El doctor Hubbard estaba alterado por dentro, alertado por los gritos de los supuestos agentes, y anonadado por lo que estaba viendo. Era una infame mezcla de horror, desidia, asco y estupefacción. Se mantuvo firme con su máscara sobre sí, siendo prácticamente el único "cultista" que estaba salvaguardando su identidad. Las chispas azules y lo que salió de ella eran algo que no había visto en su dilatada vida y carrera (y había visto las sombras de la vida y la muerte por igual).
Por su parte, Edna escuchó la advertencia del doctor, y estando detrás de la cortina de la entrada quedó de igual manera estupefacta. Terror. Eso era lo que sentía. Si lograra sobrevivir a aquella amalgama infernal (pues se extendía por la sala del sótano y parecía crecer y crecer) tenía por seguro que no podría contar ni relatar su historia a ningún periódico (no pasarían de la risa de sus compañeros, la penetrante mirada de su jefe-editor y el desmerecimiento de su carrera por aquel tachón imborrable que la perseguiría hasta su jubilación). Por eso sólo pudo ¡CORRER!
Por su parte, Edgar, tampoco creyéndose lo que sus ojos estaban viendo, hizo un forcejeo final y logró empujar al tipo hacia la amalgama de tela, tripas, cordones correosos o lo que Dios y el Diablo supieran qué era todo aquello. La gran masa aprisionó al cultista y en pocos instantes LO TRAGÓ, haciendo solapar su cuerpo con el del la amalgaba:
Sin embargo, antes de ese empujón, pudo arrancarle en un último zarpazo la máscara: era un tipo alto, moreno, de ojos almendrados y piel blanca. No llegaría a la treintena, pero lo más característico es que una gran cicatriz atravesaba su ceja y párpados derecho. No obstante, el investigador no lo conocía. Otros dos chillidos, uno de mujer y de hombre, fueron oidos por todos vosotros: también estaban siendo atrapados Oswald Edelson (el dueño de la casa) y la joven rubia (debió de ser ella, pues era la mujer que quedaba con vida).
Edna y Samuel lograron subir hacia el primero piso. Ambos notaron que la casa se venía abajo: ¡un gran crujido los alertó y supieron que pronto aquella vivienda sería un montón de ruina! La bestia gelatinosa debía estar derribando allá abajo los cimientos de la estructura, paredes y vigas de carga, y los chasquidos eran constantes... ¡¡SE VENÍA ABAJO!! Ambos se encontraron arriba, y saltaron por la primera ventana que vieron, que una de la cocina. Ambos no vieron a Edgar, que seguía allí abajo. Por cierto, ¡¡¡éste tenía ya algunos miembros gelatinosos cubriéndoles las extremidades y el rostro!!!
Motivo: La máscara pesa (FUE vs 10 para quitar máscara)
Tirada: 1d100
Dificultad: 55-
Resultado: 50 (Exito)
Edgar. Logras ver al tipo. No te suena de nada. La insistencia de ver su rostro te ha llevado a perder unos segundos preciosos para huir. Haz una tirada de Esquivar.
-Si la superas, podrás huir.
-Si no la superas sufrirás un daño de 1d10. Luego puedes hacer otra pero con la mitad de % para ver si te libras en el último momento o si el destino te depara algo terriblemente... doloroso y fatal.
Edna y Samuel. Lanzad por Saltar. Si la superáis, salís de la casa. En caso contrario también, pero sufriendo un daño de 1d6.
Suerte a todos. Aprovechad, pues éste será el último post que hagáis en esta partida.
Ni siquiera era consciente que aún llevaba la máscara puesta horrorizado como estaba ante todo lo que estaba sucediendo en aquel sótano. Mis ojos no podían abrirse más de lo que ya estaban y sentía todo mi cuerpo empapado en sudor y no era precisamente por el calor que hacía por culpa de las llamas sino más bien por el miedo que me dominaba. El espectáculo era dantesco con el monstruo llevándose a los pobres desgraciados que habían estado invocándolo, con el olor de carne quemada impregnándolo todo, con el sonido de los escalofriantes gritos y la viscosidad que lo inundaba todo.
El infierno se había desatado en la tierra y su puerta de entrada había sido aquella maldita casa.
