Partida Rol por web

Los brindis provenientes de otras mesas llegan a la nuestra, e interrumpe nuestra conversación. La efusividad de mi hermano Noldor no es natural. Y menos aún con enanos.

- Que cada cual aguante sus promesas prometo mientras vuelvo la mirada hacia el Sindar que se ha unido a nuestra conversación.

- La guerra será dura. Y todo lucharemos juntos.. pero que no esperen que beba en su mesa, ni que brinde con ellos mis ojos firmes tratan de ocultar la fuerza de mis pensamientos. Los cierro tranquilamente, y sigo escuchando mientras mantengo mi mente limpia.

Me acerco a la mesa donde está el mediano hablando con los elfos.

- He escuchado historias sobre tu pueblo, mediano y en verdad todas hablar de que tenéis una habilidad especial en el manipulado de alimentos - sonrío.

Hago una reverencia a los elfos que acompañan al mediano.

- Disculpad la intromisión, señores. Mi nombre es Daeron Felagund, guardian del bosque de Ithilhien, conversador de plantas y animales.

Cojo una banqueta y la muestro al grupo pidiendo permiso para sentarme con ellos. Acto seguido hago una señal al posadero.

- Os invito a una ronda a cambio de vuestra compañía.

Parece que poco a poco, las tensiones y los malos entendidos van pasando, las gentes inquietas del exterior de la taberna ven como todo vuelve a un nuevo cauce y las horas juegan a vuestro favor, pues avanzan y la noche se cierra. Tras comer y beber a gusto de cada cual y de hacerse ciertos corros de "amistades" decidís cada cual a su tiempo ir subiendo a disfrutar de un merecido y reconfortante descanso. Una noche en una cama con colchon de pluma y mullidas almohadas, resguardados del frio, viento y humedad de los caminos, os hacen sentir como en un paraiso. Por la mañana un desayuno variado a base de leche, panecillos calientes recien horneados, frutas y hasta algo de carne y huevos os esperan, cada cual desayuna a su antojo y costumbre.

Bien, os deseo toda la suerte, yo permaneceré aqui durante quince dias, luego, sino tengo noticias de vuestra expedicion regresaré presto a Rohan para informar de las desafortunadas noticias a Elrond. Tenede cuidado, pues ademas de orcos y Trolls, puede que hayan otras fuezas del mal campando por los alrrededores, bien sabeis que los nombres no son gratuitos, y aquellas montañas que se avistan algo cercanas, son las llamadas montañas del terror, partid pues ahora, y que la fuerza y la iluminacion de los Valar os acompañen en el viaje para dar buena cuenta de aquellos enemigos que osen interponerse en vuestro camino. Adios amigos. Gelion se despide de vosotros con un gesto de su mano y luego entra nuevamente en la posada.

En el exterior de la posada, una sombra se desliza hacia las murallas cercanas del puente de la ciudad. Su andar apenas perceptible contrasta con la variedad de ramas y piedras que se encuentran desparramadas por el suelo de la calle, fruto de una mañana de intensa actividad en la ciudad de Menegroth.

La noche llegaba a su ecuador y el frío se hacía cada vez más presente en la ciudad-fortaleza, un escalofrío recorría el cuello del recíen llegado vigía. Las teas de las almenas y el patio de armas iluminaban las oscuras sombras. Paseando por lo alto de las murallas una figura cansada deambulaba haciendo guardia, mascullando improperios sin ton ni son y escupiendo al suelo cuando algo lo disgustaba. Era uno de los pocos vigías de la torre, un fornido aldeano que formaba parte de la pequeña guarnición de las murallas, un puesto poco deseado asignado normalmente a los milicianos más jóvenes o estúpidos.

Elrohir trataba de detectar cualquier sombra cercana a las murallas. Era muy consciente de que habían sido observados desde su llegada a la ciudad y se preguntaba si el enemigo conocía la llegada de todo el grupo y la naturaleza de su misión. En tal caso era de preveer la incursión de asesinos o una futura emboscada en algún paso estrecho del camino hacia las montañas.

El puente de acceso a la ciudad era bastante fácil de vigilar -puesto que así se había diseñado- pero conocía a los asesinos del enemigo y poseía cientos de ellos. Algunos muy diestros.

Mientras echaba de menos a su sólida armadura y rememoraba viejos tiempos de explorador, Elrohir acariciaba ligeramente el pomo de Silmehyelle -Cristal de Plata- mientras sonreía con satisfacción en la oscuridad al recordar que el grupo -a pesar de diferencias pasadas- se había unido en un voto de buena voluntad. Sabía de sobra cuánto les había costado a los Noldor no avalanzarse sobre ellos y matar a los enanos allí mismo. Una vez más, Elrond había acertado en su elección.

Durante esa noche el vigía se mostraba especialmente intranquilo (tal vez por el hecho de tan solo haber bebido algunas pintas de cerveza) -o tal vez era su carácter habitual- y no dejaba de mascullar entre dientes que el enemigo acechaba entre las sombras, podía ver sus mezquinos ojos rojos brillando en la oscuridad y que, incluso, podía distinguir su fétido olor corporal; mas aquello entraba dentro de la rutina de la guardia nocturna con lo que nadie presto especial atención a las palabras del curtido, aunque algo desquiciado y tambaleante, aldeano vigía.

Permanecería allí hasta el alba, momento en el cual el grupo se reuniría para concretar los detalles de la misión. Más no quería que fueran sólo unos ojos humanos los que vigilaran el peligro, acechante ahí fuera.

Parece que vuestra suerte ya esta hechada, para bien o mal, y avanzais por un estrecho camino de tierra que va serpenteando hacia las montañas.