El ave, que aparéntemente no se había dado cuenta del cadaver hasta ahora, revolotea alegremente mientras pia. Al parecer aceptaba tu oferta.
Luego de eso, empiezas a caminar hacia la salida del cementerio. Querías poner la mayor distancia posible entre el cuerpo que descuartizaste y tú. Pronto sales del lugar y empiezas a caminar, buscando un teléfono público donde puedas llamar al taxista.
Es bastante dificil, con la tecnología avanzando y los celulares a la mano de todos, las cabinas telefónicas están en extición, pero finalmente puedes encontrar un locutorio que todavía no termina de morir. De ahí llamas al taxista pidiéndole que te venga a buscar a tu dirección actual.
¿A dónde ahora?
Tenía mucho trabajo por delante, pero con mi hermano en mente en todo momento, tenía clara cuál era mi prioridad.
Necesitaría criados para peinar la ciudad y descubrir qué había ocurrido con Kalfu.
Le diría al taxista que me llevara de nuevo a la comisaría central y antes de dejar el taxi, haría como la última vez y a la fuerza le obligaría a tragar otro poco más de mi sangre. Aquella iba a ser mi forma de pago por sus servicios de aquella noche y probablemente empezaría a surtir efecto el vínculo con lo que tendría una forma rápida y segura de moverme por la ciudad así como un informador dando vueltas por las calles y conectado a la red de radio del resto de taxistas.
- Aparca aquí. Me esperarás hasta que termine la reunión.
Le doy la orden al conductor y salgo hacia la comisaría donde ya me debían conocer de la noche anterior.
- Tengo una cita con el capitán McGregor.
La puntiaguda uña de mi dedo índice repiqueteaba contra el mango metálico de mi bastón. Tenía prisa.