Por un leve instante, muy pequeño, me quedé paralizado ante tanto horror pero gracias a la adrenalina que se había disparado en mí, sorprendentemente conseguí mover cada uno de los músculos de mi cuerpo con una velocidad y una agilidad que no sabía ni siquiera que poseía.
Empujando a la joven periodista en dirección a la salida y echando un último vistazo sobre mi hombro para mirar por última vez la tragedia que se desarrollaba a mi espalda, yo también me dispuse a subir las escaleras, no sin antes lanzarle un último grito de aviso al detective.
—¡EDGAR! ¡Por Dios, dese prisa y salga ya!
Tropezando con los peldaños conseguí llegar a la planta superior mientras sentía cómo toda la casa vibraba, crujía y se quejaba como si estuviera viva. El monstruo seguía creciendo y, como no consiguiéramos escapar a tiempo, nos tragaría sin remedio. Sentí la acidez de una arcada subiéndome hasta la garganta sólo de imaginarme siendo devorado por esa cosa asquerosa, viscosa y repulsiva.
La casa se caía, de eso ya no había ninguna duda. Con un último esfuerzo busqué la salida más cercana y, a falta de una puerta que nos llevara al exterior, aún teníamos las ventanas y la de la cocina era la más cercana. Mejor romperse un brazo o una pierna que no acabar como pitanza de un monstruo.
—Edna, la ventana... —señalé a la joven que había subido antes que yo.
Sin pararme a pensar abrí la ventana y me lancé como un loco por ella, con tan mala suerte que tropecé con el marco y fui a dar con toda mi fuerza en el suelo donde quedé medio inconsciente y con todo el cuerpo dolorido, pero estaba en el exterior y, lo más importante... estaba vivo.
Apenas era capaz de abrir los ojos pero creí intuir a Edna cerca de mí, en cambio de Edgar no se sabía nada y mientras sentía cómo la casa se venía abajo y yo me hundía en las nieblas de la inconsciencia, y a pesar de no ser un hombre especialmente creyente, recé con todas mis fuerzas para que el valiente detective consiguiera escapar de los tentáculos de aquella bestia venida de no sé se sabía dónde para aniquilarnos a todos.
Todo a mi alrededor se volvió oscuro.
Motivo: Salta, salta, salta pequeña langosta
Tirada: 1d100
Dificultad: 25-
Resultado: 98 (Fracaso)
Motivo: Me la he pegao de lo lindo
Tirada: 1d6
Resultado: 6
Despidiéndome con buenas tiradas... para no perder la costumbre :P
Aunque hacía apenas unos minutos que había bajado las escaleras, ahora al subirlas parecían un largo camino interminable de peldaños, tropezando cada par por culpa de las prisas y sus zapatos, apoyándose para no precipitarse contra el suelo en la pared con tal de seguir subiendo. Siempre subiendo, alejándose de aquél monstruo.
Notaba los empujones de Hubbard creyendo que la bestia, tras saciar su apetito con los sectarios y el detective, ahora buscarían unas nuevas víctimas a las que atemorizar. Le dolían las piernas por el esfuerzo y sus pulmones ardían, buscando el tan ansiado aire cuando logró subir a la planta superior.
Creyendo que estaría a salvo durante unos instantes una vibración bajo sus pies destrozó su esperanza. La casa crujía al son de los tentáculos avisando de un posible derrumbe, creyendo oír entre los chirridos de la madera cómo la llamaban, una ilusión auditiva producto de la tensión y el miedo.
Edna, la ventana...
No había caído en ella y, al igual que su compañero, tampoco en perder el tiempo en abrirla o cuidar la caída. Su instinto de supervivencia siguió los pasos del forense, saltando poco después que él con los brazos por delante para no dañarse algún punto vital, sintiendo algún corte en el proceso.
Cayó al suelo y rodó unos centímetros por la inercia, sintiendo un lacerando dolor en los manos y la pierna. Sin incorporarse del todo miró a la casa o lo que quedaba de ella, esperando que la última persona saltara.
- ¡¡Edgar!!
Motivo: Saltar
Tirada: 1d100
Dificultad: 25-
Resultado: 68 (Fracaso)
Motivo: Daño
Tirada: 1d6
Resultado: 3
Pues casi igual.. xD
Llevado por la adrenalina y por las voces empecé a correr como alma que lleva al diablo, nunca mejor dicho. Perdí pronto de vista a mis compañeros, y si bien quería mirar atrás por las pobres victimas que ibas a quedar allí, sabía que no debía hacerlo. Me quedé solo en la zona del sotano y ya solo quedaban los peldaños.
