Habéis regresado a la sala principal.
Salir por la puerta de metal
-Ya no hay más objetos aquí... -comenté, un tanto desanimada.
Que hubiéramos completado tan sólo uno de los cuatro desafíos que Imperus nos había planteado resultaba un tanto decepcionante. Habíamos trabajado como agentes de Imperus, suponiendo que seríamos de utilidad, y lo cierto es que únicamente habíamos completado el desafío del Japón Feudal.
-Vamos, Giulio, salgamos -le dije a mi compañero, con el ánimo un tanto apagado-. Conozco una cafetería a la vuelta de la esquina donde sirven buenos menús, ¡y de lo más baratos!
No le había dado tiempo a disfrutar de su vida pirata antes de volver a la habitación blanca de cuatro paredes y su traje embutido. Colocó las manos en las caderas mientras silbaba, sin saber muy bien qué les depararía ahora, ¿otra prueba? ¿El despido inminente?
Vamos, no hemos pifiado tanto.- Se colocó al lado de Rhona y pasó un brazo por sus hombros, un gesto de compañerismo ahora que llegaba el final de la aventura.- Estamos juntos en esto, no nos harán nada.- Esperaba que el ánimo de la mujer no decayera, aprovechando ese breve acercamiento para entablar lazos y ser su “hombro donde llorar” si llegara el caso. Pero el pícaro de playa que tenía en su interior quería salir, así que sin poder contenerse le dio una palmada en el trasero y echó a correr dirección a la puerta metálica.- ¡No me arrepiento de nada!