Me giré hacia el médico con la misma cara de curiosidad que el resto. Él me había asegurado antes que no pasaba nada y yo no encontré motivos para no creerle, pero ciertamente su rostro ahora denotaba malestar.
—Que yo sepa no ha ocurrido nada en el cementerio, salvo que este antes hablo durante un instante con tu amiguito —le digo a Elena señalando a Pietro.
Escuché a Martín. No tenía nada que perder ya, al menos comparado con lo que me podría pasar por necia. Miré a Elena y le dije:
-Realmente yo quisiera hablar contigo a solas, Elena.
Los demás estaban allí así que me disculpé diciendo.
-Es que tengo que consultarle algo. Espero no se molesten, pero es asuntos que le competen a ella sola. Algo que me pidió ese hombre que habéis visto que le consulte.
Dije, y era buena mentirosa, así que esperaba de verdad salir con éxito de este embrollo.
- ¿ Amiguito? Emmmm aún dejémoslo en conocido, cuando cante, depende de lo que diga igual lo cambio a amiguitos... - Respondí sin dar mayor importancia a que Pietro hubiera hablado con él.
Quizás si que debí darle más importancia, pues fue el que las dijera, para que el muchacho quisiera hablar conmigo.
- ¿ Qué juegos se traen entre manos? - Era desconfiada por naturaleza y la más mínima cosa anormal siempre me ponía alerta aunque intentara no desconfiar de los míos.
Sentí a sus palabras, alejándome un poco del grupo, lo suficiente para que no pudieran escucharnos y esperé a que dijera lo que tenía que decir, aunque con la cara que traía...
—Muy bien padre. Que paséis un buen día... —Es todo lo que puedo decir tras la respuesta del hombre. Después, me inclino para hacer una reverencia, y acto seguido, abandono el lugar.
Tengo mucho en qué pensar. Ahora sólo tengo que averiguar porque la mujer era tan malvada, y que ocurre en el lago. Sólo una pregunta que ronda mi mente— ¿Cuál será mi próximo paso para resolver este entuerto?
Mientras pienso, salgo de la iglesia para volver a reunirme con el grupo. Tal vez los que se han quedado fuera hayan averiguado más cosas que yo.
Miré a Elena y le hice señas de que me siga. Caminé hacia atrás de la Iglesia, buscando un lugar en el que estuviéramos a resguardo de ojos curiosos. Entonces, haciendo acopio de valor, le dije:
-Elena, necesito tu ayuda porque si no me ayudas es muy seguro que me vayan a lastimar.
Cuando lo dije no usé mi voz de Pietro, sino la de Constanza, mi voz natural.
-Como verás no soy un muchacho y puedes entregarme si te parece una aberración el que cumpla sus tareas. Pero... si no me entregas, quisiera que me ayudaras esta noche...
Mi corazón volvió a bombear con fuerza.
-El sobrino ese que te saludó sabe mi secreto y me quiere hacer pagar el precio. No sé pelear, puedo defenderme pero la curación es mi arma, es mi vida... Yo nací para hacer ésto y arriesgo todo cada día para cumplirlo. Así que... en este momento, eres mi única esperanza.
Listo
Al escuchar las palabras del " muchacho ", que ya no era un muchacho, le miré de arriba abajo y estuve a punto de echarme a reir a carcajadas, pero al ver lo preocupada que estaba no lo hice.
- Siempre me habías parecido un hombre demasiado...rarito. - Podía decirle poca cosa, amanerado o demás, pero en el fondo me dio pena lo que la estaba pasando y asentí al resto de sus palabras.
- ¿ Qué te ha pedido? - Quería saber cuál habían sido las palabras del " sobrino " para así tener todas las cartas en mi mano, aunque después de que lo tuviera a solas, igual lo que se quedaba en mi mano eran sus pelotas.
Largué todo el aire que estaba conteniendo cuando Elena no me delató sino que se apiadó de mí. Entonces me preguntó sobre lo que aquel chico me había pedido. Le dije:
-Dijo que vuelva esta noche aquí, a la Iglesia, a menos que quisiera que se sepa mi secreto.
Recordé también lo que dijo cuando se alejaba y me vio junto a Rodrigo y los otros.
-También cuando se iba, me dijo que no estaba pensando bien de él, que no se refería a lo que yo creía. Pero la verdad es que creo que se asustó porque me vio con vosotros. Yo tengo que volver esta noche y... si me acompañas... Te deberé la vida por seguro, pero no tengo a quién más pedirle. Tú sabes que quizás me mataran si se supiera esto, porque bueno... este mundo es así.
