Partida Rol por web

Margaret escuchó con atención, no, más bien con avidez, toda la información que el Sheriff de policía de Brindlewood Bay les proporcionaba.

Cuando el hombre mencionó la identidad del fallecido, Margaret alzó las cejas en señal de sorpresa más por el renombre del muerto que por qie le sorprendiera su trágico desenlace.

Si había algo que toda buena detective sabía, es que debía observar los hechos sin prejuicios, pero si había algo que toda buena británica sabía, era que los prejuicios son el limo en el que se hunden las botas de agua de la verdad. Y como Margaret era buena detective pero mejor británica, prejuzgó.

En honor a la verdad, no puedo decir que me sorprenda por completo la noticia.

¿Os acordáis de Albert? Todos los años llegaba en las mismas fechas, montado en el mismo yate, con los mismo aires de superioridad y el mismo pantalón pesquero. Que yo siempre he pensado, si eres multimillonario y propietario de una de los bufetes de contabilidad más prestigiosos de Massachussets, ¿en verdad son necesarios esos pantalones?

Siempre he pensado que aquello era pura pose. Una excusa para dejar en tierra a Amanda y marcharse con sus amigotes en el yate y la excusa de hacer pescar salmones y carpas en el Lago Michigan a montar verdaderas bacanales. Bella, ¿no conocías tú uno de esos chicos que siempre se iban con Albert de "pesca"?

Movió una mano restando importancia.

El caso es que se veía venir. Ni su familia, ni sus empleados, ni su consejo de administración de la financiera. Nadie le soportaba realmente.

Aun recuerdo la que le montó a Sara, su hija mayor, cuando hace dos años la rechazó como heredera de la presidencia de la empresa. Ella, que llevaba trabajando para la financiera de su padre desde los 21 con tanta determinación que ni siquiera había encontrado marido.

¡No sabéis como se puso cuando se enteró! Lo recuerdo perfectamente porque estaba aquí, en Brindlewood Bay. Se estaba viendo con el Sr. Peterson, mi casero, aunque no creo que fuese nada serio. El caso es que por aquella época la veía mucho y no veáis las lindezas que salieron por esa boquita sobre su padre.

Muriel retiró la manquera de oxigeno de su boca, le resultaba molesta cuando quería entrar en faena. 

—No vistamos el muerto tan rápido querida Margaret— espetó con premura y agitando una mano en su dirección —Aunque estoy segura de que tu tendrás una historia así de cada una de nosotras.

Sin darle tiempo a responder a tan insidiosa acusación, Muriel se apresuró a señalar con un dedo al sheriff insistentemente. 

—Si este mequetrefe (sin acritud Sheriff Dalrymple) está aquí pidiendo que nos inmiscuyamos en una investigación oficial, es por que las cosas no son tan sencillas como... oooahh ... cómo .... oaaahhh— tuvo que ponerse de nuevo la manguerilla para poder terminar.

—Cóooohmooh pahrehcen— dijo finalmente inhalando oxigeno. 

Cuando parecía que ya había terminado finalmente apuntó. 

—Lo primero que Amanda haría sería ver el fiambre— y miró al sheriff dejándole entender que la pelota estaba en su tejado. ¹

Mientras los demás hablaba, en las manos del Sheriff habían aparecido casi mágicamente un plato con un trozo de tarta y una taza de café exactamente tal y cómo le gustaba (era un misterio cómo conocía Bella las preferencias de la gente en este sentido, pero parecía saber cómo tomaban el café o té la mayoría de sus conocidos. Incluso si nunca había tomado café con ellos).

-Vamos, vamos, comportémonos como damas y no seamos tan agresivas con el pobre Sheriff. Es un hombre honesto y trabajador, que siempre ha hecho su trabajo lo mejor que ha podido y con las mejores intenciones. No es culpa suya que no se les ofrezca entrenamiento cuando consiguen el cargo.-Dijo Bella, dándole unos cachetitos amistosos en la mejilla y dedicándole una sonrisa alentadora-Vamos, coma. Seguro que lleva un día duro; reponga fuerzas.

