Un poco de historia...
En el año 1147 el gobernador amorávide de Córdoba, Abengamia, pasando completamente de sus jefes almohades, le entrega la ciudad a Alfonso VII de Castilla, aunque sigue controlándola en nombre del rey. Transcurridos dos años, cansado de las exigencias del re, Abengamia se la ofrece ahora a los almohades, y el castellano, furioso por la traición del moro, llega hasta sus murallas y sitia la ciudad. No conseguirá asaltar sus muros, pero para los castellanos queda claro que es posible llegar con un ejército hasta "la puerta del valle del Guadalquivir!: saben que si se conquista Córdoba, se conquistará la mitad de Andalucía. Ahora sólo es cuestión de tiempo.
Tras la victoria cristiana en las Navas de Tolosa en 1212, Fernando III el Santo, rey de Castilla, traspasa Despeñaperros y comienza a hostigar a las poblaciones del norte de Andalucía. Mientras tanto, Córdoba atraviese una grave crisis política: la población se subleva contra su calida, al-Bayasí, y, tras darle muerte, eligen a un nuevo gobernante, Ibn Hud, enemigo de Muhammad I, fundador de la dinastía nazarí granadina. Fue una mala elección, ya que Ibn Hud, para poder continuar su lucha contra el granadino, firma varias treguas con Fernando III, y para poder pagar lo estipulado en ellas se ve obligado a exprimir a sus súbditos, sin alcanzar a imaginar las consecuencias que le reportará ese hecho.
Y es que, a comienzos del año 1236, un grupo de cordobeses, abrumados por los tributos exigidos por Ibd Hud, abandonan la ciudad y se presentan en Andújar, donde se encotnraba acampado un destacamento castellano, y allí le cuentan al enemigo cuál es la mejor manera de tomar la Ajerquía (zona oeste de la ciudad), que se encuentra totalmente desguarnecida durante la noche. Los castellanos, liderados por Domingo Muñoz, mandan de vuelta a los cordobeses mientras ellos viajan en secreto hasta las murallas de la ciudad, llegando la noche del 23 de enero. Una vez allí dos de ellos se disfrazan de soldados árabes y aprovechando la oscuridad trepan por el muro para luego ayudar a escalar a varios de sus compañeros. Luego irán tomando, una a una, las torres de la Ajerquía, secundados por el grupo de cordobeses que viajaron a Andújar.
Al llegar la mañana, cuando los cristianos abren las puertas de la muralla para dar paso al resto de caballeros, los habitantes de la Ajerquía despiertan con el enemigo en las mismas puertas de sus casas. La mayor parte, asustada y despavorida, huye a la Villa (la zona este de la ciudad), que se encuentra también amurallada, y allí resisten a los cristianos con saetas, hondas, dardos y piedras. La mitad de Córdoba es ahora cristiana.
Pocas semanas después se presenta en Córdoba el rey Fernando III que ordena cortar todos los caminos que conducen a la ciudad, incluso la navegación por el río Guadalquivir, al tiempo que manda encender durante las noches multitud de hogueras que engañen a los defensores, de dentro y de fuera, sobre el número exacto de caballeros que sitian la ciudad. Los cordobeses, acuciados por el hambre y creyéndose en desventaja, se ven obligados a entregar la ciudad y el día 29 de Junio, conmemoración de los apóstoles Perdro y Pablo, Fernando III entra en una Córdoba deshabitada: todos sus habitantes, a quienes le perdonan la vida y la libertad, la han abandonado el día anterior. Tras consagrar la mezquita mayor como Catedral de Santa María, Córdoba pasa a formar parte del reino de Castilla.
A partir de entonces la historia de Córdoba corre paralela a la de Castilla y la ciudad se ve envuelta en todos los acontecimientos que marcan la vida del reino: la revuelta mudéjar, la lucha entre Alfonso X y su hijo Sancho o la guerra divil entre Pedro I y Enrique de Trastámara, que actualmente perdura hasta nuestros días, en el año 1354 de nuestro Señor Jesucristo.
Y algo sobre la ciudad...
División
Córdoba se encuentra situada en la orilla septentrional del Guadalquivir, encajonada en una llanura con la Campiña y el río al sur, y con Sierra Morena al norte. Se divide en dos grandes núcleos, los dos amurallados de dorma independiente: hacia el este, la Villa, la antigua Medina Islámica, la ciudad propiamente dicha, y hacia el oeste la Ajerquía, arrabales que con el tiempo se han amurallado e integrado en la ciudad. Tanto la Villa como la Ajerquía se dividen a su vez en collaciones, barrios artificiales utilizados en la administración de la ciudad (cada una cuenta con un juez, un mayordomo, un escribano y un alcalde de Concejo), que toman el nombre de las grandes iglesias construidas en ellas tras la conquista. En algunos casos estas collaciones pueden albergar en su interior pequeños barrios cuyos habitantes se diferencian del resto por su procedencia (como el barrio de Francos), por su nivel social, por su oficio (la mancebía de la collación de San Nicolás, por ejemplo), o por su etnia o su religión (como la judería y la morería).
