Reinmar, rodilla hincada al suelo, apunta a la única secuestradora que queda en la carreta. La mujer está agazapada, conteniendo el dolor del flechazo, recargando su pistola con dedos temblorosos. Vierte la pólvora y coloca la bala, se relame los labios, sale de su escondite, apunta a Reinmar a la cabeza y... demasiado tarde [1]. El cetrero ya la tenía en la mira. La bala acierta a la mujer en el pecho, la tumba al suelo, la deja agonizando unos segundos y le quita la vida.
Casi al mismo tiempo, Gerdie alza una mano hacia el bandido que la acecha a ella y a Arnold. El hombre no entiende qué hace y tampoco le importa. Alza la daga y está a punto de apuñalar a Gerdie cuando ella canaliza un conjuro. La pelirroja siente un hormigueo en sus dedos a medida que la corriente eléctrica toma forma. Primero son chispas, luego es un pequeño relámpago que se dirige al pecho de su enemigo [2]. El caballo se encabrita y tira al bandido a la tierra, donde queda convulsionando. Tiene las ropas chamuscadas, la piel rojiza y humeante, y le sale espuma de la boca. Al cabo de un rato deja de respirar. Arnold reprime un grito de espanto.
Mientras tanto, el secuestrador que iba a atacar a Sviatoslav pero se cayó de su caballo encuentra la manera de soltar el pie del estribo que le atrapa. Rueda por el suelo, levanta la vista y, al ver que tres de sus compañeros han muerto, se lo piensa mejor y echa a correr al bosque, lejos del camino real.
Motivo: Kurt ataca a Sviatoslav
Tirada: 1d20
Dificultad: 17+
Resultado: 11(+2)=13 (Fracaso) [11]
Motivo: Secuestrador2 ataca a Gerdie
Tirada: 1d20
Dificultad: 16+
Resultado: 6(+1)=7 (Fracaso) [6]
Motivo: Destreza del secuestrado
Tirada: 1d20
Dificultad: 15+
Resultado: 8 (Fracaso) [8]
[1] Éxito en la tirada de ataque: Reinmar le hace 3 de daño y la mata.
[2] Gerdie le hace 4 de daño y lo mata.
(1/4, sigue...)
El secuestrado consigue salir de su prisión alfombrada. Está atado de pies y manos, y le han metido un trapo en la boca para que no hable. Es un muchacho pelirrojo y joven, de apariencia humilde. No parece un noble al que se secuestre por una recompensa. Tiene los ojos desorbitados y no entiende qué está pasando. Sin saber muy bien qué hacer, se baja de la carreta e intenta escapar dando saltitos torpes.
(2/4, sigue...)
El hacha de Sviatoslav acierta a Kurt en el flanco izquierdo [1]. El bandido sale disparado de su caballo como si un hilo invisible tirara de él. Está pensando una respuesta ingeniosa al comentario del mercenario, pero no se le ocurre nada, y encima se ha golpeado la cabeza al caer. Las heridas le tiñen de rojo la camisa y el pelo grasiento. Ha perdido la pistola. Tan solo le queda un cuchillo de cocina, todo lo que tiene para defenderse.
Hoy, sin embargo, la suerte está del lado de Kurt: el pelirrojo viene dando tumbos por el camino, y está peligrosamente cerca de su secuestrador [2]. El bandido cubre la distancia de tres zancadas, coge al pelirrojo por la cabellera, se coloca detrás de él y le pone el cuchillo al cuello. Ha pasado de ser un secuestrado a ser un rehén.
—Es mi puta alfombra —le dice a Sviatoslav—. Mía y de naides más. ¿Por qué os importa tanto? ¿Por qué? ¡Soltad las armas y marchaos! ¡O le rajo el cuello!
[1] 3 de daño a Kurt.
[2] El secuestrado falla la tirada de Destreza y es atrapado por Kurt.
(3/4, sigue...)
—¡MMMBMFFAUXILIO! ¡MBMBAYUDA!
(4/4)
¡Combate terminado! Tres bandidos muertos, hay uno que está huyendo hacia el bosque, y tan solo queda Kurt. Tiene un rehén y le ha puesto un cuchillo en la garganta. Podéis apelar a la diplomacia, la negociación, la puntería, la magia, los búhos cornudos, la astucia o lo que sea. Haced las tiradas que creáis pertinentes. Eso sí: convencer a Kurt con palabras será difícil.
