Partida Rol por web

Mientras se despedía y el sastre recogía con cuidado los papeles, asintiendo distraído a sus promesas de futuro negocio, Rina pudo comprobar que la primera hoja, la de apuntes, parecía ser pedidos. Dos eran muy viejos, le pareció leer el nombre del profesor en ellos y algo sobre Salem. El tercero era de hace unos dos años, también a nombre del profesor, probablemente porque los datos ocupaban lo mismo, ya que no tuvo tiempo de distinguirlos bien leyendo del revés. El último pedido era de 1990 y no tenía datos tan largos.

Mientras el hombre recogía los papeles los mira y trata de ver algo, entonces se da cuenta de los datos que había, algunos de Kauffman, pero los últimos datos que vio eran mucho menos detallados y eso le llamo la atención rápidamente coloca la mano en el mostrador tratando de ponerla sobre los papeles mientras decía al hombre.

• Oh disculpe, me he acordado ahora, ¿usted sería capaz de hacer un traje de caballero con un corte oriental? Ya sabe a lo que me refiero.

Mientras lo hacía se fija en los datos de los papeles para tratar de ver algo más ese último encargo.

-"No puedo decir que lo haya hecho nunca, la verdad... Pero sí, podría, estoy seguro; desde luego, tendría que tomar medidas y estudiar algunos diseños, hacer pruebas..." - el hombre parecía bastante interesado en el proyecto - "Tendría que hablar con el interesado de materiales y, tal vez, estudiar algunos libros sobre la prenda. No sería barato, ni a corto plazo, no es para unas prisas. Pero seguiría siendo necesario tomar medidas, su abuelo tendría que venir."

Mientras se había despreocupado de los papeles, dándo a Rina tiempo de mirarlos con calma. Para ese momento el hombre miró  a Rina, con cierta extrañeza, miró su mano que sujetaba el expediente del traje de Kaufmann, un par de veces repitió el gesto: parecía que le incomodaba el contacto, al menos con ella, tanto como a un oriental. Finalmente, con mucha delicadeza y tomando su dedo con sólo dos de los suyos, apartó la mano para poder recoger los papeles.

-"Pero éstos diseños no servirían de nada en ese proyecto. No hay nada aquí que nos ayude." - mientras recogía los papeles añadió - "Entonces, ¿cuándo cree que pueda venir su abuelo por las medidas y... tratar los detalles?

A Rina le sorprendió la pregunta fijando los datos que había visto. El cliente era un tal Mr. Go Ma, sin más filiaciones, pero lo más interesante era una dirección de entrega, en una zona residencial de Jamaica Plains que ella no conocía personalmente.

Rina escucha al hombre y asiente para decir mientras tomaba nota mental de lo que había visto.

• Si, hablare con mi señor abuelo, supongo que se pondrá en contacto con usted si está realmente interesado.

Da un paso atrás y hace una reverencia para despedirse al salir de la tienda y apuntar en su libreta lo que había averiguado, una vez hecho esto lo primero sería alimentarse y después vería como seguiría la noche.

Rina sale de allí y tenía que buscar alguien con quien poder alimentarse, notaba como el hambre poco a poco iba creciendo dentro de ella y tenía que conseguir que no fuera demasiado alta ya que si así lo fuera tendría el riesgo de salirse de control y eso no podía permitírselo. 

Sin la ropa ni la preparación adecuada lanzarse a un ligue rápido no parecía la mejor de las ideas. Lo cierto es que Rina nunca había desarrollado la habilidad de "aquí te pillo aquí te mato", no era su estilo. Con toda la noche por delante se lo tomó con más calma, tampoco se le daba bien, pero tenía un don natural. Y cerca de la zona de marcha de las universidades, aunque seguía siendo una fría noche entre semana de diciembre.

Le costó lo esperado: eran ya las cuatro de la mañana, después de varias horas de compartir bebida - con varias visitas al baño a vomitar - con varios chicos que no cuajaron cuando acabó las últimas tres con el mismo, un estudiante de medicina de tercer año con el que no tuvo que fingir afinidad - tal vez el secreto de su éxito - era más bien guapo, pero no se le notaba demasiado escondido en su ropa de estilo demasiado clásico, justo la contraria de la moda. Rina tuvo una breve sensación de manipulación, al pasarle por la cabeza brevemente la idea de que podía ser una versión cuarenta años más joven del profesor ¿estaría el Vínculo afectándole incluso a nivel subconsciente?.

