Partida Rol por web

 Los MTC avanzaron hacia la nave flotando en la fría y lluviosa noche. Los cañones de las armas humeaban y nuevas rondas de munición llenaron las recamaras. Los sensores rastrearon la azotea con la intención de centrar los sistemas de puntería en los matones; el siguiente ataque de Diésel iba a ser letal en respuesta al atrevimiento de esos mamones de haber disparado contra sus preciadas máquinas. 

 Las ráfagas de la Yamaha-Raiden de Beta volvieron a barrer la azotea para mantener a los matones con la cabezota bien baja mientras que Diésel preparó la siguiente sorpresita: una minigranada salió disparada con su característico sonido desde Alpha y surcó el cielo con una elegante parábola. 

 El proyectil explosivo rodó entre los dos hombres y detonó cuando Diésel pensó - ¡Boom! -

La velocidad de Kenjuro le permitió acercarse a los guardias mientras estos acribillaban a los coches de alta gama. Sin duda las pulsaciones de Diesel se dispararian si viese eso, pero afortunadamente estaba ocupado afuera, proporcionando cobertura y fuego de apoyo.

La patada de Kenji fue espectacular, deslizándose primero por encima del capó de un Lamborgini y después saltando con una patada estilo dragón en la cara del guardia que escupió mas de un diente mientras caía al suelo un metro mas allá. Los demás guardias, presas del pánico, comenzaron a sacar sus pistolas y apretar el gatillo a corta distancia.
Kenjuro bailaba la danza de la muerte mientras los guardias se disparaban entre si o no atinaban a darle.  

Entonces una explosión hizo que la estructura de la nave, mas concretamente del tejado, se resintiera. Un "culpa mía" de Diesel os llegó desde el canal de comunicaciones. 

Kenjuro sonrió al ver cómo los matones perdían los nervios e incluso uno de ellos disparaba a uno de sus compañeros, dejándolo fuera de combate.
Sin perder el tiempo, se dirigió a golpear al siguiente de sus oponentes, con una Maegeri, una potente patada frontal a la altura del pecho.

Doc sabía demasiado bien que meterse en medio solo le traería dolor. Kenjuro parecía ser el tipo que no necesita a nadie para acabar con cinco o incluso más matones a sueldo en un abrir y cerrar de ojos, por lo que permaneció a la espera.

La explosión lanzó a los dos matones fuera de la azotea. Los cuerpos se estamparon contra el suelo de asfalto donde quedaron desparramados como muñecos rotos; a estos ya no los iban a reconocer ni sus madres.

   Diésel sobrevoló el hangar, las hélices de los rotores dispersaron el humo provocado tras la detonación y pudo observar las grietas que se habían abierto en el hormigón del techo y la bota de uno de los tipos, que había quedado allí a modo de broma macabra.

   Respondiendo a la orden mental de Diésel, Beta se colocó en vuelo sincrónico con él y así poder establecer un perímetro defensivo en torno a la nave. No habían podido piratear las comunicaciones de los matones y tampoco tenían forma de saber si estos habían pedido refuerzos, pero al orko y compañía no los iban a pillar con los pantalones bajados.

La orca se detuvo un momento al ver la explosión que sacudió el techo del hangar. Una sonrisa socarrona asomó a su rostro y corrió los pocos metros que quedaban hasta la puerta de servicio.

Kenji bailaba la danza de la muerte. Con otra patada inhumana le hundió el esternón y parte de las costillas al desgraciado guardia. Solo quedaba uno, que bien por suerte o por habilidad acertó a descerrajarle al japonés un tiro a bocajarro.

Kenjuro sintió un pinchazo tras el disparo del matón del que había que reconocer que tenía agallas quedándose a luchar.
Aunque sentía ganas de hacerle pagar su osadía, era necesario dejar a alguien que pudiera darles información sobre el paradero de Ambort, así que le propinó una patada en la parte interior de las rodillas, con la intención de derribarlo y ponerle un pie sobre el pecho para evitar que se escapara.

El japonés continuó con su baile de artes marciales incluso cuando una 9mm le rozó el brazo sacándole un hilo de sangre. ¿O tal vez esquivó la bala?. Sea como fuere los cinco tipos estaban despachados y waveman mantenía el pie fierme sobre el pecho de uno de ellos.

Justo en ese momento entró la orca por la puerta lateral, fusil en mano y apuntando a cualquier cosa que pudiera moverse para hacerle un segundo agujero en el culo.