Mis compañeros habían huido sin dudarlo y yo estaba muy al limite. Los sonidos que hacía el hogar de Edelson no eran de este mundo, y sin duda llevarían a la destrucción completa del mismo. Por un lado pensaba que daba igual... yo ya no tenía nada por qué vivir... incluso a veces por las noches me preguntaba por qué seguía haciendo lo que hago...
Aquel rostro apareció en mi mente recordandome por qué lo hacía. Por muy solo que estuviera y muy dolido por mi pasado, tenía que seguir luchando por el futuro que me espera. Aunque ahora con este nuevo descubrimiento, el futuro era un mero pasatiempo. Quería saber que era ese ser y quienes eran esas personas y a que adoraban... ¿Qué era lo que hacían? Tenía demasiadas preguntas y solo una respuestas.
Si quiero conocerlas, tengo que salir de aquí con vida
Así lo hice terminer de subir las escaleras escuchando la voz de Edna gritar mi nombre a través de una ventana - Gracias preciosa. - Y acto seguido nada más subir las escaleras salté a través de esta esperando, al fin, estar libre de lo que se estaba comiendo la casa. Justo al limite de la vida y la muerte.
Un par de vueltas y rasguños era mi recompensa por lograrlo. Y finalmente acabé tendido en el suelo sin moverme respirando agitadamente.
Motivo: Esquivar
Tirada: 1d100
Dificultad: 30-
Resultado: 1 (Exito)
Motivo: Saltar
Tirada: 1d100
Dificultad: 25-
Resultado: 29 (Fracaso)
Motivo: daño
Tirada: 1d6
Resultado: 5
Antes de la tirada: No hay dos sin tres... no quiero tirar >.<
Después: O_O
EPÍLOGO.
Edgar se había librado por completo. Parecía que la Fortuna le sonreía ese día, pues en su rostro, manos y muñecas había notado los tentáculos gelatinosos y viscosos atrapándole para ser devorado todo él. Sin embargo pudo escapar recorriendo los mismo pasos que sus compañeros, escaleras arriba. Allí, en la cocina, vio la ventana rota por el impacto de sus amigos y no dudó en lazarse por ella (sobre todo sabiendo que aquellos crujidos ya no eran tales, sino que la bestia estaba ya asomando por el suelo de la cocina, pues se hacía cada vez más y más grande). Los tres volásteis hacia abajo, unos antes y otros después. Aquella sensación era agridulce (pues a nadie le sienta bien una caída, pero era mucho mejor que morir en las "fauces" de aquel demonio invocado desde el más allá). Un último grito pudo ser oido como un eco ahogado y profundo, tal vez del último de los cultistas siendo absorbido y aplastado por el ser farragos. Samuel Hubbard estaba medio aturdido (sin llegar a la inconsciencia, y la caída le había sentado extremadamente mal). No obstante, justo después de que Edgar y Edna se miraran a los ojos algo aliviados por encontrarse el uno con el otro, tiraron del doctor para alejarlo de la casa... ¡¡ESTA ESTABA A PUNTO DE DERRUMBARSE!!
Nuevos chasquidos imperaban en el vencindario, pero esta vez fueron rápidos, pues en cuestión de segundos un abominable estruendo hizo que la casa se viniera abajo, literalmente. La parte superior fue tragada hacia el centro, y los laterales y algunas columnas cedieron, tal y como si un volcan se repliega hacia sí mismo, hacia su propio agujero de manera antinatural. Un gran aullido, claramente procedente de las marismas de los Infiernos, emitió un último alarido mientras la periodista y el investigador arrastraban por la acera a Hubbard para evitar que fuera alcanzado por aplastamiento. Entonces una gran nube de polvo y humo, tras la impactante sacudida, comenzó a elevarse a través de los restos y escombros de la casa. Aquello era ahora una ruina...
