Partida Rol por web

Año 2977 de la Tercera Edad

Habían pasado días desde que Duinhir partió desde Dol Amroth. El viaje había sido tranquilo, sin contratiempos y con un buen clima que animaba los corazones de los caminantes. 
Por su eficacia en combate, por su valor y su capacidad de mando, Duinhir, Paladín de Gondor, llegaba a la frontera de la Gran Ciudad Blanca y pudo observarla con toda la fuerza y la luz que el sol proyectaba sobre ella. Continuo avanzando. 

Rondaba media mañana cuando Duinhir llego al mercado, que agitado, demostraba la actividad de aquella ciudad en tiempos de paz. Cruzó las puertas y pudo observar como las murallas crecian y a lo alto se levantaba la mas alta torre existente en la Tierra Media, la mas alta, salvo una, pensó echando una mirada a sus espaldas y allí a lo lejos, tan oscura como brillante era esta ciudad, se levantaba la tierra de Mordor. El imparable enemigo de Gondor. 

Distraido con la arquitectura, con las gentes y con sus propias preocupaciones, el hombre de Dol Amroth llegó hasta la puerta del segundo nivel donde le pidieron el santo y seña. Druinhir, rebuscó entre sus cosas y saco dos sobres sellados, uno, era el permiso para ascender hasta el quinto nivel, donde estaban los barracones. El otro era una carta personal, para encontrar una medicina especifica, una petición de Sinmad, un Noble consejero de Dol Amroth, cuya mujer había contraido unas fiebres que le estaban robando la vida. 

Le abrieron las puertas permitiendole el paso. 

Sorprendido por la belleza de la ciudad, de sus estandartes... hechos que conocía por historias y habladurías, pero que ni por asomo reflejaban el verdadero esplendor. Obnubilado fue deambulando por el segundo nivel de la ciudad.

Cuando se medio sació de tantos colores blanquecinos y gris perla, decidió que tenía que hacer un par de cosas... primero aprovecho la afluencia del mercado y se dispuso a encontrar algún puesto en el que vendieran medicinas, hierbas medicinales y ese tipo de elementos, cuanto antes lo encontrara y lo enviara al Noble que se lo encargó antes podría ir a presentarse al puesto, en el quinto nivel.

El lugar que le recomendaron era la vieja botica de Enarthir, el viejo. Un viejo y afamado curandero que debido a su larga edad, mas de noventa años cargaba a su espalda, vivia practicamente en la tienda.
El hogar del anciano, apestaba a la mezcla de incienso, hierbas y el hedor propio de los espacios cerrados. Apenas entraba luz, salvo la que se colaba por una par de rendijas de la ventana y la que permitia la puerta al abrirse. 

El boticario era un hombre anciano, muy anciano. Saludo al viajero cuando este entro por la puerta, su voz, era debil, entrecortada por el esfuerzo de hablar. Con paso lento e inseguro, se acerco hasta el mostrador donde el joven esperaba a ser atendido. 

- Digame señor - se esforzo en decir - ¿en que puedo servirle? - la figura del anciano, tan fragil, denotaba la vida tranquila y sedentaria que habia vivido. Sus brazos, nunca habian sido fuertes y en rara ocasion había levantado una espada. Al verlo, era facil prever que jamas participo en batalla alguna. 

Saludó con un ligero asentimiento de cabeza después de haberle observado detenidamente, tanto al anciano como a su tienda. Invirtió un par de minutos para luego dirigirse con una pequeña y amable sonrisa en los labios. Sacó la carta del noble y le indicó con el dedo indice la medicina que buscaba, esperó a que la leyera y acto seguido la guardo en la bolsa que llevaba colgada del cinto después de plegarla...

-¡Ah!, asi que es eso lo que anda buscando - el anciano se giro y comenzo a trastear entre los botes buscando las hierbas - ¿estaran aqui? no, no son. Seran estas, no tampoco ¿donde diantres las habre metido? - farfullaba para si solo. Finalmente las encontro - ¡Dichosas sean! - dijo con jubilo, pero mosqueado a la vez. Preparo una buena dosis y se la entrego al forastero que las pago de buena gana.
Duinhir, ya tenia las hierbas, ahora solo le faltaba enviarlas, en una taberna, seguramente el posadero conoceria a alguien que estuviera dispuesto a viajar a Dol Amroth a cambio de unas pocas monedas.

