Partida Rol por web

Mi nombre es Grwdk. En lenguaje escandinavo-nórdico significa Dios Guerrero. Soy mitad Tundra de los Ancestros y mitad ungolita. Mi madre, Nerta, que significa Diosa de la Naturaleza, perteneció a esta tribu, y fué secuestrada en uno de los tantos saqueos de los aliados. Mi padre, Dur, soldado ungolita fué uno de los bárbaros que lideró el ataque aquel día en el que mi madre fué secuestrada.

Por mi sangre corre el espíritu de los grandes guerreros dioses. Poseo la templanza y la armonía mental de todo guerrero que se construye sobre valores de lealtad, protección hacia los dioses y amor por los pares. Pero por otro lado no puedo olvidar que soy medio ungolita y que alguna vez pertenecí a Ungoloz. Viví los peores años de mi vida. A pocos años de nacer hasta la edad de 15 años fuí un leñador ungolita. Dedicaba mis días a talar árboles y a transportarlos sobre mi espalda. Me convertí en un fuerte y poderoso leñador, con una musculatura sorprendente, no solo por la actividad sino por los genes ungolitas. Estas tribus bárbaras comenzaron siendo simples leñadores para convertirse en la peor amenaza bélica del norte.

Pertenezco a una elite de guerreros dioses formados para mantener el órden, fomentar el bien y predicar la paz. Me dirijo a Robleda para tomar parte en la XIX Asamblea de la Paz del Reino del Norte para votar a favor de una tregua entre nuestra tribu y los aliados de Ungoloz.

Tendré que emprender un viaje a Robleda. No tengo otra alternativa. Pues bien, después de todo, a pesar de que el camino es peligroso, trataré de disfrutar del paisaje y de todo lo que la Madre Naturaleza me provea. Sé que no dejará que un bárbaro guerrero semidios muera así como así.

A pocas horas de la madrugada me encuentro en mi choza en medio de la aldea de mi tribu La Tundra de los Ancestros. Es un campamento ancestral en donde se asentaron nuestros primeros guerreros dioses. Está ubicado en el Eltauro, pequeño gran valle al norte de toda civilización humana, que se encuentra rodeado por un pantano al oeste y por un cordón montañoso al este. Este cordón divide nuestra tribu de los ungolitas. Son tribus bárbaras de las tierras de Ungoloz que desde hace miles de años reclaman nuestro territorio como propio. Si bien nuestra tribu jamás ha aprobado la guerra y los conflictos armados como formas de comunicación y de negociación, a veces hemos estado obligados a hacerlo, debido a los numerosos saqueos que hemos sufrido a manos de los ungolitas y sus aliados.

Yo pertenezco al clan Jernøks, que en lenguaje nórdico antiguo significa Hacha de Hierro. Es un clan compuesto por guerreros dioses de sangre azul que ha dedicado su existencia a la formación de bárbaros para la protección y la supervivencia de la tribu. Es el único clan dentro de la tribu preparado para la lucha y el combate, aunque estos hábitos no se fomenten. De no ser por los continuos ataques de los ungolitas, nuestras actividades bélicas hubiesen desaparecido hace mucho tiempo. Solo seguiríamos existiendo como guerreros dioses para mantener la paz, nuestra cultura y respetar los hábitos religiosos.

El sol empieza a aparecer por el horizonte, y Grwdk aprovecha para preparar su equipo y parir de inmediato. Es hora de despedirse de sus seres queridos y conocidos.

Grwdk, lleva toda la noche pensando el camino a coger para llegar a Robleda. Tiene varias opciones, una de ellas es bordear el Gran Pantano por el este y luego pasar entre el Gran Pantano y el Bosque Negro, luego bordearía el Gran Pantano hasta Pasoraudo y desde allí coger el camino que va directo a Robleda. Este sería una buena opción ya que es bastante seguro si no llega a adentrarse mucho en el Gran Pantano ni en el Bosque Negro, que es sabido que los dos lugares son bastante peligrosos.

Otra opción sería ir al sur hasta encontrarse con el camino de la Mantícora y una vez allí seguirlo hasta Robleda. El problema es que da una rodea muy grande y puede tardar varios días.