* * *
La polícía llegó y acordonó la zona. El vecindario de la calle Tannen se había aglomerado en la calla, junto a una acordonada vivienda por los propios agentes. El 230 ya no se existía, era el lugar donde antes vivía Oswald Edelson, al cual, por cierto, estaba intentando localizar la policía. Vosotros tres estábais dando explicaciones a los agentes de turnos, y habíais oído a uno de ellos avisar al detective Scafford. Aún recordábais la cruenta escena allí abajo, y aquel retorcido placer demoníaco de vísceras gelatinosas y bruscos nudos atrapantes...
Diez minutos después el detective Scafford llegó en su vehículo. Llevaba su sombrero y su típica gabardina. Dijo a los agentes que os custodiaban que él mismo os tomaría declaración. Antes de nada, preguntó por vuestro estado de salud, pero sólo os percatásteis de que éran heridas, más o menos leves, pero no más que contusiones y moratones. Antes de hablar de la vivienda de Oswald y las actividades que os había mandado indagar, sólo mencionó una cosa: "Habéis de contarme todo lo sucedido". Luego, mientras el curioso vecindario de la avenida Tannen se quedaba aún estupefacto, os montásteis en el coche del policía (Edgar desestimó conducir en las condiciones que estaba) y volvísteis a comisaría.
* * *
No estábais en calidad de detenidos por nada, pero sí debíais rendir cuentas de lo que había pasado. Al menos eso os repitió Scafford un par de veces. Os hizo entrar en el despacho, os acomodó en su sofá, delante de su escritorio y se encendió un puro. Alegó que era para celebrar que le habíais quitado mucho trabajo: en la comisaría sabían que esa casa era un foco extraño de visitas (tal vez lugar de acuerdos de negocios ilícitos) y que ya no tendrían porqué preocuparse (pues se había derrumbado). Asique, tras ésta ironía, os pidió cuentas, estando él sentado en el escritorio, encima de la mesa, mirándoos fijamente.
Le relatásteis la entrada en la vivienda, cómo encontrásteis la segunda máscara, la cocina, y bajásteis al sótano. También allí cómo habíais encontrado una reunión de hombres disfrazados con capas de terciopelo, el gran brasero y las máscaras terroríficas, muy parecdias a las de Flannelly. Y cómo Samuel Hubbard se había hecho pasar por momentos como uno de ellos, justo antes de que Edgar irrumpiera y que la propia policía gritara que estaban rodeando la casa. Scafford desmintió aquello, y Edna reconoció que gritar aquello era para distraer al personal como estrategia. Luego, vuestras mente volvió a imaginar, casi al unísono, el horror vivido allí dentro. No sólo las chispas azules o las extrañas palabras que usaban aquellos tipos en ese ritual de fantoches, sino más bien por el horror visualizado, el cual quedaría grabado para siempre en vuestra mente. Sin embargo, nada dijísteis, pues sabíais que Scafford no os iba a creer (sobre todo Edgar).
El agente os había metido allí porque sospechaba que los Balleneros, la mafia local de Temperly, negociaba en esa vivienda trapicheos ilegales, y llevaba a cabo negocios o los cerraba allí. No pudísteis confirmar nada de eso, pues nada vísteis de ese tema (aparte de la pistola de un tipo, pero aquello no se relacionaba, o tenía porqué, con la mafia). Entonces Edgar recordó el rostro de aquel tipo. Le dijo que pudo ver uno de ellos, el cual llevaba pistola y que le atacó, justo después de que otro muriera abrasado por el brasero mientras otra mujer intentaba apagar las llamas que tenía encima. Hubbard expresó que el propio Oswald, dueño de la casa, estaba entre los cultistas. Además, Edgar añadió que uno de ellos tenía una gran cicatriz en el rostro, cosa que hizo levantar de su improvisado asiento al detective. Entonces Scafford comenzó a describir a un tipo con similares características, y Edgar asintió. Scafford aseguró que era la inconfundible cicatriz de Perry Weillmer, el menor de los "Balleneros". Aquello confirmaba que uno de los más importantes miembros de la banda habría perecido ahí dentro...
Despues de estar pensando unos minutos, andando de aquí para allá, el detective dijo que aún había cabos sueltos de los que tendríais que declarar, pero que iba a dar su visto bueno a la justicia local para que no pusieran cargos contra vosotros por haberos colado en la casa que, precisamente, ya no existía. Ello os alivió mucho. Entonces Scafford os invitó a salir de su despacho, la comisaría y a llevaros al hospital, pues le caía de camino para hacer unas indagaciones sobre el tema. Añadió que no debíais dejar la ciudad, pues tal vez se os citaría para más declaraciones. Minutos después, estábais siendo atendidos por sanitarios en el pequeño hospital de Arlington.
