Partida Rol por web

- Fredegar puede vigilar – contestó Miriel tranquilamente a Welf – Me vendrá bien verte actuar. Hay mucho que aún puedo aprender de la sanación de tu pueblo y quizás pueda saber algo más sobre la flecha y el veneno que usaron.

En el Bosque Negro y sus viajes fuera de él había visto innumerables flechas de trasgos y orcos. A los ojos de la mayoría todas eran iguales, pero la manufactura, más tosca o menos, el tipo de penachos, el color y la disposición, el uso de venenos y cuáles de ellos podían dar mucha información sobre las diferentes tribus de trasgos y orcos. Aunque no se hubiera cruzado con esta tribu en concreto estaba bastante convencida de que podría obtener alguna información útil de estudiar la flecha y la herida. Incluso si identificaba el veneno y el estado de la herida podría hacerse una mejor idea de cuanto tiempo había pasado desde el ataque, si unas pocas horas o más de un día.

- Además, no creo que se trate de una emboscada. Demasiado planificado y elaborado para unos trasgos que ahora mismo deben estar escondidos bajo tierra durmiendo para salir esta noche de caza. – añadió a Welf en un tono despreocupado mientras observaba como trabajaba y trataba de ayudarle con mucha menos experiencia que él.

Fredegar sintió el dolor de aquel animal, como si fuera un viajante más de la caravana de Dindy. Acostumbrado al trato con ponis consoló al animal cuanto pudo hasta que Vanwa comenzó a tratar con el. Deseaba que Welf pudiera ayudarlo a la par que el animal los ayudara a ellos. El poni podría haber escapado cabalgando pero ¿y los viajeros? ¿Les habría dado tiempo a huir? En todas estas estaba Fredegar con el pulso acelerado mientras miraba hacia el camino, observaba a Welf y escuchaba a Vanwa. 

Con pulso firme y mano decidida, Welf extrajo la flecha de los cuartos traseros del poni sin producirle ningún daño ni alterarlo más de lo que ya estaba. Afortunadamente, Vanwa había logrado calmarlo con palabras suaves y tranquilas, por lo que no fue necesario que lo sujetaran con firmeza. Pese a todo, el enano lo agarró por lo que quedaba del arnés partido, no fuera que les diera un disgusto. El hombre del bosque le aplicó una improvisada cura que facilitaría la recuperación del animal, a menos que la flecha de los trasgos estuviera envenenada, lo que complicaría demasiado las cosas. 

Afortunadamente, no fue así. La flecha no tenía ningún veneno. Miriel lo supo de inmediato, en cuanto identificó los penachos negros del plumón y vio que entre ellos había unas plumas verdosas de ala de urraca. Lo cual solo podría corresponder a una tribu de trasgos de las Montañas Nubladas, el clan de Borg, quienes no utilizaban veneno en sus flechas, no porque no quisieran, sino porque les resultaba imposible obtenerlo con los medios a su alcance. Cuando Welf extrajo la flecha y comprobaron su punta vieron que efectivamente estaba limpia, por lo que el pobre animal no sufriría daño permanente alguno. 

Tras la extracción, el poni comenzó a sosegarse. Algo más calmado, le contó a Vanwa entre relinchos y bufidos lo que había ocurrido, y Vanwa, tras interpretarlo a su manera, pudo transmitir la información al resto del grupo. Aquel poni pertenecía, como ya sospechaban, a la caravana de Dindy quienes llevaban dos días siendo hostigados por los trasgos de las montañas. En uno de los ataques de aquellas malignas criaturas, el poni fue herido y logró romper el arnés a base de tirar con fuerza y salir huyendo del lugar. No sabe qué más ocurrió con sus compañeros y dueños. Pero no deben estar lejos, pues aquel suceso había ocurrido la noche anterior. 

- Trasgos del clan Borg, de las Montañas Nubladas. Tenemos suerte. Son del tipo que no pueden permitirse conseguir veneno para sus flechas. – indicó la elfa a sus compañeros tras examinar la flecha del pony.

Por un momento las noticias de estar tan cerca de Dindy y su caravana levantó el cansancio de sus piernas. Saber que llevaban dos días hostigados por los trasgos le daba alas para redoblar el esfuerzo y la marcha marcial de Ainar.

- No debemos perder un minuto. Si lograron huir de los trasgos nos costará encontrar su refugio y prepararnos para cuando los trasgos ataquen de nuevo por la noche, y si no lograron huir… en cualquier caso cada minuto cuenta para llegar hasta ellos con vida. – dijo dispuesta a reanudar la marcha al ritmo de Ainar.

Dedicó una mirada al pony, luego a Vanwa y a Welf. Ellos sabrían mejor si el pony podría suponerles un retraso o no. Si encontraran algún herido con Dindy el pony les sería de gran ayuda para transportarlo, pero lo primero era encontrarlos a tiempo.

Asintió con energía a las palabras de Miriel sobre la premura y los trasgos. No le pasó por alto la mirada apreciativa sobre el pony, que Vanwa interpretó a su manera, creyendo que quería saber si el poni podría ayudar.

