Una vez en tu habitación, no puedes esperar para sacar de tu mochila el libro que Giles te ha permitido llevarte. Lo ojeas con emoción deseosa de poder aprender cuantos antes todo lo que allí se encuentra y tus ojos se posan en la descripción de un sencillo encantamiento: "Duplicidad" Curiosa, lees sus instrucciones y te dices a ti misma que un pequeñito hechizo no puede hacer daño a nadie.
Las palabras están en latín pero no tienes problemas en pronunciarlas porque te metiste en un curso de verano de lenguas muertas a pesar de que Xander se mofó de ti durante un mes. Las pronuncias mientras sujetas un lápiz en tu mano y, con un pequeño estallido azul, aparece otro idéntico junto al primero. Entusiasmada lo utilizas otra vez con un boli, una taza y un libro.
Entonces, tras tu ventana abierta, un gato maúlla en un árbol y te fijas en él ¿Por qué no? te dices y, mientras lo señalas con tu mano, pronuncias las palabras.
De pronto ocurre algo diferente, un estallido de luz sale de tu mano contra el gato pero rebota en él sin producir ningún efecto. La energía tropieza con las ramas del árbol y se convierte en un loco pinball hasta que sale disparada perdiéndose en la noche.
No entiendes lo que ha pasado pero, por si acaso, es mejor dejar los experimentos por esta noche.
Se lleva la mano a la boca, un poco asustada y abre la ventana para ver que el rayo de luz no provoca ningun otro mal. Aliviada cierra la ventana y cierra también el libro, se sienta encima de la cama cruzando las piernas observando ese objeto cuadrado. Y finalmente dirige la mirada hacia los objetos que sí había conseguido duplicar. Una sonrisa se le dibuja en la boca. Se había sentido genial. Quería más. Pero ya había valido por ese día. No quería tener que darle la razón a Giles. Deja el libro en cima del escritorio y se tumba en la cama.