Partida Rol por web

Lo pongo para todos, pese a las circustancias de algunos:

¡¡BANG, BANG!!

Uno de los dos comancheros disparaba a Pancho, pero el mexicano consiguió volver a acertar con su rifle Winchester. Aquel tipo tenía un arma que valía su peso en oro, y que si su puntería bien era el artífice de aquella escabechina, el arma ni se trabó ni las balas se descolocaron; que incrustó otro balazo en el pecho del que le agredía a él, y lo hacía caer en el suelo inconsciente. El otro tipo también fue abatido a tiros por el rifle del Ranger, que ya lo había logrado destrabar. Más atrás, los varios tipos disparaban a Curly, Tommy y Flaco parecían haber acertado a alguien en las alturas, pero acto seguido, antes de que el mexicano se hubiera dado cuenta, fueron abatidos uno a uno, quedando entonces, de toda la comitiva y caravana, tan sólo uno en pie. Con Belle inconsciente en medio del desierto el tipo levantó las manos en medio de su montura, lanzó el revólver y después se bajo de la bestia. Solicitaba rendición.

Sin saber muy bien qué hacer, Pancho seguía apuntándole. Dudaba si quitarle la vida allí mismo o solicitar los pocos cuartos que darían con él. Resultó que el superviviente no era Barry Calahan, el exsoldado confederado por el que más pagarían, sino uno de sus secuaces.

Muy bien muchacho -dijo el Ranger a Pancho-, jamás había visto nada igual -se refería a la refriega de balas que había propiciado a aquellos desalmados-. Ve a ver a tus amigas -le dijo con cierta resignación, pues él también las había visto caer en combate-, yo vigilaré a éste desgraciado...

Pancho marchó en a pie hasta la posición de Belle, tardando unos tres o cuatro minutos. De camino se encontró con el cuerpo de Nihimana, alcanzada, que yacía sobre la tierra. Más allá, unos momentos después, encontró a Belle, alcanzada en la pierna, y estaba aún inconsciente sobre el desierto, pero aún viva. Si no recibía pronta antención médica podría morir. Instantes después, sin saber el mexicano qué hacer en medio del desierto, vió aproximarse dos comitivas hasta la posición de Pancho y Reynolds.

Una era una pequeña mancha oscura que procedía del camino de la montaña Flaco estaba apostado. Aunque aún no lo sabía, se trataba de Curly, que venía montado en su caballo, con su particular traje impecable; traía consigo, atado de ambas riendas, las monturas de Flaco y Tommy tras de sí, y sobre éstos, los cuerpos tendidos de sus dueños. Tardarían en llegar una media hora, ya que ahora no debía preocuparse por no ser visto. Por otro lado, a la espalda de Pancho, y también muy cerca de la montaña a la que Belle se aproximaba, éste y Renolds vieron llegar una ingente cantidad de personajes: pieles rojas Apaches, que se decía eran los más peligrosos del lugar. Aquella era parte de su tierra, o al menos estábais muy cerca. No tardaron ni diez minutos en alcanzar al Ranger y a Pancho.

Había al menos dos docenas de hombres apaches montados en caballos blancos en su mayoría, ataviados con lanzas y escudos emplumados; algunos tenían más insignias en la piel que otros, plumas en los cabellos, tatuajes aquí y allá, y largas cabelleras trenzadas. Uno de ellos, un tipo robusto, fuerte y de piel bañada por el sol, se acercó a Pancho, como increpándole al principio, y hablándole en el idioma propio Shoshone. Hacía muchos aspavientos con las manos, y no tenía miedo de que el mexicano le descerrejara un tiro pues, el resto de compañeros harían lo mismo contra él. Señalaba una y otra vez a Belle, allí tendida; su gesto era fruncir el ceño constantemente y querer transmitir algo, pero Pancho no entendía absolutamente nada... ¿nada?*. Otros comanches, tras tomar y recoger a Belle, recogieron el cuerpo de Nihimana, y obligaron al mexicano a caminar hasta donde estaba Reynolds y el comanchero detenido. El Rangers, a lo lejos, ya sabía qué pasaba: los comanches los habían divisado, y sabía que correr era inútil, pues nadie podía tratar de burlarles en su propio terreno (y mucho menos tratar de encararles).

Pancho recorrió el territorio desértico desolado por los resultados del tiroteo. La pobre muchacha india yacía muerta y su compañera, aunque todavía con vida, parecía con pocas posibilidades de vivir para contarlo. Tan absorto estaba en estos pensamientos que no reparó en la multitud de indios que se aproximaban hasta que se encontraron a escasos metros de ellos.

Ahora si que estamos bien jodidos...