Era así, machista hasta la médula y por eso confié en que ella me comprendiese.
No sabía qué era lo que había estado tramando aquel muchacho, pero desde luego que alguien tenía que proteger a aquella muchacha y como estaba claro que me había tocado a mí... A fin de cuentas me pagaban por proteger a alguien por lo que venía a ser el mismo trabajo.
- Esta noche he quedado con él para cenar. Así que si tienes que reunirte con él igual no se presenta porque le han partido una pierna sin querer. - Sonreí de forma bastante malvada, pero no pude evitarlo. - ¿ Te ha dicho alguna hora? - Quería saberlo para ver si me podía reunir con ella entre la cena con él y la hora en la que hubiera quedado, pensando que podría haber alguien más implicado y si así era podrían delatarla.
- No... -contesté, pensando en cuando me lo dijo.
-No, sólo me dijo que mejor venía esta noche aquí. Y eso, que sabía mi secreto. No me dijo hora pero pienso venir cuando caiga el sol, supongo que eso quiso decir.
Me rasqué la cabeza, me daba mala espina, incluso ¿qué tal si era una trampa tan grande que hasta Elena podría ser lastimada?
-No confío en que ellos jueguen limpio, no creo que sea solo el sobrino del párroco el que me espere. No sé... pero yo solo quisiera que te escondieras y si algo pasa... me ayudes.
Luego aclaré:
-Pero si son muchos si esto es peor de lo que imagino, no te arriesgues. Eres fuerte y todo pero estas gentes me dan repeluz.
Iñigo se aleja de la casa del parroco para ver que en el cementerio no hay nadie esperando excepto el pequeño hombrecillo que estaba con el sobrino del parroco ayudando a meter cadaveres en su último lecho, al ver al noble se agacha e indica:- Mi señor, vuestros hombres están esperandoos en la escalera de la iglesia, han salido hace tan solo un momento...- Por lo que decide mirar en las escaleras de la iglesia que fue donde dejo a Elena y Rodrigo. En ellas están todo el grupo aunque con Pietro y Elena separados del resto hablando a solas.
Ya hastiados de esperar veis al Don Iñigo llegando desde el cementerio, parece que la charla con el parroco ha terminado, quizás ya podais marcharos de este siniestro lugar por lo menos de momento. Todos pareceis tener vuestros propios problemas en esta villa, que parece ser hostil a cualquiera que sea extranjero, pues sabe guardar demasiado bien sus secretos...
Podía resultar incluso algo temeraria, yo misma lo reconocía, pero no pensaba dejar que un idiota fuera por ahí como si fuera alguien y encima, tener que esconderme... No pude evitar fruncir el ceño con aquel plan.
- Has de esperar a que termine mi cena ¿ vale? Luego iré a buscarte y vendré contigo... - aunque lo siguiente que iba a decir no me gustaba demasiado... - y si lo deseas me ocultaré...
Puse cara de que sólo por hacer que me escondiera me iba a deber una muy gorda, pues a mí, que ocultara un par de tetas debajo de las ropas me la traía sin cuidado y lógicamente, no pensaba decir nada a ese respecto pues no era asunto mío.
Esperé su respuesta mientras por el rabillo del ojo observaba algo de movimiento y giré unos instantes la cabeza para observar como Íñigo al fin hacía acto de presencia.
- Un poco más y empiezo a creer que lo han enterrado a él también. - También tuve pensamientos agradables hacia el párroco claro. - Maldito cura de mierda y toda su estirpe de sobrinos, cabrones!
-De acuerdo, de acuerdo eso haré -dije, realmente aliviada. Estiré mi mano e hice una leve reverencia pequeña, solo para que Elena la viera, era una señal de respeto.
-Eres una mujer valiente y te adeudo mi vida o mi virtud, o ambas -para mí era muy importante todo eso -muchas gracias, señora.
Usé esa palabra con categoría, como cuando reconoces que alguien es más valioso que tú. Luego ví que el Hidalgo había vuelto.
-Bueno, mejor volvemos con el resto.
Aclaré y volví despacio hacia el grupo. Al menos no me sentía tan desamparada ahora.
Asentí cuando me dijo que esperaría a que yo llegara aunque cuando siguió hablando puse una cara un poco rara, pues me sobraba todo eso que había sonado a enorme halago, no estaba acostumbrada a esas cosas y me incomodaban bastante.
