Partida Rol por web

Había conseguido divisar el agua que determina el inicio de aquella segunda etapa de la carrera. Estaba muy segura de que podría llegar a conseguirlo, pero... ¿Y Giulio? ¿Dónde estaba el spaghetti? Volví la vista atrás, tratando de divisarlo. ¿Habría tropezado y se habría caído como aquel joven? No lo sabía y, en esos instantes, el peso de superar aquellas pruebas había quedado sobre mis hombros

-Qué flojo eres, Giulio... -murmuré, poniendo los ojos en blanco, sin detener mi marcha.

Una vez que me zambullí en el río, pude percibir que la corriente era demasiado intensa, por lo que comencé a agitar los brazos, realizando brazadas todo lo grandes que podía. Muchos de los competidores ya se encontraban exhaustos e incluso llegaban a ser arrastrados por la corriente, aunque me mantuve firme, centrada únicamente en tratar de continuar y poder clasificarme para la segunda prueba que Jason había mencionado.

"Dame fuerzas, spaghetti. Lo lograré por los dos" pensé para mis adentros, mientras continuaba dando brazadas.

Dándolo todo por la victoria, hiciste alarde de tu condición física para superar la corriente que estaba acabando con la mayoría de los competidores. Parecía increíble como un simple río podía ejercer de “filtro” ante aquella carrera de la cual ya solo un puñado de valerosos guerreros se sentía capacitado para tomar el rumbo adecuado.

Finalmente, tras casi sentir que podías errar en cualquier momento, tocaste tierra con los brazos. Necesitaste descansar un par de minutos, de lo contrario sería inhumano seguir. Ahora mismo no ibas liderando el grupo puesto que un segundo concursante llevaba el liderazgo ¿podrías alcanzarle? Quizás si no hubieses descansado habrías sido capaz ¿pero de qué servía continuar si casi no teníais fuerzas para ello?

Emprendiste la carrera en vista de continuar con la última etapa: la escalada al templo de Zeus.

Cogiste tierra para manchar las manos de polvo y así secarlas tanto del agua del río como del sudor y decidisteis empezar la escalada. Había bastante altura, casi 200 metros.

Agarraste la fría roca y empezaste la escalada. Después de haber estado tanto tiempo corriendo y después nadando, que la última parte fuese una escalada era casi una pesadilla.

Cada metro que avanzabas era un suplicio, una odisea, pero tenías que seguir allí. Según tus cálculos seguías siendo de las cinco primeras con lo cual con seguir aguantando sería suficiente.

Una vez alcanzados los cien primeros metros te diste cuenta que la victoria estaba al alcance de tu mano; apretaste los dientes y seguiste avanzando ahora con más velocidad, motivada por la visión de la cumbre.

Entonces ocurrió algo que te llamó la atención: viste como vuestro máximo rival se había detenido, ¿le habría pasado algo? ¿Por qué se detenía a escasos metros para alcanzar la cima?

Seguiste avanzando hasta que alcanzaste su altura ya que estaba escalando por tu mismo tramo, y lo que pasó después fue fruto de la naturaleza humana...

De manera miserable, aquel que iba en cabeza comenzó a desprender y arrojar rocas contra ti, aquello no te permitió tener tiempo para reaccionar ¿era así como pretendía ganar?¿de aquella manera tan sucia y rastrera?

El impacto de éstas te hizo perder el agarre y caer.

Solo con un milagro podrías aferrarte de nuevo a la roca para continuar la escalada y no perder todo lo que habías hecho...

Apenas podía creerlo. Había llegado demasiado lejos en aquella competición, no me quedaba mucho para llegar al templo de Zeus y coronarme como ganadora. Sin embargo, el individuo que iba en cabeza no me lo permitiría. No es que el hombre poseyera unas capacidades físicas superiores a las mías, sino que estaba dispuesto a hacer trampas e incluso matarme con tal de vencer.

Mi adversario comenzó a arrojar rocas en mi dirección, y estas me hicieron perder agarre de inmediato, precipitándome al vacío. Haciendo un acopio de todas mis fuerzas, intenté aferrarme a un saliente, pero sólo dos de mis dedos consiguieron agarrarse y comencé a caer. Divisé un segundo saliente, una roca de cierto tamaño y me agarré a ella, pero la roca no tardó en desprenderse y continué cayendo. Desesperada, traté de agarrarme con las uñas, pero no hubo manera.

Entre gritos de desesperación e impotencia, caí al vacío, incapaz de creer que hubiera sido eliminada por un contrincante poco deportivo cuando estaba tan cerca de la meta.

-¡Maldito seaaaas! -vociferé, mientras continuaba cayendo, sabiendo que me tocaba regresar prematuramente a la sede de Imperus.

Y así fue como te precipitaste al vacío, casi 150 metros de caída libre que podrían haber sido tu muerte de no ser por un suceso que no podías preveer.