También puede ir en linea recta atravesando el Bosque Negro, pero podría perderse en el interior además de ser muy peligroso.

Antes de partir de la aldea deberá decidir por donde ir... 

El sol ya espiaba tímidamente como si tuviera dos manos que asomaban en el horizonte e hicieran fuerza para salir. Aún el frío seco azotaba la gran llanura. Los primeros rayos solares dejaban al descubierto las grietas en la tierra por la falta de agua. Si bien nos encontrábamos en épocas de lluvia, el clima en la llanura era seco y frío, y rara vez llovía. Pero esta temporada había sido la más seca de los últimos cien años.

Antes de asomar mi rostro para afuera de mi choza intenté en entrar en estado de concentración y meditar. Decidí dejar unas oraciones a los ancestros guerreros dioses que habitaron en estas tierras hace miles de años. Incliné mi cuerpo hacia abajo hasta apoyar ambas rodillas en el suelo rocoso. Toqué levemente el suelo con mi frente y comencé a orar. Al terminar dí un beso al suelo. Pronto volveré a pisar estas tierras.

Odio las despedidas. Así que agarré mi odre, mochila y petate, me coloqué la armadura, me colgué la espada y el arco y flecha en mi espalda, y salí finalmente de mi choza. Rápidamente el frío impactó en mi desnuda cara. Lo único que evitó sentir aún más la helada fueron mis barbas y mi larga cabellera.

Me dirigía hacia al sur. Me dirigía hacia el límite del valle con el Gran Pantano. Ese era mi próximo objetivo transitorio. Después bordearía el pantano hasta pasar a un lado del Bosque Negro. Después de todo era el último lugar en la tierra que deseaba encontrar. Una vez pasado el bosque llegaría a Pasoraudo, un camino marcado que me llevaría directamente hacia Robleda.

A pocas horas de haber dejado la aldea, me daban ganas de voltear hacia atrás. Intenté evitar y luchar contra el sentimiento de desarraigo. Pero no pude. Se podía ver la aldea desde muy lejos. Las chozas apenas se asomaban por sobre la llanura.

Me encontraba ahora en el camino que me dirigía hacia el Gran Pantano, pensando que mi destino final sería la XIX Asamblea de la Paz del Reino del Norte.

Tras una larga caminata sin sorpresas, llegas al borde del gran pantano. Se puede apreciar donde empieza el gran humedal ya que el suelo se vuelve húmedo, pegajoso y se hunde conforme vas pisándolo. Continúas andando varias horas más bordeando el humedal todo está desierto, no te has encontrado ni con un animal. Pronto empieza a oscurecer pero por encima de las copas del mangle y las coníferas de las marismas, puedes apreciar la silueta medio derruida de una torre. Puede ser un buen sitio para pasar la noche bajo un techo.

Después de una muy larga caminata, logro ver al pantano y tras una sensación de alivio por haber conseguido el objetivo transitorio, lanzo un suspiro al aire - Bbbuufff - Sabía que había caminado mucho sobre un suelo duro. Un suelo de una llanura seca que no había sentido la vida del agua por los últimos 100 años. Un suelo que más que suelo era tierra dura. Que con ayuda del viento formaba pequeñas tormentas de polvo que se adhería a la piel como sanguijuelas. Por más que intentara limpiarme la cara con mis antebrazos, solo lograba embarrarla más, formándose un pasta viscosa con el sudor que corría por mi rostro.

- Un baño en este pantano no me vendría nada mal - dije en voz alta para que por lo menos mi voz sea mi compañía. Sabía que bromeaba conmigo mismo, ya que el peso de un bárbaro como el mío haría imposible la salida de las arenas empantanadas, haciendo que me hunda más y más.

Así que solo dí unos pasos en dirección al borde del pantano. Y para mi sorpresa, apenas me encontraba a unos metros de las aguas empantanadas y ya se podía sentir bajo mis desnudos pies, el pequeño hundimiento por el peso de mi cuerpo. Rápidamente dí unos pasos hacia atrás. Todo lo que pisaba era barro, paja, pasto, hojas y ramas secas que caían de los pocos árboles que se encontraban dentro del pantano. Decidí continuar bordeándolo. Sabía que estaba por el camino correcto que me dirigía a Robleda.

