Aram, ante el ofrecimiento de Pelendur de dirigir las tropas terrestres, posa su mano derecha sobre su pecho e inclina la cabeza en señal de aceptación y gratitud por confiar en él para esta terea.
Luego mira a los demás compañeros mientras pelendur va "sorteando" los que irán en uno u otro grupo. Bien, al final parece que irán de mi lado Algarrobo y Duinhir... Duihnir, que tipotan extreaño. Siempre acompañado de ese pizarrín suyo... ¿será mucdo, o habrá hecho algúna promesa? Ya tendré tiempo para averiguarlo. Pensó el viejo guerrero, mientras Pelendur se despedía.
Antes de que se marcharan de la sala, Aram les habló.- Antes que os vayáis y para celebrar de viaje mañana, si alguno de vosotros no tenéis con quien estar o de quien despedirse, os invito a una ronda en una taberna de la ciudad.- Propuso Aram a los presentes.
Algarrobo golpeo el hombro de Aram y le sonrió, estaba contento de tener su compañía, le recordaba a su padre. Por fin se habían sorteado los lugares, su venganza se llevaría acabo después de todo.
-Estimadísimo Aram, pondré a mi caballo en los establos he iré acompañarte- dijo mientras caminaba hacia los establos.
-Contad conmigo, Aram Una cerveza siempre es bien recibida -digo, ante la afable propuesta del compañero-. Nos vendrá bien relajarnos y conocernos.
Yo ya estaba acomodada con lo puesto, con lo que esperamos a Algarrobo.
-¿Los demás también venís? -pregunto al resto.
Algarrobo dejo a su fiel caballo a cuidado de la guarida y se dirigió a la taberna para poder brindar con sus compañeros, la última noche de paz.
-Pues vamos, que esta será nuestra última noche en paz-dijo mientras sonreía.
Duinhir se negó ante la idea de ir a beber, prefería ir a entrenarse contra otros hombres o a preparar su equipo para la batalla que se avecinaba
Después de largo rato callado, me retiro de la mesa junto a mis compañeros. Mientras ellos se reagrupan, me dirijo a un pequeño rincón, apartado. Me asomo a un pequeño balcón, observando la inmensidad del paisaje. Inspiro el aire puro y fresco de las alturas. Desde aquella fortaleza se podía sentir la grandeza del hombre. El poder de un Reino.
Cierro los ojos, dejando la brisa rozar las cicatrices que recorren mi rostro, mientras los imágenes de batallas anteriores acuden a mi mente, acompañados de memorables recuerdos tan hermosos como la victoria. Tan pasionales como el frenesí de la batalla.
Dejando la maza y el escudo en el suelo, cojo mi casco con sumo cuidado. Lo observo durante unos instantes, recorriendo cada una de sus impurezas, golpes, muescas, restos de sangre que aún se aferran al metal. Sonrío de medio lado.
Las voces de mis nuevos compañeros, resuenan al fondo. Los pasos de algunos soldados, el frotar del acero de sus armaduras contra sus cuerpos. La inseguridad en su andar o la falta de armonía en sus movimientos. Pobres... Y qué bien estarían aún en el regazo de sus madres. Y cuando el deber llama, no hay excusa que valga. Sujeto el casco fuera de los límites, en el aire. Miro hacia abajo. Una inmesa caída. y la sonrisa se completa.
Separo las manos lentamente, sintiendo como la gravedad atrae el casco, y sus puntas me rozan la palma de la mano, precipitándose al vacío. Una amplia carcajada escapaa de mi boca en el preciso momento en que parte del grupo se reúne para ir a tomar una cerveza. Agarro la maza y el escudo mientras avanzo hacia mis nuevos "hermanos", aunque eso aún estaba por demostrar...
- Vayamos a tomar una cerveza, sí señor. Y cazar rameras también. ¡Jajajajaja! - Dicho esto, me uno al grupo. a la espera de que comencemos a movernos.
Una vez trazados los planes, el grupo se dividió. La mayoría se fue en busca de cervezas, con las que pasar un buen rato. Duinhir con la mano los despidió, él prefería emplear el tiempo en otros asuntos y Pelendur, como hombre al mando, tenía que partir al puerto para atender las necesidades para el viaje.