Niawf, el ataque con magia es un éxito automático, solo hay que tirar daño. Puedes quedarte con la tirada de Afortunado (el 13) para otra ocasión. Te descuento un punto de Poder.
Sviatoslav sonrió. Sabía muy bien que a te situaciones como aquella valían más las imágenes que las palabras.
Paso los dedos por la hoja de su hacha, donde aún goteaba la sangre de Kurt, la pasó cerca de su nariz y hizo como que olía:
-Huele a muerto.
Dio un pequeño paso hacia Kurt, y comenzó a andar muy lento.
-Verás Kurt, me importa una mierda tu rehén. Os he usado para dar una lección al joven aquí presente. Que piensa que las palabras frenan las armas. Al igual que me importa una mierda tu vida y tus quehaceres.
Miró hacia el compañero de Kurt que corría hacia el bosque.
-Ve con él o quédate, a mí me da igual. Pero si te quedas, sabes lo que te toca, no?
Dio otro paso. Agarró el hacha con las dos manos.
-¿Has decidido ya?
Dire, no sé si vas a necesitar alguna tirada o no. Tira por mí sin problema. Sviatoslav no está tirando un farol, si Kurt se queda, atacará sin medir demasiado las consecuencias para el rehén.
¡Jope! Aquel pelirrojo se parecía un montón a ella. Seguro que eran primos lejanos o algo parecido ¡Había que hacer algo por ayudarle!
Gerdie pensó en intentar razonar con el secuestrador, pero estaba claro que tenía manía a los pelirrojos y no la iba a escuchar, entonces se le ocurrió que podría intentar calentar el mango del cuchillo que empuñaba para que lo soltase y así dar una oportunidad la chico de escapar o a Sviatoslav de atacar.
Allí, a cierta distancia, y solo con Arnold como testigo directo, cerró los ojos y comenzó a concentrar su poder para llevar el mango de la daga al rojo vivo si hacía falta.
Gasto otro puntico de poder en calentar el mango del cuchillo para que lo suelte.
Con la pistola todavía extendida en dirección a la mujer, el cañón humeante, observó cómo la vida se le escapaba en cuestión de segundos. Una imagen así inspiraba muchos pensamientos, pero evitó prestar más atención de la cuenta a ninguno de ellos.
—Sus muertos... —musitó, guardando la pistola sin llegar a recargarla.
Lanzó una mirada de refilón a Gerdie, a la que había visto conjurar un relámpago de sus manos como una tormenta en una noche inclemente, pero evitó hacer ningún comentario. Parecía que aquella mujer era de todo menos inofensiva. Después se centró en el problema que todavía tenían entre manos.
Al contrario que Sviatoslav, él sí sentía algo de empatía por el secuestrado.
Se movió detrás de su caballo. Recogió el arco del suelo, y mientras todavía estaba agachado entre el índice y el corazón de la diestra agarró una flecha que pronto apoyó contra la cuerda. Aprovechó que la atención estaría sobre su considerablemente más intimidante compañero para moverse y preparar el disparo, apuntando, procurandose por poner en vereda su respiración agitada. Lo que haría o no dependería del devenir de la situación:
Si Kurt decidía que una pequeña oportunidad de salvar la vida era mejor que perderla con total seguridad y en consecuencia liberaba al rehén no dispararía. De lo contrario, si notaba que dudaba más de la cuenta o notaba cualquier movimiento agresivo se arriesgaría a hacer el disparo. No quería fallar y agujerear al pelirojo, pero una vez más, una pequeña oportunidad de salvar la vida es mejor que perderla con total seguridad.
El bandido se relame los labios. Su mirada desorbitada marcaa que está desesperado, es una fiera acorralada, y las palabras de Sviatoslav le enervan aun más [1]. Tomando al pelirrojo como rehén se ha metido solo en un callejón sin salida, y Kurt se da cuenta de su error demasiado tarde.
—A la mierda con vosotros, hideputas.
