Partida Rol por web

-Buen trabajo. Al menos habéis llegado al final del día.

Ante alguna mirada extrañada por vuestra parte, el guardia que vos toma el relevo en el turno de noche aclara:

-...Non puede decirse lo mismo de todos los nuevos reclutas.

Tras tomar posiciones los nuevos guardias, et cuando vos disponéis a iros, vos dedica unas últimas palabras.

-¡Debiérais celebrarlo, que non todos los días entra uno a la guardia! He oído que esta noche el mesón de don Fadrique está especialmente animado...

Gracián estiró su enorme cuerpo, desperezándose como un toro al que acaban de hacer levantar.- ¡Diantre! Entre calor et gentío, uno pierde la cuenta de las campanadas.- Entonces, agradeciéndole al guardia recién llegado el relevo, no puede evitar preguntarle.- ¿Cómo que no todos han llegado a final de día? ¿Es que ha habido fenecidos? ¡Hablad, por Dios!- Interrogó preocupado, intentando recordar alguno de los rostros de los nuevos reclutas, por si había de dedicar algún brindis a un compañero caído en el mesón de don Fadrique. 

-No, ¡Por Dios! Pero más de uno ha sido expulsado y azotado por dejar pasar a esa gentuza forastera. Familiares, decían. ¡Excusas! Es lo que pasa por dejar entrar a cualquiera en la guardia...

El guardia adapta una posición erguida y prende una aceitosa antorcha, pues pronto la luz empezará a ser escasa. Continúa con su rutina, restando importancia al asunto.

¡Carallo! ¡Habré adelgazado casi media libra sólo de estar de pie! Ahora comenzaba yo a hacerme a la idea que aquello sí que era un castigo, como decía meu pai, en vez de ser el protagonista de una leyenda. ¡Ni conté las veces que resoplé en el turno!

A la tarde, cuando Gracián — al que intentaba pegarme en lo más posible sin perturbarlo en demasía pues le miraba y lo veía como un buen ejemplo a seguir — preguntó al guardia por las vicisitudes de aquelos outros, me estremecí de arriba abajo con cada "expulsado", "azotado" y "excusas" que dijo aquel omine. Mal porvenir veía yo llevando aquella capa.

Pero como decía mi abuela, a mal tempo boa cara, así que mientras se alejaba veía más cerca la posibilidad de ir a una taberna para enterarme de nuevos chismes y silbé una cancioncilla muy ligera, mientras miraba para el suelo con verguenza recitando distraido:

Deja la plaza caliente

el guardia con cara de mono,

tras haber dejado su maloliente mojón,

el muy valiente maricón,

Y tiene de su afán por premio justo

Interrumpir el nuestro gusto

el de los reclutas alguaciles

que solo piensan en quitar el susto,

yendo de mujeres y vino antes de volver a sus rediles...

Me salió así sin más y así la solté yo mientras con el pie apartaba guijarros del suelo de la plaza, pues no gustaba de cantar en sitios tan abiertos y con gentes tan desconocidas.

Parecía que el de Baena no tenía bastante con el sofocante calor que hacía que tuvo que echar a correr como alma que lleva el diablo tras la mujer, aunque más bien daba la impresión que el mismo diablo era quien iba delante de él pues a la moza dábasele muy bien esquivar carros, puestos y gentes de todo tipo.

Frustrado por haberla perdido, Rodrigo volviose, con la cara roja por el esfuerzo y sudando como un gorrino, junto a los sus compañeros, algunos de los cuales ni se habían movido del sitio. Y, refunfuñando por lo bajo, se pasó el resto del tiempo hasta que vinieron a darles relevo.

Y cuando esto sucedió y escuchó al Guardia hablar de azotes a los que dejaban pasar sin más a los indeseables, Rodrigo buscó protección tras la gordura de Gracián, pues no quería que en la su cara se reflejara el susto que acababa de llevar, pues si aquel se enteraba que se les había colado una... ni el Altísimo sería capaz de salvarlo del látigo.

- Un trago de vino vendranos muy bien a todos.

Sí, aquella idea le gustaba. Incluso, no perdía la esperanza, alguna posadera o bella dama quisiera un poco de compañía, que el susto que aún tenía metido en el cuerpo debía ser quitado de alguna manera.

