La cena comenzaba con conversaciones y fluidas aunque las mías mayormente se centraban en conocer a la fuente de las pistas que recibí durante el caso de George, en la cual no le ponía cara a Edna Moore. Gracias a la cena por fin conocí a mi "ayudante" a ciegas y pude expresar mi agradecimiento además de algunas preguntas un tanto dirigidas en broma - La verdad es que se le da bien recobrar información ¿Nunca se le ha ocurrido hacerse ayudante de inspector? - por ejemplo.
También mi atención se centró sobretodo en conocer a los demás invitados, excepcionalmente en el señor Ray, de cuyo nombre es lo único que sabiamos los presentes, excepto George, claro está. Me preguntaba sobre todo como pudo intervenir este curioso personaje en toda esta investigación. Si fuera un profesor igual no me sorprendería, pero es cierto que las vestimentas no son propias a alguien de la docencia.
Más sin embargo cuando fuí a preguntarle de su oficio, George sacó una botella la cual fue sirviendo, y mientras hablaba la miraba un tanto desganado. Si bien ni el vino era mi fuerte, ni mi preferencia en bebidas alcoholicas, suponía que no debería un feo a nuestro amable anfitrion y darle un par de sorbos como minimo.
Con la punta de los dedos cogí la base para arrastrarla hacia mi, mientras George seguía hablando, y al irla a levantar posando mi mano en la parte baja del recipiente de cristal que conformaba la copa cuando nuestro amigo comun destapó la botella dejando revelar su interior. Una mezcla de alivio, disgusto y repulsión se mezclaron en un pequeño gesto facial mientras alejaba la copa de mi lugar.
Era un tentaculo. Si bien George hablaba sobre las culturas orientales y el Doctor sobre metodos de mejorar la salud, sinceramente mi pensamiento iba en otro sentido. Si bien es cierto que el vino hay que dejarlo respirar, y había tenido esa botella en la mano varias veces, el único momento en el que vió el "objeto" en su interior fue tras el reposo y el baño. - Sinceramente, ando quizás algo perdido en dichas culturas orientales. Si me hablais de crimenes o metodos deductivos asiaticos igual os sigo el hilo, pero lo que más me ha llamado la atención es que lo viste en la chimenea tras "varias horas" - cite sus palabras - dejandolo reposar. Si en un princio no te diste cuenta, pero tras esas horas si en la chimenea ¿No has pensado que durante esas horas hubo tiempo suficiente para que alguien introdujera dicho elemento en su interior? - No quería menospreciar los valores de conocimiento de George y el doctor, pero si bien podía tratarse para algo de salud, también puede haber sido el tentaculo un receptaculo de veneno, y tras la investigación de su caso y aún sin el culpable llevado entre barrotes, no me sería de extrañar esa inquina hacia el anfitrión.
Se que puede ser muy enrevesada esta hazaña, pero sin duda posible, y si fuera veneno en lugar de algo beneficioso ese "elemento" sería peligroso beberselo - Advertí a los presentes al tiempo que en realidad preguntaba a George si bebió de este vino. Si mi mente, que ya de por si le gustaba complicarse, encima tenía razón, no me gustaría ver un cadaver por dicho vino.
Edna no tenía precisamente un gusto culinario refinado, pero el pavo asado de Dorothy era uno de los mejores platos que había probado en mucho tiempo. La carne se deshacía en la boca, embriagando su paladar con el intenso sabor del relleno, una combinación curiosa a la par que perfecta, sumado a la cremosidad de la tarta. Sin duda le pediría las respectivas recetas antes de marcharse.
El transcurso de la velada fue amena, charlaba con los presentes, incluso a veces más de la cuenta con el desparpajo que la caracterizaba, sobre todo interesada por conocer más la historia de los hombres que cenaban plácidamente con ellas, curiosa de desentrañar todos los puntos que habían colaborado para desenmascarar al estafador.
Con el vino llegó la sorpresa.
Atenta a las palabras del anfitrión, como si de un discurso se tratase, daba pequeños sorbos a su copa sin quitar la vista a los movimientos de George, extrañada por el giro misterioso que había tomado.
Cuando retiró la etiqueta y vio el contenido, y el motivo de aquella cena, sintió un leve escalofrío que casi hace que se atragante al estar bebiendo, tosiendo un par de veces. La conmoción principal la dejó sin palabras, y eso ya era algo sorprendente. Tuvo que entrecerrar los ojos para centrarse en el pequeño ser que flotaba en el vino, como si sólo estuviera durmiendo y, sin previo aviso, fuera a estirar los tentáculos y romper el frío vidrio para escapar de su jaula.
Como acto reflejo, buscó la primera botella de vino que sirvió George, buscando si había alguna otra sorpresa escondida dentro. Por si acaso, decidió que no bebería más esa noche.
Antes de que pudiera mencionar nada, Hubbard se adelantó nombrando las técnicas de los orientales en referente al alcohol. También conocía dicha información, sabía que se usaban pequeños animales o intestinos, pero nunca había visto, para empezar, un pulpo de ese tamaño.
- Siento no ser de ayuda, el mundo animal no es mi campo.- Se disculpó sin quitarle ojo al pulpo, ahora observándolo más de cerca.- La cuestión es, ¿cómo llegó hasta ahí? ¿Apareció sin más o alguien lo colocó como bien menciona el señor Williams?
Estaba demasiada tentada de coger la cámara y hacerle unas fotografías, incluso de pedirle permiso para llevarse la botella y enseñársela a su jefe, aunque estaba segura de que no era el momento ni el lugar adecuado para ello.