La propia Bella tomó asiento en uno de los sofás, mientras cogía otro pequeño trozo de tarta para sí misma, con una de las ovejas de nube.

-Algo me parece recordar del tal Señor Krause. ¿Puede que hables de Johan, Muriel? El chico que me reparó la verja. Creo que lo contrataban algunas veces en esas excursiones de pesca. Muy buen chico, Johan. Tan amable y considerado. Y tan guapo, rubio y bien formado. Era capaz de cargar varios sacos de cemento él sólo sin esfuerzo. No sé que le daba su madre de comer, pero le salió un chico bien hecho. Es curioso, nunca me pareció que supiese mucho de barcos o de pesca, pero eso demuestra que nunca se conoce a las personas. Pero a lo que íbamos. Lo más importante en las investigaciones de asesinato es saber quién sale ganando. Tendríamos que averiguar a quién va la considerable fortuna del Señor Krause.

Las Expertas estaban cortocircuitando a Wyman una vez más, ahora recordaba por qué recurrir a ellas nunca era una opción, peor no podía jugársela a que le volviesen a dejar en evidencia sin que pudiese atribuirse un mínimo porcentaje de importancia en la posible resolución del caso.

Le costó seguir el repaso a los marujeos familiares de los Krause según el boletín de la señora Fairchild, querría haber tenido una repuesta mordaz que soltarle a aquel cadáver andante que era la señora Lanterman, pero Bella se había apresurado a darle justo lo que no podía rechazar en aquel momento en forma de tarta y una humeante taza en la que la efigie de un muchacho gordito, con gafas de sol y uniforme azul pedía que se respetase su autoritas.

- Muchas gracias, señora Thomas.- Masculló mirando directamente a Muriel. - Les prepararé un escrito para que Beauregard no ponga ningún tipo de impedimento a que visiten la penúltima morada de Karuse en sus instalaciones, se la haré llegar a la hora de apertura de la lonja, se lo aseguro.

Se notaba que por un lado le tocaba la moral el tener que perder el tiempo contactando con Etienne fuera de horas de trabajo, peor por otro lado quedaba claro que prefería hacerlo así a tener que andar haciendo de taxista y mediador de aquel círculo de chismosas. Esperaba que Muriel lo hubiese captado.

Agatha sonrió satisfecha al ver que podrían examinar el cuerpo y visitar el escenario del crimen. 

Bien, Wyman- continuó intentando sacarle un poco más de información.- ¿ Y la familia? ¿Dónde  está?. Tranquilo, no me estoy planteando interrogarla. Todavía. Pero... me gustaría ver como siguen sus vidas ahora que les falta su ser querido... ya me entiende...- guiña un ojo.

- Su apesadumbrada viuda y desolados hijos están pasando el trance de la pérdida a bordo de la Dama Regia, el yate familiar en el que suelen hacer vida cuando visitan la bahía. Procuran estar en alta mar, lejos de la vista de los curiosos, pero seguro que pueden aprovechar una de sus visitas al puerto, ya que su mayordomo ha de venir todos los días para avituallarse o puedo conseguir que alguien las acerque al barco, pero no sé con qué excusa les podré poner para descargar en su borda a una tropa de... curiosas investigadoras. - Se mordió claramente la lengua, pero el azúcar de la tarta de Bella sirvió a modo de antídoto, evitando que se envenenase.

-No curiosas, Sheriff. Interesadas.-Corrigió Bella con una sonrisa amable- Despues de todo, vecinos de nuestra comunidad, aunque sean vecinos temporales, han sufrido una tragedia. Y es debuenos vecinos hacerles una visita para ver cómo están, interesarnos por ellos y darles el pésame. Ya hemos enterrado a unos cuantos esposos, ya sabemos como es la cosa después de una muerte. Bueno, excepto nuestra Two Wheels, que no ha enterrado a ningún marido, pero recorriendo el pueblo con el correo, ya sabe mejor que nadie lo que se hace en los días después. Pero a lo que íbamos. Creo que aún tengo ingredientes para hacerles unos bollitos frescos para que los tomen para el desayuno o a media mañana. Y algún bote de mermelada casera.  Y quizás Margaret podría hacerles uno de sus platos británicos y meterlo en un tupper. Siendo gente de postín, seguro que aprecian la comida internacional. - Bella sacudió la cabeza con expresión pesarosa.-Esa pobre viuda y los hijos. Si están como yo cuando enterré a mi Andrew, lo último que tendrán fuerzas será para cocinar y hacer las tareas de la casa. Bueno, tienen un mayordomo, pero igual, apreciarán comida cocinada en una cocina de verdad. Yo digo que deberíamos hacerle una visita, llevarles unos tuppers y ver si necesitan algo. En nombre de muestra de cariño de los vecinos del pueblo.

