Algo extraño sucedía en Aguas Profundas. Era cierto que durante la mañana del día anterior la ciudad había sido sacudida por un terremoto de enormes dimensiones, pero ésto era demasiado. Una cantidad inmensa de magos, sabios y todo tipo de aventureros parecía haberse puesto de acuerdo para descender a la mazmorra situada bajo la ciudad, a Bajomotaña. Así que, picado por la curiosidad, se lavó la cara con los últimos restos de la jarra de vino del día anterior y se acercó a preguntar.
No tardó en enterarse de que, siguiendo al seísmo, una serie de visiones habían acosado a los magos y sacerdotes de la ciudad mientras él disfrutaba de un concurso malsano que finalmente ganó un orondo marinero capaz de absorber los litros de cerveza como si de agua se tratasen. Según contaban Halaster, el “Mago Loco de Bajomontaña”, se había aparecido en sueños a decenas de personas; enfadado por algo que no había salido según lo esperado. Nadie sabía exactamente qué, pero al parecer había que hacer algo y pronto para asegurar el bienestar de la ciudad. Y claro, puesto que había muchos magos decididos a responder a la llamada, también había muchos decididos a aprovecharse de la situación.
El dungeon era famoso por sus tesoros y todo el que salía de allí, aunque no eran todos los que entraban, lo solía hacer bien cargado de oro y todo tipo de objetos mágicos. Se sabía de aventureros que tras una buena expedición había ganado lo suficiente como para construirse una buena casa en el Barrio Marítimo, la zona más rica de la ciudad, y vivir sin dar un palo al agua durante el resto de sus días.
Y mientras tanto, en el saquillo de Daaron, las monedas disminuían día a día de una manera alarmante. Alcohol, hierbas marítimas de exóticas propiedades, buena compañía... era mucho más de lo que se podía permitir sin trabajo alguno. Un provechoso descenso a Bajomontaña traía honor, fama y dinero. Pero de todos es sabido que ni el honor y la fama son algo importante si te ves sin nada que llevarte a la boca, y ésa era la situación a la que se vería abocado el guerrero en apenas unas semanas.
Ésta era justamente la situación que estaba buscando. Aunque era improbable que pudiese "vender su espada" a algún mago preocupado por su bienestar, lo que sí que era muy posible es que hubiese decenas de aventureros dispuestos a formar un pequeño grupo y aumentar así las posibilidades de salir de la mazmorra con vida. Aunque hubiese que repartir el tesoro era una opción mucho mejor que la de viajar solo. Y si había un lugar donde reunirse antes de una expedición a Bajomontaña ése era el Portal Abierto. La posada albergaba la entrada más conocida a las entrañas de Aguasprofundas, el Pozo Seco.