- Con el gracias llega. - Dije sonriendo al fin y haciéndolo ya más de una vez en un día lo que prácticamente venía a ser todo un logro en mi variedad de espresiones habituales.
- Las palabras bonitas guárdalas para el noble, que a todos les gusta que les digan cosas así para sentirse más realizados.. - La cara que puse fue una de esas de quien se está metiendo con su jefe y tras encogerme de hombros, incluso llevando mi enorme hacha a la espalda, comencé a caminar tras ella hacia donde estaba el resto de la gente.
Roderigo mira la llegada del noble, cuando este llega junto de ellos parece no decir nada, así que Roderigo decida preguntar para romper el silencio:
-¿Y bien Don Iígo, que tal ha ido la charla con el párroco?
Saludo con la mano a los hombres del párroco que aún permanecen en el cementerio, para reunirme después con el grupo, que se me ha adelantado y ya ha salido del lugar.
Cuando llego, me encuentro que Rodrigo me pregunta que qué tal me ha ido, a lo que le respondo— No tan bien como me habría gustado, pero menos es nada. Aún así, este no es momento ni lugar —termino de modo tajante, para que no haya más preguntas de momento.
—Creo que es el momento de ir hacia el palacio. Allí hablaremos de todo lo averiguado hasta el momento... —Digo al grupo. No quiero tratar esta clase de asuntos en la calle, donde las esquinas tienen oídos. Aunque claro, allí tampoco estoy seguro de que podamos hablar a sin ser escuchados.
Mucho curro el fin de semana y eso, sorry por la espera.
Todos parecían haberse quedado mudos al ver al noble y me hizo un poco de gracia, pues era como ver a un rebaño de ovejas que seguían a una de camino al palacio otra vez.
Tampoco era que yo colaborara mucho en las conversaciones, aunque aquella tarde ya hubiera hablado más que lo que lo había hecho durante muchos días, pero ellos normalmente siempre tenían algo que decir.
- Espero que esta situación aún no les haya terminado de sacar de sus casillas...
Eché una ojeada a Pietro, esperando que estuviera mejor y luego me encaminé tranquilamente hacia palacio, pensando en decir ya lo de que me ausentaría a la hora de la cena, pero casi que esperaba a ver qué había pasado ahí dentro.
Entre el master " sugiriendo " lo que se puede decir y los que no postean si no tienen algo que decir... xD Esto es de traca! xD
No puedo evitar desilusionarme al escuchar al noble decir que no ha ido todo lo bien que podría. Tengo la completa sensación de que estamos caminando en círculos sobre la superficie de este enigma y que difícilmente hallaremos respuestas por mucho que intentemos. Lo peor para mí es que con cada rato que pasa más pierdo la esperanza de encontrar a mis padres vivos.
—Pienso que es lo más sensato, mi señor —contesto con tono algo más sombrío de lo que desearía.
Con tantas cosas en la cabeza el hambre había pasado a un segundo lugar, pero ahora que caminaba hacía el palacio con el espíritu vencido mi tripa rugía con viveza. Era evidente que no iba a ser una comida alegre, pero necesitaba recuperar fuerzas y bien que me entraría el alimento si dejaba mis penas para un poco más tarde.
Bueno, que no se diga que no posteo ;)
Estaba aliviada con la ayuda de Elena. No tenía tanto miedo, pero cuando nos preguntaron de algo que contar, por supuesto no diría nada. Mis secretos eran vitales, si se sabían perdería todo. Tenía que seguir callada, y en vigilancia. No había problema en eso, todo sea por ser un sanador (sanadora) de todo el que me necesitase.
A mandato del noble y de vuestras tripas que piden comer algo para seguir en pie, desandais vuestros pasos dirigiendoos hacía la casa condal. El medio dia esta a la vista y con él, los pocos campesinos que habían salido a sus casas vuelven para comer y descansar para volver a trabajar hasta que el sol se ponga. Vuestro paseo solamente es interrumpido por alguna de las patrullas de los hombres armados del conde por el pueblo, los cuales saludan lo más amablemente que pueden a Don Iñigo y miran con curiosidad lasciva a Elena, aunque no por mucho tiempo, las noticias vuelan en un sitio tan pequeño. LLegais sin contratiempos a la gran mansión, la mayoría de hombres han desaparecido en los barracones y solos los guardias de las puertas os reciben, abriendolas inmediatamente, cuando las cierran dejais atrás el pueblo envenenado por la plaga, pero no podeis dejar de tener la sensación de que estas puertas no están para protegeros, sino para manteneros dentro...
Fin del capítulo