El extraño grupo liderado por el gigante de ébano, oye gritos a su espalda. Gritos propios de una batalla y también sonido de espadas y galopar de cascos de caballos. Tal N'goro sabe perfectamente, sin girar el cuello hacia atrás, que los cascos pertenecen a tres caballos.
Si miran hacia atrás, hacia los sonidos, pueden ver salir del tenebroso bosque infestado de degeneradas criaturas, a tres de las guerreras que también estaban presas en aquel claro del bosque que se convirtió en el mismo infierno. La bárbara cimmeria, la aquilonia y la extranjera khitana.
-¡Eh, ahí vienen más cautivos!, me sorprende que hayan podido escapar de esos ghouls. Niño, ábreme los malditos grilletes, ¿quieres?, no quiero seguir estando indefensa. Si es necesario parar, paramos. -Dice, con poca paciencia, la bella Elladurne a Ren.
El joven Ren abre los grilletes con las llaves, ya que el grandullón estaba más que ocupado dirigiéndoles hacia la libertad. Lo hace con cuidado, básicamente para que no le caigan las llaves, todo lo demás es cuestion de paciencia. Ren va dirigiendo los brazos y las manos, con cuidado, en una especie de baile ideado para no tener que descender del caballo y que sea seguro para todos -incluso para las llaves-. Ren estaba tan sumido en sus pensamientos y sus acciones para liberar a la mujer que no le había dado la sensación de estar tardando tanto hasta que la mujer hablo con tono algo crispado. Ren no hizo caso, todo buen trabajo necesitaba su tiempo y cada trote del caballo los alejaba más del peligro. No, no iban a parar por aquellos grilletes. El grandullón había subido a la mujer por sus curvas, seguramente, pero ella no había aportado nada a aquella huida así que por lo que a Ren se refería tenía mucho que agradecer y poco de que quejarse.
"Mujeres" dijo algo dentro de él, aunque no lo suficientemente fuerte como para sen un pensamiento consciente. Aunque Ren había tenido que madurar mucho más rápido que los niños de su edad, parecía que aquella parte suya aún no había despertado.
Una vez liberada la mujer Ren pudo permitirse mirar hacia detrás. Cuando vió a las otras presas abriendose paso entre aquellas criaturas, Ren entrecerró los ojos para ver si podía discernir cuantas armas llevaban: hasta que no se demostrase lo contrario, cualquiera ajeno a aquel caballo podía ser un enemigo.
Tenemos compañía
Dijo con su voz de niño que, siempre cargada de desconfianza, siempre espectante y al acecho, tenía algo de ancestral.
Pensaba que ya habíamos acabado y lo de abrir los grilletes era para la historia no contada xD
Como tengo (y he tenido) bastante tiempo -y las llaves- para abrirlos solo roleo, espero que no haya problema con eso, sino tiraré las tiradas que sean necesarias ;)
No habíamos acabado, lo que ocurre es que las nenas se estaban vengando, y claro, la cosa se ha complicado con los ghouls, xD. Y has hecho bien en no tirar, Ren.
La respiración de Ivara se calma poco a poco después de la trifulca con las bestias nocturnas. Da un rápido tajo al aire para limpiar el filo de sangre.
Espolea su caballo hasta ponerlo junto a los otros. Alza una mano en gesto de paz:
-Parece que todos tenemos algo en común-dice escudriñando las tinieblas-Todos hemos escapado de la muerte esta noche. Si queremos que eso siga así, será mejor que sigamos nuestro camino juntos.
-Vamos al Sur. Me alegro que hayáis escapado aunque si he de deciros la verdad, me importabais más bien poco. Si vamos a ir en grupo yo sólo me responsabilizo del niño y la chica,si alguien se queda atrás, que no espere que la ayude.
Tal no le debía nada a nadie, solo a esos dos desconocidos de su celda y había que hacerselo saber a las amazonas que habían llegado.
Lin detuvo su caballo y miró de reojo, con gesto altanero al enorme hombre de ébano. Era la primera vez que veía a uno de su… tono.
“Yo no esperar nada de bárbaros, pero ser sabio viajar juntos. Así los asaltantes pensar más en atacar grupo numeroso que a persona solitaria.”
Miró al niño que estaba junto a él y de nuevo al hombretón.
“No ser asunto mío, pero por como verse hijo tuyo, yo desconfiar de mujer tuya.”
El comentario de la asiática pillo totalmente desprevenido a Ren que, atento a culquier movimiento brusco de las recien llegadas, no lo entendió a la primera. El significado de las palabras brotaron junto a su risa, una risa alegre y risueña que, durante unos instantes, dejó entreveer el niño que hubiese sido si su vida hubiese sido otra. Luego miró de reojo a la causante de aquella anomalía y, antes de volver a su gesto atento y huraño, le sacó la lengua.
Si alguien se fijase mucho en él diría que unos hoyuelos pugnaban por salir en las comisuras de sus lábios.
Después de que las guerreras salieran al camino que les vió llegar, se acercan al percherón cabalgado por Tal'Ngoro el kushita, Ren el pequeño ladrón y la cazadora brithunia, Elladurne.
Después de la terrible experiencia de haber sido secuestrados mediante la utilización del loto negro, haber sido metidos hacinados en claustrofóbicas y mugrientas celdas acompañados por hombres y mujeres de toda índole, haber escapado gracias a un suceso fortuito, acabado con sus captores, incluido el gigante gladiador Ursus, haber conservado la vida para huir y vivir unos días más tras enfrentarse a misteriosos y degenerados ghouls, los supervivientes se reúnen de nuevo.
Cada uno proveniente de un lugar del mundo, con un pasado truculento, adorando a distintos dioses y una forma diferente de enfrentarse a los devenires del destino, ahora cabalgan juntos, bañados por la luz de la luna. La cual también ilumina el socavón que vió el enfrentamiento entre el halcón y la escolopendra, ahora cadáveres, y el claro en el que el fuego se ha extinguido y las criaturas dan buena cuenta de la carne de los muertos esparcidos entre el gris manto de hierba.
Así se alejan los aventureros, camino al sur de los reinos hyborios, cabalgando hacia su próxima aventura...