Collaciones (barrios) de la ciudad:
Población y Sociedad
Poco más de 25000 vecinos acogen las murallas de la ciudad, en su mayor parte descendientes de repobladores venidos de diferentes lugares de Castilla, ya que los musulmanes abandonaron la ciudad tras la conquista (y los mozárabes tuvieron que abandonarla antes, cuando los fanáticos almohades gobernaban Andalucía).
La población se divide enlases según su nivel y posición social:
-Poderosos: nobles, sobre todo los miembros de la pequeña nobleza local, descendientes directos de los conquistadores de la ciudad que aumentan su poder y su influencia gracias a la ayuda que prestan a la Corona, a sus acciones militares, a sus propiedades y a su presencia en el Concejo de la ciudad. Ocupan los más altos cargos de la ciudad y suelen vivir en ella, a pesar de que muchos tengan señoríos repartidos por todo el territorio cordobés.
-Hombres Medianos: Burgueses, comerciantes, artesanos y todo aquel que ejerce una profesión liberal bien remunerada. Possen cierto nivel de riqueza y suelen unirse en cofradías para ofrecer un frente común. Algunos ocupan un cargo menor en el Concejo de la ciudad.
-Gente menuda: trabajadores que viven de su oficio y poseen una renta baja, como campesinos, jornaleros e incluso indigentes que viven de la caridad (pública o privada. La única fuerza que pueden llegar a ejercer sobre el gobierno de la ciudad adpta normalmente la forma de alborotos, motines o revueltas, aunque son fácilmente manipulados.
-Marginados: en este enorme saco entran los paralíticos, locos, rufianes, malhechores, prostitutas y, en cierto modo, la propia mujer. Sobreviven gracias a la picaresca y sus malas artes, y se amontonan en determinadas collaciones de la ciudad, como San Lorenzo.
-Judíos: Se encuentran completamente sometidos a los cristianos. Según el fuero de Córdoba, no pueden acceder a ningún cargo público, excepto el de almojarife (recaudador y tesorero) y el de juez, pero sólo para administrar justicia entre judíos, ya que los pleitos contra algún cristiano se deberán someter al dictamen de un alcalde cristiano. También deben pagar ciertos tributos especiales, como el diezmo a la iglesia por arrendar o comprar bienes a los cristianos o el pago de un impuesto para mantener el abastecimiento de agua a la ciudad. Se concentran en la judería, en la collación de San Bartolomé, donde tienen obligación de residir, y se dedican principalmente a la artesanía, a ciertas profesiones liberales y al comercio.
-Mudéjares: Llamados también moriscos, los mudéjares se encuentran sometidos a los cristianos, como los judíos. En el siglo XIII, los monarcas les garantizan una serie de privilegios para permitirles su regreso a la capital y así aumentar la población, como una mezquita para la oración y la capacidad de administrarse ellos mismos la justicia bajo el arbitraje del alcayad o alcalde morisco. Se les tiene en mejor consideración que a los judíos, pero desde principios del presente siglo se han tomado algunas medidas en su contra, como la obligación de utilizar distintivos en la indumentaria, la reclusión en determinados barrios (la morería de la collación de San Juan) y la pérdida de derechos religiosos.
Gobierno de la Ciudad
El máximo órgano de gobierno de la ciudad es el Cabildo municipal, que tiene por costumbre reunirse en las Casas Consistoriales de la collación de Santo Domingo todos los miércoles y los sábados de cada semana (exceptuando las festividades o los motivos excepcionales). En estas reuniones, el Cabildo atiende en primer lugar las cuestiones que le sean presentadas por vecinos de localidades pertenecientes a la jurisdicción del municipio, para evitarles gastos innecesarios, y a continuación trata los asuntos de la capital.
Todo se resuelve mediante votación, aunque sólo tienen derecho de voto el Corregidor, los regidores y todos los oficiales,
exceptuando a los jurados. En caso de empate, el voto del Corregidor decide. El Cabildo lo conforman los siguientes órganos:
Guía del Viajero:
Primera Impresión
Un viajero que llegué por el sur a Córdoba se encontrará primero el río Guadalquivir, frontera natural de la ciudad, sólo franqueable por el Puente Viejo. Si se detiene un momento en su entrada, junto a la torre de la Calahorra, podrá contemplar en todo su esplendor la antigua ciudad califal. El río es un tráfico constante de barcazas de fondo plano que zarpan en dirección a Sevilla, que pescan, o que lo cruzan simplemente para poder pasar a algún vecino a la orilla opuesta. Junto a las barcazas flotan grandes troncos de pino que viajan río abajo desde la sierra de Segura hasta Sevilla, donde serán utilizados en la construcción de barcos. Frente a sus murallas, en las riberas del río, se levantan frondosas arboledas con húmedos cañaverales repletos de juncos y cañas, sobrevoladas por bandadas de toda clase de aves, que ocultan y rodean algunos molinos o batanes, edificios indispensables para el teñido de tejidos. En ocasiones, pequeñas partidas de nobles acuden a las alamedas y cañaverales para cazar o para entrenarse en el manejo de sus armas.