Una mano amiga te agarró con fuerza, para tu sorpresa, el mismo chico al que ayudaste durante la primera etapa de la prueba te había salvado de una muerte segura. Él estaba agarrado en un punto seguro de la montaña y eso le permitió tener la estabilidad suficiente para agarrarte sin caer también al vacío.

  - Volvemos a vernos amiga – sonrió mientras te ayudaba a reincorporarte.
- He visto desde abajo lo que ha sucedido, créeme que habrá llegado su final en la prueba – dicho aquello te devolvió la misma palmada en la espalda que le diste a él y siguió trepando. No solo te había salvado la vida, sino que había permitido que continuases en la competición.

Lo que más te extrañó fue el comprobar cómo aun habiendo sufrido una torcedura de tobillo, aquel chico era capaz de continuar superando las pruebas ¿era alguna especie de semidios griego? Porque aquello se salía de toda lógica humana...

Y así fue, como contra todo pronóstico, fuiste capaz de seguir adelante escalando por aquella montaña que fue testigo tanto de lo mejor como de lo peor de las personas.

Los últimos 50 metros fueron arduos, y más sabiendo que a pesar de todos tus esfuerzos no llegaste a ser la primera ¿pero qué más daba? En el fondo habías conseguido alcanzar la cima siendo una de las cinco primeras que era lo realmente importante.

Junto al templo de Zeus se encontraba Jason, el cual sonriente empezaba a estrechar su mano a todos los que habían llegado hasta la cima con éxito, haciendo especial honor a aquellos que lo lograron en primer lugar.

De pronto, ese momento de celebración se tiñó de violencia cuando empezaron a sonar gritos:

- ¡¡¡Axos es un tramposo!!! – gritaron algunos.

- ¡Deshonra esta prueba, intentó tirar a los compañeros al vacío! – aclararon otros.

Parecía que más de una persona presenció el acto de vileza que habían cometido contra ti, y aquello no pasó desapercibido para el maestro de ceremonias.

 - Axos, en base a la violación de las reglas de esta competición y con el juicio de la atenta mirada de  los dioses, quedas descalificado de por vida de los juegos olímpicos... para llegar a lo más alto  hay que saber ver a los demás desde lo más bajo... estos no son los valores que intentamos  transmitir aquí – y finalmente señaló el camino de regreso a casa, el cual siguió el infame griego que “condecorado” con abucheos abandonó la competición.

 Después de aquel suceso todo regresó a la normalidad.

- Campeones de Grecia, ahora estamos aquellos que merecen participar en la 2ª y última parte de esta competición. La cornucopia de oro está más que lista para ser recibida por sus posibles ganadores. Arrodillaos ante ella puesto que es un regalo del mismísimo Dionisio, y escuchad atentamente en qué consistirá la prueba final. -

No me lo podía creer. Justo cuando pensaba que iba a fracasar en mi misión en Grecia y regresar a la sede de Imperus, aquel joven me había salvado la vida, agarrándome justo a tiempo y evitando que pudiera caer al vacío. Lo observé, sorprendida, con el corazón palpitante y sobre todo agradecía por su acción.

Juntos, habíamos continuado escalando hacia el templo de Zeus. Me sorprendía la capacidad de aguante de aquel muchacho, quien aparentemente se había torcido el tobillo pero más tarde había podido reincorporarse a la competición. Casi parecía que poseyera habilidades sobrehumanas.

No iba a ganar ni a llegar la primera, aunque eso ya poco importaba. Lo importante es que era una de las cinco finalistas. Lamentaba que Giulio no hubiera podido llegar hasta el templo de Zeus, hubiera sido divertido poder oír alguno de sus piropos o ingeniosas frases.

Una vez en el templo de Zeus, Jason descalificó a Axos, el tramposo que había intentado acabar con mi vida, y nos indicó a todos los campeones que nos arrodillásemos frente a la Cornucopia de Oro. Asentí en silencio a las palabras de Jason y decidió postrarme de rodillas frente a la cornucopia, mostrando mis respetos a los dioses, que nos habían sido propicios al concedernos la victoria en la competición.

Aún quedaba la prueba final. ¿En qué consistiría?

Ahora, dentro del templo de Zeus, Jason os reunió a los finalistas en una sala iluminada por una única antorcha, haciendo que la escenografía fuese más lúgubre de lo necesario.

Tan solo quedabais cinco, os mirasteis cara a cara con satisfacción y orgullo pero a la vez con algo de nerviosismo por pensar que la última prueba pueda suponer un desafío demasiado complicado o quién sabe si peligroso.

- Ante todo felicitaros por haber llegado hasta aquí – esputó Jason rompiendo el silencio de la sala.

- La segunda y última prueba no será sencilla, puesto que tiene como objetivo superar la mayor de las creaciones de Dédalo. Justo bajo este templo, oculto en la montaña que acabáis de escalar... se encuentra una recreación del laberinto del minotauro escondido en Creta. Muchos habéis oído los rumores sobre dicho laberinto y la criatura que mora en él... cabe decir que todas las historias son ciertas y que para conmemorar tan magnífica obra de la arquitectura, tendréis que competir para alcanzar el centro del laberinto y adquirir el pañuelo que os distinguirá como campeón de estas olimpiadas – dicho aquello los allí presentes comenzaron a murmurar, algunos sorprendidos por la prueba, otros con temor de que el minotauro exista realmente. Solo uno de ellos se lo tomaba a risa y no parecía sentirse amenazado.