La noche cayó de repente, como si hubiese saltado hacia un barranco. Me agarró por sorpresa. Sin embargo, haciendo un contraste con el firmamento pude ver un vieja torre justo en frente de mí, que asomaba su destruida cúpula por sobre la copa de los árboles.

Sin pensarlo, apuré mi paso hacia aquella antigua torre. Pasaría la noche ahí dentro. Debería reponer fuerzas después de una larga caminata.

Al aproximarte a la torre ves dos cuerpos de pequeño tamaño tirados en la entrada de la torre. Conforme te acercas ves que son dos pequeñas criaturas humanioides de aspecto reptiliano y piel escamosa, están muertas, tienen varías heridas visibles y hay sangre a su alrededor.

La puerta doble reforzada que servía de entrada a la torre ha desaparecido, dejando que la poca luz que queda del atardecer se cuele en el angosto pasillo que conduce al interior de la estructura.
 

Me encuentro a unos pocos metros de lo que alguna vez pareció ser la entrada principal de la torre. El entorno se había oscurecido lentamente formando un clima denso y amarronado, lo que hacía casi imposible distinguir con precisión. De todas formas, no tenía otra alternativa que adentrarme en las ruinas.

A medida que me acercaba mis pasos se hacían cada vez más lentos y más cortos. Cauteloso y atento decidí caminar hacia la entrada. Ahora sí sabía que los dos cuerpos mutilados a ambos lados de la entrada principal de la torre era humanoides de aspecto reptiliano de color verde y piel escamosa. Jamás había visto tal monstruosidad.

A cada paso que daba sabía que me acercaba hacia el enemigo. No importaba cual fuese lo atravesaría con mi gran hacha de hierro sin dudarlo. Así que, a la vez que aminoraba mis pasos e inclinaba mi cuerpo hacia atrás, desenvainaba el hacha con mis dos manos y doblaba apenas las rodillas. Me encontraba al acecho, pero sabía que cualquiera que estuviese del otro lado de la puerta también estaría a mi acecho. Mis pulsaciones comenzaron a aumentar. La adrenalina corría por mis venas.

Todo aquel que se encontrase dentro de la torre tenía una perfecta referencia de mi. La poca luz de la noche solo tocaba unos metros hacia adentro haciendo imposible mi visión más allá de la tenue iluminación.

Me encontraba ahora justo delante de la puerta principal en medio de los dos cadáveres que despedían un olor putrefacto. Agazapado cual leopardo mis manos sostenían la pesada hacha de hierro. Todos mis sentidos estaban alerta.

Al asomarte por la puerta ves gruesos tablones reforzados con remaches metálicos que se encuentran medio derruidos en el suelo, junto a la entrada, probablemente pertenecientes a la antigua puerta principal. El pasillo se extiende hacia el este, unos 24 metros aproximadamente, hasta una gran puerta de madera con tachones de hierro. A su derecha, en la pared sur, hay otra puerta más pequeña también reforzada con tachuelas de metal. Al principio del pasillo, junto a tí, en la pared meridional, un desprendimiento de la porción de tabique que sostenía el arco de otra puerta, revela parte de la estancia más allá.

No ves criatura viva alguna, está todo en silencio y no se escucha el mínimo ruido. La luz poco a poco se va desvaneciendo, un nos minutos estará todo a oscuras.

Sin soltar el hacha, extraigo de mi petate yesca y pedernal para encender una antorcha. Era evidente que no podría ver nada sin la luz artificial de vela.

Al instante de encenderla una bola gigante de luz brillante me rodeó e iluminó un radio de varios metros, haciendo que la línea que separaba la luz de la oscuridad se torne confusa y a la vez dance al compás del viento.

Ahora me encontraba adentro de lo que parecía ser un antiguo y abandonado monasterio. Había caminado solo unos pocos metros hacia el interior. El suelo estaba cubierto de pedazos de madera y remaches y terminaciones en metal. Sin duda, hacía mucho tiempo que aquel lugar había sido abandonado.

