Partida Rol por web

Habían pasado varios días desde que dejarán atrás los puertos. La brisa era estimulante y el aroma de sal fresca llenaba los corazones de los marineros. 
El grupo poco tenía que hacer en el barco, salvo observar como las costas empequeñecían, el barco se mecía y los estómagos bailaban. 

- Tres días sin ver tierra - comentó uno de los marinos - empezarán a sentir el miedo no volver a tierra firme - rompió a reír, volviendo a sus ocupaciones. Ese miedo era un temor ocasional en las gentes de tierra firme, que nunca se habían adentrado tanto en lo inmenso del océano y por tanto, el verse rodeados de agua, sin una ruta por la que volver, les generaba un grado de ansiedad que fácilmente terminaba en histeria.  

Aram rió ante el comentario del marino.- Sí, además está el tema de los monstruos marinos.- unos habituales de estas aguas.- comentó guiñandole un ojo.

El viejo guerrero no tenía miedo al agua. No en vano, en varias de sus misiones junto con el ejército de Gondor, lo habían llevado lejos de su tierra, viajando por el ancho mar.

De todas formas también sabía que el mar podía ser un enemigo mortal si sus aguas se embravecían y si los cielos rugían. Esperaba que todo fuera con calma hasta llegar a su destino.

Y al fin, al amanecer, cuando todo estuvo listo, zarpamos desde el Harlond y dejando sus muelles atrás, fuimos empujados por la poderosa corriente del Anduin hasta llegar a las bocas del gran Río. No tardaron estas en quedar atrás y fue entonces cuando un fuerte viento venido del Oeste, impulso nuestra nave a través de las azules aguas de la bahía de Belfalas.

Primero la Costa de Gondor y después, la Isla de Tol Falas, quedaron atrás perdiéndose en la bruma. Avanzaba nuestro bajel a todo trapo cortando el oleaje con su proa. Pues la mar, se encrespaba impulsada por el viento, como si adivinara nuestras intenciones y nos quisiera poner a prueba.
Pues nuestro timonel, había recibido instrucciones de mantenerse alejado de la costa de Harondor para así evitar, que nos avistaran por azar.
Y tras días de navegación, cercano ya nuestro objetivo en la desembocadura de Harnen, paseaba yo por la cubierta principal del Palarran comprobando el mantenimiento de nuestras ballistas y el estado de nuestros hombres de armas.
Y he aqui que alcance a escuchar el comentario de Aram. Sonriendo levemente y con andar pausado, manteniendo el equilibrio sobre la cubierta, me aproximo para decir.
De dos clases para ser precisos. Las grandes tortugas, alcanzan un diámetro de hasta veinte metros. Pero a menos que se las moleste, no suelen causar problemas. En cambio los krakens, son distintos. Pues demasiadas veces han probado la carne humana, fruto de nuestros innumerables enfrentamientos con nuestros hermanos oscuros. Y yo añadiría, que han terminado por aficionarse a su sabor.

El tiempo pasaba lento en alta mar, sobre todo ociosos como estábamos. Eran ya varios los días de navegación, y deseaba pisar tierra.

Aun así, el viaje no era desagradable, pues la compañía era grata. Nos hallábamos en cubierta, con un agradable viento a favor que empujaba nuestra nave, y nos permitía ir a una velocidad excelente.

Escuché lo que mis compañeros hablaban sobre monstruos marinos.

-Pelendur, he oído hablar de los krakens y su ferocidad, pero siempre los consideré leyendas. Me temo que en tierra firme no nos preocupamos mucho por lo que pueda haber en el mar.. ¡Así que realmente existen!-no pude evitar escrutar las aguas al decir eso. Pensando en krakens, todo eran sombras allí abajo. Aparté el pensamiento de inmediato-. Espero que alcancemos nuestro destino sin mayores contratiempos.

Duinhir estuvo callado todo el viaje, bueno... callado por que directamente era incapaz de articular palabra. Se pasaba los ratos muertos con la capa ondeando al viento marino... se sentía en casa, en su elemento... el mar. 

El caballero de Dol Amroth, el caballero azul, el blasón del cisne, una larga tradición marina... aunque en su origen, el joven Thorongil era pescador, su vida había estado intimamente relacionada con el mar.

Cuando escuchó el comentario de los marineros, Duinhir les dedicó una larga mirada llena de aversión, pero no mostró nada más allá 

El viejo guerrero sonrió al oír el comentario de la jovne mujer. Estaba claro que no había surcado muchos mares y luchado en ninguna refriega marina. Aun asíle gustaba la energía y ganas deaprender que la muchcha mostraba.

Sin decir nada, esperó a que Pelendur, o alguno de los marinos de la tripulación le contestaran. Mientras dejaría que la brisa delmar se impregnara su cara y los aromas cargados de salitre llenaran sus fosas.