Y al fondo, más allá de la ciudad, como telón de fondo de los campanarios y los tejados, se encuentra la sierra, en cuyas verdes laderas, junto a cuevas, simas, torrentes y las ruinas de antiguas civilizaciones, crecen multitud de hierbas medicinales, árboles frutales y olivos que llenan el aire de agradables aromas. En ocasiones, sus cumbres se llenan de nieve, lo cual es muy raro ya que el invierno cordobés, pese a ser frío, es bastante seco, lo mismo que su verano, cálido y tórrido, de sol inclemente. Poco podemos decir del otoño y la primavera, ya que suelen ser estaciones muy cortas.
Calles de la Ciudad
Una vez que el viajero traspasa la Puerta del Puente, u otra cualquiera de las catorce puertas que se abren en sus murallas, descubrirá que las calles de Córdoba están llenas de recovecos, de saledizos, de balcones, de pasadizos construidos sobre ellas, a la par que oscuras, sucias y estrechas, sobre todo las calles destinadas al comercio, ya que los artesanos colocan sus productos en ella, entorpeciendo aun más el paso. La mayor parte de las plazas de Córdoba son poco más que calles
ensanchadas o se encuentran en el cruce entre dos o más travesías, y es normal encontrar en ellas a gentes de toda ralea que allí se reúnen, que conversan, que discuten, que chismorrean, que venden o que se pelean, ya que la ciudad entera vive hacia a la calle.
Para terminar de arreglar el asunto, la ciudad se encuentra bien surtida de callejones (angostos, tortuosos o sin salida) y de “casas de paso”, cedidas gratuitamente por el Concejo a una familia con la única condición de que mantengan abiertas sus puertas durante el día para que los vecinos que lo deseen entren, atraviesen el patio y pasen a una calle que discurra paralela. No debemos olvidar que, al igual que ocurre que otra muchas ciudades del reino, toda Córdoba está descuidada y sucia. La gente arroja sus basuras y desechos directamente a la calle, convirtiéndolas en verdaderos basureros, una costumbre que no consigue remediar ni las normativas del Concejo, que multan con doce maravedíes a todo aquel que arroje desperdicios o basura y no la lleve a los muladares que se encuentran
alejados de la ciudad...
Además, al no contar con ningún tipo de pavimento, las calles se convierten en auténticas polvaredas durante el verano o y en enormes lodazales cuando llueve, formándose en ellas auténticos arroyos que bajan atravesando toda la ciudad hacia el río, llevando con ellos las inmundicias o los restos de las “necesarias” (letrinas) de los ricos, y que en no pocas ocasiones terminan obstruyéndose y formando enormes charcas pestilentes. También es habitual contar con un pozo en el patio de la casa y siempre podremos recurrir a los aguadores recorren las calles llevando agua fresca en grandes tinajas de barro sobre mulas.
Mesones
Los mesones son muy similares a las casas, aunque con las estancias modificadas para albergar en ellas a los muchos viajeros que hacen noche en la ciudad. El centro de un mesón sigue siendo el patio, también de suelo empedrado, al que se entra por un portal o corredor que conduce directamente desde la calle. Alrededor del patio se disponen los establos y algunas dependencias, y en un lateral del mismo encontramos el pozo y las escaleras que conducen a un saledizo de madera con baranda del mismo material que rodea todo el patio, y desde donde se pueden acceder a las habitaciones del piso superior. El piso inferior alberga las estancias privadas del mesonero y su familia, y un comedor-taberna para los clientes.
Murallas y Puertas
Las murallas de Córdoba, construidas por los árabes sobre los cimientos de la antigua fortificación romana, han sido ampliadas, reparadas y reconstruidas decenas de veces desde la reconquista de la ciudad, y lo seguirán siendo durante muchos más años, ya que son el principal baluarte defensivo con que cuenta la ciudad a la hora de enfrentarse al cercano enemigo granadino.
Miden entre 4 y 15 metros de altura, según la zona, y posee treinta torres, cuadradas o circulares. Se encuentra almenada y cuenta con un camino de ronda interior (está prohibido levantar casas apoyadas en la muralla, tanto por fuera como por dentro del recinto fortificado) y un adarve superior que la rodea y al que se puede acceder gracias a las diferentes escaleras al aire con que cuenta. En la muralla se abren además dieciocho puertas. Todas están defendidas por torres y son guardadas personalmente por los jurados de la ciudad que tienen la obligación de abrirlas al amanecer y de cerrarlas al llegar la madrugada (alrededor de las 11-12 de la noche), incluso las puertas que unen la Villa y la Ajerquía.
Para que os hagáis una idea, los mesones de Córdoba son así (más o menos), por dentro:
http://www.artencordoba.com/LUGARES-INTERES/FOTOS/...
http://www.artencordoba.com/LUGARES-INTERES/FOTOS/...
Lo digo para que no penséis que es como una posada normal: sino que tiene habitaciones, un patio grande interior, una herrería, establos, comedores, etc.
He aquí un plano "tipo" de mesón:
Gracias a orthanc por su inestimable ayuda con la ambientación.
Sobre la mezquita-catedra (de nuevo gracias a orthanc):