- Sea pues que os veo tan entusiasmada que iré a verlo y después iré a dar una vuelta por estos lares antes de zarpar - Y tomo ruta con el resto del grupo
Con los tres nuevos acompañantes a bordo del Rayo Negro, Jimena se sintió aún más cómoda, en su terreno. Se paseó entre sus muchachos, dando palmadas de ánimo, enseñándoles los dientes o simplemente saludándolos con un movimiento de cabeza. La diligencia y el respeto podía verse perfectamente reflejada en los ojos de toda la tripulación.
Jimena puso los brazos en jarras y examinó la cubierta.
-Habría que comprar un poco más de munición. Por si las moscas, ya se sabe -le respondió al cura que no era cura-. Lo careamos hace poco, así que eso nos quita un jodido peso de encima. El matasanos del señor Aguja necesita trastos nuevos para la enfermería. Hay que darle al leviatán este un baño de brea, hay que reparar las velas del trinquete y en general echar un vistazo para comprobar que todo está bien. ¡Eh! ¡Llamadme al señor Kipling, que lo necesito! Es el carpintero. Por si hace aguas la bodega, habría que arreglarla. Pero vaya, que todo son cosas rápidas. Mis hombres se pondrán a trabajar enseguida, señores. No se me pongan nerviosos. ¿¡Alguien quiere decirme dónde coño está Foque!?
Se volvió hacia los tres con gesto un poco más serio.
-Ah, y esa pequeña "cantidad" va a servir para pagar a mi tripulación. Nada de juegos, señoritas. Esta gente se muere. Quieren metal para echar un buen polvo y coger la cogorza de su vida. Moral, señores. ¡La moral tiene que estar alta! -Jimena se giró con los ojos ardiendo-. ¡¡¡FOQUE!!!
Foque salió de las bodegas y escrutó el contenido que estaban subiendo sus compañeros. Parecía se su agrado. Apoyó las manos en la borda y le dedicó una sonrisa cómplice a la capitana Cuervo.
-Todo en orden, capitana -dijo-. Estamos listos para partir al amanecer. ¿La compañía que traéis se instalará en la Rayo?
- Señora mía, siendo questa una expresión cortés... El navío está bien, no puedo decir mucho más porque lo mío no es pasearme en alta mar - digo a la capitana - Aunque hay algo que no comprende, me parece... - Haciendo una pausa y en un tono algo más serio - Parece que con la excusa de que veamos su navío va a querer acaparar la totalidad de los recursos que nos han cedido y por ahí no voy a pasar, pues no se el resto de los aquí presentes pero yo también tengo tropas que cubrir y como bien dije vine a ver su navío pero quiero darme un paseo por los muelles
Jimena se echó a reír y le dio al señor Mendoza una palmada en la espalda. Le gustaba la gente sincera.
-¡Así habla un hombre, joder! Siento si se me ha ido la lengua, no quiero quedarme con todo el dinero de la doña. Es solo que quería señalar que hay que reservar una parte para pagar a los que se van a matar por nosotros. ¡Anda, arread a pagar a vuestros hombres, ya veréis qué contentos se ponen! ¿Y vos, señor no-cura, también tenéis gente a la que asalariar? Sea pues, ¡movimiento! -señaló a Foque con el pulgar-. Aquí el amigo ha dicho que al amanecer podemos soltar amarras. Si se quieren llevar los cofres, pues llévenselos. Seguro que a los burros esos de la coraza les hace ilusión cargarlos otra vez -volvió a reírse y se colocó al lado de Foque.
Se apoyó en su hombro muy resueltamente y esbozó una sonrisa.
-Aquí el señor Íñigo Acevedo, contramaestre del Rayo Negro. Si quieren cualquier cosa, disponible estará. Y ahora, venga, hagan lo que tengan que hacer y vuelvan a embarcar cuando estén listos. ¡Me cago en la puta, llévense el dinero! ¡No voy a consentir que me tachen de ladrona! -se echó a reír y le guiñó un ojo al señor Mendoza-. Con Dios, señores. Al amanecer nos veremos. Y tú -golpeó a Foque con la palma en el hombro y le señaló el castillo de popa con la cabeza-. Tenemos que hablar.
- Yo no he dicho que me quiera quedar los cofres o no, pero esa es la impresión que me ha dado con su exposición, solo dejar en claro lo que a mi se refiere. - Haciendo una pausa - Todos son parte de la expedición, y hay que saber en qué se va a gastar, pues si nos adentramos en la isla no va a servir de mucho un hermoso navío minuciosamente preparado para cañonear a otra nave
Por cierto, ¿dónde se supone que están nuestras tropas?
Donde las hayáis dejado. Eso es cosa vuestra.
- ¿Alguna cosa más antes de que vaya de nuevo al puerto? - Digo en tono normal - Tengo que avisar a los míos de lo que hay de aquí en adelante
Tras unas duras negociaciones de Foque y cuatro noches de espera, aquella Manada del Sabbat ya contaba con cuatro barcos y ganas de derramar sangre.
Léonard eligió el galeón Sao Paulo como su dominio y le cedió el mando de la navegación a la Capitana Cuervo.
Los cuatro Vástagos y Foque se reunieron en la cubierta del Rayo Negro.
-Esperamos órdenes, capitana -dijo Foque.
Jimena contempló la belleza de su barco con una afilada sonrisa. Le dedicó a Foque una mirada brillante y le guiñó el ojo.
-Vámonos de aquí.
Foque asintió y entonces Jimena se volvió a la tripulación.
-¡Ya lo han oído, señores! ¡La tormenta vuelve a desatarse en el mar, porque el Rayo Negro zarpa en este mismo instante! ¡Moved el culo, hideputas acomodados! ¡La sangre y el oro nos están esperando!