Don Pedro se gira hacia el noble.
"Visto queda, don Fernando. Por mi experiencia vos digo, que de ser culpables habrían callado o confesado. Por rocambolesca que pueda parescer la situación, temo que aqueste embrollo fue propiciado por la borrachera de don Xurxo."
El noble apenas mira a don Pedro, pues os estudia a todos y cada uno de vosotros con una mirada severa y llena de desconfianza.
"Non me fío", dice, como queriendo dar crédito con sus palabras a quién sabe qué teoría conspiratoria que ronda por su cabeza. "Todo es altamientre irregular. Si vienen aquestos a arreglar la muralla, ¿adó está el material?"
"El maestre dellos me dijo que los mandaron con dos días de adelanto sobre el material para estudiar la muralla, et ansí reza también en la carta que me dio. Tal como lo veo, si fuera un ardid, el material non llegaría en su día. Et quizás fablando con don Xurxo todo se aclarara, mas non está en condiciones agora."
"Encerraldos pues fasta estonces", ordena don Fernando. "Pero sacad dallí primero al otro, que non quiero más líos."
Don Pedro asiente y le hace un gesto a Lobo, que de nuevo entra en las mazmorras en compañía de Fuco.
"Hazremos lugar en la sala de los tormentos", dice don Pedro. "Ansí yo mesmo lo tendré bien vigilado."
Don Fernando se muestra satisfecho por fin. Al poco vuelven a aparecer Lobo y Fuco con el prisionero, vestido con un hábito sucio, con una larga barba y apestando a sudor. Lo llevan con unos grilletes en los pies y en las manos, y está extremadamente delgado y con un aspecto pálido y enfermizo. Bajo él ya apenas se adivina el porte de un noble; nadie diría que por sus venas corre sangre de cristiano viejo.
Mateo mira alrededor desconcertado. Es la primera vez que sale en meses. Enseguida posa su mirada sobre su hermano.
"Fernando...", dice casi sin fuerzas.
Obviamente, el de la foto es el aspecto que tenía Mateo en mejores tiempos.
Veis el odio reflejado en el rostro de don Fernando. Este, simplemente, hace un gesto con su cabeza, y enseguida don Pedro ordena a Lobo y a Fuco que lleven a Mateo a su torre, y acto seguido tres guardias os llevan a los cuatro de vuelta a las mazmorras. Vuelven a encerrar juntos a Simplicio y a Roger, y en la celda de enfrente meten a Ventura y a Ruperto.
Juntos os enfrentáis a un destino incierto. Empezáis a pensar que tal vez fue un error aceptar la misión que os encomendó Orduño. Pero aquí estáis... y después de todos estos contratiempos de última hora, aún estáis vivos y con posibilidaes de continuar con el plan previsto, si es que os sacan de ahí. Dios lo ha querido así.