Las cosas parecían haberse calmado en la nave, algo que aprovechó Jamal para salir de su escondite y reunirse con Kenjuro.

-¿A qué viene tanto ruido?.- Aquél presentador que visteis en el club Kraken apareció de repente por una de las puertas de las oficinas del fondo, seguida por la adorable joven de rasgos orientales que os atendió en el guardaropa.

Con la situación bajo control, se podía dar por terminada la contienda.
Kenjuro vio acercarse a Jamal y Frankie, pero no hubiera esperado ver otra vez a ese tipo… Chester.
¿Qué se suponía que hacía allí?

Tú… ¿porqué estás aquí? ¿Qué sabes de Ambort? miró al tipo, casi sin prestarle atención a la joven que lo acompañaba.
Era extraño que estuviera allí, y esperaba que no hubiera eliminado a Ambort para evitar que pararan la maldición. Puesto que en el club parecía disfrutar de la muerte del dragón…
Tenso, esperó su respuesta vigilando los alrededores.

-¿Ambort?.- preguntó volviendo a ponerse las gafas de sol. -Ambort, Ambort.... No me suena ese nombre. ¿Podrías ser más especifico?- dijo con un ademán de manos, como invitándote a continuar.

   Los dos pequeños Mc-Fly se colaron en la nave detrás de Doc y se posaron en la máquina del aire acondicionado desde donde comenzaron a inspeccionar el interior. Diesel, que aún seguía saltando dentro Alpha, recibía toda la información.

   La divertida visión de un montón de matones apaleados por Kenjuro solo quedó eclipsada por la colección de coches del buen doctor. Joder, Ambort tenía de todo ahí: un Benteley Concordia Gt; dos Posrche, un Taycan y un precioso 911 rojo; un Lamborghini Aventador y un Bugatti La Voiture. Si Diésel hubiera podido gritar, lo habría hecho. Pero para cagarse en la madre de los capullos que habían agujereado algunas de aquellas preciosidades.

   Los micrófonos de los Mc-Fly detectaron el sonido de una puerta al abrirse y una voz que al orko le sonaba de algo. Las pequeñas cabecitas de los drones miraron en esa dirección y por el enlace visual Diésel vio a aquel capullo del Club Kraken y a una muchacha

   Kenji preguntó a Chester que mierda estaba haciendo allí pero el tipo parecía aún más sorprendido que ellos. Aquello no tenía buena pinta, para nada. ¿Qué coño hacían ahí un bufón de club y una especie de muñeca idol?

   Diésel mandó una orden mental a uno de los Mc-Fly para escanear a los dos invitados sorpresa en busca de armamento o implantes. Mientras el minidron realizaba escaneo el orko dió otro salto. Esta vez al Lynx que ya estaba cerca de la entrada.

El escaneo muestra que el tal Chester Fox no lleva nada. Ni siquiera las llaves de casa. Nada metalico. Pero la muñequita era todo acero. 

   De haber estado en su cuerpo físico, Diésel habría tragado saliva, abierto la guantera, sacado la cajita donde guardaba los viales de Bliss e inhalado una dosis para calmar los nervios que sentía en ese momento. Pero lo único que hizo su carne inerte fue perlarse de sudor al somatizar el implante de rigger toda aquella ansiedad.

   Y no era para menos teniendo en cuenta lo que estaba viendo por el enlace con su pequeño Mc-Fly. El escáner no tenía potencia para un análisis más preciso, pero aquella niñita con vestidito o era un robot o iba tan cromada que casi era un cyborg. Fuera lo que fuera, era una jodida maravilla tecnológica. Una maravilla muy cara y muy peligrosa.

   - Joder, joder, joder. Tíos, esa princesita tan kawaii va cromada de arriba a abajo. Frankie, si hace algún movimiento sospechoso no dudes y le vacías un cargador entero en la puta cabeza. Estoy fuera con la artillería pesada listo para llamar a la puerta -  el mensaje de Diésel llegó por el comm al resto del equipo.

Kenji suspiró; estaba seguro de que Chester sabía a quién se refería.
Ambort Hemworth. Los dos sabemos que sabes quién es… dijo, y al escuchar lo que Diesel comentaba por el comm, miró de reojo a la chica, por si intentaba algo.

-Tsk. Puta otaku de los cojones.- Francine apuntó su arasaka hacia la jovencita nipona vestida de colegiala. Ella provenía de un barrio pobre, había salido del agujero mas profundo gracias a Doc y no tenía tantos fondos para implantes ciberneticos. Pero tenía cojones de sobra para volarle la cabeza si se movía.