De lo que pasó los días siguientes se puede resumir en que en el interior de los escombros encontraron los cuerpos de cinco personas: Oswald Edelson, el dueño de la casa; La tía de Oswald, Mrs, Marie, una anciana que había sucumbido en el lugar; Perry Weillmer, encargado de un taller de repuestos de automóviles en la avenida McCarthy (y que más comúnmente era conocido por ser uno de los líderes de los Balleneros de la ciudad); Ashley Hory, actriz de teatro conocida en la localidad (que aún se estaba investigando qué hacía allí) y un cuerpo carbonizado sin identificar, pero que se cree que es Tony Weillmer, hermano mayor de Perry; Además, Malcom Flannelly fue detenido por vuestra aportación posterior, pues recordásteis que fue nombrado en la "fiesta", y que, tras ser interrogados por agentes del cuerpo, reconoció la historia siguiente:
TODA LA VERDAD. Declaraciones recogidas en el informe policial. Sujeto: Malcom Flannelly:
Cada uno de los adeptos del círculo tomábaos la imagen en forma de máscara de uno de los dioses antiguos, llamados los "Grandes Primigenios", que se nombraban en determinados libros antiguos. Algunos los poseo en mi biblioteca, son tomos fabulosamente escritos. Pero eso no es ningún delito, no es nada malo. Algunos amigos, como Ashely u Oswald les dedicábamos ceremonias ataviados con prendas descritas en tales libros; lo hacíamos una vez al mes, más como divertimento que por otra cosa. Pero Oswald, y sobre todo su amigo Perry, amigos desde la infancia, se tomaban en serio aquel juego, y en cuanto tenían hueco en sus agendas acudíamos a su casa a celebrar la reunión del mes. Las botellas de vino, bueno, eran un fetiche, un objeto que los libros detallan que son de ayuda, pero nada más: vino y un molusco dentro. Traido de Oriente, agentes. Son caros, pero yo lo he probado y tiene un buen sabor. Al menos a mí me gusta. ¿Que qué hacíamos? Arrojarlos a un brasero redondo que había en el sótano. Ello creaba muchas llamas bonitas, y de varios colores. Oswald y Perry las lanzaban siempre con fuerza, y yo me reía bajo mi máscara, pues me hacía mucha gracia. Pero, ¿no estoy detenido, no? Aquello eran reuniones de amigos. Al menos he podido salvar la vida. Esa mujer y el otro tipo de las barbas (Edna y Ray), me asustaron el día que vinieron a verme, para robarme la botella... Y al día siguiente preferí no ir. En realidad salvé la vida... Santo Dios, ¡OSWALD!
De lo que ocurrió después con Edna, Edgar y el doctor es otra historia, pues suficiente es haber narrado sus desventuras habiendo entrado y salido de aquel Círculo de Amigos.
FIN
Bueno, aquí acabamos la partida. Espero que lo hayáis pasado bien tras tantos altibajos de juego por mi parte.
Nota1: debéis restaros los PV perdidos por la caída.
Nota2: mirando la tabla de pérdida de cordura, no sabría deciros qué dado habéis de tirar (ya que tenéis que perder cordura por haber visto a esa criatura). Yo diría que es la máxima (1d10), pero no dice nada de "ver criaturas". Sé que Edgar es un entendido del juego, a ver si puede ayudarme a decidir.
Motivo: Cordura
Tirada: 1d100
Dificultad: 35-
Resultado: 51 (Fracaso)
Motivo: Tirada que pidió el máster
Tirada: 1d20
Resultado: 5
No sé si las querías por aquí, igualmente te la dejo puesta. Si está mal lo siento, la haré donde estimes conveniente :)
Motivo: Cordura
Tirada: 1d100
Dificultad: 80-
Resultado: 20 (Exito)
Motivo: perdida
Tirada: 1d6
Resultado: 3
Bien,bien, Edna, aquí mismo ;)
Motivo: Cordura
Tirada: 1d100
Dificultad: 70-
Resultado: 15 (Exito)
Motivo: Pérdida
Tirada: 1d6
Resultado: 1
Bueno, como despedida no han sido tan malas tiradas ^^