Partida Rol por web

Se bajó de un salto y ayudó a bajar a la morena mientras se disculpaba con el jefe.

-Subinspehtor, disculpe, me tuve que meter bien a fondo en faena para cubrir bien a esta señorita y sacarla de allí. Ya vé cómo está, herida y to. Marquéh me cubrió mientras tanto. Esta señorita parece no estar afectá por la mierda esa.
 

Marqués también se bajó de un salto de la ambulancia y miró al subinspector - Tó esto s'a desata'o mientras estábamos con la chica y loh paramedicoh, aunque s'an da'o a la fuga cuando tó' esto ha empeza'o, hemos tení'o que agenciarnoh la ambulancia pa' podeh llegah - Padilla habla acerca de la francesa y Marqués va directico a su coche patrulla a buscar su equipo de repartir hostias.

El dueño corrió hacia la barra y apagó la música, usando el micro que tenían para anunciar cuatro tonterías y animar el cotarro.

-Atención, gente. La situación está fuera de control en Pedro Antonio y vamos a tener que cerrar el local. Desalónjelo rápida y ordenadamente y vuelvan a sus domicilios. Será lo más seguro.

Obviamente la sugerencia fue obedecida en modo carrera de elefantes. Se tuvieron que apartar para que no les arrollaran. La marea humana corría calle arriba o calle abajo, alejándose del foco de disturbios.

No se despegó de su novio, no fuera a ser que le tiraran algo. Se agarró fuerte a su brazo, asustada como animal cruzando una carretera en plena noche. Ahora hablaban muy rápido en español y no entendía una mierda casi, optó por estarse callada. Era lo más prudente.

Se pusieron sus arreos de pelea. El gobierno se gastaba mucha pasta en aquella mierda, en que tuvieran buenos chalecos, guantes con protecciones antitrauma, los escudos de plastiquete duro, los cascos, las escopetas para lanzas pelotas de goma y lanzadores de botes de humo. El ayuntamiento de Granada había creado hacia un par de años unos antidisturbios de la policía local, que llevaban además marcadoras de paintball. Un poco kafkiano, pero un bolazo de pintura en toda la puta cara disolvía mucho al personal.

Todo era muy marcial, casi militar. Polis regulando el tráfico, polis deteniendo vehículos, polis formando en sus equipos con los de los que no llevaban escudo detrás y los que lo llevaban, delante.

Una poli que no tenía material antidisturbios y acababa de detener al coche con el que casi cocharon antes, le indicó a Chantal que se quedara a un lado, donde estaban custodiados los pocos chavales que no habían bebido mierda de aquella, viandantes y gente en general atrapada por aquel caos. A un par de chicas las habían violado.

Se sorprendió de que Lupita estaba en aquel coche, y bajó de él con un rubiazo noruego muy alto, para enterarse de qué coño estaba pasando allí.

Tick, tock, tick, tock….Pues no, esa mierda no me había afectado así. Pero miré a Will con preocupación, pero de momento estaba normal. Luego a Alex que está con los huevos de corbata por su negocio. Luego el dueño del Wall Street echando gente.

- Eshhperate Alesh, no vayash sholo - igual entre dos, o tres (contando con su ayudante), chapábamos antes.

Le eché huevos…Le eché huevos…Y venga, pa`lante. Alex siempre nos había tratado de puta madre, no me quedaba yo con la conciencia tranquila.

-Ponte a salvo, guapa. Esto no éh pa ti -le dijo todo heróico. Anotó su teléfono en un papel y se lo dio, mirándola a los ojos-. Pa lo que sea.

Y luego fue a ponerse el traje de faena. Algún gilipollas iba a comer madera esa tarde.

De todo el equipo que has mencionado ¿Qué tenemos nosotros?
 

Vale, es que como has mencionado escopetas y lanzagranadas (Granadas de humo, pero granadas al fin y al cabo) además de las armas de airsoft me había quedado la duda. Aclarado :P

Marqués ya se había colocado su traje de faena cuando Padilla buscó el suyo. Francisco se acerca al subinspector y se reporta para el servicio - Agente Marquéh reportándose. Subinspectoh Gahtañeta, anteh'e vihto un par de furgonetah de la empresa Prehton esa con lah puertah abiertah y otra mah alejándose del lugah junto a un coshe particulah. Aunque ehto no eh muy raro que digamoh, me guhtaria revisah lah furgonetah que s'an deja'o, a lo mejoh conseguimoh lo qu'ha causa'o tóh'ste follón.

El subinspector se subió la visera del casco y parpadeó mirando en dirección a las furgonetas. No había que ser muy listo para ver que los chavales habían entrado en ellas y les hacían perrerías. Pero entonces vieron como salían por el otro lado armados con barras de hierro y hachas.

-Vírgen Santíhima -dijo, al ver eso.

¿Habían dejado los de Preston armas para equipar a la muchedumbre?, ¿o era una mera casualidad?

-A vé, a formá, a formá. ¡Vamos a prepará la carga!

Padilla se equipó con prisa, pero total tampoco es ponerse una armadura medieval. La parte gorda se la llevarían los compañeros de la UIP... los putos amos. Se había planteado varias veces derivarse a esa unidad y quizá hoy viera unos cuantos motivos más para decidirse.

