Partida Rol por web

En base a lo que has visto por fuera, consigues hacerte una idea mental de la ubicación de las habitaciones, al menos de las que dan a las ventanas. Parece que la casa va bien nutrida de dormitorios y tiene un amplio salón en el lado oeste, pero no puedes estar seguro de todo, en algunos caso, has de hipotetizar.

Y sí, para disgusto de tu capacidad precognitiva, has acertado. A la entrada del sótano hay huellas de dos pares de zapatos distintos, recientes, bien marcadas en el barro. El sótano está bastante oscuro y caso de entrar hay que caminar ligeramente agachado. La puerta da a una sala que tendrá la mitad de la casa de amplitud, con unas tuberías que salen del techo y van hacia la pared que da a la parte trasera de la casa, supones que a la caldera.

Acumulados a tu derecha hay multitud de objetos: una manguera, cuerdas, tejas, macetas, un par de azadas, una pala y algunas maderas. También hay una larga escalera de metal de unos cuatro o cinco metros de largo. Hacia el fondo se ve una puerta pequeña, abierta, que debe dar a otra sala del sótano, pero para ir hasta ella habría que ir a cuatro patas, pues por allí el terreno se eleva suavemente. No ves a tus subalternos perdidos por ninguna parte.

Ernesto continúa por unos segundos mirando al interior del sótano, clavado en su lugar. Luego, aparta la mirada cerrando los ojos y pasándose una mano por la cara, en un claro signo de cansancio y resignación.

La puta madre. Si la mujer los encuentra ahí adentro, nos quedamos sin reportaje.

Su primer impulso es meterse al sótano a sacar a los dos hombres de allí, posiblemente a las patadas. Parte de Ernesto bulle en orgullo por ver que están cumpliendo con diligencia su trabajo, con tanta diligencia que hasta se han arriesgado a quebrantar la ley por obtener información. La otra parte de Ernesto no para de gritar acerca de lo estúpidos que son por querer tanto sus trabajos como para arriesgarse a violar la ley y arriesgarse a quedar en el sistema penal de un país extranjero. Pero, tras contar hasta tres, Ernesto decide que no es lo mejor que puede hacer. No tiene nada que hacer allí abajo, mientras ellos quizás sí lo estuvieran haciendo. Con Dvorák nunca se sabía, y eso Ernesto lo sabía muy bien.

Pasa la hoja del anotador y hace un par de comentarios escritos sobre el sótano, para no arrepentirse de su decisión. Camina dando vueltas donde están las huellas nítidas de sus dos subalternos, hasta que el barro es lo que debe ser: una masa devora zapatos que no dice nada en concreto. Se aleja unos pasos para contemplar la casa, preguntándose si aquellos dos locos habrían descubierto algo, cuando se acuerda de los "jandis". Busca en su bolso hasta dar con el suyo, y lo activa.

- ¿Hola?

- Si, quizás fue algo así - asiente el locutor, sabiendo que le están mintiendo pero demasiado cansado como para volver a intentarlo - Y no queremos molestarla... Si debe trabajar, no la interrumpimos más - agrega mientras le hace señas de que puede volver sus tareas - Ya le hemos sacado mucho tiempo, mejor voy a buscar a mis compañeros y nos vamos hacia el pueblo a ver si podemos hablar con los cantantes - como de costumbre sus palabras suenan sinceras... aunque en realidad aún no tiene ganas de irse. Sabe que la mujer le oculta algo y quiere averiguarlo. y Ese algo debe estar dentro de la casa

Con el fin de dejarle paso a Henar da unos pasos en dirección a la casa y le pregunta - Por cierto... muchas gracias por su tiempo, supongo que nos veremos esta noche. Sería mucho pedir que si tenemos alguna duda la volvamos a molestar? -

Camestres no profesaba gran admiración por el lamebotas de Facundo. Sin embargo, cuando vio el destello de duda en la mirada del locutor, supo que sus conjeturas no eran del todo descabelladas. A él tampoco le había cerrado la actuación de la horrorosa vieja. A partir de ahora, su misión era clara. Entretenerla el mayor tiempo posible para que los demás indagaran por la casa maldita. Debería recurrir a todo su arsenal.