-¡Vaya pues, qué cosas! De todo hay en la viña del Señor...- dijo sin más ante el comentario de las reprimendas a otros guardias, viendo como los más jóvenes se parapetaban tras él. Adoptando una postura marcial, dio la bolsa de recaudación al guardia que les relevaba (1).- Coged. Para cuando cerréis puertas et venga el Capitán. Didle que non ha habido novedad alguna aparte de un noblezuelo que decía ser de Baena et que pagó los buenos dineros. ¡Buena guardia et gracias por el consejo del mesón, allí iremos!-.

Entonces, girándose hacia los otros, y sin que el guardia de relevo le viera el rostro, Gracián les dirigió una mirada significativa como dando por zanjado y olvidado el asunto de la fugitiva.-¡Ale! Día tranquilo merece celebrase remojando el gaznate. ¡Andando al mesón de Don Fabrique! ¡El último en entrar paga la primera ronda!- sentenció jubiloso y sonriente, a la vez que empujaba jocósamente a los más jóvenes para que se le adelantaran hacia el susodicho mesón.

Et apreté el paso ante la propuesta jocosa de Gracián, que un servidor fuera judío, más no imbécil; y yo entre aquellos cristianos inmerso me hallaba que creíame de primeras esas chanzas y algarabías, tan chistosas y poco gráciles que yo las tomaba por verdad... por si acaso.

Y fui el primero en dar con el mesón, y en la misma puerta esperé al resto de guardias alguaciles acudir allí; y mientras lo hacía, pensaba en la carrera que habíame dado y el refunfuñar de Rodrigo segundos atrás, que bien poco habíamos merecido por dejar escapar a esa mujer ¡y además el primer día!

Cuando llegamos al mesón no me digné a entrar el primero; que por mucha armadura que llevara "un judío es judío aquí y en Judea" (como ya díjele a Pedrinho antes de entrar en las filas alguaciles) y quizá incluso miráranme cuanlquiera de mala forma por llevar prendas de critiano y porte de infiel. Y tras el propio Pedrinho tenía yo pensado entrar allí.

Lo único que consiguió convencerme para ir a aquel mesón fueron mis tripas, las cuales rugían como furiosos leones. Así pues, tras la reprimenda de rigor a Zacarías por haber salido corriendo cual alma que lleva al diablo tras aquella mujer, nos dirigimos al mesón.

Al fin era ya hora tardía y este extraño e importuno día iba ya tocando a su fin.

Mientras caminábamos a cas don Fadrique, entablé conversación con el otro judío del grupo; - ¿Cual es vuestro apellido joven Ishaq? Suéname el vuestro rostro, más non recuerdo de que. Quizá conozca yo a tu familia.

La idea de visitar el Mesón de Don Fabrique era atractiva, una buena forma de conocer a sus nuevos compañeros lejos de sus obligaciones como guardias, pero por otro lado, tenía ganas de regresar a la taberna de Estuarda, donde su hijo Ferrán le estaría esperando.

Tras pensarlo un rato, al fin me decidí -Os acompañare al mesón, pero solo será una ronda, tengo un hijo al que cuidar, espero que lo sepáis comprender-

De esta manera, junto al resto de los guardias que le habían acompañado durante el primer día, emprendió camino hacia el mesón de Don Fabrique.

Oí a ese señor de aspecto anciano, el que ninguna gana tenía de hacer que su pupilo, ese otro joven, hiciérase guardia. Claro que nada le dije, puesto que eché a correr*. Sin embargo, esperé en la puerta del antro de Fadrique, y en cuanto volvió le respondí.

Mi padre vivía en la aljama, señor, hará unos diez o doce años, y era yo pequeño -le dije sonrojado, omitiendo como pude la pregunta-. Si vos conocía sus calles entonces, se acordará de su herrero, el principal que tenía. Él era.

Y agaché la mirada, un poco avergonzado por no contribuir a su saber, al tiempo que esperaba a que el resto de alguaciles entraran en "casa-Fadrique" antes que un servidor. Dudélo mucho, mas cuando todos pasaron et quedamos él y yo por entrar volví a hablarle.

Hijo de Abner, el Herrero, señor... Mi padre era un buen hombre.

Non lo dudo muchacho, non lo dudo. - Respondí al hijo del herrero, y aunque hice memoria tanto como pude, no recordé al tal Abner ni tan siquiera a su herrería.