Partida Rol por web

En algún oscuro lugar de la tierra media, iluminado por la tenue luz de algunas antorchas, se encuentran las reminiscencias de las glorias razas que alguna vez poblaron libremente todo Arda, enanos, elfos, hobbits y humanos; pocos son los que han sobrevivido al terror de Sauron, menos aun los que se han revelado y ninguno que haya regresado. 

Oh mis amigos, a todos los presentes, elfos, enanos, hobbits, humanos, a los hijos de los grandes guerreros que lucharon contra Sauron al final de la última era del sol, hoy en esta era de oscuridad y terror hay quienes serán luz y esperanza, brillarán como el manto de Elbereth en la más limpia noche, como el brillante resplandor que alguna vez iluminó el bosque de los sueños, así de entre ustedes saldrán aquellos que guiarán a otros contra el mal que hoy se extiende por la tierra y los mares, por encima y debajo de las montañas, en los bosques y los barrancos, aquellos que traerán la nueva era.

En el horizonte  se ven los primeros rayos de sol tras una larga, oscura y fría noche muchos años, ya se ve a lo lejos el alba, si están aquí entre ustedes, aquellos que desafiarán a Sauron yo los guiaré en su camino, no les voy a mentir, será peligroso, no hay garantías de victoria, ni siquiera de regresar con vida, así que la decisión está en sus manos, morir en batalla o morir huyendo...al parecer el único destino seguro es morir...

El sombrío viejo se retira al fondo de la habitación, una cueva quizá, un hoyo en la tierra, quién podría decirlo, así ha sido ya por muchos años, poco se sabe de él, aunque parece que ha estado ahí desde siempre, todos lo recuerdan de cuando eran niños, aun los más viejos, que son pocos en realidad, Mithrandir el viejo espera en lo profundo de esa pequeña cámara, en lo más oscuro de aquel lugar.

Camino unos pasos acercandome a la hábitacion hasta detenerme un poco cerca de el.

 Mithrandir viejo amigo, hace generaciones mi pueblo lucho contra las fuerzas de Sauron, pero quedo no solo destrozado, sino que también tomo nuestra humanidad, nos corrompio y nos absorbio. No hizo mas que mostrar el peor lado de nosotros, nos hace vivir un infierno todos los días con sus subditos y tropas merodeando en toda la tierra media. Aunque solo tenga para ofrecer lo poco que me pudieron enseñar, y no sea muy poderoso, ofrecere mis servicios ante esta atrocidad, usted lo dijo, si esperamos morimos, si peleamos morimos, si podemos cambiar las cosas, si muero pero a cambio logro que cualquiera que sea pueda acabar con aquel ser, con coraje y determinacion lo háre. Aun así, ¿hay algo que podamos hacer nosotros?

Cierro el puño con ansia y lo aprieto contra mi pecho.

Iokese mira desdeñoso al humano que se ha adelantado a hablar con el anciano. Se levanta tras él, acercándose a Mithrandir, mientras habla.

- Antaño el orgulloso pueblo de los hombres luchó contra Sauron y fueron grandes aliados de los elfos, pero su corrupción fue la que propició la victoria del Oscuro y nos trajo esta noche eterna. Poco queda de la sangre antigua. Incluso el orgullo y la fuerza de los elfos ha caído en declive, limitados a huir y esconderse. Podemos salir a cazar orcos, pero su número no parece disminuir, sino todo lo contrario, cada noche nos acosan más y más. ¿Como podremos osar alzar la mano contra el Señor Oscuro? Yo no me esconderé, he perdido todo salvo la vida, y poco tengo que perder, pero ¿que esperanzas podemos abrigar contra la Sombra?

Toruk golpea la mesa tras escuchar las palabras del viejo y las respuestas del humano y el elfo. Éste era el momento que había esperado, éste era el momento de devolver el daño que había sufrido, éste era el momento de la venganza. Pese a su corta estatura se levantó orgulloso y caminó con la frente en alto hacia el grupo que se estaba formando alrededor de Mithrandir. 

-Si va a haber peligro necesitarás de éste enano. La ronca voz de Toruk se abrió paso en la estancia. -Nadie en la tierra media podrá negar el valor que tenemos los enanos, pues es fácil para elfos o humanos ser valientes cuando nos doblan en tamañano. ¡Y aún así muchas veces huyen del peligro! Dijo mirando a los dos ejemplos que tenía a su lado. Nosotros que vivimos en éste mundo de gigantes y oscuridad,  donde casi todas las criaturas son más grandes, tenemos verdadera valentía.  Soy un guerrero, al igual que lo fueron todos los miembros de mi familia y siguiendo el juramento que mi antepasado Malakar Wildhammer hizo, no descansaremos hasta erradicar a las fuerzas oscuras o hasta que muera el último de nosotros. 