Minas Tirith no era un ciudad, era una fortaleza. Para acceder a las posadas libres, tenían que descender hasta el exterior, donde a las puertas de la ciudad, se montaban grandes mercados y los comerciantes traían buenas cantidades de todo tipo de licores, incluida la cerveza.
Todos se despidieron con ganas de beber. El Capitán Pelendur, les recordó la hora de partir y se marchó a los puertos. Duinhir se quedó a solas. Dando un paseo por el cuartel, encontró el patio de entrenamiento, donde podría practicar con algunos de los soldados de Gondor o contra las herramientas de practica que allí habían.
Los soldados, al verlo le saludaron con la cabeza y después continuaron con sus practicas.
Pelendur les recordó la hora y después partió presto a los puertos. A su llegada, ya estaban apilando cajas de alimentos frente a un navío; tal vez frente a su navío.
Un oficial de carga, que sabía de su llegada, fue a su encuentro.
- Mi señor, ya estamos preparando los víveres que necesitará. Sus hombres están en el cuartel, preparando sus pertenencias para el viaje. Si desea hablar con ellos - señaló con una mano un edificio de dos plantas - es allí donde se encuentran. En cuanto a mi, si necesita de algo, solo ha de pedirlo y veremos que se puede hacer.
Te borro el mensaje, por que para esas cosas tienes el off xD.
Primero se centró en dejar su armadura bien lista, la pulió y la repaso en busca de posibles muescas... una vez acabó con ello, se dirigió hacia donde los hombres se entrenaban después de coger una espada de entrenamiento y buscó alguno que estuviera libre sin pareja u observando
Je,je,je.
¿Sigo por aquí o vas a abrir una escena nueva?. Debería pasar revisa al barco y describirlo un poco no se vaya a perder la peña dentro.
El veterano Guerrero guió a sus compañeros a las afueras de la fortaleza. Allí, en una taina que hacía las veces de taberna, entró para tomar algo. Cuando entró reconcoció al hombre que regentaba el establecimiento. No era la primera vez que entraba allí y esperaba que no fuerala última. Levantando la mano saludó al tendero, se acercó y le dió al amno.- Otra vez aquí amigo mio.- Saludó sonriente.- Pon una ronda de cerveza, para celebrar que partimos mañana.- Dijo sin más y esperó a que le sirviera.
Mientras buscó en su cinturón la bolsa de dinero. Sacó unas monedas y las puso encima de la barra.
Entro a la taberna detrás del veterano del grupo. Mis ojos escudriñan el local en busca de alguna hermosa mujer mientras continúo caminando de una forma autómata. El olor de las tabernas me encantaba por lo que me deleito en aspirar cuanto puedo de esa vulgar mezcla de olores corporales, deliciosos aromas de flores y persistente olor a carne asada.
Me sitúo a la izquierda de Aram, dejando en el suelo el escudo. Coloco la maza a mi lado, apoyándome en el trozo de madera maltrecho que hace de barra. Cruje levemente, por lo que me retiro, dejando la maza junto al escudo.
- Sí que huele bien aquí... Mmmmh, no recuerdo cuánto tiempo llevaba sin ver tantas mujeres reunidas en una misma habitación - Me meto la mano en lo que parecen ser mis partes, de donde saco unas cuantas monedas que dejo caer junto a las de Aram. - Que sean dos. Esta noche es de celebración. - Río a carcajadas, dando unas palmaditas a Aram en la espalda. - Amildir, para serviros - Digo tras el primer contacto físico, esgrimiendo una estúpida sonrisa que con el paso de las años se ha convertido en natural, cuando hacía unos años, sólo la usaba para no ser excesivamente desagradable. Con todo, solía sonreír únicamente si algo me agradaba. Y pocas eran las cosas que lo hacía.
Echo un vistazo atrás, para ver si el resto de nuestros compañeros llegan o no. No podíamos brindar sin ellos.
El viejo guerrero sonrie al fornido compañero y le ofrece su mano para devolverle el saludo.- Aram, un placer.- Dijo sonriendo.- Veo que tienes sed... y no solo de cerveza.- Dijo añadiendo al comentario un guiño.
Para Aram era toda una cerremosnia el beber con sus compañeros antes de partir de misión. Nunca se sabía si volverías a beber junto a alguno de ellos.
Pregunta para el querido master, como va esto? todavia seguimos en la taberna o salimos, ya que no entendio en que posicion estamos.