Un gran silencio había empezado a reinar en la sala de los dioses, silencio que seguramente se debía a que la mayoría se encontraba con su atención puesta en sus creaciones inteligentes. A Cassandra también le justaba ver a sus Geminis como a pesar de las dificultades comenzaban a avanzar como ella quería, con menos bajas que años anteriores. De vez en cuando la diosa susurraba a una de sus gemas, comunicándose con algunos de ellos. Ayudaba aunque fuera con sutilezas a despertar el gran potencial que estos seres tenían y que recién habían empezado a despertar.
Aunque no eran solo sus hijos quienes llamaban su atención, los de los demás no se quedaban atrás creando un gran interés en muchos aspectos. “Supongo que ahora con este grupo de cazadores, ya todas nuestras razas se han decidido ir a explorar el mundo que les construimos.” Comento la diosa con una sonrisa enigmática mientras esperaba para ver quien se ofrecia para charlar con ella.
“Me pregunto entre otras cosas que pasara la primera vez que se encuentren con otra raza. ¿Los verán como otra presa para cazar, los verán con curiosidad encontrando una inteligencia parecida o pasara otra cosa totalmente diferente?” pregunto a quien fuera.
"Puedes notar como uno de hijos ya posee tu regalo..." le decía a su hermano mientras el tiempo pasaba en Ealim y varios aprendices comenzaban a surgir. Con ello surgía mas respeto por el lider de los cazadores, Flama azul. "Está juntando su fama, de seguro eso tendrá sus consecuencias."
"De nuevo te agradezco hermano por tu regalo sincero, que aunque a vos no te parezca debería volverte." dijo la hechicera sonriendo y moviendo su mirada a los Kosh sin duda una raza fuerte pero que parecía tener sus problemas juntando recursos. "Has pensado que magia planeas ofrecerle a tus hijos, podría ayudarte con ideas que tengo. Aunque también podrías esperar un tiempo mientras yo guio a los míos a tus territorios para oficializar una alianza."
Si, me he percatado de ello, hermana- le respondí -Me alegro que mi regalo les haya servido para fortalecer a tu pueblo frente a los desafíos a los que se enfrenta- añadí, tras lo cual me quedé unos instantes en silencio, como meditando sobre lo que Cassandra decía.
Pronto, mis hijos tendrán que aventurarse fuera de las fronteras de lo que conocen, pronto deberán enfrentarse a tierras extrañas lejos de su hogar…- empecé a decir -Pero también descubrirán que parte de su hogar sigue con ellos- añadí al tiempo que una llama surgía en mi mano, de forma que quedase claro a lo que me refería… pronto, los Kosh descubrirían que llevaban el fuego en sus sangre y su alma de una forma mucho más literal de lo que pensaban -Más allá de eso no he pensado nada, dependerá de ellos ser dignos de nuevos dones… y de sus acciones el tipo de dones que decida entregarles- le dije -Dicho esto, también me gustaría escuchar esas ideas, tener una visión diferente nunca perjudica… especialmente si es la tuya- añadí.
Sonrió grande mientras escuchaba sobre el viaje de sus hijos y comprendía bien a lo que se refería él. “Ya veo, será interesante ver a tus hijos florecer lejos de su hogar.” Comento pensativa como si empezara a imaginárselo, junto al último descubrimiento que hicieron los hijos de este.
“Tus hijos tendrán un desafío al andar por el desierto que le has dado como su terreno, aunque no dudo que pondrán arreglárselo con tu guía.” Comento haciendo gestos con una de sus manos hasta crear arena que derramo con delicadeza al suelo. “La arena que tanto les rodea no solo debería ser algo que pisen sino un material que podrían utilizar para avanzar, junto con su poder del fuego, a una mejor vida.” Dejando de tirar la arena la toma con ambas manos y cierra estas generando un gran calor en el interior.
Tras volverla a abrir una piedra parecida a los cristales que hace poco habían encontrado los geminis se encontraba en su mano. Aunque la piedra en forma triangular era diferente siendo trasparente en una parte de este mientras en otra reflejaba a ambos dioses que lo miraban. “Esto puede tener el nombre que tú quieras y la utilidad que los tuyos le busquen. Pero será algo muy útil para ellos cuando dominen el don que puedas darles o cuando vean los beneficios de su hogar caliente puede darles.”