Ray se sorprendió gratamente con el trato que recibía de su anfitrión. Empezó a comer todas esas delicias, probando un poco de todo y disfrutando de la comida por primera vez en mucho tiempo. En ocasiones su afán por degustarlo todo hacía que actuara de forma algo vasta (en comparación con la elegancia de los demás), pero sabía reprimirse y fingir moderación. Lo evidente era que la cena le encantaba y que no había ningún plato que rechazara.
Por otra parte, la conversación no era de su interés. Permanecía en silencio, ocupando su boca con los manjares, y cuando alguien se dirigía a él directamente, Ray daba respuestas cortas y ambiguas, especialmente al inquisitivo detective que tan interesado parecía estar en él. No llegaba a ser maleducado, pero tampoco se abría para nada. No opinaba sobre los chismorreos ni buscaba un tema del que poder hablar. Sencillamente, comía y escuchaba, unas veces con más atención y otras con menos.
Luego llegó el vino. No esperaba que el aristócrata se permitiera el lujo de saltarse la ley así como así, pero le gustó la idea de echar un trago aunque fuera solo de vino. No estaba de acuerdo con la ley seca y no era quién para rechazar la amable invitación de Flannery. Así pues, esperó a que se sirvieran todas las copas y rápidamente se remojó los labios con la deliciosa bebida. Por desgracia, el farmacéutico tuvo la discutible idea de mostrar algo verdaderamente espeluznante justo después.
Al ver esa cosa en la botella, Ray dejó su copa torpemente en la mesa y puso cara de profundo disgusto, asqueado por la visión. Ésa fue quizá la reacción más expresiva que había tenido en toda la velada. Se tapó la boca con una mano mientras intentaba acostumbrarse a mirar ese bicho en el vino. Los demás hablaban sobre qué podía hacer eso ahí, y él se sintió inclinado a creer más al investigador, que tenía una explicación, a su parecer, más plausible y realista.
- No sé mucho sobre las costumbres alcohólicas de los orientales...- comentó cuando se le deshizo el nudo en la garganta.- ... Pero le aseguro, señor Flannery, que encontrar algo así en una botella no es precisamente una señal de buena fortuna, por muchas creencias que tengan allá en el este.- dejó mirar esa especie de pulpo pequeño, aún repugnado.- Y por supuesto le recomendaría que no bebiera de allí.- añadió con una sonrisa sarcástica.
¿Para destilar qué? -tosió un poco el farmacéutico al oir aquellas palabras, y se llevó la servilleta a la boca-, ¿la "esencia vital"? ¿Está usted seguro de lo que dice, doctor Hubbard? -y ésta pregunta la hizo cargada con cierta mofa y sarcasmo, como sorprendido de un que médico hablara de tal concepto esotérico-. Una imaginación hiperactiva, amigo, es como una herida abierta; abierta a la sugestión, y abierta a las bacterias. Y como bien deberían saber una herida sin sangre no se cura jamás -George era un tipo muy aficionado a la elocuencia barroca muy metafórica-.
Efectivamente, la dejé reposar, mientras me bañaba -mirando ahora a Edgar-, pero nadie abrió la botellas. Es más... ¡mire! -Flannery acercó la botella a Edgar para que la viese bien-, ¿lo vé? Está cerrada, conserva su etiqueta impregnada en el vidrio y tapón: no está manipulada. Además... ¿Cómo diantres introduciría alguien dentro esta "cosa"? Parece que hubiera crecido en su interior...
Después el farmacéutico escuchó las palabras de Ray.
Por supuesto, yo tampoco lo veo como un signo de buen agüero, amigo mío -respondió-. No es ni tan siquiera apetecible, como estáis viendo. Finalmente dejó la respuesta que habría de darle a la señorita Moore para el final.
¿Que cómo llegó hasta aquí? Bueno, eso también es digno de contar. El "proovedor" de mi farmacia me la habrá vendido sin darse cuenta o sin conocer su posible valor; y es que tengo otras cinco botellas similares en la trastienda de mi negocio... Verán: una mañana de lunes con pocos clientes aparecieron dos hombres vestidos elegantemente y me hicieron una propuesta bastante tentadora -Flannery se incorporó hacia delante, clavando los codos en la mesa y cogiéndose de las manos para frotárselas, como aquel que se dispone a contar algún tipo de secreto-: obtener cajas enteras de botellas de vino tinto a un precio de risa. En esos momentos no tenía ni idea de que aceptar el negocio significaría quebrantar la ley, aunque yo vendería el vino como producto balsámico a mis clientes... Éste es el verdadero motivo de esta cena: necesito que averigüen el "valor" de esa pequeña colección... para venderla y deshacerme de ella, pues no quiero problemas con las autoridades. ¡Dorothy! -aquel grito hizo que apareciera de nuevo la sirvienta en el salón-. La cena ha acabado. Acompaña a éstos señores a colocarse el abrigo y tráigame las llaves del vehículo: vamos a salir.
Aquella repentina reacción os sorprendió un poco. Dorothy asintió y os esperó en el recibidor. Por supuesto, vosotros os levantásteis rápidamente al unísono con el señor Flannery.
¿No les importa verdad? Iremos a mi farmacia. Quiero que vean todo el juego de botellas al menos. Si después prefieren no investigar nada, lo comprenderé -y corrió hacia la chimenea, donde su sombrero aguardaba y se lo colocó en la cabeza incluso antes que su abrigo oscuro aterciopelado-.
Fin del Prólogo. Continuamos en la siguiente escena.