Kurt aprieta el cuchillo y comienza a deslizarlo por el cuello del muchacho. Apenas un hilillo de sangre se resbala por su garganta cuando Gerdie interviene [2]. La hechicera cierra los ojos y se concentra en el mango del cuchillo. Súbitamente, la madera se calienta hasta el punto en que cruje. Kurt grita y suelta el arma: la mano que la sostenía está al rojo vivo, como si le hubieran marcado con un hierro. El pelirrojo aprovecha la distracción para apartarse de un salto.
—¡HIDEPUTAS! —grita Kurt—. ¡HIDEPUTAS!
El secuestrador no entiende bien qué ha sucedido y tampoco tiene muchas luces, porque su primera reacción es estirar el brazo para coger el cuchillo otra vez. Piensa vender caro su pellejo. Sin embargo, termina por venderlo barato, porque el hacha de Sviatoslav cae sobre él y le cercena limpiamente el brazo derecho a la altura del codo. La flecha de Reinmar llega al mismo tiempo y atraviesa a Kurt en la yugular. Mutilado y atravesado, perdiendo sangre a borbotones, el bandido cae de rodillas y muere.
Motivo: Comunicación Sviatoslav
Tirada: 1d20
Dificultad: 12+
Resultado: 6 (Fracaso) [6]
[1] Fallo de Comunicación de Sviatoslav: Kurt no intentará huir.
[2] Gerdie gasta 1 punto de Poder para el hechizo...
[3] ...y Sviatoslav y Reinmar le matan. No tiro dados porque al ser 1 vs 7 (vosotros, Arnold, Rufus y los soldados) no tiene sentido.
(1/4, sigue...)
Arnold vomita. La lección de Sviatoslav no le ha sentado bien.
(2/4, sigue...)
—Ay, Fenre, ay, Dios, ay, Fenre, ay, Dios, ay, ay, ay...
Hiperventila y tiene el rostro desencajado. Está en shock y las palabras se le escapan como una catarata.
—No vais a hacerme daño, ¿no? ¿Me habéis salvado? Ay, Fenre, es que yo, no entiendo... no sé cómo pasó esto. Vivo en Altenberg, es una aldea cercana, a un día de viaje, soy carpintero, y, y, y... ayer entraron estos tipos a mi casa, no sé quiénes son, no son del pueblo, son forasteros, y, y, y... me golpearon, me ataron y me metieron en esa sucia alfombra, y, y, y... ay, Fenre, no sé qué querían, pero les oí decir cosas, algo sobre una bruja, la bruja del pantano, que iban a entregarme a ella, que yo valía una bolsa de oro, que la bruja iba a usarme para no sé qué cosas, ay, Dios, les habéis matado, pero no vais a hacerme daño, ¿no?, ¿no?, oh, mi hermana debe estar preocupada por mí, ¿podéis ayudarme a volver a mi aldea?, os compensaré, lo juro, os compensaré por esto.
(3/4, sigue...)
El sargento Rufus no pierde el tiempo. La sabandija ya se está probando las botas de los muertos y requisando todo lo que tenga un mínimo valor. No parece importarle que le hayan agujereado el brazo de un balazo.
—Putas brujas —dice en voz alta, sin importarle que Gerdie escuche, o tal vez es lento de entendederas y no se percató de sus hechizos—. Follan con cabras y se bañan con sangre de niños. A la hoguera con ellas, eso digo yo.
(4/4)
Buen teamwork: habéis salido airosos del combate y casi sin rasguños. Hubo tiradas de mierda, claro, pero por lo menos nadie sacó un 1. Ahora os pido una última tirada de Alerta (es por algo sencillo, prometo que no hay emboscadas por delante). Si tenéis algo más que hablar con estos PNJs o entre vosotros, este sería el momento. Luego cerramos este capítulo y vamos al meollo de la partida.
Una vez que el peligro inmediato hubo pasado, el dolor la golpeó como si fuera el momento exacto en el que recibió la herida y se llevó la mano al feo corte que tenía a la altura de la clavícula.
Estaba sangrando y la dolía mucho pero si se curaba con magia iba a ser demasiado obvio, y después de las burradas que habían salido de la boca apestosa de Rufus, pensó que no sería lo más sensato.