El paso del tiempo apenas tenía sentido en Ruth-Adum, donde el paso de los segundos apenas difería con el de los eones… y sin embargo, ahora el tiempo cobraba importancia, pues pasaba por el mundo mientras nuestros hijos luchaban por sobrevivir y prosperar. Desde que había creado a los Kosh había seguido con sumo interés cada lucha y cada prueba a la que se veían sometidos, susurrando ocasionalmente en sus espíritus ideas que les ayudasen y guiasen a un próspero futuro.
Es una buena pregunta- le dije a Cassandra al tiempo que dirigía una mirada a Ealim -Pero creo que las respuestas iniciales serán tanto de miedo como de curiosidad… habrá que ver cuál de ellos predomina o si son capaces de no dejarse llevar por ninguno- añadí -Sin embargo, creo que la lucha será inevitable- comenté, sin atisbo alguno de pena o alegría por ello, sino simplemente diciendolo como algo lógico.
Cassandra había roto el silencio que se había establecido en la sala de los dioses. Aunque todos estábamos preocupados por nuestras creaciones, probablemente más todavía al observar cómo dos de nuestros hermanos habían perecido junto con sus razas, lo cierto es que el silencio allí era notorio, tal vez excesivo. Las dos preguntas que formuló calaron en el espíritu de Aelfwen, receptiva a su naturaleza y afín a su hermana.
-Nuestras razas exploran el mundo que hemos fabricado para ellas, aún sin saberlo. Animales, plantas, accidentes geográficos y las mismas lunas y sol, todo es nuevo para ellas. Deben explorar –fue la respuesta de la diosa de la vida a su primera cuestión.
-Discrepo, Urdamesh. El primer encuentro con otra raza dependerá de cada raza, de las dos, de todas. Ahora no hay verdadera competición por el espacio, el mundo es grande y nuestros hijos, pocos. No hay necesidad de batallar. Tal vez más adelante, cuando las razas pueblen el mundo en su totalidad, consideren necesario conseguir nuevos territorios a costa de otros. No me gusta la idea, pero es posible que sea eso lo que suceda si hacen caso a sus instintos. Comparten mucho con los animales, eso es indudable. Pero aún así, tienen la chispa vital que les hemos infundido en sus almas. Podrían entenderse tan bien como lo hacemos nosotros. Podrían hacer grandes cosas juntas, como hemos hecho nosotros… -enfatizó la diosa, mirando a Urdamesh, juzgando su naturaleza belicosa con benevolencia.
La desaparición repentina de los otros dos dioses fue algo que no me esperaba en absoluto—. ¿Por qué? ¿Tan frágiles somos los dioses? No… no puede ser. Quizá, simplemente quizá… ¿ellos no fuesen dioses, sino residuos de la energía de Padre y que finalmente se ha extinguido? En cualquier caso, han influenciado Ealim y ahora su desaparición ha provocado un vacío que alterará la estabilidad de nuestra creación...
Observé al resto de dioses que todavía estaban presentes, no parecían demasiado preocupados; tampoco lo entendía. Me agarré al reposabrazos de mi trono aplicando durante unos momentos algo más de fuerza de lo normal; ello me hacía sentir aferrado a la existencia y en cierto modo me ayudaba a evitar la inquietud del reciente acontecimiento. Di un suspiro y finalmente me centré en mis hijos.
Sí… finalmente todo esto estaba comenzando ya a dar sus frutos. Definitivamente valió la pena venir hasta Ruth-Adum.
Desde que les dejé en su hogar en Ealim no volví a interferir en el mundo en lo más mínimo, simplemente me limitaba a observar qué tan bien se desarrollaban y lo comparaba con el resto de razas. Satisfacción, eso fue lo primero que sentí; definitivamente merecían ser considerados mis hijos.
De hecho, algo más tarde un individuo lapsi consiguió arrancarme una pequeña sonrisa, la primera desde hace incontables años—. Hum… —El discurso de Rakkaus me pareció espléndido. No me esperaba que un simple mortal, a pesar de lapsi, fuese capaz de revertir con meras palabras la desastrosa situación que se vislumbraba en el horizonte—. Bien hecho, mi pequeño, bien hecho…
Definitivamente, tal fue el agrado que Rakkaus me despertó que se ganó volver a mí el día de su muerte.
Y tras todo, las palabras de Cassandra, seguidas por las de Urdamesh y Aelfwen interrumpieron la atención que estaba manteniendo en Ealim.
Sus afirmaciones eran interesantes, no por el contenido en sí sino porque permitían vislumbrar la actitud de cada uno. No contesté, simplemente me limité a relajarme en mi trono, observar y escuchar al resto de dioses mientras volvía la atención de vez en cuando a Ealim.
