El tiempo que Uli había pasado dentro de la furgoneta practicándole los primeros auxilios a los accidentados del cadillac había hecho que la tormenta cayera sobre ellos. Ahora el fuerte viento arrastraba por igual agua y tierra, llenando de barro el parabrisas de la furgoneta. El soleado día de hacía tan sólo unas horas se había oscurecido tanto que parecía que fuera una hora mucho más tardía. Pero parecía que lo peor de la tormenta aun estaba por llegar.
Todos estaban hacinados dentro de la furgoneta y el ambiente estaba muy cargado, oliendo a sudor y sangre. Uli comprendió que necesitaban llevar a los heridos a un lugar tranquilo donde pudieran descansar. No hizo falta que se lo repitiera dos veces a Richard, que estaba deseando llegar a un lugar protegido bajo techo, por lo que arrancó y continuó por la carretera hacia el Rancho Ames, pero conduciendo a muy baja velocidad por la carretera ahora embarrada, para evitar cualquier imprevisto que pudiera surgir.
Rebecca estaba un poco menos mareada, pero seguía sintiendo nauseas. Aun así hacía su esfuerzo por aguantar y sostenía con la suya la mano de su hijo, al que Kevin le había preparado una especie de cabestrillo con un trapo, ya que de pequeño había sido habitual en él romperse huesos. Kenneth, juto a Rebecca, se dolía en silencio del cuello y no se decidía a explicar la razón por la que había perdido el control de su coche.
Tal y como habían divisado antes de que la tormenta se volviese tan violenta, delante suyo apareció la oxidada furgoneta de Mike Ames, la misma en la cual la semana pasada Richard había ayudado al anciano a cargar un tanque de combustible nuevo para el generador de su Rancho.
La furgoneta estaba en mitad de la carretera, al parecer abandonada y sin rastro del viejo Mike. La puerta del conductor estaba entreabierta y se movía con las ráfagas de viento.
Hasta que Kenneth, Tim y Rebecca no sean llevados a un lugar donde puedan descansar, no tendrán oportunidad de recuperar puntos de vida. De momento, permanecen estables en su estado.
Supongo que no hará falta decirlo, pero el cadillac de los Kerr ha quedado inutilizable.
Hago una tirada oculta para Kenneth.
lentamente me vuelvo más consciente de la situación, recuerdo la bajada por el barranco, uli sacandome del coche, la voz de tim. abro los ojos otra vez, estamos en la furgoneta de uli, veo a tim a mi lado, siento su mano, sonrío pesadamente mientras le doy un ligero apretón. todo va bien. mi otra mano se va a la cabeza, me duele, siento como me late, como su hubiera alguien aporreando desde el interior. seguimos el camino en silencio, solo se oye el sonido de la lluvia contra la chapa y los cristales del coche. reuno fuerzas para preguntar qué ha pasado, cuando a mitad de camino nos encontramos la furgoneta de ames. a cada paso que damos, peor parecen salir las cosas, algo extraño está ocurriendo y apenas somos capaces de darnos cuenta.
Pero Richard ni siquiera hizo amago de frenar, sino que rodeó la furgoneta de Ames y siguió por la carretera de piedra adelante. Para él, lo primero era llegar a un lugar seguro, a salvo de la tormenta.
El resto de los ocupantes tampoco protestó. Debían protegerse del mal tiempo y hacer que los heridos en el accidente pudieran descansar bajo techo.
En un silencio opresivo, roto sólo por algún que otro quejido de dolor, el viaje continuó durante un largo cuarto de hora más, hasta que entre los limpiaparabrisas que subían y bajaban con furia distinguieron frente a ellos la silueta de Rancho Ames.
“and I feel fine” continúa en la escena: RANCHO AMES