- Si, los rumanos son terribles. Allá en Argentina, hace poco tuvimos una oleada de rumanos que invadió el país. Cerca de donde vivo, rondaba un tal Claudiu. ¡Que tipo! Puede creer que mendigaba todo el día y siempre tenía plata. Mucha plata. Nunca se lo dije, pero para mí que andaba en cosas raras. Drogas, seguro.

- Otra cosa, Henar… ¿puedo decirle Henar, no? Si quiere puedo ayudarle con lo que tenga que hacer. Los demás están haciendo pruebas de cámaras y ese tipo de cosas. No me van a necesitar. Así que… si necesita algún forzudo… - Camestres confirmó sus palabras con el gesto típico del físico-culturista que presiona su bícep para darle mayor volumen (aunque en el caso de Camestres, los resultados eran imperceptibles). 

Al ver la extraña osamenta, aplica sus conocimientos para determinar de que se trata, complicado por la oscuridad que impedía el estudio del hueso.

Humana, sin duda. No un fémur, como podría pensar un lego que sobreestimase el tamaño en la oscuridad, sino un húmero, pero igualmente sospechoso.

Mientras examináis con cuidado el hueso y dedicáis un poco de tiempo a buscar más, un sonido con cierto eco, como si proveniese de un lugar encerrado o enterrado, suena muy bajo pero audible. Suena como una voz humana, pero metálica y ahogada.

-¿Hola?- dice la voz.

Henar vuelve hacia attrás para entrar de nuevo en la casa cuando llegan vuestras sugerencias y vuestro acercamiento. A través de la puerta entreabierta podéis ver que esta da a un salón muy amplio que abarca todo el lado izquierdo de la casa y que tiene al fondo unas puertas de vidrio que son las que dan a la terraza. Dos mesas amplias, sillas de madera y cuero, estanterías antiguas llenas de libros y recuerdos, trofeos, ¿un cuerno de toro?, incluso lo que parece un escudo de metal colgado en una pared.. y una chimenea francesa frente al sofá.

Henar se detiene y se queda parada en medio, con el cuerpo tenso, claramente pretendiendo no dejaros entrar.

-Los rumanos, sí, las drogas y.. eh, sí, vuelvan cuando quieran, estaré aquí para servir la cena y.. no, no, no necesito ayuda, gracias. Pero necesito poder trabajar un rato, terminar esto.- realmente parece no sólo tensa, sino atenta, como si esperase que algo proveniente de la casa fuese a suceder en este mismo momento. Sin embargo, nada ocurre.

Cuando escucha la vos casi por reflejo trata de apuntar la camara para que alumbre de donde proviene
-Esto... hola?? quien es??
Toco a Dvorak y le hago un gesto con la mano de seguir el camino para llegar de una ves por todas a la otra habitación

Luego de examinar la osmenta, le informa a Diego que se trata de un hueso humano, posiblemente un húmero, hasta que se ve interrumpido por la extraña voz:

-Se trata sin duda de un hueso humano, lo más probable es que sea un húmero, pero me parece...

Años de entrenamiento le habían dado a Facundo el suficiente tacto como para saber cuando insistir... y cuando no. Y evidentemente este era uno de esos momentos en que mejor NO. - Pues entonces mejor me voy a buscar a nuestros compañeros - comenta educado - e intentaré no molestarla mientras doy unas vueltas más por el lugar -

Sin saber que es lo que pretende el extraño ayudante que les ha tocado en suerte, el locutor se da vuelta y se dispone a dirigirse hacia los fondos de la casa, bordeando la misma por su lado izquierdo. Facu camina lentamente, desesperanzado de sacar algún dato de la mujer y esperando que sus compañeros hayan tenido mejor suerte que el

Tras de unos segundos de confusión, os dais cuenta rápidamente de que la voz no sale de la nada ni de la habitación, sino de la espalda de Diego, de donde cuelga del cinturón uno de los handys. De la misma manera, la voz sale del que lleva Frantisek en su bolsa.

El escudo es redondo, pequeño, lacado en negro. En lados opuestos del escudo hay unas puntas también metálicas, permitiendo convertirlo en arma ofensiva llegado el caso. Sin duda es decorativo, pero parece lo bastante pesado como para ser usado en un momento dado.