igual con los dos reinos del norte. Banes murió sin descendencia y su reino, literalmente desapareció, se convirtió en un grupo de ducados. A la muerte de Tresalis, su hijo Miris se mantuvo en el trono, pero fue poco menos que una marioneta en manos de la burguesía y los mercaderes. Todo aquello forma parte ahora de la leyenda, pues seis generaciones han pasado desde entonces. Las disputas y los enfrentamientos han continuado tan imperturbables como el paso de las estaciones. Pero nada de eso parece importar ya... en el corazón de las montañas algo está despertando y va a hacer estremecerse a la propia tierra.
Se trata de una partida principalmente narrativa, con un conjunto de reglas muy simple que permite centrarse en la interpretación y la historia. Ambientada en un mundo de fantasía medieval. Se prefieren jugadores que den preferencia a la interpretación.
Durante los próximos días iré publicando información acerca del mundo, razas, creencias, religiones, etc.. así como del reino de Dabacht y la aventura.
Escena previa al inicio de la partida donde iremos dando vida a los personajes y comentando cualquier duda referente a los mismos.
Utilizaré esta escena para ir informando sobre la ambientación de la partida y las reglas que se utilizarán durante la misma.
El Mesón Fronterizo es una antigua construcción de piedra gris y madera oscura, situado muy cerca de las aldeas de Conira y Nausvid, a unas 10 leguas al oeste de Umrad, que data de la época de esplendor de Delhter Brelan, contando pues con más de 200 años de historia. Durante este tiempo ha sido restaurada, reformada y ampliada en numerosas ocasiones, presentando actualmente un aspecto de solemne antigüedad, aunque magníficamente conservado. Su nombre es también herencia de aquella época, pues hoy no se ubica en frontera alguna. Es uno de los llamados Mesones Reales, los cuales pertenecen a la corona y son gestionados por sirvientes del rey, que reciben para ello un permiso escrito vitalicio. Fueron creados durante la expansión del reino y utilizados como sitios de descanso para los destacamentos del rey. Cuentan con grandes establos donde, actualmente, los correos reales realizan el cambio de monturas de refresco.
Se encuentra situado en el centro de un pequeño valle y es paso obligado del Camino Real que une Dahlion y Umrad. Rodeando el Mesón hay un bosquecillo de pinos viejos y un pequeño riachuelo cruza entre los edificios que forman el conjunto del Mesón, junto a las caballerizas.
El Mesón Fronterizo consta de un edificio principal de tres plantas, dos de las cuales están dedicadas a habitaciones, pudiendo albergar al menos a sesenta personas. La planta inferior está dedicada a la recepción, cocinas, almacén, salón de festejos y comedores. Los criados y sirvientes disponen de un edificio anexo en el que se encuentran sus habitaciones. Además del principal existen otros dos edificios de habitaciones más, construidos posteriormente a éste, a poca distancia del mismo. Entre los tres pueden albergar a más de ciento treinta personas cómodamente.
Se encuentra regentado por la familia Bhamir, leales sirvientes de la corona que, en agradecimiento por sus servicios, les otorgó la gestión del Mesón hace ya varias generaciones. Actualmente Marius Bhamir es el cabeza de familia y responsable máximo del Mesón Fronterizo. Se trata de un hombre afable y bonachón, amigo de todos cuantos se han detenido aquí alguna vez en su vida. Ya cumplió los sesenta años y regenta la enorme posada con la ayuda de sus cuatro hijos varones y sus tres hijas, puesto que su mujer falleció hace ya varios años. Además de la familia Bhamir, en el Mesón trabajan siempre, al menos, otros diez siervos del rey.
Dhalion es la capital del Reino de Dabacht, una hermosa ciudad ubicada en un enclave importante, un meandro del río Sánibe, donde este se ensancha bastante formando una especie de pequeña laguna de tranquilas aguas, con una colina desde la que se divisa gran parte del valle, situada tan sólo a poco más de cien metros del río. Sobre dicha colina se encuentra el Castillo de Dhalion, una majestuosa construcción en piedra oscura que es el estandarte y orgullo de la familia real. Desde él y descendiendo hasta el valle se ha ido formando la ciudad, con barrios cayendo en dirección al río. Hoy en día la urbe ha crecido hasta abrazar ambas orillas y parece tragar dentro de sí a la corriente de agua procedente de las montañas. Una gran muralla rodea la misma y los embarcaderos, situados en la zona baja del río, que es navegable desde su desembocadura hasta este punto.
El día amaneció gris, nublado, triste. El propio cielo quería mostrar su desagrado tras una noche aciaga. Un viento frío azota los rostros, en el ambiente ser respira un frescor turbador del que el día anterior no había dado muestra alguna. Y en el horizonte, en los Montes perdidos, como un cruel recordatorio aquella montaña continuaba escupiendo fuego.
Dos asesinatos, dos compañeros muertos. El día comenzaba sin duda con Malos Augurios.