Prepararé un bizcocho de manzana, creo que esa pobre familia ya ha sufrido demasiado como para prepararle alguna especialidad British.

Asiente Margaret con esa flema británica que solo los británicos tienen al criticar a su país.... o a cualquier otra cosa, ser o constructo social o político.

En cualquier caso, aquello bastó para confirmar su presencia en el yate.

—Un comité oficial de duelo de Brindlewood Bay llevando el sentido pésame en nombre de toda al comunidad. Es una idea estupenda Jezebel— dice Muriel soriendo ampliamente. Bella sabe que no tuerce su apodo por descuido o desconocimiento. Lo hace adrede.

—No sé a que hora tenéis pensado pasar por allí, nunca he ido de visita a un yate, así que no se que hora es la que se estila. Pero en todo caso el muerto no se moverá de la Lonja y tampoco le importunaremos por pasar a verle a primera hora. Bien podríamos revisar el cadáver tras dar el pésame a esta pobre familia o quizá verle a primer hora antes de pisar el yate.

—Algo me dice que la segunda opción sería la hoja de ruta mas acorde con el pensamiento inquisitivo de Amanda— Remarca Muriel que suele tratar de demostrar constantemente que su entendimiento de los procesos mentales de Amanda De'lacourt es superior al de sus compañeras —Así quizá el fiambre nos de una pista de dónde deberíamos mirar o que puertas deberíamos tocar.

Wyman se terminó su porción de tarta y apuró su té sin decir mucho más pues temía que a cada posible comentario Muriel o alguna otra de las Expertas sacaría punta a sus palabras buscándole más problemas que soluciones, volvió a insistir en que Beauregard estaría más que avisado y preparado para mostrarles el cadáver a cualquier hora del día y se caló su sombrero tan pronto como giró sobre sus talones y abandonó el rincón de lectura de la librería, como si este tuviese algún tipo de poder que le hiciese invisible a cualquier posible curioso que todavía quedas en el establecimiento.

Las Expertas pudieron continuar recogiendo y limpiando sus dominios en el corazón del Candelero y partieron a sus respectivas moradas tras un día de lo más completito, y eso que todavía no habían comenzado a investigar el puzle que se desplegaba ante ellas, apetitoso y oscuro como pocos.

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Con la edad el cansancio puede llegar antes, pero los amaneceres también se suelen adelantar al sol, dejando a la gente mayor o postrada en el lecho, repasando tanto sus vidas como la jornada anterior al dedillo, tratando de deducir si su memoria es digna del Brain Training o hay algún miedo al deterioro que la atenace, o levantándose a horas en las que todavía no se han desplegado las aceras, caminos y carreteras ara su uso diurno, comenzando sus jornadas antes dle canto de los gallos, cuando los grillos comienzan a notar la afonía propia de sus cantos nocturnos.

Las Expertas, cada una en su ámbito, eran posiblemente más amigas de la segunda opción, pero los sueños de Muriel, por ejemplo, la podían dejar rematada, en la cama, tratando de arrancar algún sentido a lo que su tronco le contaba mientras debía aclimatarse al uso diurno de su respirador.
 
Margaret gozaba despertando a su casero antes de lo que otras personas considerarían una hora decente, con revisiones de motor o con alguna petición mañanera para el desayuno, exigiendo su nunca especificada comida matutina como si de un bed and breakfast se tratase.