Se bajó del caballo y buscó entre sus cosas algo con lo que limpiarse la herida, mientras pensaba en lo que había dicho su "primo"; ¿Bruja del pantano? No podía ser su Nani, a ella la llamaban 'Bruja del bosque' y nunca había estado interesada en comprar chicos jóvenes pelir... ¡Oh, espera! ¿Es que esa otra bruja estaba buscando un aprendiz como Nani hizo con ella?
- Creo que deberíamos llevar al chico de vuelta a su casa - no solo porque se sintiera identificada con él sino porque quedarían muy bien entre los aldeanos y eso ayudaría a la reputación de Arnold. Quedaría como un héroe. Además, de camino, podría preguntar al muchacho sobre esa bruja.
Motivo: Alerta
Tirada: 1d20
Resultado: 15(+3)=18 [15]
Reinmar agachó la cabeza después de lanzar una última mirada a los cadáveres. Era cazador. Su trabajo implicaba sangre y muerte. Pero no implicaba sangre y muerte humanas. En cualquier caso, si había alguien que parecía haberlo pasado verdaderamente mal con la escena, ese era aquel a quien debían de escoltar. Se acercó al pobre muchacho, cuyo estómago parecía haber decido devolver al mundo todo lo que había acumulado ese día.
—Arnold, que no me escuches decir que no hay valor en la poesía. El mundo sería más trágico sin ella —habló, en voz baja, palmeando su espalda en lo que pretendía ser una muestra de empatía—. Pero esto es lo que hay. Aprecia los cuentos y los cantares por lo que son, y por la diversión, emoción y consuelo que ofrecen, pero que no te hagan ciego a las inclemencias del mundo.
Dejó un último toque sobre uno de sus hombros y después se apartó un poco, suponiendo que el pobre necesitaría todavía un rato más para recuperarse y recuperar su menguado orgullo. Escuchó a Gerdie, y después miró a Lukas.
—Casualidades de la vida, allí mismo estabamos encaminados, así que poco problema veo en sumar uno más siempre y cuando no seas un incordio.
Motivo: Alerta
Tirada: 1d20
Resultado: 17(+2)=19 [17]
Sviatoslav sonrió ante la reacción de Kurt. No le mentía cuando le ofrecía huir, y era un hombre de palabra, pero en el fondo no quería dejarlo escapar, así que la decisión del bandido le facilitó las cosas al mercenario. Tan pronto bajó su hacha, la flecha del cetrero atravesó rauda el cuello de Kurt, Sviatoslav se giró hacia su compañero y asintió en un sincero gesto de reconocimiento ante su habilidad.
Acto seguido, limpió la sangre de su arma contra las ropas del líder de los secuestradores, casi al mismo tiempo que Rufus lo saqueaba, mientras aún manaba sangre del cadáver. Se guardó el gran arma a la espalda y fue a buscar sus franciscas, que habían quedado tiradas, encajándolas en su ciento.
Mientras hacía todo esto, habló en alto para el hijo del varón.
-Es una pena que no hayáis recitado una poesía para impedir estar carnicería joven. Ni mis palabras, ni las de Gerdie, tampoco las de Reinmar...consiguieron para ningún arma. Seguro que vuestra tierna voz lo hubiese conseguido - rió con ironía, e hizo una pausa- , espero que halláis entendido que nada habla tan fuerte como un arma. Es una lección importante que vuestro padre quiere que os metáis en la cabeza.
Tras recoger y asentar sus bártulos, se acercó a Gerdie:
-Dejadme ver esa herida, seguramente no sea nada, pero un vendaje para que deje de sangrar y no entre suciedad no hace mal a nadie, y evita infecciones.
El mercenario conocía bien los riesgos de dejar una herida abierta y aun sangrante sin proteger de la mugre del camino.
Le pegó una palmada directamente en la herida y volvió a hablar en alto:
Listo, esto debería aguantar mientras cierra la herida.
Para terminar, Sviatoslav recogió las riendas de los caballos que aún andaban por allí, y las ató a la parte trasera de la carreta, luego subió a su propio caballo y se dirigió al joven pelirrojo.
-Tranquilo muchacho, nadie aquí quiere matarte, a menos que nos des motivos para ello - rie entonces el mercenario - Como bien dice Reinmar, hacia allí nos dirigíamos, así que no hay problema en que nos acompañes. ¿Te importaría subir a la carreta de bueyes y guiarla para nosotros hasta Altenberg?*
Motivo: Alerta
Tirada: 1d20
Resultado: 3(+3)=6 [3]
Motivo: Primeros auxilios?