Ahora entraban en la casa de la fraternidad del chico, con prisas escaleras arriba, cogidos de las manos - y de más sitios - El joven, ansioso por ella, había dado por buenas las explicaciones confusas de por qué estaba fría como los muertos la primera vez que le acarició la cara y ahora pretendía calentarla con su propia subida de temperatura, que amenazaba con desbordar. Rina ni siquiera prestó atención a la media docena de universitarios que les jalearon escaleras arriba, estaban tan borrachos que ni siquiera se entendió lo que decían.

Apenas le dio a su presa tiempo a colgar la corbata de la puerta del dormitorio compartido - una auténtica leonera - antes de que ella se lanzase sobre él, arrancándole el jersey y la camisa de cuello cerrado mientras caían sobre la cama; poco dispuesta a gastar la valiosa vitae vampírica en dar lo que había prometido al mortal.  El chico tomó su actitud como el deseo de hacerlo rápido y salvaje, por lo que ya estaba quitándole los pantalones entre besos apasionados cuando ella pasó de sus labios a sus cuello y lo mordió

El grito de sorpresa quedó enterrado entre los jadeos, caricias y chupetones para ser sustituido de inmediato por el de succión extasiada por parte de ella y los gemidos y jadeos orgiásticos por parte de él. Rina había perdido el sentido de la realidad, sólo existía aquella fuente de maná que la aprisionaba contra la cama y a la que se aferró con piernas y brazos; apenas sintió cómo su presa se excitaba sobre ella, tensándose y creciendo entre sus piernas.

Se deleitó en la vida renovada, la apaciguación de la bestia y el alivio del ansia que era su condena por escapar del ciclo natural de la vida. Perdió la noción de dónde estaba y de lo que la rodeaba deleitada en un placer que iba mucho más allá de lo físico.

Su mente estaba perdida cuando algo la hizo volver, un desagradable temblor y vibración que alertaba a una parte de su mente, ahora muy pequeña, que se negaba a dejarse seducir por el placer de la alimentación. Primero vino el recuerdo de dónde estaba, y qué estaba haciendo. Sólo entonces tomó consciencia de que su presa se bamboleaba violentamente. Su mente embotada por el placer trató de buscar explicación, ¿estaba su presa continuando su supuesta actividad a pesar del Beso o a causa de él? Tal vez eso eran las embestidas, pero aquello, sin estar dispuesta a través de la vital le debería estar causando dolor o, al menos, molestias.

Su mente científica y clara se despertó de pronto, al tomar consciencia de lo que ocurría, no estaba recibiendo acometidas amorosas del hombre al que abrazaba para alimentarse: había vuelto a perder el control y estaba convulsionando por la pérdida de sangre. Inmediatamente recobró el control de sus acciones y dejó de drenarle, notando la congoja de nuevo aferrarle el alma – si la seguía teniendo – invirtió las posiciones para ponerse encima y tratar de estabilizarle.

Un minuto después, gracias a su pericia médica, el pobre diablo dejaba de convulsionar y estaba estable, aunque en estado crítico. Necesitaba una transfusión urgente: si no recibía atención médica en menos de una hora moriría sin remedio. Los ojos mejorados de Rina le revelaron una escena incómoda: había un cierta cantidad de sangre por el cuerpo del tipo y manchando las sábanas, no mucha pero sí algo y aún olía que su boca y, probablemente, toda su cara aún estaba cubierta de ella. El hambre era sólo un pequeño incordio en el fondo de sus tripas, pero aún así la bestia amenazaba con retomar el control cuando se lamía los labios y la boca hasta dónde su lengua llegaba. Estaba desnuda de cintura para abajo, los pantalones medio arrancados, aunque no rotos. Peor destino había sufrido la ropa interior, rota en mitad del frenesí apenas controlado, probablemente por ella misma al tratar de aferrarse con las piernas a su víctima cuándo ésta no había terminado aún de quitársela. Rina, además, estaba sucia pues, presa de su propio éxtasis, su víctima había polucionado regándola al convulsionar a ella y la cama.

El rostro del severo príncipe Justin y el de Wladimir acudieron a su mente junto a la voz de Kaufmann explicándole la Mascarada y las consecuencias de violarla.

Lo primero que había pensado era limpiarse mientras buscaba el teléfono del cuarto, un inalambrico de última generación hasta ahora no se había fijado en lo pijo que era ese colegio mayor. No eran buenas noticias. El espejo del baño le devolvió su cara llena de sangre, una imagen que parecía sacada de una película de terror, sobre todo porque tras ella se veía el cuerpo del chico, ni siquiera recordaba su nombre, aún presa del éxtasis de la alimentación, cada vez más pálido y con el pecho latiendo como una locomotora para tratar de llevar a su cerebro la insuficiente sangre que le había dejado.