- Dinos amigo mio. Dinos como llegar hasta ellos.- Le pidió al animal, acariciando su cuello. El sentido de la orientación de los animales es extraordinario y seguro que podía llevarles hasta el lugar de donde había escapado.- No has de temer.- Lo tranquilizó.- Esos seres no seguirán en el mismo sitio. Y ya has oído a la elfa. De día se ocultan. Y cuanto antes encontremos al pequeñín que iba contigo, antes volveremos a casa. Serás el más deseado del pesebre, con esas aventuras que podrás contar cuando vuelvas.- Le dijo, para convencerlo. El poni necesitaba de ellos para volver a casa, como todo animal domesticado, y ellos necesitaban su ayuda para encontrarlos. Podían seguir los rastros de trasgos que habían visto antes, pero siempre sería mejor contar con la ayuda del animal.

Miriel miró con una sonrisa amable a Vanwa dándose cuenta que no la había interpretado correctamente.

- ¿Podrías pedirle que nos acompañe? Si encontramos algún herido con dos piernas la ayuda del pony para transportarlo de vuelta será inestimable. - aclaró para evitar más malos entendidos. No estaba segura de que el pony pudiera guiarlos, no por no querer, sino porque en estado de pánico era improbable que se fijase en el camino, más siendo de noche. Para eso confiaba más en sus ojos y los de sus compañeros.

Puso cara de sorpresa ante el comentario de Miriel, asintió de forma exagerada y así se lo comunicó al poni.

- Aquí mi compañera, quiere saber si serías capaz de ayudarnos a llevar algún humano que lo necesite, por haberse hecho daño... Sí, claro. Sé que no es la carga habitual, pero te aseguro que a la vuelta pueden ser muy generosos con el poni valiente que nos ayude. Piensa en cebada abundante, paja seca y un establo cálido...

Welf miraba a Miriel y a Vanwa mientras abría cada vez más los ojos, miró después a Ainar y a Fredegar buscando entendimiento y encontró las mismas caras de sorpresa. 

Meneando la cabeza todavía incrédulo se acercó al poni, le cogió de las riendas y comenzó a avanzar por el mismo camino que habían seguido intentando buscar un poco más adelante huellas que indicaran la ruta seguida por el poni. Jamás hubiera imaginado esa conversación en su pueblo, simplemente se asumía que los animales estaban para ayudar, caballos, ponis, perros y se avanzaba juntos cumpliendo cada cual su papel. El poni cargaría con lo que se le pidiera si la herida no le molestaba como hacían los ponis y ellos cuidarían de su herida, de su alimentación y de su protección como se hacía desde siempre en el Bosque.

Avancemos con los ojos bien abiertos, a partir de ahora cualquier pista que encontremos puede ser crucial en nuestra búsqueda, tanto las huellas del poni como restos de un enfrentamiento. 

El mediano pareció aliviarse al comprobar como el pony no sufriría males mayores. No supo muy bien como interpretar la información que vino después. Al menos no se podía confirmar que no hubieran escapado del ataque. Atento siguió escuchando a los elfos, hasta que intervino Welf, donde pareció salir de la confusión mental que mostraba. 
 

- Sí, avancemos - dijo cogiendo las riendas del caballo mientras comenzaba a andar enérgicamente. 

La mirada de Welf se encontró con un enano tan sorprendido como el hombre del bosque. ¿Qué les pasaba a esos dos? Ainar revoleó los ojos y sin mediar palabra, ya que un suspiro cansado no lo era, se adelantó a Welf para protegerlo. Ya iba con el escudo en una mano y el hacha en la otra, un gesto adusto de concentración, y un brillo mortecino en los ojos.

Cuando Munin se le posó en el hombro armadurado, el enano le dijo un par de palabras y el cuervo levantó vuelo. Tenía que revisar si estaban muy lejos de la caravana, o si por el contrario estaban cerca y podían apurar el paso aún más.

-Tenemos que estar frescos... pero no perder velocidad...- se repetía el enano, como una letanía que repetía palabras de otro tiempo y de alguien más.

La conversación entre los elfos y el poni fue tan extravagante que el resto del grupo se los quedaron mirando sorprendidos, pensando que habían perdido todo rastro de cordura que les quedara. Pero antes de que Welf interviniera llevándose de las riendas al animal, éste había parecido dar muestras de asentimiento. De todos modos, no había muchas más opciones, el camino ascendía hacia la cima de la colina y no había ninguna bifurcación en ese tramo que pudiera darles lugar a error. 

Pasaron el resto de la tarde manteniendo un ritmo enérgico, pero no demasiado para evitar llegar fatigados a una posible escaramuza con los trasgos que Miriel había identificado como del clan Borg. Ya se acercaba el crepúsculo cuando el cuervo de Ainar descendió posándose sobre su hombro y dio un par de graznidos que el enano entendió rápidamente. Estaban cerca. No tardaron en divisar la luz oscilante de una gran fogata en lo alto de una colina cercana. Debían darse prisa, si ellos habían visto la hoguera, los trasgos no tardarían en verla también y atacar, si no es que ya se estaba librando una batalla a vida o muerte en esos precisos instantes.