Partida Rol por web

El viaje duró... bueno, lo que durara, porque no teníais ni idea de si fueron horas o días, aunque por los rugidos de vuestros estómagos, bien podían haber sido varias semanas. La sala estaba completamente cerrada y no había forma de salir o conseguir nada. Además, ninguna de aquellas criaturas volvió a aparecer de nuevo.

En algún momento, la nave pareció detenerse, algo que todos sentisteis porque después de todo, llevabais toda la vida entre naves y sabíais distinguir los movimientos que llevaban a cabo, por minúsculos que fueran, y después de unos minutos, volvisteis a sentir aquel revoltijo en vuestras tripas que no sabíais qué demonios eran... y a aparecer en un lugar diferente.

Era una jodida selva.

no había ni rastro de vuestros rescatadores, pero lo que sí que había cerca de vosotros eran dos cosas: en primer lugar, varios cajones con armas: ametralladoras, cuchillos, pistolas, granadas y un abanico bastante surtido, que no os sonaba desconocido. 

Y en segundo lugar, el cuerpo momificado de una de aquellas malditas criaturas que os había estado acechando durante todo el tiempo, muerta, evidentemente, de pie delante de uno de los troncos, mientras parecía observaros fijamente.

Era algo que no entendíais.

Casi por sorpresa, un ruido dio paso a una mujer que apareció delante de vosotros.

-Vaya, veo que han llegado refuerzos. Será mejor que cojáis vuestras armas, novatos, y me sigáis si queréis vivir. Me llamo Ellen Ripley, esto es un campo de caza para unos amigos la mar de simpáticos y vosotros sois sus nuevas mascotas. Yo soy vuestra entrenadora. Y tranquilos, nadie vive demasiado por estos lugares. Solo yo... y alguno de vosotros, si de verdad tiene lo que hace falta.

Y sin decir más, desapareció entre la espesura de la vegetación.

Seguirla o no... ya dependía de vosotros.

Gabriella Barret creía que iba a morir haciendo lo que se suponía que sabía hacer, pero haciéndolo rematadamente mal. Todo lo que había aprendido en la escuela de pilotos, parecía haberlo olvidado por completo en el peor de los momentos. Podía ser que alguno de los golpetazos que se había llevado, le hubieran ocasionado algún tipo de disfunción cerebral o podía ser que simplemente estuviera aterrada por todo lo acontecido, que el estrés que sufría no le hubiera dejado pensar o actuar con claridad y que todo hubiera sido desde ese momento una cadena de desafortunados fallos catastróficos.

Pero no había muerto. Ni ella, ni ninguno de sus compañeros de misión. Ni siquiera Snow y los otros hombres y mujeres que habían ido recogiendo en la estación espacial. Una estación espacial que al igual que su querida Torrens, debían haber estallado en millones de pedazos producto del calor de la estrella que orbitaban y ahora no serían más que materia fundida. Lo mismo que debía haberles sucedido a ellos y que no les había pasado.

Despertar en aquella nave o lo que fuera, presa de otros seres horribles y bípedos que parecían ser sus carceleros fue de nuevo un episodio traumático en la vida de Gabriella. Por suerte, el agotamiento y seguramente los narcóticos con los que había sido drogada, evitaron que pudiera ser consciente al cien por cien de lo que estaba sucediendo. Eso mitigó la tortura psicológica por un tiempo  y hasta que recuperó finalmente la consciencia, que no del todo la cordura.

Pues apareció en una especie de selva ancestral y si de algo estaba segura, era de que aquello no era el planeta Tierra. Por suerte no estaba sola. Junto a ella se encontraban todos los supervivientes del desastre espacial que habían vivido, no sabía cuantos días o semanas antes. Allí estaban Jerico, Amanda, Jack, Amber y Snow, así como otras tres mujeres que habían rescatado, por llamarlo de alguna forma, de la estación espacial Sevastopol. 

Gabriella se sobresaltó mucho cuando vio a una de aquellas cosas frente a ellos. No dejó de gritar hasta que se aseveró de que se trataba de un alienígena momificado de alguna forma. Pero aún así no se fiaba de aquello. No dejó de mirar a aquella cosa por el rabillo del ojo. Ni siquiera cuando descubrieron que tenían armamento suficiente como para montar un pequeño ejército. Eso ayudaría a sobrevivir. O al menos eso esperaba ella. Porque era evidente que aquella selva era peligrosa.

Iba a decir algo cuando apareció una mujer. Se trataba de una guerrillera a tenor de su indumentaria y sobre todo el enorme arma que portaba colgando. Estaba algo sucia y despeinada y habló de forma rápida y contundente. Dijo algo que Gabriella no alcanzó a comprender. ¿Estaban en un campo de caza? ¿A quién tenían que cazar? Entonces lo entendió. Ellos eran las presas.

- Gabriella Barret. - Se presentó. - Puedes llamarme Gabby, pero nada de Gabrielle. - Aclaró. - Haré lo que sea necesario para sobrevivir. - Y dicho aquello se acercó a las cajas del armamento. Iba a necesitar equiparse bien para lo que tenían preparado sus captores.

Cuando la lanzadera salió disparada supe al instante que estaba muerto. Si no me destripaba aquel bicho, sería abrasado al desintegrarse la nave y aquello me jodió, me jodió muchísimo y no sólo porque mi vida terminase, sino que también la de todos acababa allí. Me había partido el lomo intentando arreglar parte de las situaciones tan jodidas que habíamos sufrido, había dado lo mejor de mí y aún así, moriríamos y en el fondo dolía y me sentí derrotado.