Tirada: 1d20
Resultado: 19 [19]
No sé si puedo hacer algún tipo de tirada de primeros auxilios o algo así. Por si acaso dejo una tirada hecha. Por lo que pone el reglamento, nuestro trasfondo puede aplicarse en ciertos momentos si lleva coherencia, y creo que un soldado aunque solo sea por necesidad, debería saber hacer un vendaje básico.
*Si puedo hacer eso, hombre, tres caballos y una carreta cargada...no son bienes a despreciar...
Mientras le aplicaba el vendaje, Sviatoslav le habló en bajo a Gerdie, como quien simplemente está pidiendo que no mueva el brazo y le dijo:
-Acabo de ver eso que has hecho durante el combate. Si no me equivoco, el Dicasterio no os tiene en mucha estima.
La miró directamente a los ojos entonces:
-Por mi parte, estén tranquila, no tengo ningún tipo de problema siempre que estés de mi lado en la lucha.
Le guiñó un ojo y sonrió.
Le pegó una palmada directamente en la herida y volvió a hablar en alto:
Listo, esto debería aguantar mientras cierra la herida.
- ¡Auuu!- Se quejó la pelirroja cuando el mercenario, sin ningún miramiento, le pegó una palmada en plena herida- hijo de...- Se calló el resto, aunque le miró raro.
A ver, una cosilla con lo de la magia. Gerie ha intentado ser discreta. En el primer conjuro ha hecho un escudo translucido, en el segundo le ha dado un calambre en el pecho al enemigo (no un rayo que haya salido de su mano, creo que ahí no lo he expresado muy bien), y en el tercero, se ha calentado el mango del cuchillo.
Entiendo que si alguien no está muy pendiente, sobre todo si está enfocándose en su propio enemigo, no debería haber visto nada, o quizás debiera pasar una tirada para haberlo visto.
Yo lo narro para que quede claro lo que hace, pero creo que vuestros personajes no deberían saberlo todo.
El muchacho parece a punto de hacerse un ovillo en el suelo y echar a llorar. Como Arnold, con la diferencia de que Arnold no sufrió un secuestro. El ácido humor de Sviatoslav y la petición encubierta de Reinmar de que no sea un incordio no le tranquilizan, aunque le espabilan.
—Lukas. Ese es mi nombre. Lukas. Os agradezco por... por esto. Enserio. Prometo que os compensaré. No soy rico, y mi carpintería apenas si me da de comer, pero juro que tenéis en mí un amigo. Ya lo veréis, cuando lleguemos a Altenberg. En mi aldea, los buenos actos se premian.
Lukas se sube al pescante de la carreta para guiarla, tal como le ha pedido Sviatoslav. Ver la sangre que mancha la madera, la alfombra donde estuvo prisionero y el sargento Rufus relamiéndose los dedos mientras palpa los bolsillos de un cadáver le revuelven el estómago, pero se aguanta el vómito.
(1/4, sigue...)
Mientras revisa un cuerpo, Rufus encuentra un trozo de papel garabateado. Lo mira con curiosidad, frunce el ceño y se lo guarda en un bolsillo sin avisar a nadie.
(1bis/5, sigue...)
El vómito le mancha el pecho y las botas. Arruinó una bonita camisa. Ni la crin de su caballo se ha salvado.
—¿Esto es lo que hay? —le dice a Reinmar—. ¿Bandidos y mercenarios disparándose y arrojándose hachas en medio el camino real? ¿Es que ya nadie cree en el honor? ¿En las palabras? ¿En ser un caballero?
Mientras que Reinmar se ha mostrado compasivo, Sviatoslav habla con mordacidad.
—Se podía negociar con ellos —le recrimina al mercenario—. Todo esto fue innecesario. Había... había otros caminos. Tenía que haber otros caminos.
Aunque, por el titubeo de su voz, notáis que el muchacho está dudando. Quizás sea que Arnold von Hart, la vergüenza de su padre, por fin está abriendo los ojos.
Fin del capítulo LA VERGÜENZA DEL BARÓN
Sigue en el capítulo AMORES QUE MATAN...