Partida Rol por web

Ya habían tenido suficiente. Habían reunido suficientes pruebas en el apartamento de Ambroise, aunque planteaban más preguntas que respuestas. Cuando al fin salieron al frío otoñal de la calle, comprobaron que monsier Tanka todavía no había regresado. Lejos de preocuparse, Vytauras les indicó a los demás que lo siguiesen hasta su coche. En efecto, tal y como monsier Antanas había deducido, su chofer había visto a su compañero extraviado.

—Salió corriendo, monsier Victor. Perseguía a un sin-techo. Francamente, dudo que la carrera dure mucho. Si salimos ahora, es posible que todavía lo encontremos por la Calle Rennes.

Tras una propina tintineante, todos se subieron al reluciente coche de Vytauras y recorrieron la dirección que había indicado el chofer. No tardaron demasiado en encontrarse con un agotado y apesadumbrado Tanka, que bajaba la Calle de Rennes con cara de pocos amigos.

Cansado y excesivamente sudoroso Tanka se detiene al ver las luces del vehículo que se le aproxima, y al ver que son sus compañeros de aventura por fín se puede relajar un poco.

—Saludos, Monsieurs. SUpongo que se preguntarán que ha sucedido. Lo cierto es que ni yo mismo estoy seguro. Cuándo estabamos contemplando cómo el cerrajero hacía su buen trabajo, y tras ser afectado por....bueno, lo que quiera que fuese aquello, observé que alguien estaba extrañamente fijado en nuestra habitación, concretamente un sin techo, creo, que no nos quitaba ojo. Por eso salí corriendo tras él, porque pensé que podría tener alguna relación, o algún tipo de información que pudiera revelarnos. Pero me temo que el era bastante más rápido y ágil y al final entre las callejuelas del Dragón le he terminado perdiendo. No obstante, si ven a un sin techo mugriento, con el pelo rojizo, barba mal cuidad y boina, es posible que sea él. Ya se que no es una descripción muy exacta, pero ahora mismo es lo que hay.—  

Patrick se seca con presteza el sudo de su cara y frente, y toma un largo respiro para calmarse del todo. —¿Y bien, cuál es nuestro próximo destino?, ¿ Qué han averiguado en el piso? ¿ El señor Bolumburu, ¿se encuentra bien?—

—Sufrió un desvanecimiento, nada grave. Ya está en su casa, contestó el lituano desde la ventanilla del auto. —Suba si quiere, vamos a ese antro... Tse Yang. Y descuide, Profesor, dijo dirigiéndose a Desmond, Herr Roth vigilará el coche.

El profesor ríe mientras se aprietan para que Tanka suba al vehículo. La próxima vez que vayas a perseguir sospechosos, amigo Patrick, avisa a alguien que esté en mejor forma física. El profesor da unos golpecitos en el hombro de Antoine Victor, seguramente de manera bastante irritante para este. El buen comer pasa factura.
Desmomd se recuesta e indica el camino más seguro a Antanas mientras repasa mentalmente todos los lugares cercanos al Tse Yang que él mismo conoce y ha visitado tantas veces. Era muy probable que conociese a alguien en ese mismo antro. Ya estaba bien entrada la noche y estaban todos demasiado sobrios como para encajar en ese lugar.

 Tristán se asoma por la ventanilla del auto, tal vez golpeando en el medio a algunos de sus compañeros por la torpeza propia de un hombre tan consternado como era él.

- ¡Vamos, Sr. Tanka! Subase que tenemos que ir a ese bar turco... y después buscaremos a ese muchacho Nicholas, Dios sepa como estará él...

El padre Regnard se acomoda en el coche lo mejor que puede, sumido en sombríos pensamientos. Tiene cada vez mayor certeza de que fuerzas oscuras se esconden tras estos incidentes, y empieza a pensar que quizás sea su deber enfrentarlas dispuesto a darlo todo, sin miedos. Al mismo tiempo, no ve del todo adecuado sumergirse en entornos oscuros y pecaminosos como el lugar al que se dirigen.

Pero no hay mejores opciones, y no puede echarse atrás. Tampoco es el momento de compartir sus reticencias con el resto del grupo. Así que decide aparcar esos pensamientos en la parte de atrás de su mente, y centrarse en los objetivos más cercanos.

"Espero que encontremos respuestas en ese lugar perverso", murmuro con un deje de desaprobación. "Y que el muchacho no haya sido consumido por esos vicios para cuando le encontremos..."

Una vez estuvieron todos en el automóvil de monsier Vitauras, este dio orden al chofer para que les llevase a Montparnasse. El vehículo dio media vuelta y atravesó la noche con elegancia. Como una bestia moderna que serpenteaba por los recovecos de una ciudad durmiente, bajo la acogedora luz de las farolas de hierro.

Los pasajeros, sin embargo, no se sentían tan maravillados por aquella sinfonía de luces. Las noches se volvían cada vez más grises e insípidas. La música resultaba más estridente. La comida resultaba seca, las sábanas ásperas y los perfumes amargos. El mundo era un mundo más triste sin Camille. Carcosa, no obstante, era algo completamente distinto. Un lugar de ensueño, nacido de la imaginación de un artista y un dramaturgo. Carcosa, con sus estrellas negras y sus evocadoras ruinas. Cualquier poeta del siglo pasado habría dado cualquier cosa por perderse en aquel paisaje, lejos del ruido, de la mediocridad y del tedio. 

La perdida Carcosa.