Al terminar de hablar levantó un puño al aire y con el otro golpeó su pecho, mostrando así su lealtad hacia Mithrandir para cumplir con la misión que éste le diera. 

Desdeñoso escuchó al resto hablar. Mithrandir, el enemigo de Sauron, Mithrandir, el mago gris, Mithrandir, el embaucador de tontos. Escuchó con aire distraido mientras rememoraba tiempos ya olvidados.

...La rutilante claridad de Menegroth, los salones tallados y el trino del agua en los Cruces del Teiglin... Antaño, el enemigo que ahora conocemos no era más que un vasallo que fue vencido por la canción de Tinuviel, ahora los descendientes de Beren y Luthien no son más que el humillante recuerdo del fracaso de los hombres... El fulgor de los palación dorados de Armenelos, los bosques de Andunië y el mar con su canción arrullando en las rocas de Romenna... El mundo se había desmoronado, pareciese que el valor de los Eldar, Edain, Naugrim y los Úmanyar había sido quebrado, habían sido olvidados por los poderes de Occidente. La codicia de los hijos de Aüle, la corrupción de los atanari y la maldición del Norte caían nuevamente sobre aquellos que quedaron atrás... La gloria de Annúminas, la corona alada de mithril y perlas... Todo inútil... Levantó la mirada hacía el Istari, con el brillo apagado del vacío interno. Miraba más allá, cuándo pensativo, murmuraba para si mismo.

Ai! laurië lantar lassi súrinen!
Yéni únótime ve rámar aldaron,
yéni ve linte yuldar vánier
mi oromardi lisse-miruvóreva
Andúne pella Vardo tellumar
nu luini yassen tintilar í eleni
ómaryo airetári-lírínen.
Sí rnan i yulna nin enquantuva?

An sí Tintalle Varda Oiolossëo
ve fanyar máryat Elentári ortane
ar ilye tier unduláve lumbule,
ar sindanóriello carta mornië
i falmalinnar imbe met, ar hísië
untúpa Calaciryo míri oiale.

Sí vanwa na, Rómello vanwa, Valimar!
Namárië Nai biruvalye Valimar.
Nai elye hiruwa. Namárië!

... La luz de los arboles murió, pero ahora reposa en el fondo del gran mar, en los abismos de la tierra y en las bovedas del cielo ¿Cómo podemos rendirnos ahora?... En la hora más oscura, contra el enemigo oscuro se alzaron los Quendi, quizás sea la hora... Se apoyó en la pared próxima para ponerse en pie, aturdido por los pensamientos.

-Aure enhiluva, Mithrandir!¹

Mientras se unía al resto de hijos de Iluvatar congregados alrededor suya.

El sendero de la vida sin rumbo que seguía este hobbit lo había llevado hasta allí, rodeado de elfos, enanos y humanos. No son extraños para él estas razas, pues en estos años de tristeza, a más de uno ha ayudado. Y aunque no era guerrero alguno, tenía la necesidad de formar parte de esta historia, que tendrá un papel que desempeñar tan importante como el más valiente de los caballeros...y sin vacilar se levanta de la silla.

- No soy guerrero, como podrán observar, y aunque ya no soy un jovenzuelo tampoco soy conocedor de tantas historias. Los hobbits no participamos en ninguna alianza. Pero el señor Oscuro no perdona, no tiene amigos, y por ello acabó con los nuestros...con La Comarca... - Dice con un tono más triste - Pero no son momentos para lamentos, y si hay una posibilidad de ayudar y enfrentarnos al mal que nos aterra, por La Comarca lucharé hasta la muerte. Os asistiré en batalla y curaré vuestras heridas con los remedios naturales que han pasado de generación en generación. Merick "Cinturón Ancho" a su servicio, Mithrandir. - Hace una reverencia y se sienta nuevamente en la silla, orgulloso de su discurso.

Una gota de fiereza, otra de nostalgia y una final compasión asoma a los ojos de Iokese tras el discurso del enano, el elfo y el mediano. Puede que la Comarca fuera una tierra sencilla, sin grandes y hermosos salones elficos, sin las fortalezas humanas o las tallas de piedra de los enanos, pero Iokese comprende que todos, los pequeños y los grandes, han perdido su hogar... y puede que mucho más.

- No aspiro a alcanzar las grandes hazañas de los héroes de antaño - comenta, mirando de reojo a Mändil, volviendo a sentir la añoranza de un orgullo perdido años atrás - pero si mi brazo ayuda a tensar el arco que acabe con los siervos del oscuro, estaré orgulloso de hacerlo y dejar de esconderme como un conejo asustado.