La ventaja en número era más que considerable. Intentar cualquier movimiento de huida o ataque era un suicidio, y parecía que así lo entendía el Ranger e incluso el comanchero que había decidido rendirse. Un tipo robusto y fornido, probablemente el jefe de aquel grupo, empezó a hablar y gesticular con vehemencia, pidiendo explicaciones. Pancho trató de esforzarse, incluso achinando un poco los ojos mientras se concentraba, en entender algo de lo que aquel hombre quería decirle. Solo espero que no decidan ejecutarnos aquí mismo. Ay, virgencita de Guadalupe, ayúdanos...

Tras un buen rato esperando, que Pancho en un principio nada entendió de lo que le decían; y tal que así, que el jefe apache ordenó movilizar a toda su caravana allí presente, tomando como prisioneros al mexicano, Reynolds, y tomando el cuerpo de Nihimana y el de Belle, que aún vivía. La pistolera, pese a estar en un estado crítico, fue elevada a los lomos de un caballo, y avanzaba sobre éste como un muñeco de trapo, sostenida por un apache. Toda la comitiva, por aquel mandato, se dedicó a marchar en dirección hacia Curly, y lo que quedaba de Tommy y Flaco (que venían al encuentro), pues no podían quedarse en medio del desierto, bajo el sol abrasador.

Tras una media hora en la que Pancho y Reynolds andaban siendo prisioneros mientras el resto cabalgaba (y ninguna ganas tuviera alguno de intentar huir de allí corriendo), que una avanzadilla apache ordenada por su líder cabalgó para hacia adelante, dibujando un perímetro envolvente con sus caballos rodeando a Curly y compañía; que así ninguno podría escapar. Luego el grupo fue rodeado, y juntado con los ya retenidos.

Y estando bajo la sombra de unas rocas, que Pancho y Reynolds pudieron ver que Tommy yacía muerto, mientras que Flaco, en la misma situación que Belle, aún vívía (o así lo cercioraban los indios que los escudriñaban poniendo sobre ellos esa sabiduría innata para la exploración y la curación). El Ranger Reynolds maldijo por lo bajo tras ver a su ayudante abatido de balazo, pero no contra los apaches, sino contra el malnacido comanchero que aún era prisionero igual que él. Pancho, más cauto y callado, fue llamado otra vez ante el jefe de toda la cuadrilla.

Estando delante de él, junto a una retama alta, volvió el indio a intentar hablarle, y ahora señalaba a Nihimana. Y quiso la Fortuna o Dios que el mexicano, para bien o para mal, lo entendiese. Y que el indio intentaba preguntarles que qué había pasado, que si los tipos que yacían más atrás (los comancheros abatidos por el grupo de viaje), habían acabado con la mujer apache. Enseguida Pancho comprendió que se interesaban por Nihimana, y trató de explicarles cómo la habían salvado de los pumas, haciendo gestos de éstos animales; y cómo la joven les había guiado por el desierto; y también cómo, finalmente, había sido asesinada por la espalda por uno de los maleantes tipos...

El joven jefe apache, siendo de la misma etnia, que se regocijó por saber del destino de la chica, pero también se enfadó al saber de su muerte (toda ella contada a base de gestos por Pancho). Y tal comunicación, explicación por señas y gestos del mexicano, pusieron orden en las ideas del jefe comanche. Y acto seguido ordenó a uno de los guerreros que iban con él que le cortaran la cabellera sin dejarle morir, como si aquello fuera venganza terrible (que así era) por haber matado a la joven de su misma sangre. El comanchero que aún quedaba comenzó a rezar cuando le tomaron por los cabellos, que ya sabía entonces su destino, y sin miramiento algunos dos comanches le retiraron la cabellera de un plumazo, a base de cuchilladas, hasta que el infeliz murió desangrado.

Luego el jefe indio volvió a encararse con Pancho y Reynolds, haciendo gestos para que se marcharan (manotazos hacia adelante, como para que se alejaran). También lo hizo mirando a Curly, que no había sido herido como sus dos compañeros.  El resto tomó a Belle y a Flaco, e hicieron girar de sentido a sus caballos, alejándose tras de sí directos al horizontes, directos al centro del territorio comanche (tal vez alguna aldea). El líder os alzó un pellejo que contenía agua, esperando que alguno de vosotros tres lo tomara.

Creo que ya se lo que pasa, señores -dijo francamente el Ranger a Pancho y Curly-. Se llevan a Belle y vuestro hombre el Flaco. Se los llevan, para salvarles, tal vez -añadió-. A nosotros nos liberan, y nos dan agua. Tal vez sea como pago por la nativa que liberásteis -se refería a Nihimana-. Por eso ha muerto ese desgraciado, descabellado por matarla con los suyos...

¿Qué le pasará a Belle y Flaco? -se preguntó en alto Curly, delante del jefe indio, que no entendía vuestra lengua-. Ya se alejan, ¡maldición!

