Partida Rol por web

La caravana había vuelto a reemprender su marcha y, con el movimiento, el olor a sudor y desesperación se había desatado. Lo bueno es que la gente se había ido arremolinando a los barrotes para agarrarse a ellos y no caer. Así pués, pocos se fijaban en aquello que estaba más abajo de sus caderas: Ren.
Unos momentos sentado contro los barrotes, otro pegado contra un u otro de los presos y presas; en ningún momento Ren permanecía demasiado tiempo cerca del kushita para no levantar sospechas. Trabajaba en uno de sus grilletes y desaparecía, dejándose llevar por la corriente humana. Cuando la maldita caravana se tambaleaba él caía cerca del kushita y reemprendía su trabajo.
En una de estas idas le susurró, sin mirarle: ¿crees que se detendrán? Puedo abrir el candado de la puerta pero si no lo hago en el mejor momento...

-Tranquilo chaval, creo que podemos conseguirlo y perdernos en el bosque. Me he criado entre cebras, asnos y caballos, monté antes de aprender a caminar y creo que puedo encabritar las monturas de los dos jinetes que cierran la caravana con un par de silbidos -tragó saliva. -En cuanto caigan al suelo los dos guardias, cogeremos uno de los caballos y nos perderemos por el bosque.

Tal'Ngoro miró al cielo. Dentro de poco el cielo estaría oscuro y tendrían su oportunidad.

Si sale mal, correremos cada uno por su lado. Y a la mínima que los despistes intenta trepar. Ignoro si habrá simios peligrosos en estos bosques pero créeme que preferirás topar con mono antes que enfrentarte al frío acero de esos guardias.

El pequeño y habilidoso ladrón aprovecha los embistes de las inclinaciones de su jaula para acercarse al gigante de ébano y trabajar en sus ataduras metálicas. 

La luz de la luna llena comienza, poco a poco, a sustituir el naranja rojizo del atardecer por el blanco fantasmal de las noches de verano. La ruedas de caravana avanzan lentas, a duras penas, entre ramas caídas, piedras y matorrales. Entre vaivenes, el chico consigue liberar las manos y pies del kushita, que intenta por todos los medios que no caigan y queden colgando a la vista de alguien. 

Mientras un claro se intuye a lo lejos, entre los árboles, Ren echa una ojeada al cerrojo de la puerta. Desde el lugar en el que se encuentra adivina que su púa es demasiado fina para abrir una cerradura tan holgada. Tal vez con algo más de tiempo, tranquilidad y alguna otra herramienta... O quizás la propia llave. 

Ren había continuado con su lento y farragoso proceso y, al tiempo que liberaba una de las piernas, escuchaba la respuesta del kushita asintiendo para sí mismo. El sudor y los dedos engarrotados lo habían hecho mucho más consciente de sus manos, cuanto eso sucedía Ren aún invertía más esfuerzo y dedicación en la tarena: no había margen de error.
Una vez había liberado al enorme extranjero se acercó a los barrotes anexos a la puerta. Ren parecía mirar el resto de la comitiva, mientras lanzaba rápidas miradas a la puerta. No iba a poder abrir esa cerradura. Así se lo hizo saber al kushita sin girarse hacia él.
Tendré que intentar robarles las llaves si se acercan a la jaula. Sinó creo que tendremos que esperar a que abran y... salir por las malas.
Luego se sentó y esperó sin quitar ojo de las cercanías de la carabana: tenía que estar preparado por si se presentaba su oportunidad.

-No es una creencia, es una certeza.- murmuro Tarja dejando claro que el tipo era tan tonto como alto. La mujer que la miro se encontro con una sonrisa en respuesta.

Era mejor no compartir el plan con el resto, contra más lo supieran peor, ya le molestaba tener que cooperar con el gigante tarugo como para meter a más gente.

Espero el momento y clavo sus ojos en uno de los tipos de la comitiva, con una de esas miradas que se clavan hasta el alma, esperando que se diera la vuelta y se cruzara con sus ojos llenos de intención. Deliveradamente se había sentado y colocado la ropa de forma que se viera más carne de lo normal pero al tiempo pareciera algo fruto de la casualidad o el punto de prespectiva.

-Ya veo. Entonces tendré que hacer algo para llamar la atención...

Sin pensárselo dos veces Tal'Ngoro se concentró y relajó sus esfínteres. El líquido cálido comenzó a llenar toda la celda. Luego gritó como si hubiera enloquecido.

-¡Maldito viejo chiflado! ¡Te me has meado encima! -exclamó al tiempo que le cogía de uno de los brazos y lo lanzaba al otro lado de la celda como si fuera un muñeco de trapo.

Miró a Ren y luego prosiguió con la farsa.

-¡Guardias, sacad al anciano de aquí o lo mato!

Un nauseabundo hedor a orina inunda la celda en la que se encuentran el enorme líder negro y el pequeño ladrón. las demás personas se apartan haciendo un círculo al kushita. 

El anciano está a punto de replicar por la acusación falsa cuando es lanzado contra los barrotes contrarios como un muñeco de trapo. Sufre un fuerte dolor que indica la posible rotura de alguno de sus débiles y desgastados huesos. 

 Comienza a gritar mezclando chillidos con llanto, alterando la paz del bosque. -¡AAAAAAHHH, MALDITO SEAAAS!

Los jinetes que tiran de vuestra jaula y los que cabalgan detrás, se ponen en alerta. -¡¿Qué diantres ocurre?! -grita uno de los jinetes de vuestra jaula. -¡Dejad de gritar, perros! -dice uno de los jinetes que cierran la caravana mientras se acerca a la jaula, por el lado izquierdo, el lado en el que se encuentra el kushita. 

Ahora el hombre cabalga a tu lado, Tal. Te mira y te dice: -¿Crees que soy idiota? No me obligues a abrir la jaula, kushita. -Desenvaina su espada con un silbido metálico mientras habla. -Te ensartaré ésta como sigas causando problemas. 

Ren, te das cuenta de que uno de los hombres que tira de jaula con su caballo, mira hacia atrás, de forma severa al jinete que se encuentra junto a Ngoro. El jinete guardia silencio y envaina su espada...

La brythunia ayuda al anciano a levantarse, el cual todavía se queja, sollozando, sujetándose las costillas.

El jinete se calla de repente y se aparta de la jaula. Vuelve a su posición para continuar hasta el lugar acordado, sin quitarle ojo al gigante de ébano. 

-Cuida tus palabras, mujer, si no quieres verte obligada a hablar sin lengua. -Contesta el fornido pelirrojo con la tez enrojecida de furia contenida.