Escucho las respuestas de sus hermanos dispuesta en un momento a esperar a sus demás hermanos, pero al parecer no era algo que debería hacer sino quería que la sala volviera a ese silencio que no le causaba demasiado aprecio.
“Me parece que entre ambos han dado una buena respuesta a mis dudas, no puedo evitar dejarme llevar por mi curiosidad sobre los futuros comportamientos de tan distintos seres.” Comento sonriendo divertido. “No creo que los elfos de nuestra hermana tengan una particular tendencia para la batalla como los Koshs. Sin embargo no por ello no tienes algo en común, al igual que el resto de los seres inteligentes. La magia y la chispa vital que nombra nuestra hermana. Esas particularidades pueden servir como un puente entre ellos.” Afirmo mirando a uno de sus hermanos y luego a otro. “Si lo utilizan claro, sino tendrán en común las posibles muertes que vengan de una desunión.” Agrego en un tono más serio con sus ojos rojos brillando más de costumbre por unos segundos.
Miro a su hermana. “Sin duda la falta de territorio no será algo que influya a nuestras razas para que se peleen entre ellos, en especial ahora que dos nuestros hermanos han dejado esta existencia.” comento no solo mirando a su hermana sino al resto. Cassandra en verdad se habia esperado que alguien más nombrara eso evento pero supuso que se había vuelto un tema tabú sin que ninguno se diera cuenta.
Levantándose de su asiendo se dirigió con calma hacia el lugar donde antes habían estado los tronos de sus hermanos. Con su mano brillando busco alguno rastro de ellos, alguna esencia que hubiera quedado. “Nuestros pobres hermanos que parecen haber desaparecido sin rastro.” Lamento la diosa no solo por el fin repentino y sin explicacion de sus hermanos. “Ni hijos han dejado atrás lo que es una lastima porque al menos estos habrían generado un elemento interesante a nuestro mundo. Ya que podríamos ver cómo les afecta nuestra falta de guia a las razas.”
Mientras los dioses parlamentaban entre ellos o contemplaban con orgullo sus pequeña creaciones, algo sucedió al margen del control de ninguno de estos. Por un leve instante notaron como si la misma existencia parpadeara, como si por un segundo todo se hubiese vuelto negro y al siguiente la luz continuara bañando la existencia sin cambio alguno.
Os miráis por unos intentáis, intentando dilucidar si alguno de los presentes había notado aquello o si sabía de que se trataba, pero ninguno tenía respuesta. Miráis al mundo y todo parece normal. Hasta que os fijáis en algo entrando en Eliam. Una diminuta mota de polvo ante vuestras presencias.
No era la primera vez que algún objeto celeste se aproximaba al mundo y ardía en su atmosfera creando una bella estrella fugaz, pero esta vez era diferente. Aquella mota de polvo era extraña, con una esencia tan neutra como la de Ruth-Adum.
Deseáis atraparla, pero la mota parece ignorar vuestros deseos y se cierne sobre el mundo en una brillante bola de fuego blanco que arde llamando la atención de vuestros hijos. Los hijos de Ijma son los que lo ven mas de cerca, pues la bola de fuego cae al norte de sus tierras y una gran explosión baña dicha región del mundo. Eliam se estremece y los primogénitos de los dioses tiemblan ante tal evento. Pero tan rápido como empieza se termina y el mundo se calma.
En casi todo el mundo al menos, pues en las tierras centrales del continente del este se alza ahora una gran niebla que envuelve las tierras entorno a las cuales había caído el cuerpo extraño.
Por algún motivo, la niebla es tan densa que vuestros ojos divinos no os permiten ver que hay tras esta ni descender al mundo en aquel lugar para observar le extraño acontecimiento. Dejando en la ignorancia de que era aquel extraño cuerpo. Ignorancia que se acentúa aun más cuando Ijma empieza a desvanecerse. Sus hijas las Mahasarika habían abandonado su divina luz, privando a la deidad de su fe y habían desaparecido en aquella espesa niebla, dejando a Ijma sin alimento hasta el punto de hacerlo desaparecer y extinguir su esencia, para terrible espectáculo del resto de deidades.
Uno más… Por alguna razón, la desaparición de Ijma no me inquietó tanto como cabría esperar, pues algo en mí sabía que representar a un concepto tan difuso como el bien le acabaría dando al dios situaciones de peligrosa inestabilidad… tan peligrosa que ha terminado con su muerte al poco de dar vida a sus hijas.
—Es una lástima… —digo de manera neutra tras presenciar la muerte del último dios, si bien con cierta decepción.