Bella tenía la difícil decisión de con qué tomar su primera infusión del día entre los mil manjares que terminaban sobrando en sus cestas y alacenas, ahora que no tenía tantas visitas como antaño.

Y la mayoría de las mañanas el cartero no pasaba lo suficientemente temprano para llevarle a Agatha la prensa del día, con nuevos crucigramas con las que paliar la espera hasta cualquier recado o compromiso con el que tuviese que arrancar su jornada fuera del hogar.

Pero había gente en Brindlewood Bay que, para bien o para mal, pasaban la noche trabajando, ya fuese descargando la mercancía de los pesqueros, congelando mercancía o preparando el pescado y marisco fresco para la venta de la lonja, realizada en la entrada del mercado de pescado del pueblo. Las pujas y ventas solían hacerse poco antes de que el Sol comience a rastrillar la oscuridad con sus primeros rayos. Tras la venta, varios camiones frigoríficos proceden a llevarse buena parte de las piezas del día mientras los vendedores locales proceden a abrir sus pequeños cubículos mientras calientan los ánimos con una buena sobredosis de cafeína, deseando vender su mercancía cuanto antes para poder tratar de fugarse a la cama a una hora decente, descansando mientras el resto de la población realiza sus tareas cotidianas diurnas.

Las expertas se habían citado tras la finalización de las pujas de la lonja para abordar al tal Etienne Beuaregard, mandamás de Beau Travail LTD, pequeña empresa dedicada a la compra y transporte de los frutos del mar locales, cuyo curioso logo era un brazo que parecía dibujado por un niño pequeño sosteniendo de manera sospechosa a una inocente caballa de ojos saltones y lengua colgante.

Mientras las Expertas trataban de localizar el emplazamiento de las cámaras frigoríficas de Etienne, todo el bullicio y olores del mercado les abofeteaba las pálidas mejillas.

Ese nuevo cartero se entretiene demasiado cuando pasa por casa de los señores Wilson, sus vecinos de más arriba de la calle, los que tienen una hermosa hija que siempre sale a recoger el correo luciendo un generoso escote.

Normalmente no le daba importancia a ese pequeño retraso, pero hoy tenía prisa. Y si no conseguía terminar su crucigrama de la mañana antes de salir, sabía que iba a ser un mal día. Es un presagio. Para tener un buen día, tenía que finalizar un crucigrama antes de emprender cualquier tarea.

Cuando el chico se acercó con la sonrisa aún en la cara, Agatha cogió su entrega ya malhumorada.

- Me alegra que te lleves tan bien con la señorita Wilson. Aunque seguro que a tu prometida, la señorita Brown, no le alegraría tanto.- iba diciendo mientras ojeaba distraídamente el correo- No vuelvas a llegar tarde- sentenció finalmente, como si hubiera una conexión irremediable entre un hecho y otro, para darse la vuelta y dejar al chico boqueando como un pez.

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Agatha llegó hasta el mercado refunfuñando para sí porque había tenido que dejar su crucigrama a medio hacer, y eso era mala señal. Esperaba que al menos las chicas fueran puntuales, porque no estaba de humor. 

No sabía por qué tenían que limpiar las tripas del pescado en la entrada de la lonja a primera hora, de manera que todo el que llegaba temprano tenía que sortear un amasijo de carne y vísceras para poder entrar al mercado.  Cierto es que para las 10 de la mañana, cuando la mayoría de la gente se acercaba a comprar, ya se había limpiado. Pero ¿ por qué no podían pensar en las personas madrugadoras como ella?

Se dirigió hacia el punto de encuentro, mirando disimuladamente hacia las cámaras de Ettiene para ir reconociendo el terreno.

-¡Buenos dias, Señor Smith!¿Mejor de la cadera?

Bella era consciente de que llegar tarde era de mala educación, así que siempre salía con tiempo suficiente.

-¡Señora Graham! Gracias por mandarme alguna de sus manzanas. Le mandaré algo del dulde de manzana que hice con ellas.