El enano que hasta ahora había permanecido en silencio no sabe muy bien que pensar de los compañeros con los que le ha tocado compartir esta -a sus ojos- burda gesta por lo que queda de la tierra media -un mundo que no siente propio debido al aislamiento con el que ha vivido, sin embargo, decide aclarar la garganta y hablar ante estos extraños:

-Yo tampoco aspiro a las grandes hazañas -dice el enano observando al a sus ojos extraño grupo - Aún así no les ha de quedar duda de que este enano se ha ganado su apodo, y si alguien merece el grito del infierno esos son los siervos del oscuro. No lo haré por orgullo o gloria. Lo haré porque nunca dirán que fui el cobarde que escapo de la batalla, si no el loco que se arrojó a sus fauces.  

en lo oscuro de aquella habitación donde se habían congregado algunos de los sobrevivientes se ve que una pequeña llama que alumbra la cara de aquel viejo al prender su pipa, aspira una larga bocanada y lentamente exhala una densa masa de humo blanquecino, aquellos que estaban ahí y vieron aquello podrían haber jurado que vieron figuras en el humo, figuras traslucidas, etéreas y efímeras, tanto que ninguno se habría atrevido a comentarlo por miedo a ser juzgado de chiflado.

En tiempos como estos, hasta la acción más pequeña por la vida es una gran hazaña, y aunque no las busquen lo más seguro es que tendrán grandes batallas, y aventuras arriesgadas que espero algún día sean contadas por todos con alegría en la tierra media...cambia el rostro del viejo, se vuelve sombrío, cabizbajo y la mirada se torna vidriosa y distante, como vacía, lo que no les puedo prometer es que puedan escuchar esas leyendas, esta aventura parece ser más bien de esas que son solo de ida.

De tal suerte que aunque loable su valor y su decisión, si hay aquí alguien que prefiera cantar las leyendas, en lugar de ser parte de ellas será mejor que se quede, el viaje se torna inhóspito y peligroso más allá de lo conocido por mucho de aquí, pero si lo quieren podrán hacerse de algunas armas pasando las colinas que se encuentran a un día de camino rumbo al norte. Hay un pequeño, pero no por eso menos peligroso campamento de orcos, según tengo entendido no son muchos y tienen aunque detestables como todos ellos, algunas armas que son mejores que lo que tenemos.

La barba del viejo se movía casi de forma hipnótica al hablar, llevando a quienes lo escuchaban a un estado de ensueño y fascinación interrumpida solo por otra aspiración de esa larga y delgada pipa.

Caballeros, sé que es mucho lo que se les pide y están en su derecho de negarse, nadie puede obligarlos a ofrecer su vida por una causa quizá perdida, la decisión es solo suya la vida misma en Arda podría depender de su respuesta y sus acciones, elijan sabiamente.  

Un abanico de emociones cruza el rostro de Iokese. Desde la rabia al oir hablar sobre la presencia de orcos, a una sonrisa cruel al pensar en atacarles. Lo que le lleva a un gesto de autentica preocupación.

- ¿Atacar un campamento orco? ¿Con qué? Por pequeño que sea su número, nos enfrentamos a ellos con... ¿una honda? - pregunta, mostrando su rudimentaria arma al Istari.- A poco que tengan petos, cascos y flechas, tendremos suerte si conseguimos abatir a dos o tres antes de que nos masacren. - Ioseke se toma un momento para respirar y calmarse, dejando que el resto asimile la situación. - Aunque... siempre hay otras opciones para hacernos con sus armas... - comenta dubitativo, dejando en el aire la frase mientras examina al grupo. Dos elfos y un mediano, pueden ser criaturas muy sigilosas cuando se lo proponen...

Mira de reojo con cierta ironía al elfo mientras se toma la barbilla y comienza a caminar de un lado a otro pensando.

- Por mi parte también insisto en continuar pero también creo que con el poco equipo que tenemos, apesar de ser pocos enemigos sería exponernos a sufrir bajas o derrotas. - da una vuelta y continua - Sin embargo, creo que seria preferible ir a ellos siendo relativamente debiles ahora, a esperar a que se vuelvan mas y mas fuertes como ya es costumbre. Es cierto que tienen ciertas ventajas, pero nosotros también tenemos nuestros propios trucos por muy sencillos o elaborados que sean, las tacticas pueden darle la vuelta a esas sucias y repulsivas criaturas huecas.