Tal vez les salven la vida, quien sabe -respondió con palabras de experiencia-, pero si lo hacen los harán prisioneros, esclavos suyos, y los tratarán con dureza. Tal vez sea materia de intercambio para otros comancheros que los suministren. Por nuestra parte, nada podemos hacer, sólo acceder a su "invitación" y... marcharnos. Será mejor no hacer ninguna tontería, ya me entiendes -mirando a Pancho, que ya sabía de su potencial armamentístico-.

Hasta el propio Pancho acabó sorprendido de haber sido capaz de comunicarse con el jefe de aquella tribu. Afortunadamente, una buena andanada de gestos consiguieron que aquella situación, ya de por sí comprometida, no se pusiera todavía peor para los supervivientes. Supervivientes sí, ya que el Flaco y Belle, aunque todavía respiraban no tenían pinta de que pudieran salir con vida en medio de aquel desierto. Solo quedaban el Ranger con el que había compartido aquel tiroteo improvisado y el señor Curly, con quien apenas había cruzado un par de frases en aquel viaje. 

No tiene sentido quejarse de esto ahora, peor sería acabar como ese pobre diablo. Pensó el mexicano tras presenciar la macabra ejecución del comanchero, de la que tantas veces había oído hablar en historias y cuentos sobre indios. Siempre había pensado que solo era un mito, hasta hoy. Por eso respiró con alivio cuando el jefe del grupo les hizo gestos de que se alejaran de allí. Parecía que les perdonaban la vida a cambio de aquella ejecución y de quedarse con sus compañeros moribundos. Le dio algo de pena separarse de ellos, pues tampoco le habían demostrado abiertamente desprecio o superioridad, como otros tantos sí lo habían hecho a lo largo de su vida por su origen, pero había que ser pragmáticos. Tal vez esta gente pueda salvarles la vida. ¡Y qué demonios, mejor ellos que yo! 

Observó como el jefe alargaba un pellejo que seguramente tuviese agua en su interior. Como interlocutor de aquella reunión, Pancho decidió ser él quien lo tomara de la mano del apache, haciendo un gesto de agradecimiento inclinando la cabeza al recogerlo. Le dio un trago generoso antes de pasárselo a sus compañeros, y aquel agua le supo mejor que el mejor de los whiskies que hubiera probado en su vida.
-Creo que el señor Reynolds tiene razón. Lo lamento por ellos, pero son los apaches los que tienen la sartén cogida por el mango. Cualquier intento de contradecirles y acabaríamos como Belle y Flaco o peor, como ese tipo, despellejado y muerto desangrado. Tenemos suerte de salvar el pellejo, volvamos por donde vinimos y sigamos con nuestras vidas. Yo rezaré cada noche por nuestros amigos, que la Virgen de Guadalupe les guarde y les proteja. Esa es mi decisión, cada cual que haga como quiera.

El mexicano subió a su caballo, hizo un gesto con la mano a modo de despedida hacia el grupo de apaches y miró a sus compañeros-¿Quién me sigue?

Pancho pensaba desandar sus pasos de regreso a Pinkstone, donde pasaría unos días descansando antes de volver a ponerse en marcha.

A Pancho no le quedaba mayor resignación que darse la vuelta y marcharse de allí, acompañados por Curly y su impecable traje (que había cogido polvo de la refriega), y el tal Reynolds, Ranger de Texas que acababa con él la historia. Los comanches os dieron vuestros caballos, y uno más, el de Tommy, para que pudiérais llevar sobre los lomos su cadáver; y que de tal guisa, el gran grupo comanche se adentró en la gran explanada donde había sido la batalla, saqueó lo que pudo de lo que aún quedaba en las carretas, y luego desaparecieron en el horizonte con Belle y Flaco moribundos. Por su parte, los tres perdonados, llevaron hasta la hondonada más cercana a Tommy, al cual enterraron en un altillo retamoso.

De lo que pasó con el mexicano Pancho, la pistolera Belle y el rápido Flaco fue otra de tantas historias del Viejo Oeste. El Ranger Reynolds, tras dar cierto pago a Pancho y a Curly por su trabajo contra los comancheros de Chihuahua, contrató al primero como ayudante para refriegas de mayor bagaje, pues éste había demostrado su gran valía en combate aparte de su tener olfato de explorador. En cuanto a Belle y Flaco, sobrevivieron al calor del desierto, y las heridas y el desangre, pero fueron convertidos en esclavos; claro que, los comanches, lejos de defenestrar al hombre blanco en cautiverio, logró hacer lazos con ellos, y no se supo nada más (tal vez fueron liberados algún día, pero nada era seguro en aquellos tiempos de expansión).