- Ahora escuchad atentamente, en el momento que crucéis esta puerta – señala una gigantesca puerta de madera que se encuentra al final de las escaleras que descienden en el interior del templo – se encuentra la entrada al laberinto. Una vez dentro solo podréis salir una vez se haya completado la prueba ¿lo entendéis, verdad? Solo podrá ganar uno y tan solo os deseo la mejor de las fortunas -

Dicho aquello los hombres empezaron a bajar las escaleras y se prepararon. En breves segundos comenzaría la prueba y eso implicaría analizar cómo afrontar este desafío... ¡La suerte estaba echada!

Finalmente entraste en el laberinto, para tu sorpresa estaba todo exageradamente limpio y pulido, como si fuese una construcción reciente. En las paredes y en el suelo había mosaicos que representaban la figura del toro, pero también la de otras criaturas de la mitología griega como Hidra, las gorgonas o incluso Pegaso.

Como era de esperar, aquel laberinto no era lineal, sino que disponía ya de inicio con distintos caminos a elegir. Los participantes sin pensárselo dos veces se dividieron con idea de encontrar el centro del laberinto, ahora tan solo quedaba pensar cuál iba a ser la estrategia a seguir...

Únicamente quedábamos cinco finalistas y sólo uno de nosotros se alzaría con la victoria en aquellos Juegos Olímpicos. No parecía que fuera en absoluto sencilla, y en ella debíamos tratar de llegar hasta el centro del Laberinto de Dédalo, en el que, según contaba el mito, en el pasado había morado en él una criatura llamada Minotauro, un hombre con cabeza y rabo de toro. Ahora nuestro deber era encontrar un pañuelo que se encontraba en el centro del laberinto.

Una vez que la prueba dio comienzo, procedí a entrar en el laberinto. Me asombró comprobar que la construcción parecía ser bastante reciente. ¿Se trataría de la verdadera construcción de Dédalo o sería, por el contrario, una reconstruir mucho más reciente? Las paredes y el suelo se encontraban cubiertos de representaciones de la historia del Minotauro, pero también las de otros monstruos de la mitología griega.

Había entrado al laberinto desarmada y no tenía forma alguna de marcar mi recorrido, por lo que decidí tratar de buscar un patrón en las paredes para tratar de orientarme en el interior del laberinto.

-Ahora mismo desearía tener aquí a Giulio... -comenté, chasqueando la lengua, segura de que terminaría perdiéndome en la inmensidad del laberinto.

Tras varios minutos en el laberinto, creíste que avanzabas hasta el centro con éxito, sin embargo te diste cuenta con pavor como había distintos motivos en la decoración que se estaban repitiendo. Al principio no quisiste darle importancia ya que consideraste que simplemente se repetía la decoración pero cuando llegaste a la conclusión de que llevabas casi una hora dando vueltas entendiste que quizás la mejor opción ahora era buscar otra estrategia a seguir.

No había logrado establecer ningún patrón claro para poder encontrar un camino hacia el centro del laberinto, aunque podía ver cómo la decoración se repetía en algunos puntos.

Sin embargo, me costaba demasiado pensar en ese posible patrón a seguir y, antes de que pudiera darme cuenta, ya había pasado alrededor de una hora. No podía permitirme perder más tiempo, o no lograría llegar hasta el centro del laberinto. Por ello, supe que debía buscar otra estrategia, más drástica, pese a que esta no me agradara.

Busqué con la mirada a otro de los cuatro finalistas y traté de seguirle. Si aquel adversario lograba llegar al centro del laberinto, me encargaría de quitarle el pañuelo a la fuerza.

Habías perdido por completo la noción del tiempo. A pesar de que intentaste seguir varias estrategias diferentes ninguna de ellas te dio resultado. Notabas como tu moral estaba por los suelos después del gran esfuerzo físico que habías tenido que demostrar en la primera prueba. Ahora, lo único que podías hacer era seguir adelante, escuchando tu entorno, buscando nuevas alternativas para llegar al centro de un laberinto que en esos momentos parecía imposible de resolver.

Fue entonces cuando escuchaste un sonido. Alertada subiste la guardia y fuiste a inspeccionar ¿se trataría de otro de tus rivales? Pero te sorprendió encontrar otra cosa: una pequeña piedra.

Cuando te percataste de que aquel ruido había sido una distracción ya fue demasiado tarde, te giraste tan solo para comprobar horrorizada a un hombre que casi llegaba a los dos metros de altura, adornado con una máscara de toro.

Lo siguiente que notaste después fueron las intensas nauseas que indicaban que tu paso por la Grecia Clásica habían llegado a su final...