Me alzo sobre mi trono, abandonando mi relajada posición e irguiendo mi hasta entonces curvada espalda— Imagino que los que quedáis también lo habréis notado. Ruth-Adum quiere participar en la vida de nuestros hijos, y por el efecto que ha provocado en las Mahasarikas e Ijma, me da la sensación de que también nos quiere poner a prueba a nosotros.
Bajo al suelo, volviendo a apoyarme en mis cuatro zarpas mientras dejo a mis dos avatares la vigilancia de Ealim. —Creo que es la hora de explorar Ruth-Adum. Iré a comprobar qué hay tras sus puertas. —Y tranquilamente comienzo a caminar hacia los portones que vimos al entrar en la edificación. Si alguno del resto de dioses habla, le escucho, pero no por ello detengo mi calmada marcha.
La diosa de la magia y la muerte se quedó mirando fija esa extraña formación de polvo viajaba por el espacio hasta estrellarse contra el territorio que Ijma. La diosa podía sentir la muerte de muchas de ella, pero por lo demás para su fascinación no podía comprobar lo que verdaderamente pasaba en ese lugar. Le tardo darse cuenta que otro de sus hermanos había dejado de existir, aunque eso le generaba una curiosidad igual a la mote de polvo que la cegaba de un lugar en el mundo.
"Es algo...esperable." comento la dueña de la muerte. "Lo que hemos conseguido nos lo ha dado Padre y él podría también sacárnoslo si es quien ahora mismo se encuentra matándonos uno por uno." afirmo con neutralidad observando donde se encontraba el dios de la luz. "Ha sido un hermano muy ingenioso aunque no podía evitar sentir que no me encontraba muy de acuerdo con sus ideas."
Ante la sugerencia de investigar el recinto Cassandra asintió. "Es una buena idea. Aunque nuestros hijos también deberían explorar en el mundo lo que paso con las Mahasarika." Tomando una de sus gemas susurro esta orden a sus hijos, mientras se iba duplicando a si misma en varias de ellas que se fueron alejando de la sala de los tronos para ponerse a explorar.
Ruth-Adum… o alguien que esconde de nosotros mientras usa la morada para sus fines… o tal vez algo completamente distinto- le dije a Isëa -Ijma no ha sido el primero de nuestros hermanos en desaparecer… y aunque pensaba que Kalan y Rah'Gul simplemente no fueron lo suficientemente fuertes como para sobrevivir a la tarea de dar vida a sus creaciones, tal vez hubiese algo más que no supimos ver en ese momento- dije, dirigiéndome a todos ellos -Desde luego con Ijma así ha sido- añadí al tiempo que creaba un fénix de fuego mucho mayor que sus hermanos de Ealim, pero que un instante después se dividió en una infinidad de pequeños fénix que partieron tanto junto a las copias de Cassandra como junto al propio Isëa, dispuestas a explorar hasta el último recoveco Ruth-Adum.
Sea como sea… lo mejor será que exploremos para evitar más sorpresas- dije -Explorar y procurar que nuestros hijos estén preparados para lo que pueda suceder- añadí.
La nueva desaparición de uno de los dioses de Ealim inquietó sólo levemente a Aelfwen. Había temido por su propia supervivencia cuando los dos primeros en caer desaparecieron sin dejar rastro, pasto del hambre celestial, al no lograr cubrir sus necesidades. Era aquel entonces una era oscura, primigenia, sólo apta para los más fuertes. Los caídos eran débiles. Aelfwen se alzaba en Ruth-Adum como una roca, plena de salud y de vida. Sus adoradores eran una multitud creciente, fiel, piadosa y entregada. No tenía nada que temer.
Ijma había desaparecido, pero ya no le parecía inquietante, no para ella, ni siquiera para sus hermanos, no. Le parecía una oportunidad. Allí donde había un hueco, la vida crecería. Los restos de las mahasarika alimentarían las plantas de los elfos.
-Yo quedaré aquí, guardando la sala principal -dijo la diosa de la vida, exiguamente.
Aelfwen se levantó del asiento y alzó la mano derecha, su suave mano con la palma hacia arriba, y en un instante la sala fue inundada por las plantas: zarzas, hierba, flores e incluso árboles crecieron por doquier mientras su luz, la luz de vida de Aelfwen, bañaba la sala. Una extensa red de plantas de todo tipo lo cubrían todo, a excepción de las sillas de sus hermanos, al menos las de los que continuaban allí, en la casa de los dioses. Si alguien se movía, respiraba o rozaba tan siquiera alguna de aquellas plantas, ella se enteraría.