Mändil permaneció en segunda fila, escuchando al mago con la cabeza semi-inclinada. Era una misión demasiado complicada, casi imposible en la situación actual. Observó a sus compañeros con dudas, no sobre su capacidad, sino como hacer que aquellos hijos de Eru enfrentaran al peligro sin perder a ninguno de ellos. Todo dependía de muchos factores, cuantos orcos había, si había campamentos cerca y de las habilidades de sus compañeros.... Antaño, los primeros atani usaron armas hechas de piedra y ramas, a modo de lanzas y martillos ¿Podríamos hacer lo mismo?.... Pensó en sus talentos, había sido bendecido con dones en su voz, capaz de reanimar la vida de aquellos que le acompañaban ¿Sería eso suficiente?.

Es arriesgado, Mithrandir. Susurró casi para si mismo. Habría que ver ese campamento, intenta hacer armas de fortuna con huesos, piedra y ramas, y eso no garantizaría nada...

Su voz murió en un silencio frustrado, lo que menos necesitaban ahora era negativismo para afrontar una muerte segura. Sin embargo, era un iluso aquel que creía que Sauron ya había terminado con ellos. Era obvio que el Señor de la Tierra Tenebrosa se sabía vencedor, pero sabía que para que su victoria fuera total tendría que eliminar toda resistencia y ya sabía que los que moraban en Occidente no permanecían ajeno al destino de Endor, ya lo había comprobado en Beleriand y Oesternessë.

Hay que ver ese campamento, estudiar si está comunicado con otros campamentos y quizás intentar algo menos pretencioso antes... Observaba hacía un imaginario plano, donde estudiar los movimientos. Emboscar alguna patrulla, para tomarles las armas, antes de tomar el campamento.

El enano sabía que la misión no sería fácil, sabía que era muy probable que no regresara de ella, pero si lograba cumplir la promesa de su familia o si conseguía una muerte gloriosa en el procesos,  se iría a reunir con sus ancestros orgulloso.

No le sorprendió que los elfos se mostraran cautelosos. Esos cobardes sólo se preocupan por tener el cablleo bien peinado y nada más. Pensó con desprecio mientras se acercaba a Mithrandir para dar su opinión. 

-No me sorprende que otras razas busquen evitar la pelea. Le dirigió una mirada despectiva a los dos elfos y añadió. Pero los enanos nunca rehuimos al combate y nunca lo haremos. Si mis puños deben ser mis armas lo serán. Levantó sus puños al aire y se los mostró a los allí presentes. Toruk era un guerrero, lo de idear planes no se le daba bien. Para él sólo existía una opción... ¡atacar!

- Si fuesen dos o tres orcos, o si tuviéramos un ejército entero de los de tu raza, enano, no dudaría en lanzarme al ataque, pero mi compañero elfo y el humano tienen razón. - responde Iokese a la despectiva mirada del enano - Debemos conocer el terreno y establecer una estrategia antes de lanzarnos a la muerte sin más.

Sentado, escuchando todo lo que decían, sabía que estaban en lo cierto, era muy peligroso, demasiado, pero la otra opción era quedarnos como estabamos, y esa no era la razón del porqué estabamos aquí reunidos.

- No soy guerrero alguno, por lo que no puedo aportar grandes conocimiemtos en estrategias y combate. Pero sé que evitar un combate en el que todo está en nuestra contra es de sabios. Como bien se ha dicho, podríamos acercarnos, valorar el terreno y el campamento y pensar todo bien. Es aún así peligroso.. - Dice el hobbit, aún sabiendo que no aporta nada uevo, pero queriendo dar su opinión.

Ekam, apartado como siempre, escuchaba un poco al margen lo que los demás decían, de como trataban con tanto recelo y temor a los orcos. Un campamento de orcos suena como una tarde de entretenimiento ideal. Dicho esto, no moriré hoy. Les llevaremos infierno pero los elfos tienen razón.

Concuerdo con Toruk, un enano no huye a un combate, sin embargo, no caerá mal un poco de reconocimiento previo. Estoy de acuerdo con los elfos.

Ekam se pone a afilar el romo cuchillo que carga en el morral, preparándose para el combate que se avecina, no con temor, si no con emoción, pues si bien ha luchado con orcos, nunca con tantos a la vez.

Al escuchar la animada conversación de aquel variopinto grupo listo para emprender aquello que nadie en los últimos 200 años se había atrevido, atacar directamente un campamento de orcos. Aunque aquel viejo sabía que atacar tenía varias acepciones, cómo bien atinaban aquellos valientes (o quizá tontos, solo el tiempo lo diría) aventureros, podrían atacar directamente o utilizar estrategias más sutiles.

Jo jo jo, calma, calma aventureros, tendrán tiempo para planear sus estrategias, lo importante ahora es que están todos de acuerdo en algo, la empresa se llevará acabo, y por ahora eso es más que suficiente, al cabo tendrán todo un día para planear sus acciones, ese campamento se encuentra a un día de aquí caminando hacía el norte, al llegar allá, todo depende de ustedes, buena suerte en su camino.