Ahí me encontraba justo delante del largo pasillo en lo que parecía ser el hall de entrada, con una mano en la antorcha y la otra en el hacha.

La noche cae oscureciendo todo y Grwdk está muy cansado debido a su largo trayecto recorrido, debe encontrar un sitio para acampar y descansar o pronto su salud empezará a mermar por falta de descanso y alimentos.

La torre parece estar abandonada, pero Grwdk no debería bajar la guardia, tiene que haber algún sitio en esta torre donde pueda estar seguro y debe de encontrarla pronto, antes de que sus fuerzas de desvanezcan.

Me encontraba justo delante de un largo y antiguo pasillo, en el cual al final apenas se podía distinguir una puerta. Decidí acercarme lentamente dando pequeños y silenciosos pasos. Mi mente y mi cuerpo se encontraban vacíos, en un estado de concentración incomparable. Todos mis sentidos estaban agudizados pensando que tras la puerta podría encontrarse cualquier criatura monstruosa. Atento a todo ruido extraño, solamente se podía escuchar mi respiración y mi jadeo a lo largo de todo el pasillo.

Ya al final del largo corredor, comprobé otra puerta a un costado de la principal. Esta puerta debe conducir a una habitación secundaria, ya que no está situada a continuación del pasillo como esta otra. Me giro y dirijo mi mirada ahora hacia la puerta este.

Sabía que no podía pasar el resto de la noche a la intemperie. Por eso había decidido entrar en aquella torre. Sin embargo, tampoco estaba dispuesto a dormir bajo techo pero sin ninguna protección del exterior, o por lo menos una protección precaria, como la que me ofrecía aquel viejo recibidor.

Así que, sin perder tiempo y sin soltar el hacha, paré cuidadosamente la antorcha sobre el suelo e intenté abrir la puerta secundaria orientada hacia el sur.

Tras abrir la recia puerta haciendo un ruido espantoso, te encuentras con una habitación de medianas dimensiones. En el centro de la habitación en el suelo se aprecia una trampilla con gruesas bisagras de bronce y una arandela de hierro ennegrecido y al rededor de ella un montón de cascotes, tablones y harapos, como si alguien hubiese apartado para poder descubrir la pequeña trampilla que permanece cerrada.

La puerta finalmente abrió después de un tremendo estrepitoso crujido. Eran las maderas que forzaban unas con otras y luchaban junto con los remaches de metal para evitar que se abriera. Sin embargo, la puerta cedió y dejó al descubierto una mediana y hedionda habitación. Un olor a encierro nauseabundo escapó por la puerta y en unos segundos todo el largo pasillo había quedado contaminado.

La poco luz que sacaba la antorcha apenas podía tocar el final de la habitación. Pero por suerte era lo suficientemente pequeña como para dejar al descubierto todo su suelo.

Antes de comenzar a armar el colchón de hojas sobre el que me iba a recostar, decidí dar unas vueltas alrededor de la habitación y asegurarme de que nada ni nadie acecharía en medio de la noche. Me tomó unos minutos rastrear cada rincón, cada esquina y objeto, sin embargo no parecía haber algo fuera de lo común.

Algo en medio de la habitación, justo enfrente de mí sobre el suelo llamó mi atención. Era una puerta. Era una trampilla con una gran arandela de hierro. Se veía muy pesada. Pero estaba dispuesto a correr cualquier riesgo al abrir la puerta y no ser sorprendido y hasta asesinado durante la noche.

Así que, me paré justo encima de la trampilla, con mis piernas a cada lado. Extendí mis brazos hasta agarrar con ambas manos la fría arandela de metal y tiré hacia arriba con todas mis fuerzas.

Grwdk levantó la trampilla sin mucho esfuerzo a pesar de ser bastante pesada. Al principio le costó un poco pero una vez consiguió levantar un poco la trampilla, un ruido grave como si al levantar la trampilla se movieran rocas, hizo que temblara el suelo. Después todo quedó en silencio descubriendo una rampa de piedra desgastada con pequeños escalones romos y redondeados. Una fría y húmeda corriente de aire enrarecido te golpea en la cara según te asomas para mirar hacia abajo.