Miré a aquella maldita bestia que nos había jodido la vida, la odiaba con toda mi alma-puta cucaracha, todo es culpa tuya..- mascullé sabiendo que no me entendía mientras no apartaba mis ojos de ella, sabía que se tiraría a por mí en breve, pero no me iba a dejar atrapar tan fácilmente, entonces de repente noté algo extraño en mi cuerpo, se me revolvían las tripas y justo en el instante en que vi como aquel monstruo se lanzaba a por mí, desapareció todo y reaparecía en un nuevo lugar, una estructura totalmente extraña para mi-pero qué mierda...- mascullé mirando aquel lugar desconocido, nada me era familiar y un escalofrío recorrió mi espina dorsal al ver que todos los demás seguíamos allí, vivos. Intenté articular palabra pero sin saber cómo ante nosotros y rodeándonos aparecieron de la nada unas figuras humanoides, musculosas y de más de dos metros todas ellas. Sin duda eran alienígenas y parecía que nos miraban mientras se acercaban, hablaron entre ellos y luego se marcharon.

Me sentía extrañado, aturdido y sin respuestas, tras aquella sacudida sabía a ciencia cierta que estábamos en una nave pero ¿A dónde nos llevaban y para qué nos querían? Estaba jodidamente asustado. El tiempo pasó jamás supe calcularlo pues mi reloj no funcionaba así sufrimos estoicamente aquella espera hasta que llegamos a nuestro destino tras ser "teletransportados" de nuevo. Una puta jungla.

-No me jodas-fue lo único que pude articular al ver nuestro nuevo "hogar" cuando vi aquel bicho momificado di un salto para atrás pero una vez vi su estado pude relajarme un poco aunque duró un suspiro pues vi aquel arsenal a nuestra disposición, me acerqué a él y lo exploré, desde luego se podía librar una pequeña batalla con todo aquello pero ¿Por qué estaba allí? ¿Y nosotros? mi cabeza bullía y cuando iba a dirigirme a mis compañeros apareció una mujer allí en medio saliendo de entre la maleza, se veía que estaba curtida y conocía aquel lugar y cuando escuché lo que tenía que decir la miré perplejo. ¿Novatos y coto de caza? Me dió tiempo a pensar poco la mujer se largaba y desde luego no pensaba quedarme sin saber las respuestas de las 200 preguntas que quería hacerle a esa mujer así que miré al grupo-no perdáis tiempo, coged todo lo que podáis y sigámosla, ella es la clave,ya habrá tiempo para hablar, o eso espero..-dije mientras me acercaba a la improvisada armería. Me daba a la nariz que nos habíamos salvado de un infierno para meternos en otro seguramente peor, joder, parecía que lo había ideado el mismísimo Dante.

Al ver como nuevamente aparecía la pesadilla, una criatura alienígena dentro de la Torrens, ¿O quizá era la misma que había logrado llegar flotando por el espacio cuando Snow abrió las escotillas y acceder a la nave? El caso es que nada podía ir a peor, siendo que afuera Jack, Amber y Snow quedarían flotando en el esapcio hasta quee se les terminase el oxígeno de sus trajes, y los que estábamos dentro de la Torrens, indefectiblemente terminaríamos muriendo cuando la nave se fragmentase en cientos de pedazos o ennel impacto contra la superficie de la estrella. Desde la lanzadera, Amanda vio a Jericó frente a la colosal criatura, siendo consciente de que el hombre estaba regalándoles algo de tiempo para tratar de huir, lo que ya era imposible. La joven médico se resignó a lo que estaba por acontecer cuando...

Todo cambió, un giro de acontecimientos completamente inesperado. No sabría decir con certeza que ocurrió en realidad antes de perder la consciencia, pero lo que si recordaría posteriormente era que alguien o algo les había salvado la vida, unas criaturas de aspecto humanoide pero de gran tamaño, que les hicieron acceder a su transporte. Durante un lapso de tiempo incierto estuvieron viajando por el espacio, hasta que finalmente los dejaron en un lugar que al menos Amanda no era capaz de reconocer, pero que se asemejaba muchísimo en apariencia a la selva amazónica. ¿Era posible aquello? ¿Dónde diantres se encontraban y que iban a hacer allí?

Un cajón repleto de armas estaba en uno de los laterales, pero lo realmente sorprendente fue la irrupción de un mujer, Ellen Ripley, que los 8nsto a armarse y seguirla, llamándoles los "refuerzos", y haciéndoles entender cómo buenamente pudo de que eran las mascotas de sus captores y que estaban en una "zona de caza". ¿Eran ellos las presas o iban a cazar algo? No quedó para nada claro...

- Esto... Amanda Fox. Yo también haré lo necesario para sobrevivir, ¿qué debemos hacer? ¿Se puede saber dónde estamos? - comentó tomando varias armas y munición, incluído un enorme cuchillo de caza. Las respuestas llegarían sobre la marcha, la contraparte buena era que todos habían terminado sobreviviendo de momento, lo cual ya era todo un logro a esas alturas...

Amber tenía el rostro desencajado. Todo estaba perdido. No sólo había fallado como capitana, sino que, además, se había fallado a sí misma. Derrotada, sintió un gran alivio. ¿Por qué? Había terminado todo. Sus brazos ya no estaban en tensión intentando agarrarse a la mera esperanza... miraba por la escotilla el final de su vida, de rodillas. 

-Ha sido un placer, mequetrefes. -sonrió, por primera vez en su vida, a aquellos insignificantes. Estaba abatida, pero no temía a la muerte. Tampoco tenía mucho que perder. No tenía nadie quien la quisiera porque ella sola se lo había buscado. Su carácter y las miles de interrogaciones que había puestas en ella.

Y cuando sintió como lentamente se iba apagando su luz, de la peor manera posible, abrió los ojos. ¿Estaba viva?

-...

Ellen Ripley era un nombre que no iba a olvidar nunca.

-Te seguimos.