En cualquier caso era todo muy raro. Esto no sería ponerse delante de una turba de rompespañas rojos, estudiantes guarros ni sindicalistas. Ni siquiera hacer una intervención en Almanjayar a sacarle brillo a cabezas de gitanos. El mogollón que tenían delante era una multitud variada y heterogénea. Habia de tó ahí. Y recién follaos además.

Se acercó a su compañero, que estaba hablando con el jefe.

El tal Borja estaba con la sobreexcitación irreflexiva del miedo, cuando algo te sobrepasa, y parecía que a ella, además no la tomaba muy en serio. Hombre pensándolo fríamente… la situación era con mucho absurda. Suspiró terminando de comerse la fruta mientras Andrés y Pelayo se lo explicaban (a ellos les haría más caso que a ella vestida de esa guisa), dicho de viva voz sonaba increíble, a guión de peli mala o “High School of the Dead”.

-Andrés, antes, cuando hemos vuelto, he grabado los barriles y he guardado muestras de cada uno, junto con las que les he tomado a estos dos. Está todo en el minifrigo- señaló en esa dirección, entonces reparó en las cámaras de vigilancia –Eto…- volvió a emitir una de sus expresiones moe -¡Jefe! Tenemos la cara de los que trajeron los barriles! Estarán en los vídeos. Rápido hagamos una copia- se bajó de la banqueta y corrió hacia ellas, con una captura de las caras del “Jason Statham” y la otra tía los podrían buscar por internet e identificarles –si ya sabía yo que esos no eran repartidores… los repartidores no hablan japonés con acento de Osaka…- Pelayo tecleaba como un loco, los encontraron pronto –¡Ahí están! Esos dos son- el ángulo era un poco raro pero pudo hacerles foto a cada uno directamente de la pantalla.

Sintió otro cambio como el anterior, cuando se hizo el silencio, solo que esta vez fue al contrario, un gran estruendo que se acrecentaba a cada momento como cuando un terremoto (en Granada estaban acostumbrados) que notas el rumor a tumba a bierta saliendo de la tierra y luego te pega el latigazo.
Salieron del almacen y vieron el petate que se estaba liando fuera, siguió grabando, ya no había lugar a duda, se trataba de una droga de control mental, el efecto afrodisiaco seguramente era inesperado, eso era lo que de verdad debía estar buscando esa gente, como activar el “modo Berserker”.
Agarró fuerte el brazo de Pelayo -¿Qué vamos a hacer?- ahora sí que tenía miedo.

Los primeros botes de humo, las primeras pelotas de goma. La policía avanzaba a través del botellódromo, tratando de empujar a la masa por la derecha y por abajo. Tratando de que "desaguaran" todos en dirección a la ciudad, que se disolvieran corriendo. Comenzaron los abucheos, volaban las botellas que ponían a prueba los cascos y los escudos.

La policía española se dedicó a lo que mejor sabía a hacer desde tiempos de Franco: a pegar porrazos con saña. ¿Que les daban de desayunar a aquellos tíos, que solo tenían ganas de fostiar al personal? Como siempre había algún cámara de equipos de noticias, fotógrafos y algún periodista por detrás, grabándolo todo. Los chavales estaban eufóricos. Era una euforía extraña. Les pegaban y no sentían dolor. Les seguían pegando y hasta que no les agachaban, literalmente, a hostias, no conseguían tirarles al suelo.

Hastag en redes sociales, emisión en director del canal 24 horas de TVE. La mayoría de los puretas estaban dormidos y no se enterarían hasta mañana. Eso daba márgen a la policía, les concedía tiempo de reacción para hablar con dichos medios y decidir lo que iba a publicarse y lo que. Lo que se ajustaba a la ley mordaza, y lo que no.

Pero no iban por ahí los tiros. Aquello no era un disturbio normal y corriente. Los primeros en saberlo fueron los de los locales de Pedro Antonio. La promoción de la fiesta volvió a sonar en pubs y locales, una última vez. Álex había apagado los fogones y las planchas, echado a su empleado y a los comensales a patadas en el culo (casi literalmente) y cerraba con Borja el local bajando la persiana.

Entonces vieron que las hordas salían de los pubs, buscando a aquellos que no estaban contaminados por aquel particular virus. Los buscaban, corriendo, y como una jauría de perros, los mataban a palos, tirándoles botellas, apuñalándoles con cuchillos. Les descuartizaban.

En el botellódromo, la sintonía sonó por encima de los gritos. Y como una horda de 25.000 autómatas, los chavales se quedaron quietos, tan solo un momento. Unos segundos. Después de ese momento de calma antinatural, cargaron con ímpetu hacia la policía, matando a cuanto superviviente encontraban. Evelina, coja tras un recibir un botellazo en el muslo, murió apaleada y aplastada por una multitud. Entre los supervivientes, el pánico cundió, y la policía redobló su esfuerzo a porrazos, mientras el subinspector les ordenaba disolverse usando el altavoz.

Decenas de miradas se giraron hacia ellos. Y la marabunta cargó contra la policía, sin detenerse ante los pelotazos de goma. Una muchedumbre con sed de sangre, dispuesta a matar a cuantos se encontraran a su paso.

Bienvenidos al Apocalipsis.