Ignorar a la gente que conocías cuando te encontrabas con ella también era poco educado, así que el cálculo del tiempo de camino incluía los inevitables saludos y conversaciones en el camino.

-¡Señorita Levi! Quiero decir, Señora. Nunca me acuerdo de que ya tengo que llamarte de otra manera ¿Que tal la vida de casada? Ya he recibido la nota de agradecimiento por el regalo que os mandé. Tan considerada. Y preciosa. La tengo encima de la chimenea.

Y en un pueblo pequeño como Brindlewood Bay, donde todo el mundo se conoce entre sí, los encuentros entre conocidos eran numerosos, y los movimientos por los sitios con mucha gente, como podía ser la lonja por la mañana temprano, lentos y llenos de constantes interrupciones, así que Bella se levantaba temprano para llegar a sus citas. No es que le importara. La vida comunal en un pueblo pequeño era así, pero ese era parte del encanto.

-¡Buenos días, Agatha!¿Has dormido bien?-Le preguntó Bella llena de energía mañanera, cuando por fin llegó junto a su amiga.-Resulta revitalizante la brisa marina aquí cerca del mar a estas horas, ¿verdad? ¡Cuanta variedad de pescados tienen! Me están dando ganas de preparar una caldereta. Creo que me pasaré por la pescadería cuando acabemos. Y sobre lo nuestro ¿ya sabemos a donde tenemos que ir?-Preguntó, mirando a su alrededor en busca de alguna indicación de donde podían estar las oficinas de Etienne

—Este olor...— espetó Muriel a sus compañeras —Este olor no está bien.

Se había ubicado entre Bella y Agatha sin que estas lo hubiesen notado. Taciturna y sibilina, a pesar de ir arrastrando la pipeta con el oxigeno. Cómo si simplemente hubiese aparecido allí de esa forma odiosa en la que Muriel suele llegar a los lugares.

—Sabes a lo que me refiero Jezabel— dijo en un tono que casi podría parecer acusador —incluso tú Agatha seguro que lo notas.

El insidioso olor de la lonja penetraba en sus fosas nasales como cualquiera podría esperar. Pero desde hacía una buena temporada que había quedado de manifiesto en el pueblo que la lonja de Brindlewood tenía una tonalidad particular.

—Un ligero regusto a azufre...— Matizó la anciana. Las autoridades pertinentes que habían revisado con ahínco las condiciones de la lonja habían concluido que todo estaba correctamente. Quizá el olor provenía de una concentración un poco más alta de lo normal de sulfitos en la bahía, que estaba por supuesto impregnada en el pescado. Pero que no representaba ningún peligro para nadie.

—Sulfitos... ¡JA! Menudos necios— finiquitó Muriel sin pretender entrar en el tema —Bueno ¿que? ¿Nos vamos a quedar aquí paradas? no pretenderéis que Margaret haga justicia a la vanagloriada puntualidad británica.

Mirando atrás esperaba encontrarse con Margaret fisgoneando su conversación.

Margaret fue la última en llegar. Y no fue porque no estuviera despierta desde mucho antes y con el tiempo suficiente para llegar. Tampoco fue por que surgiera ningún imprevisto. Llegó la última por el mero hecho de que podía y, ya de paso, sabía que eso podía molestar a alguien. Y siempre es bueno buscar nuevas formas de molestar.

El sonido del tubo de escape de Lorry anunció su llegada con un petardeo, no porque el motor tuviera ningún problema, sino porque así lo había dejado Margaret. Después de todo, era otra buena forma de molestar.

¡Hola, queridas! Veo que ya estáis todas aquí, espero que no se haya hecho tarde.

Dijo, aunque sabía perfectamente que ya pasaban 10 minutos de la hora, asomando su cabeza por la ventanilla mientras fingía que buscaba donde estacionar a pesar de que iba a parar a Lorry en doble fila justo delante de la entrada, hubiera suficiente sitio o no. Era una especie de costumbre para ella y pobre del policía que decidiese multarle.

¿Habéis llegado bien? Nunca me gustó venir hasta esta zona por lo alejada que está del pueblo, ¡y eso que yo tengo a Lorry!.

