Los peores temores de Miriel se confirmaron al comprobar que ambos hombres habían partido a los salones que hay más allá. Tendrían que darles una digna sepultura y llevar las armas del beornida a sus compañeros, pero antes quería asegurarse de que el mediano a por quien habían venido estaba bien. Podría ser que el miedo le hiciera seguir escondido, pero le faltaba la voz de un hobbit preguntando si podía salir ya.
No había ni dado dos pasos en esa dirección cuando de nuevo sus temores se vieron confirmados. Con rápidas zancadas llegó hasta el carromato, observó el túnel y recordó la orografía que pudo observar cuando se asomó al comienzo de la batalla. Tomó una rápida decisión sobre cuál camino tomar, lo demás era superfluo. Quien pudiera seguirla la seguiría, estaba segura, y quien no pudiera no se lo recriminaría, pero ella no dejaría al pequeño hobbit a su suerte con esos trasgos.
Se puso en marcha tras él sin mediar más palabra, aún sin molestarse en preparar una flecha, pues estaban demasiado lejos. En cuanto estuvieran a distancia de sus flechas sabrían lo que eran la mordeduras del Bosque Negro.
Invoco el rasgo de Buena Vista para buscar el mejor camino para seguir a los trasgos con Dondinas.
Vanwa frunció el ceño, enfadado consigo mismo por no haber hablado con las piedras del fuerte. Seguro que le habrían confiado el secreto de aquel estrecho paso y en lugar de servir para que secuestraran al mediano habría servido para poder atacar a aquellos asquerosos arqueros trasgos por la espalda. Pero ya era tarde para lamentarse.
Asintió, aún con el ceño fruncido a las preguntas del enano. Le dolía la herida pero sabía que eso no era nada con el dolor que sentiría en unas horas, cuando la emoción del combate pasara y su cuerpo le recordara el daño del cuchillo trasgo.
- Vamos, antes que se pierda de vista.- Dijo, siguiendo a Miriel, Ainar y seguro que Welf.- A pesar de llevar una carga, un periannath no pesa demasiado, y los trasgos son inusualmente fuertes para su tamaño.
Y nada más añadió, siguiendo al resto en silencio, maldiciéndose una vez más por no haberse anticipado al descubrimiento de aquel angosto pasadizo por el que ahora corrían.
Miriel se alejaba mientras Welf cerraba los párpados de los cáidos, oyó la voz de Ainar y cómo todo el grupo salía tras unos bultos informes que se alejaban del fuerte. Recogió rápidamente un puñado de tierra y la echó sobre los cuerpos mientras deseaba que sus espíritus encontraran refugio, después se levantó, cogió de nuevo su escudo y su hacha y respiró con fuerza llenando sus pulmones. Tocaba correr y bueno... eso no se le daba del todo mal.
Intentó recuperar la distancia perdida con los demás mientras miraba con preocupación la forma de moverse de Vanwa, tenía que sufrir con cada paso pero no había dudado en salir en persecución de los trasgos montaña abajo.
La victoria de la batalla del Fuerte Circular sería recordada con un sabor agridulce. Por un lado la victoria había sido empañada con las bajas de Andy Espinanegra e Igwar Piernalarga, y por otro, los trasgos habían secuestrado al pequeño Dinodas, a quien el grupo había venido a rescuperar para su familia. Solo faltaba que después de tantas millas andadas lo fueran a perder justo después de encontrarlo, y a manos de unos trasgos. No podían volver a la Posada Oriental y decirle a Dodinas que su hermano había sido secuestrado por los trasgos y que no habían hecho nada por recuperarlo. Así que a pesar del cansancio, a pesar de las heridas, el grupo se puso en marcha tras el rastro de los captores del mediano.
El pasaje era estrecho, angosto y olía a humedad. Se movieron con dificultad descendiendo por allí, especialmente quienes eran más altos o quienes eran más anchos, el único que parecía caminar holgadamente era Fredegar, que estaba algo pálido después de matar al orco y las posteriores males noticias. Se lamentaba el mediano que de haber sido un poco más hábil con la espada ahora su amigo estaría sano y salvo con ellos. Pero ya era tarde para lamentaciones había que actuar.
El pasaje salía abruptamente al exterior en medio de la ladera. No había camino, pero era evidente que los trasgos habían pasado por allí. Tuvieron que andarse con cuidado para no resbalar y despeñarse, lo que ralentizaba la marcha, cualquier mal paso podría resultar fatal. Una roca suelta, un desprendimiento, y acabarían rodando ladera abajo en la oscuridad de aquella noche nefasta. Los elfos y el enano, cuya vista era bastante buena por la noche, pudieron ver a la tribu de trasgos a lo lejos, moviéndose ágilmente por las rocas hasta que se internaron en la boca de una cueva antes y desaparecieron en los túneles.
Cambio de escena: Hacia las montañas