Agradecido, le dedico una pequeña sonrisa al anciano para luego hacer una ligera genuflexion de cuello y se marchó sin más.

Una vez en la calle buscó una taberna en aquel nivel, y fue paseando hasta encontrarla... confiaba en que no sería muy difícil de localizarla.

En efecto, la taberna no estaba escondida y fue facil de localizar. El ambiente en su interior era tranquilo, unos cuantos soldados de descanso tomando algo, seguramente cerveza, todos ellos tratando las nuevas que les habian llegado, en un rincon, alejados de los demas. En la barra, un anciano bromeaba algo con el tabernero que limpiaba las jarras con un paño. Un grupo de mercaderes, estaban junto a la chimenea, tenian abundancia de comida y bebida en la mesa; gente de dinero, parecian por sus ropajes extranjeros, tal vez del norte, de las tierras mas alla del Anduin, telas asperas, grandes abrigos, desde luego, no eran gente de mar.
Aparte de eso, solo quedaban unas cuantas mesas libres. Ningun jinete o explorador que conociera estas tierras y que pudiera viajar rapido.

Después de observar el lugar y las gentes que por allí pululaban, Duinhir se encamino hacía el tabernero. Se quedó de pie frente a la barra y saco un pequeño trozo de papel y un poco de grafito para escribir.

Cita:

Se lo cedió con calma mientras le dedicaba una amable sonrisa, que duró pocos segundos.

El tabernero asintió con un gesto de cabeza. Se acerco y con un leve susurro tan liviano que ni el anciano logró enterarse le dijo - ¿que clase de asunto se trae entre manos? - luego le dirigió una mirada de arriba a abajo, midiendo hasta que punto debía de confiar.

Se extraño por la desconfianza, pero no le culpó... hasta lo llegó a comprender. Cogió el papel, borró lo escrito y volvió a escribir con su legible caligrafía

Cita:

Se la cedió, la nota, y esperó su respuesta

El posadero no terminaba de comprender el misterio de todo aquello, pero si lo que el joven le pedía era un mensajero, eso podía dispensarselo. Asintió con la cabeza y extendió la mano para pedirle tiempo. Se escondió en la cocina y unos minutos después volvió a asomar.
- He mandado a alguien a por aquello que usted necesita - le dijo disimulando la voz - no tardara mas de veinte minutos - miro de soslayo y sonrió levemente.
No tardo en aparecer por la puerta un hombre de mas de treinta inviernos, con un joven mozo a su lado. El caballero era un viajante que se encargaba de asegurar el paso de las caravanas comerciantes cuando viajaban de un lugar a otro. En alguna ocasión, también lo habían contratado como mensajero entre los nobles de Minas Tirith y el resto de ciudades de Gondor. Así pues, era un hombre conocedor del camino.
Cuando llego a la barra, intercambio unas palabras con el posadero, nada oscuro, seguramente acordando la comisión, luego se sentó al lado de Duinhir sin decir nada.

Recogió la nota y escribió de nuevo.

Se quedó sorprendido, y sus ojos lo reflejaron durante unos instantes. Estudió al mensajero y al posadero, pero sobre todo al primero. Le saludo con respeto y deposito su confianza en ellos, era gente de Gondor, sería raro y un mal síntoma no poder confiar en sus congéneres.

Le cedió la nota al posadero

Cita:

Y deseo llevar dinero suficiente...

El precio resultó ser algo caro, pero Duinhir tenía oro suficiente para pagarle y aun así le restaba bastante del que le cedieron para gastos. El viajante estaba dispuesto a partir ya mismo si se le ofrecía un pequeño extra, que el soldado bien se podía permitir y aun así, aun le quedaría una buena cantidad para su regreso. 

- Darme aquello que debo de portar y lo haré en cuanto digáis - 

Le dio lo que pidió para que partiera ya mismo, si era una medicina, Duinhir creyó que cuanto antes llegara mejor... y así lo indicó.
Le entregó la medicina y una nota con el nombre de a quién debía entregar. Sin más esperó que se fuera para él seguir con sus quehaceres. 

Con todo acordado el emisario partió con las hierbas a su nuevo destino. Casi de inmediato, un extranjero de ropas extranjeras y desgastadas, con el pelo castaño y ojos oscuros se acerco a su mesa y le dijo - -Buenas soldado, ¿podría ayudarme?.

Le miró con ojos curiosos y después hizo un gesto con la mano derecha invitándole a continuar, a que dijera que necesitaba...