- Vamos, vamos... centrémonos- espetó Agatha, que seguía de mal humor y el retraso de British no había ayudado a calmar su ánimo. Tomó camino hacia las neveras de Etienne a un paso difícil de creer para alguien de su edad. 

A las Expertas no les costó encontrar la zona de neveras de la empresa de Beauregard, su masturbatorio logo pesquero era algo más tosco y hortera que el resto, destacando, aparte de por su simbología, por el empleo de unos luminosos tonos azules y rosas que casi parecían más propios de un póster para hippies fumetas, impreso en la década de los 70 y ligeramente desvaído por su exposición en un escaparate sin acetatos protectores.

Uno de los empleados de Ettiene vigilaba sus dominios tras un pequeño mostrador, garabateando algo en una libreta llena de cuentas muy sencillas. 

Al ver al grupo de peculiares visitantas, caminando decididas en su dirección, como si una versión para ascensor de Little Green Bag sonase de fondo, tomó nervioso un walkie talkie y farfulló algo ininteligible que resultó ser una invocación a su jefe, quien llegó a paso rápido desde una puerta exterior del recinto, tirando una colilla a su paso para fallar al tratar de pisarla haciéndose el desenvuelto.

A las Expertas no les hizo falta ni abrir la boca, él se presentó y les comentó que había recibido una peculiar nota de parte del Sheriff pidiendo que les diese acceso a la cámara donde descansaba Albert Krause.

- No negaré que todo esto me parece un poco irregular pero si Dalrimple considera que esto es necesario para terminar de cerrar su expediente sobre este triste accidente, bienvenidas sean ¿Son ustedes forenses especializadas o algo así?

Etienne intentaba acentuar por todos los medios su naturaleza ramplona, incluso forzando un acento que claramente no tenía naturalmente.

- Verán, soy amigo de la familia y querría que este trance terminase para ellos cuanto antes.- Comentó, dejando de manosear su visera antes de calársela, ocultando tanto su calva como sus cejas.

-Nos contrataron como consultoras expertas independientes.-En la situación, sería de mal gusto tener una sonrisa de oreja a oreja, pero si no fuese así, casi habría estado dando saltitos por poder darse el título. Había visto varias veces a los detectives de novelas y televisión llamarse así cuando la policía los contrataba para ayudarles en un caso, y era de lo más emocionante estar en la misma posición. Aunque técnicamente, no habían sido contratadas, porque el sheriff no había dicho nada de pagarles. Aún-Pero tenemos distintas especialidades relevantes a los casos que investigamos. En realidad, no todas tenemos conocimientos médicos.-Bueno, en realidad, sobre todo Margaret, que había sido enfermera durante la guerra y recepcionista en una clínica. Y aunque Bella podía hacer un diorama bastante decente de un hombre desollado con pastel de gengibre, no creía que tuviesen allí los materiales para hacerlo.-¿Contesta eso a su pregunta, joven? ¿Pero le importa que pasemos a ver al difunto? Tenemos otras tareas pendientes hoy, y no queremos llegar tarde, o quitarle mucho tiempo de su trabajo.

—Un francés, un inglés y un alemán entran en una lonja... oh perdón señor Etienne, no puede evitar fijarme en que su nombre es de ascendencia francesa. Me causa curiosidad su unión con los Kraus ¿no vendrá desde el viejo mundo no?— Los ojos inquisitivos de Muriel se clavan en el pescador. Aunque su cara expresa una media sonrisa como si de una ancianita encantadora se tratase. Las chicas observan a Muriel con cierta mueca, por que esta actitud no le pega nada.

—Es ciertamente una pena por lo que están pasando los Kraus señor Beauregard. Ojalá puedan encontrar sosiego en... en... ¿de que lugar eran los Kraus?

Agatha, aguardaba con gesto de impaciencia en la puerta de la cámara, esperando a que el resto de las chicas se "camelaran" a Beauregard. 

Lo labios apretados, los brazos cruzados con su pequeñó bolsito cogando de una muñeca y el pie tamborileando el suelo, húmedo de agua salada y hielo fundido.